Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Juan Manuel López
Arriba del escenario, Santullo rapea, dice rimas inteligentes, ingeniosas, se adapta al trap con Bailando samba para aggionarse a los tiempos que corren, o repite hits de Terraja, el disco que rompió todo con El Peyote Asesino, la banda de hip-hop o rap que rompió todo en los 90. O, más acá, pone la voz y el sentimiento para La Humedad, Ya no duele, o Pa' Bailar.
Abajo, Fernando Santullo (51), el sociólogo, el periodista (hoy columnista de semanario Búsqueda), piensa. Y hace pensar.
Dice que plantear la cosa desde un "ellos" y un "nosotros" intransigente de acuerdo a la pertenencia a un partido político es, sencillamente, una "imbecilidad". Porque los partidos son una parte minúscula de la vida de cualquier persona, por más politizada que ésta sea. Esto es: no todos los de Peñarol son "de pueblo", no siempre "el pueblo" se identifica con lo que vota una mayoría, no todos los bolsos son más chetos y más educados, no todos los universitarios con sensibilidad social son de izquierda, no todos los que piden a gritos un cambio en la política de seguridad son fachos. No todos los que tildan al otro de facho son focas, no todos los que califican al otro de foca son fachos. Y casi ninguno de todos ellos es más inteligente por andar rotulando a los que no piensan como él, parapetado en vaya a saber qué tarima moral inexistente.
De la grieta, de la lógica binaria, de por qué no se subió a la "ola cultural" que apoya a Daniel Martínez, y de la polarización creciente (que le preocupa a Santullo) hablamos en esta entrevista en el patio de Sinergia Design. También de música: de sus inicios en el hip-hop, el éxito impensado del Peyote, la llegada al argentino globalizado Gustavo Santaolalla, y el camino solista. Y también del disco Bajofondo presenta Santullo, una década después, que tocará el 5 de diciembre en La Trastienda. Ahí donde nuevamente Agustina Santullo cantará Intacto a dúo con su padre, la canción con la que conocimos a una niña de 8 años, que hoy tiene 20, y estudia Biotecnología en la Universidad de Barcelona porque está preocupada por el medioambiente y la contaminación. La vida misma. De eso también hablamos con Santullo.
-De chico, ¿a qué querías dedicarte?
-Quería ser chofer y mecánico. Hasta los 7 años mi meta era ser chofer y mecánico.
-Te involucrás en la música de grandecito, ya con 25 años...
-Como hacedor de música, sí. Yo en realidad empecé a escuchar música muy de niño. Mis primeros cassettes, de los que grababas de la radio, era a los 10 u 11 años. Y rezabas para que el tipo no hablara arriba. Yo entré en la música desde la perspectiva de un espectador, me gustaban un montón de cosas distintas, y en un momento -después de años de amistad con Juan Campodónico- cuando nos poníamos a escuchar música y tomar mate, un día escuchamos un grupo brasileño espantoso, y pensamos: "Si estos tipos sacan discos, nosotros podemos hacer un grupo que sea igual de malo y sacar discos". Ultraje de rigor se llama el grupo brasilero, que no era tan feo, pero escuchamos una canción que era especialmente fea, no estaba bien grabada, y dijimos: "Si esta gente hace un disco, ¿por qué no nosotros?". Yo tenía 25, sí.
-La política, en cambio, se te mete de chico porque tus padres tuvieron que exiliarse en México, donde viviste 10 años. ¿Ahí comenzó a desarrollarte tu ser político?
-Era como inevitable. Mi familia era muy politizada, en una época en la que en Uruguay había una politización grande a fines de los '60, y la dictadura trunca todo eso. Mis padres eran militantes, entonces la política siempre estuvo. De hecho, la política, quieras o no, siempre está. Es inevitable.
-¿Por qué estudiar sociología? ¿Qué querías explicar o entender?
-La sociología te ayuda a intentar comprender proyectos sociales y políticos. Más que explicar, quería entender. Yo empecé Economía primero y comprobé que era un burro para las matemáticas. La única materia que aprobé en Ciencias Económicas fue Sociología. Después hice unos cursos para ser ingeniero de sistemas y volví a comprobar lo mismo. Insistía con los números porque me gustaba. Me costaban un disparate pero todas las materias científicas me encantaban, las sufría pero me encantaban. Con las matemáticas me pasaba que no entendía nada pero de repente entendía algo y era como si me abriera la cabeza. Y medio por descarte, dije: "Bueno, ¿por qué no sociología?". Entré, la cursé (del 88 al 90), después se atravesó la música, y la sociología quedó en un segundo plano. El Peyote empezó a demandarme más tiempo, y empecé a laburar de periodista también. Y en aquel entonces, si estudiabas sociología, no tenías ninguna garantía de que ibas a trabajar de nada. A fines de los 80 o ibas a una consultora de estudio de mercado o dabas clase.
-¿Y el periodismo cómo nace?
-De guacho sabía redactar, y me expresaba mejor por escrito que hablando, y cuando estaba con la sociología, había empezado a escribir en algunas revistas under, y dije: "Bueno, capaz que es una salida laboral interesante, haciendo algo que puedo hacer". Mi primer laburo fue en La República, caí ahí y me vendí bien. Me reuní con Enrique Alonso, que era el secretario de redacción de La República: "Yo puedo aportarle mucho a este diario". Estaba en una situación media extrema. Pensé: o logro que me contrate algún medio o me pongo a vender tiempos compartidos. Entré al diario, a cubrir Sociedad, y me mandaron a cubrir religión, y en mi familia eran anarcos-comunistas. No sabía ni lo que era una conferencia episcopal o qué función ocupaba un obispo o arzobispo. Fui parte de la horda de periodistas que perseguíamos al padre Antelo, al salir del juzgado de la calle Misiones, por la secta de la Comunidad Jerusalén.
"Mi primer laburo en un medio fue en La República. Me reuní con el secretario de redacción y le dije: 'Yo puedo aportarle mucho a este diario'. Pensé: o logro que me contrate algún medio o me pongo a vender tiempos compartidos"
-En el 92 -después de haber vivido en México y Estados Unidos- volvés a Uruguay, y justo ese año toca Mano Negra en la estación de AFE, un show que siempre recuerdan como excepcional los que estuvieron ahí. Es como el partido de los siete goles de Morena a Huracán Buceo, porque en ese show había 2.000 personas, pero hay miles y miles que juran haber ido ese día al estadio...
-Yo juro que fui. Yo había visto a Mano Negra en México el año anterior, habíamos ido con un amigo al auditorio Ángela Peralta, algo parecido al Teatro de Verano, que estaba en Polanco, en la mitad de México. Yo había ido porque en ese festival tocaban Café Tacuba y Maldita Vecindad, que me encantaban, y Mano Negra, que no la conocía. Café Tacuba te volaba la cabeza, Maldita Vecindad multiplicaba la energía de Café Tacuba por dos, y Mano Negra multiplicaba la energía por cuatro. Fue un show increíble. Salí de ahí, crucé la calle a una disquería que había y me compré el disco de Mano Negra, el Putas Fever, disco que escuché un montón viviendo en Nueva York.
Llegué a Uruguay en marzo del 92. Y en abril tocaba Mano Negra en Montevideo. Y le dije a mis amigos: "Hay que ir". Y ese concierto en AFE estuvo bastante mejor, porque hicieron unas demencias, hicieron explotar unos cuetes en unas locomotoras, fue una locura, tremendo show. Después del concierto había una especie de fiesta que hacían los de Mano Negra y nos quedamos bobeando, terminamos conversando con ellos. Mano Chao es un tipo muy accesible, y muy político también. Ese show ayudó porque nos hizo ver que no es todo en cajoncitos o compartimentos estancos. Mano Negra era lo opuesto: una mezcla de todo, una mescolanza de gente que estaba muy buena.
-El Peyote Asesino es una banda emblemática de los años 90, no sólo del hip hop, sino de la música uruguaya. ¿Cómo podrías recrear el nacimiento del Peyote?
-Te contaba que nos animamos por ese grupo brasilero medio feo. Los que terminamos armando El Peyote éramos Juan (Campodónico) y yo. Escuchábamos mucha música, pero cuando íbamos a ver un show en vivo no estaba eso en las bandas que habían acá. Quizás, la única que empezaba a marcar la diferencia era La Abuela Coca, que también nace a rebufo de Mano Negra, porque el Chole (Gianotti) había tocado con Kongo Bongo. La Abuela arranca a tocar en el 93 y eran una cosa interesante. Pero después, ibas a otros shows y era como una cosa más parecida a los 80. Entonces dijimos: "¿Por qué no hacemos una banda como las que escuchamos en los CDs, pero que después no vemos en vivo?" Y esa fue la idea.
Esa banda fue el resultado de las virtudes de Juan y mis limitaciones. Juan ya era un guitarrista súper versátil, que podía tocar cualquier cosa, era un gran violero y tenía buenas ideas. Y yo, como no podía cantar, intentaba rapear, entonces fui encontrando un camino de cosas que podía hacer y después aprendí a hacerlo mejor. Yo no empecé a rapear por querer ser un rapero, sino que rapeaba porque no podía cantar. Pero ya escuchábamos mucho hip hop. Yo me había traído un disco clásico de Public Enemy que se llama Apocalypse 91, que es un disco muy importante, entre otras cosas porque una de las canciones en bonus track es una canción que hacen Public Enemy con Anthrax, que era una banda de de trash, ahí veías raperos con una base de guitarras distorsionadas.
-¿En qué radica el éxito del Peyote? ¿Por qué crees que marcó una época?
-Creo que el éxito del Peyote tiene que ver con la capacidad de traducir a un lenguaje local un montón de cosas, de influencias, que estaban ocurriendo en otras partes del mundo. Pero el mérito fue traducirlo rápidamente, no al año o a los cinco años, sino en el momento en el que estaba ocurriendo. A Juan le gustaban unos riffs, y se ponía a ensayar esos riffs hasta encontrar el sonido, y a mí me pasaba lo mismo, con las cosas más rítmicas, más hip-hoperas. Y después, tener la capacidad de hacer algo propio con todo eso.
"El Peyote fue el resultado de las virtudes de Juan y mis limitaciones. Juan ya era un guitarrista súper versátil, que podía tocar cualquier cosa. Y yo, como no podía cantar, intentaba rapear, fui encontrando cosas que podía hacer y después aprendí a hacerlas mejor"
Con las letras pasó algo mucho más casual. Yo nunca había escrito letras en la vida. La primer gran diferencia con el rap en inglés es que el inglés es una lengua llena de palabras cortas, en cambio el español tiene palabras más largas, de tres sílabas, que hace que sea mucho más difícil; no podés tener el mismo flow en español que en inglés porque las palabras no solo suenan distinto, sino que tienen un largo distinto. Entonces mi primera necesidad fue: tengo que encontrar las palabras en el español que me permitan hacer algo parecido a eso. Las letras fueron apareciendo, primero por una cosa fonética, y después, fue la idea de que tenían que decir cosas que fueran fuertes. Si la música del Peyote iba a ser de choque, las letras también tenían que ser de choque. No necesariamente política, sino buscar expresiones que si leías cuatro o cinco frases, tuvieran un golpe de intención que se combinaban además con la polenta rapera. Y creo que otro diferencial fue que tenía el elemento rock, que sí tenía una historia en Uruguay. Y sí era algo que tenía un pasado, no como el hip-hop.
-Pero explotó en el 95 y para el 99 ya estaban todos peleados. ¿Era una banda hecha a pulmón? ¿Le faltó infraestructura detrás?
-Era una banda hecha a pulmón, 200%. El único momento en que no fue a pulmón fue cuando firmamos un contrato con Universal, y nos escuchó Gustavo Santaolalla. Él localizaba las bandas, las producía, ponía la plata y la distribución. Era un sello independiente, Surco, que tenía distribución con Universal. Eso fue una rareza. Las probabilidades que teníamos de llamarle la atención a un productor que estuviera en Los Ángeles, y que justo estuviera haciendo un acuerdo de distribución con Universal, eran mínimas. Cuando Santaolalla recibió nuestro disco, éste era uno de todo un fajo de CDs que le mandaba Alfonso Carbone, porque en ese momento, Gustavo no sabía si iba a acordar con Warner o con Universal. Alfonso se estaba yendo para Warner Chile, al final Gustavo no hizo acuerdo con Warner, sino con Universal, pero ahí escuchó el CD del Peyote. Nos mandó un mail y ahí vino el Terraja.
Pero el Peyote pasó muy rápidamente de ser una banda de unos amigos que querían hacer música para chivear a ser un proyecto súper serio a un nivel enorme, y creo que no supimos negociar a esa velocidad entre nosotros. Nos enloquecimos. Y en Uruguay no estaba la protoindustria que hay ahora, no había managers, ni agentes de prensa de las bandas, no había plomos o jefes de escenario, era todo muy precario. Entonces, había una exigencia de ser súper profesionales por un lado, porque tenías que estar a la altura de ese súper contrato, y abajo éramos cinco locos que estábamos viendo cómo hacíamos. Porque ir a grabar a Los Ángeles implicaba dejar nuestros laburos. Entonces, volvimos a Montevideo sin trabajo y estábamos que no sabíamos qué hacer. Ahí el periodismo me permitió que no me comieran los piojos en ese momento. No había una estructura detrás.
-¿Y Bajofondo qué fue? Porque llegó para reinventar el tango como alguna vez lo hizo Piazzolla. Lo aggiornó al nuevo milenio, ¿o no?
-Yo no participé de la creación de Bajofondo, justamente ahí estábamos peleados con Juan. Juan se juntó con Gustavo y arrancaron Bajofondo. Creo que tuvieron la idea de aggiornar el tango, pero muy rápidamente ellos cambiaron el foco. Y ya en el segundo disco, donde ahí sí participé, Mar dulce, aparecen un montón de otras cosas que no son tango: aparece pop, rock, hip hop. De hecho, ellos rechazaron la etiqueta de tango electrónico, porque era más angosto de lo que estaban iniciando. Mi participación, desde el segundo disco, fue como autor de cinco canciones. Creo que nacen con la idea de hacer algo renovador partiendo del tango, y luego se convierte en algo renovador de la música del Río de la Plata.
-Y ahora estás celebrando que se cumplen 10 años de tu lanzamiento solista, con Bajofondo presenta Santullo, disco producido por Juan Campodónico y Gustavo Santaolalla. ¿Cómo podrías evaluar a la distancia tu primer trabajo solista (aunque con "una pequeña ayudita de tus amigos")?
-Fue una cosa súper arriesgada. Yo venía de un mundo rock, de guitarras y de distorsión. De hecho, en el medio tuve la experiencia de Kato, una banda en España, que era una banda más rockera. Para mí fue como todo un cambio: ¿qué pasa si elimino el rock de la ecuación y me quedo con todo lo otro? En ese sentido, la ayuda de los amigos fue clave, porque para hacer ese disco, con esas características, difícilmente hubiera encontrado mejores socios que Javi Casalla en violín, Martín Ferres en bandoneón, Luciano Supervielle haciendo los arreglos de cuerdas, y Juan y Gustavo produciendo. Fue una jugada arriesgada para mí y para Bajofondo. Porque es un disco que si bien tiene su impronta, es un disco de canciones, con canción tradicional, que ellos no solían tener.
"Para demostrar que sos comprometido tenés que hacer una cosa que sea comprometida con el hecho artístico. Yo estoy comprometido políticamente, pero eso no necesariamente entra en mi música en consignas"
Es un disco que me sigue pareciendo muy interesante. Las canciones, después del disco, se fueron transformando en algo distinto, pero creo que es un disco que me tiene muy orgulloso.
-A fines de 2001 te fuiste a estudiar una maestría de periodismo a Barcelona, ciudad en la que viviste 16 años. Y en los 90 habías vivido 10 años en México y seis meses en Nueva York. ¿Qué te aportó haber vivido en distintos países, y conocer de cerca otras culturas?
-Cuando vas de turista de quedás corto. Al vivir y trabajar en determinadas ciudades, conocés que las distintas personas en distintas partes del mundo tienen distintas formas de hacer las cosas. Cuando no tenés esa experiencia pensás que afuera las cosas se hacen como se hacen acá, y después vivís en otras partes y te das cuenta que en realidad no. Que esta es una forma de hacer las cosas y en otros lugares se hacen de otro modo. Me refiero a cosas cotidianas, formas de trabajo o cuando te sentás a comer, qué se yo. La enseñanza que me quedó es que hay varias formas de hacer una cosa.
-Como compositor, ¿te ha interesado demostrar que estás comprometido socialmente? ¿O crees que el arte pasa por otro lado?
-Para demostrar que sos comprometido tenés que hacer una cosa que artísticamente sea comprometida con el hecho artístico. Yo estoy comprometido políticamente, pero eso no necesariamente entra en mi música en consignas. Mi hecho político tampoco pasa por las consignas, pasa por intentar mirar cosas de la realidad y ensayar opiniones argumentadas. El compromiso tiene que ver con hacer eso que vos crees que es lo más potente en términos artísticos. Para mí, el arte es comprometido en la medida que es capaz de conmover a la gente y hacerla reflexionar, y le aporta una experiencia estética. Si vos hacés una canción que es igual a una de los Rolling Stones y la llenás de consignas políticas, eso no tiene ninguna clase de compromiso ni con el arte, ni con la política.
-Recién dijiste que estás comprometido políticamente. ¿Te referís a un partido?
-No, no. La política partidaria me parece aburridísima y un mal necesario.
-¿Por qué no sumarte a "la ola cultural" que apoya a Daniel Martínez? ¿No te invitaron o no te interesa que te asocien con un bando?
-Primero, no creo en los bandos. El tema de los bandos me parece de las peores cosas que tiene la política. De hecho, cuando los bandos se exacerban terminan en dictaduras como terminó en Uruguay. Y si encima, uno de los bandos tiene armas, se complica más. A mí me interesa la política como reflexión en la plaza pública, y como debate también. Hay que discutir, porque si no, las cosas se enquistan. Desde acá veo a (Fernando) Cabrera (NdeR: en otra mesa de Sinergia, el cantautor Fernando Cabrera lee, anota y toma una copa de vino) y lo voy a citar. Un día me dijo: "Yo voto lo que voto y no escondo mis simpatías políticas, pero cuando hago mi música yo no quiero alienar, yo quiero que mi música la escuche toda clase de gente. Quiero que mi música la escuche el mayor número de personas, porque creo que vale la pena. Si yo la lleno de consignas políticas o la llevo para un lugar, estoy alienando a una parte de esa gente que va a decir 'no me interesa' y capaz que no llega a mi música". Yo adhiero a esa idea. Uno tiene las ideas que tiene y vota a quien le parece.
Lo que pasa que ese mundo, el de los votos y los partidos, es una parte pequeñita de la vida. Los partidos son una parte pequeñita de nuestra existencia. Por más que ahora estemos en campaña y parezca que es el 100% de nuestro interés, pasan 15 días y empezamos a subir de nuevo fotos de gatitos al Facebook. Por eso me resisto un poco a esa cosa de darle trascendencia. Y me resisto porque eso es parte de los negocios de los partidos, y está bien. Los partidos tienen que convencer gente para que los voten.
-Entonces, si no sos una foca, no me aclares nada: sos un facho...
-Eso es uno de los resultados del tema de los bandos: foca-facho. No solo son simplificaciones, son insultos. Uno no construye sociedad y vínculos con los otros en base a insultos. Cuando hacés eso, caíste en la lógica de la tribuna y de la barrabrava. Es como una derivación casi natural de esa cosa de conformar bloques y bandos llega a la barrabrava. Cuando llega a la barrabrava, ya los partidos tampoco tienen el control. Esa parte, no sólo no es política, sino que es la antipolítica.
-Se supo que Lucas Sugo iba a tocar en un discurso de Lacalle Pou y lo mataron en redes sociales. ¿La grieta -que divide a los argentinos- llegó a nosotros?
-Los argentinos, antes de inventar el término grieta, ya tenían una división histórica. Argentina siempre tuvo una polarización mucho mayor que la nuestra. Afortunadamente Uruguay siempre ha sido un país más amortiguado. Ha tenido sus momentos más virulentos, la dictadura es uno. Y en este momento, a pesar de que estamos en democracia, estamos en un momento áspero. Yo creo que divisiones han existido siempre en las sociedades. La política es la forma de negociar todas esas divisiones, que no se pueden impedir. Lo que podés impedir es que no sean un abismo, una grieta.
"Los partidos políticos son una parte pequeñita de nuestra existencia. Por más que ahora estemos en campaña y parezca que es el 100% de nuestro interés, pasan 15 días y empezamos a subir de nuevo fotos de gatitos al Facebook"
Pero mirá esto: pensá en Argentina. La elección en la cual fue ganador Macri fue una elección ejemplar. Gobernó, hubo elecciones y ahora Macri se va. Viene Alberto Fernández, la elección fue ejemplar. Más allá del ruido que producen los extremistas de todos lados, no tengo la impresión de que la sociedad argentina esté volcada a cultivar la grieta. La sensación que tengo es que eso ocurre en los que hacen ruido.
-¿Dónde crees que nace esa grieta? ¿No nacerá de los discursos duros y polarizados de los propios políticos, que se reivindican como los buenos y señalan a los rivales como los malos?
-Puede ser. Yo digo que es un error hacer políticas en términos radicalizados, pero los partidos tienen incentivos, sobre todo en un balotaje, en donde tenés que convencer que te voten a vos y no al otro (hay dos candidatos, no 11), entonces se produce una polarización. El error, para mí, de la política actual es vender eso en clave moral: "yo soy bueno y él es malo". Eso es la antipolítica. La política es el intercambio de argumentos, y sobre todo, mostrar la evidencia. La política tiene que estar basada en evidencias, sino es magia negra.
-En tu última columna en Búsqueda hablabas de "ellos" y "nosotros". ¿Quiénes son unos y quiénes los otros?
-Lo primero que hice en esa columna fue rechazar la idea de que pudiera haber un "ellos" y un "nosotros", según la pertenencia partidaria. Eso es una imbecilidad. Y lo puedo decir así: imbecilidad. ¿Por qué? Porque tus vínculos con las personas pasan por un millón de lugares y solo dos o tres pasan por la política partidaria. Todos los demás vínculos tienen que ver con otro montón de cosas: afectos, interés futbolístico, gustos musicales, artísticos, religiosos, etcétera. Yo, en mi columna, rechazo eso de "ellos" y "nosotros": es un invento y no tiene la menor relación con la vida de las personas. Ahora, ¿a quién le interesa que exista un ellos y nosotros? A los partidos. Las diferencias existen; el sistema político debería estar para limar las diferencias, pero en una competencia electoral no pueden limarlas, tienen que acentuarlas.
-Como sociólogo, ¿tenés alguna teoría para salir de esa lógica binaria?
-Naaa... El sociólogo que te diga que tiene una teoría para decirte de cómo se sale de esto, te está mintiendo. Lo que sí me parece importante es recordar que la agenda que tenemos nosotros como ciudadanos no siempre coincide con la de los partidos políticos. Cuando eso ocurre, ahí sí podés hablar de ellos y nosotros: ellos los políticos tienen su agenda y sus prioridades, y quizás las nuestras pasan por otro lado. Mi interés es: hagamos política desde los ciudadanos, que después los partidos las articulan.
-¿Qué va a tener de especial el show por los 10 años de Bajofondo presenta Santullo el 5 de diciembre en La Trastienda?
-Esas canciones fueron grabadas sin haber sido tocadas jamás en vivo. Fue algo curioso. Entonces, nos pasó que cuando fuimos a tocar esas canciones en vivo, las tuvimos que transformar. En este show estamos intentando recuperar la esencia del sonido del disco. El show va a tener dos partes: en la primera parte, vamos a tocar todo el disco entero en el mismo orden que están las canciones en el disco, y en la segunda parte tocamos algún tema nuevo y temas de los otros discos. Lo distinto es recuperar de la manera más fiel la esencia del disco, reconociendo que pasaron 10 años. Va a haber gente de Bajofondo: Juan Campodónico, Gabriel Casacuberta, y capaz que puede estar Luciano Supervielle. Y va a estar Agustina, mi hija, que era una ratita cuando grabó un tema y ahora es una señorita que estudia en la universidad...
-Precisamente, todos conocimos a tu hija Agustina porque cantaba (y canta) el tema Intacto a dúo contigo, desde que tenía 8 años, cuando la grabó. ¿Qué cosas le preocupan a ella hoy, con 20 años?
-Ella está estudiando biotecnología en la Universidad de Barcelona, está en tercero. Qué cosas le preocupan... Es muy curiosa, le interesa mucho esto del independentismo de los catalanes, y eso de estudiar biotecnología tiene que ver con temas ecológicos. Por ejemplo, le preocupa todas las clases de residuos de toda clase que se generan y el desbalance que eso está produciendo. Lo que me gusta de Agustina es que además de ir a algunas manifestaciones y quejarse, decidió formarse para intentar buscar soluciones, por el lado de las preocupaciones que tiene. A mí me asombra mucho en el momento en que dejan de ser unos niños que están consultando cosas, y empiezan a ser adultos que tienen opiniones y muchas de ellas, no pasan por aquellas cosas que vos contaste o dejaste de contar. Es un relato propio y es muy asombroso descubrir en esa niña que vos criaste a una mujer con cabeza propia.
-¿Y a vos qué te preocupa?
-Hace cuatro o cinco años empecé a tener la sensación de que el mundo se estaba yendo a un lugar que no estaba tan bueno y podíamos llegar a perder un montón de cosas que dábamos por sentado. Creo que nos estamos moviendo hacia un mundo bastante más polarizado, lleno de gestos autoritarios, y tiene que ver con un gesto colateral de más democracia. Hay generaciones que solo han conocido democracia, y solo han conocido el relativo bienestar que esas democracias han traído. Entonces, no tienen un elemento realmente espantoso con qué contrastarlo. Yo, que tengo la edad suficiente para haber conocido la dictadura, creo que puedo valorar de manera más radical la diferencia.
"Hay generaciones que solo han conocido democracia, y solo han conocido el relativo bienestar que esas democracias han traído. Entonces, no tienen un elemento realmente espantoso con qué contrastarlo"
Me preocupa eso: cierta tendencia hacia la polarización y hacia la emocionalidad de la política, que convierte a la política en algo muy difícil. Porque si todo es un intercambio de ofensas, y las ofensas van en permanente ascenso, llega un momento en que no podés hablar de nada porque estás ofendiendo a alguien. Hay una emocionalidad salada que está impidiendo hacer un intercambio más o menos racional y basado en datos.
-¿Sos feliz?
-Sí, sí, sí... Ya pensando en esto: en las posibilidades que tiene nuestro material genético de haber terminado en cualquier parte del universo y no terminar encarnado en las personas que somos, ya debería darte una alegría por el simple hecho de existir. Pero además de eso, hago cosas que me gustan, estoy rodeado de gente que quiero y que me quiere.
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