Su primera casa fue en Ellauri y Juan María Pérez. Al poquito tiempo de nacido, sus padres se separaron así que sus recuerdos son de ir a lo de su mamá y a lo de su papá. Él y sus dos hermanas mayores transitaban entre lo de cada uno en Montevideo, hasta que su padre se mudó a Atlántida para ser el subdirector del liceo.

Cuando tenía seis años, su padre murió en un accidente. Cayó de un caballo que, recién domado, se paró de manos. Se golpeó en la cabeza y, como las hemorragias eran internas, continuó con el campo. Un rato después falleció.

A Santiago Gutiérrez lo fueron a buscar sus abuelos a Atlántida, a lo de su padre. Le habían dicho que había tenido un accidente y a él le sonó, más bien, a una quebradura de brazo. Con el silencio en el auto durante el viaje a Montevideo intuyó que algo extraño pasaba. En su casa, su madre le contó qué había sucedido.

Creció en una casa donde era el único varón y el hijo más chico. Creció independiente, tranquilo y haciendo vida de barrio en Punta Carretas. Creció jugando al fútbol en la vereda, entre amigos de la cuadra y del colegio, leyendo a Roy Berocay y a J.K. Rowling. Creció de pronto y sin su padre. Él cree que se volvió adolescente muy temprano. "En algunos momentos estaba como desencajado porque era más grande de la edad que tenían los demás, ni mejor, ni peor. En realidad, era bastante angustiante en algunos momentos", dice Santiago.

Su abuelo materno lo hizo hincha de Nacional y de Trouville. Su abuela materna lo llevó a al Parque Rodó a pasear y a otras partes también. Su abuela paterna fue una mujer de política y su abuelo paterno fue Héctor Gutiérrez Ruiz.

El primer recuerdo que tiene sobre política entra en su infancia. Estaba en un acto de Jorge Larrañaga en el Cine Teatro Metro y vio, desde arriba hacia la calle, un mundo de banderas y gritos que resonaban con la palabra "presidente". Aquello lo dejó magnetizado.

También aparecen en su memoria momentos en la Marcha del Silencio, pero desde abajo porque, como era un niño, iba de la mano de su madre o alguna de sus hermanas. Obviamente, a todo aquello lo acompañaron discusiones, programas de radio y televisión y un sinfín de formas en que la política se mezcla con la vida cotidiana.

Con catorce o quince años empezó a militar en el Partido Nacional. Sabe con quiénes, pero no se acuerda cómo llegó a ellos. Calcula que lo habrá llevado su abuela o, quizá, lo puso en contacto su madre. Ahí empezó a repartir listas y a agarrar banderas y sus actos de militancia hacia los blancos nunca frenaron.

Por fuera de la política, quizo ser veterinario porque siempre le gustaron mucho los animales. Un tío lo convenció de que era mejor ser ingeniero agrónomo y esa fue la carrera que eligió.

Hoy Santiago es consignatario, pasa mitad de la semana en el campo y la otra en Montevideo, y es un militante joven del Partido Nacional al que se ha recurrido en la prensa en ciertas ocasiones.

¿Quién te enseñó a ensillar?

No sé, calculo que mi viejo. El recuerdo que tengo es que siempre supe hacerlo.

¿Por qué el Partido Nacional?

Por una cantidad de cosas. Tendríamos que hacer otra entrevista aparte, pero obviamente hay algo que, no quiero decir heredado porque no es genético, pero mi familia por parte de padre tiene una carga muy importante, sobre todo mi abuelo, mi padre y mi abuela que son los que tuvieron más actividad político partidaria. Principalmente, mi abuelo.

También hay algo emocional y afectivo que es una parte importante. Esa cosa de los blancos de un mate, un fogón, una guitarreada, las anécdotas. Después, en algún momento cuando empecé a leer, si bien tenía ese cariño natural, leí Con divisa blanca que es un libro de cuentos de Javier De Viana sobre la revolución de 1904. Leí eso y dije "yo quiero ser de estos, estos locos son unos genios". Eso fue lo primero y me fui metiendo en lectura. Leía y decía "claro, es por acá". Me pasó de leer "historia oficial", pero no me quiero poner revisionista, y pensaba qué mal que contamos la historia. No solo qué mal que hicimos las cosas en algunos momentos, o qué mala suerte que tuvimos, sino incluso que las cosas del Uruguay de hoy tenemos que seguirlas cambiando. En algún momento se me despertó eso y tenemos que llegar por ser mejores. De verdad, ser mejores.

Hay muchos políticos y militantes que se dicen wilsonistas y, sin embargo, no todos tienen el mismo concepto, ¿cómo lo concebís vos?


Una de las dificultades que tiene el wilsonismo es que Wilson no escribió. Hay libros, pero tenés que ser de los enloquecidos que leímos esto y aquello, y el discurso de tal. Es un poco difícil vertebrarlo porque Wilson es un tipo que, si bien cambió la historia del país, la cambió desde el llano. Creo que el germen es el primer Wilson que es el Wilson Ministro de Ganadería.

¿Qué es el Wilsonismo? Primero, es una vocación de cambio, de evolución. A veces, hasta radical que, a veces, se confunde con algo de la izquierda. Wilsonismo es amor al país, pero amor al país entero ligado al respeto y al amor a la tierra. No solo como medio de producción y de vida en un Uruguay agropecuario, sino que quien nació en, por poner un ejemplo, Sarandí de Navarro no tendría por qué irse a Montevideo a estudiar porque su lugar de pertenencia es ahí. Después, si se quiere ir se va, pero no tendría por qué ensillar a las cinco de la mañana bajo una helada para ur a la escuela. Después, si terminó el liceo y quiere seguir estudiando sus padres tienen que ser millonarios para bancarlo en Montevideo u otra ciudad que tenga la carrera que quieras.

Es eso, son las defensas de las minorías. Se habla de que en el último tiempo al Partido Nacional le ha costado mucho identificar nuevas minorías y creo que es de las cosas que más nos ha costado. Es el Partido Nacional con un concepto del poder como una herramienta de cambio real. Si lo miramos a lo largo de la historia, seguro cambiamos mucho el país, pero siempre desde el llano. El Partido Nacional no ha dejado de existir y no debe haber otro ejemplo en el mundo de un partido que tenga 185 años de historia, que haya gobernado cuatro o cinco veces, incluso en un período enorme de 92 años sin ganar una elección, y que siga existiendo. Ahí hay una institución partidaria que tiene arraigo al país, a su gente, a la historia inseparable.

¿Es lo mismo Wilson que el wilsonismo?

No porque Wilson hay uno solo. Eso es de las cosas que más nos ha costado, no va a haber otro Wilson Ferreira. El Wilsonismo tiene que, no superar, pero sí hacer evolucionar a Wilson. Nosotros agarramos nuestro compromiso y no vamos a discutir ahora si hay que nacionalizar la banca, creo que tiene que haber una reforma agraria, pero distinta a la que planteaba Wilson porque pasaron sesenta años. La vocación de cambio la tenemos que hacer evolucionar a los tiempos que corren. Creo que el Wilsonismo tiene que ser, en esencia, el germen de ese Wilson, pero no va a haber otro. Habrán otros que tengan inspiración en el wilsonismo, pero Wilson y wilsonismo van por carriles separados.

También hay personas que hablan de que, en realidad, el wilsonismo no es más que un ideal, ¿qué pensás vos?

Que no es así. De hecho, ahí hay que hablar de los distintos Wilson a lo largo de la historia. Quizá, el principal problema que tenemos los blancos, particularmente los wilsonistas, es que por esa cosa emocional y afectiva que tenemos siempre recurrimos al Wilson del exilio, al que volvió, el que fue intransigente con los milicos, el que golpea el mostrador el día del golpe de estado y nos olvidamos del Wilson estadista, el pensador, que era un tipo que tenía muy claro que quería cambiar el país y qué Uruguay quería, un Uruguay para todos.

Es un ideal porque obviamente hay una parte de utopía en todo esto, pero Wilson no lo pudo cumplir porque no llegó. ¿Por qué no llegó? Podemos decir si en 1971 hubo fraude o no hubo fraude, o el Pacto del Club Naval. Pero estoy convencido, y es contra fáctico y no me importa, que Wilson es el mejor presidente que Uruguay no pudo tener.

¿Fue un golpe para el wilsonismo que el propio hijo de Wilson se haya pasado al Frente Amplio en 2017?

No porque en política no hay herencias de ningún tipo.

Se fue criticando la falta de wilsonismo en el Partido Nacional, ¿es posible un wilsonismo en otro partido que no sea el Partido Nacional?

No. Es imposible porque el Wilsonismo, antes que cualquier cosa, es extremadamente y profundamente blanco.

Es cierto que los militantes jóvenes siempre han luchado por obtener un poco más de responsabilidad en las tareas partidarias o de gobierno, ¿cómo ves el estado de esto actualmente?

El Partido Nacional, desde que empecé a militar hasta hoy, logró conformar una estructura de juventud que le ha dado resultados fantásticos. Hoy, el Partido Nacional tiene un directorio que está conformado de quince directores y dos los eligen los propios jóvenes que, hoy en día, tienen voz y voto. No sé si hay otra estructura partidaria que tenga eso. El Partido Nacional tiene convenciones nacionales de jóvenes en los 19 departamentos que funcionan y funcionan con comisiones, por temas, etc. Se hacen, cada cuatro años, elecciones de jóvenes para conformar una especie de directorio joven y se han ido conquistando espacios. Este propio gobierno tiene compañeros míos de militancia como Martín Lema. Eso tiene mucho valor y el partido ha trabajado y le ha dado espacio para eso.

¿Cómo aporta el caso de Matilde a Antía a esto?

El caso de Matilde obviamente que es producto de la tragedia, pero ella no estaba ahí sin querer. Mati es tremendamente capaz y creo que da a las claras, por como está llevando la tarea y lo podremos evaluar al final, que los jóvenes de verdad estamos capacitados para tomar responsabilidades. No es solo una cuestión de que la juventud es los secretarios y los alcahuetes que quieren estar ahí chupando rueda hasta que llegan porque alguien les cede un lugar. Hay un cuento de Wilson que decía "yo no les voy a abrir ninguna puerta, pero les voy a sacar la tranca del lado de adentro, empujen y cáguenla a patadas hasta que se abra" y hay algo de eso. Matilde capaz que no tiene un título y dos másters, pero prefiero que esté ella que, además, es joven, es mujer, es metedora y tiene ganas. Prefiero que esté ella a que esté otro porque pasó la vida manejándole el auto a alguien.

¿Qué le pueden enseñar los militantes jóvenes a los políticos viejos?

Que hay que cambiar, todo lo que hay que cambiar. A veces los representantes representan a otro Uruguay de hace algunos años.

Tu profesión es ingeniero agrónomo, ¿cómo mezclás campo y política?

En la diaria haciendo malabares. Hay una cosa muy buena para mí que es que yo hago política porque quiero, porque tengo otro trabajo que me banca el alquiler. ¿Dónde se juntan? Yo soy consignatario y vivo yendo a todas partes del país. Eso me ha permitido tener contacto con dueños de campos gigantescos, con inversionistas extranjeros y con el capataz, el peón, la cocinera, el camionero. Hablo con todos ellos. Básicamente, soy solucionador de problemas así que tengo contacto con todos ellos y en todos lados del país. He conocido una cantidad de realidades fenomenales y me ha permitido entender que la política le pasa a todo el mundo por lados distintos y que todos son válidos.

A veces, estamos acá en Montevideo bombardeados de información y hablamos del desafuero y de la rendición de cuentas. Te vas a un pueblo y quieren saneamiento o que les hagan la avenida, qué les importa el desafuero de Manini Ríos. Está bien que no les importe porque la política les pasa por ahí. Eso te permite entender, además, que primero hay que conocer y llenarse las botas de barro para entender la realidad del país. Montevideo tiene una preponderancia en el desarrollo del Uruguay político que es una injusticia brutal. Entender todo el otro conjunto de realidades, incluso dentro de Montevideo porque cuanto más te alejás de la costa, las realidades cambian por milimetro.

¿Por qué cosas del campo lucharías?

Porque sea justo nacer donde nacés. Que sea igual de justo nacer en Punta Carretas que en el Municipio F que en Sarandí de Navarro. Tiene mucho que ver con ser libres.

Has hecho prensa y se te ha preguntado por temáticas relacionadas con la dictadura, ¿alguna vez te criticaron por hablar de una época que no viviste?

En realidad, sí me han criticado mucho, pero no por eso exactamente. Capaz que es una injusticia porque me critican por lo que tengo en la cédula y eso no está bueno. Me deberían criticar por lo que digo o no digo y no por el apellido.

Hay libros de historia que dicen una cosa, otros dicen otra y los testimonios de las personas que vivieron dictadura dicen otra. ¿Cuál es la realidad? ¿Todo al mismo tiempo?

Es un poco todo al mismo tiempo. Lo que pasa es lo que eligen decir los actores políticos, cómo eligen manifestarlo, cuándo, de qué forma, porque es un poco de todo. Nunca se llega al ciento por ciento, está compuesta por todas esas perspectivas. El problema es que cuando se presenta la temática por una fecha puntual o por un hecho político, etc. todavía no podemos salir del vínculo emocional que tienen los actores políticos, naturalmente y súper comprensiblemente, de su vinculación con el hecho. Creo que en algún momento va a llegar una etapa del Uruguay donde entendamos que cada uno, con sus motivos válidos, en el acierto o en el error, somos cómplices del silencio de la impunidad.

¿Por qué has llegado tú a la prensa, habiendo tantos otros militantes blancos y jóvenes?

Hay un principio que, lamentablemente, es porque soy "el nieto de". Eso es cierto y el primero que lo sabe soy yo. Después, creo que ya pasó eso y espero que sea así, porque hay gente que le interesa lo que tengo para decir. No mucho más.

¿Tenés aspiraciones políticas?

Sí porque si no, no militaría, pero no en términos de cargos. Yo me quiero sentir útil y si el día de mañana puedo colaborar a pensar, a proyectar, a hacer real un Uruguay más descentralizado, más justo en términos de oportunidades, seguramente muy vinculado a mi profesión y a otras cosas que me despiertan interés. Esas son mis aspiraciones, los cargos creo que son un vehículo nada más.

¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?


Voy a decir dos. Cuando nacieron mis sobrinos hace un poquito más de un año y el día que ganamos las elecciones. Particularmente no solo por el hecho de haber ganado, sino porque vi una cantidad de gente que había vivido para ese momento y muchos sabían que no lo iban a volver a repetir porque les quedaba muy poco.

¿Y el más triste?

Cuando murió mi viejo.

¿Un sueño por cumplir?

Muchísimos, en realidad. Tener una familia feliz e incidir.

¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?

Ahora porque me independicé, porque dependo casi de lo que yo produzo, siempre dependemos de más personas en la vida, porque me manejo mis tiempos. Tengo muchísima libertad gracias al trabajo que tengo que me lo permite y porque vivo alguna parte de la semana en el campo y ahí es donde me siento un tipo totalmente privilegiado y agradecido.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Si muriera hoy espero que se acuerden de mi como un buen tipo. Si eso significa el cielo, adelante.