Rodrigo Campos, un trabajador rural de 40 años residente Corumbá, Mato Grosso do Sul, fue protagonista de un incidente en el que la desgracia y la buena fortuna se le presentaron unidas.
El pasado 28 de agosto, Campos estaba reparando una alambrada junto a otro peón cuando ambos oyeron a los perros del establecimiento ladrar con insistencia. Cuando fueron al lugar del que provenía el alboroto, se toparon frente a frente con un jaguar.
“Cuando nos vio, se nos vino encima y huimos, pero cuando me di cuenta de que me iba a alcanzar, rápidamente me giré para quedar de frente, porque si le daba la espalda, seguramente me agarraría de la nuca. Fue entonces cuando me mordió un brazo y luego el otro. Tenía un cuchillo en la mano, pero debido a la presión [de las mordidas] se me cayó. A partir de entonces pensé que no sobreviviría”, dijo el hombre en declaraciones al medio local Diário Corumbaense.
En ese momento dramático, la valentía de su compañero y la batería de su teléfono se confabularon para salvarle la vida.
“Mi amigo, al darse cuenta de que [el jaguar] estaba encima de mí, regresó rápidamente y con un cuchillo la golpeó”, relató. Otra situación que también hizo que el jaguar detuviera el ataque fue la explosión del celular de Rodrigo.
“Me estaba mordiendo la pierna, pero como tenía el celular en el bolsillo, lo atravesó y el aparato explotó. Fue gracias a eso y a la rápida acción de mi amigo que estoy vivo", relató.
La explosión del teléfono tuvo efectos inmediatos: asustó al jaguar, que puso pies —o patas— en polvorosa, pero también causó quemaduras de segundo grado a su dueño.
El hombre fue hospitalizado debido a las quemaduras, y también por las laceraciones que el animal le produjo en las piernas y en la cabeza. Por fortuna, sus heridas no eran de gravedad y su vida no corre peligro.
El pasado 1º de setiembre, Campos celebró su cumpleaños 41 en una sala de hospital y a la espera de recibir el alta.
“En cuanto me recupere volveré e trabajar, pero desde ahora con cuidados redoblados”, anunció.