Julio María Sanguinetti, dos veces presidente de la República y hasta hace unos meses secretario general del Partido Colorado, publicó esta mañana una nueva columna en el hebdomadario partidario Correo de los viernes.
En su nuevo artículo, el político aborda lo ocurrido en las recientes elecciones venezolanas, comicios signados por acusaciones de opacidad o de fraude liso y llano. En Opinión de Sanguinetti, el panorama puede resultar negativo, pero no es precisamente novedoso.
“Todo esto no sorprende. Que Venezuela es una dictadura lo sabemos desde hace rato”, expresa el líder colorado, quien concede que “el proceso vivido ahora nos había mostrado una cierta luz al final del túnel, pese a todos los actos arbitrarios y lesivos de la institucionalidad democrática”.
Sin embargo, para el veterano político las actitudes del oficialismo en las semanas previas a las elecciones olían a chamusquina. “Queríamos creer que no ocurriría lo inevitable, pero ocurrió”, expresa.
Posteriormente, el columnista hace un repaso de las reacciones internacionales ante la situación.
“Los regímenes autoritarios, desde Putin a Ortega, de inmediato felicitando a Maduro. Las democracias, como las europeas y nosotros, claramente condenando el episodio y aceptando las clarísimas pruebas que presenta la oposición. En el medio, en expectativa, gobiernos importantes, que asumen una actitud de espera. México ya se sabe que aceptará el resultado porque anuncia que respetará lo que diga la oficialista autoridad electoral. Brasil es la incógnita, porque si bien Lula había tomado distancia de las arbitrariedades que viciaban en sustancia el proceso electoral, su política exterior sigue cerca de los viejos tiempos de la guerra fría y los figurines envejecidos del ‘antiimperialismo’. Pese a que su presidente ha dicho que el problema se soluciona ‘presentando las actas’, Brasil se abstuvo de votar en la OEA una resolución para instar a Venezuela ‘a que publique inmediatamente los resultados de la votación’ y ‘se lleve a cabo una verificación integral de los resultados’ en presencia de observadores internacionales independientes ‘para garantizar la transparencia, la credibilidad y la legitimidad de los resultados electorales’”, contextualiza.
Luego, vuelve su mirada a las actitudes dentro de nuestro país y apunta sus baterías contra la oposición.
“Lo que resulta realmente inexplicable, hundido en el ridículo, es la actitud de los compatriotas frentistas que han vuelto a los viejos tiempos de la ‘lengua de madera’, cuando viajaban a Moscú y narraban las maravillas de la ‘otra’ forma de libertad, maravillosa, que allí se disfrutaba”, critica.
“El MLN, que todavía existe e integra el Frente Amplio, se lanzó a festejar no bien Maduro proclamó su victoria. Un dirigente comunista uruguayo, de los que fueron de ‘observadores’, llega a decir que el sistema electoral es mejor que el nuestro, aludiendo probablemente a la tecnología digital que ha facilitado este fraude. Pese a que este se ha hecho evidente a través de las actas que se lograron reunir por la oposición y que son aproximadamente el 70%. En ellas, el resultado es abrumador en favor del Dr. Edmundo González Urrutia”, refiere.
En opinión de Sanguinetti, con lo que sucede en Venezuela “la dirigencia frentista está ante una compleja situación. No saben cómo hacer. La mayoría sabe que la dictadura es desembozada y que la sola campaña configuraba ya un fraude. Ninguno aceptaría aquí lo que ha tenido que soportar la valerosa oposición venezolana para seguir adelante e intentar lo que fuera posible. Están encerrados entre una realidad ostensible y ese alineamiento automático que los pone de cualquier lado no bien estén los EE. UU. del otro. Como les pasa con los terroristas de Hamás y Hezbolá, las organizaciones más retrógradas de nuestro mundo contemporáneo, a las que terminan convalidando en nombre de una defensa del pueblo palestino, que es —al igual que el israelí— víctima de su cruel despotismo”.
Para el exmandatario, los contestados comicios venezolanos constituyen un parteaguas político que sitúa “de un lado a los demócratas” y del otro “a los que dicen serlo, pero en el fondo, su viejo sueño marxista los mantiene como creyentes de esa religión fracasada”.