Era mayo de 2019. Un hombre de traje gris, con una corbata y un pin verde enganchado en su ropa, se encadenó en la plaza Independencia, a los pies del prócer uruguayo, José Artigas. En el mismo lugar donde yacen sus restos.
Llevaba consigo la Constitución de la República, de tapa roja, con páginas marcadas con notas adhesivas amarillas.
Junto con él, más adeptos: una persona enana que se metió en un ataúd, militantes del Partido Verde Animalista con banderas de Uruguay, ciudadanos en contra del contrato que el expresidente Tabaré Vázquez estaba a punto de firmar.
Entonces, se quedó hasta que al día siguiente finalizó el acto por la conmemoración de la batalla de Las Piedras. Sin embargo, el abogado penalista Gustavo Salle, que en ese entonces era precandidato por el Partido Verde Animalista, no pudo frenar que la planta de UPM2 se instalara en Uruguay. Se desencadenó, y siguió.
Esa no sería la primera aparición mediática de Salle. Tampoco la última. Con el tiempo, con su verborragia, visión anticorporaciones y concepción sobre la pandemia que causó el covid-19, el abogado se instalaría aún más en el ecosistema de medios; sobre todo, en los antihegemónicos.
Se peleó con periodistas, con políticos; denunció a presidentes y vicepresidentes; cuestionó, habló de “plandemia” y de “cleptocorporatocracia”, y se siguió manifestando.
Así, en las últimas elecciones internas, Salle, bajo el lema de Identidad Soberana, fue una de las principales sorpresas: obtuvo 4.644 votos. Según las cifras, su partido político fue el cuarto más votado.
Entonces, de algún modo, el hombre que para algunos es un “bufón”, para otros uruguayos se convirtió en una voz de referencia, un representante antisistema, de los que cuestionan a las corporaciones y ven las conspiraciones con vehemencia.
Primero, el título
En 2019, el portal Al día le preguntó a Salle quién era. Lo primero que dijo fue que era esposo, casado en “únicas nupcias” con Alba Graciela Pereira, y padre de dos: Nicole y Richard.
También dijo que creció en una familia de clase media, “esa que caracterizó al Uruguay en la década del 50”.
“Una familia tradicional, típica. Mis padres mantuvieron el matrimonio hasta el fallecimiento en el 2013 de mi padre, con una formación desde el punto de vista filosófico, ético y moral de cuño cristiano. Yo con el tiempo termino siendo profunda y convencidamente ateo”, dijo el abogado, que, de cara a las elecciones nacionales de este 27 de octubre, no brindó entrevista a Montevideo Portal.
En la casa de los Salle había una tendencia a la “intelectualización”. Valoraban la cultura, la formación académica, los estudios universitarios. Por eso, cuando los dos hermanos terminaron los estudios, el camino parecía ser uno solo: cursar una carrera en la Universidad de la República.
En 1976, Salle ingresó a la Facultad de Derecho. En 1982, seis años después, se convirtió en abogado. En el medio, también coqueteó con la Facultad de Psicología, pero solo duró un año. Al recibirse, ingresó al Estado: se desempeñó en el Ministerio Público y Fiscal, de la Fiscalía del Crimen, durante 14 años. Después se volcaría a lo penal, a lo independiente.
Pero, también, el abogado dice que en su casa, “de cuño cristiano”, también se forjaron otros “principios filosóficos, éticos, morales fundamentales y cimiento de toda una estructura del pensamiento en el que está presente un elemento verdaderamente importante, que es el sentimiento de empatía”.
Para él, es el identificarse con otra persona en “situación de dificultad”. Por eso, además de ejercer su profesión de abogado, denunció aquellas cosas que le parecen injustas. Como si fuera más fuerte que él, como si le pertenecieran.
De pertenecer al Frente Amplio a crítico acérrimo
Salle dice que a la hora de fundar una fuerza política, hay “muchas formas”. Por un lado, los protagonistas, que se convierten en líderes, después, los que están en las bases, fuera de las cámaras.
Cuando se fundó el Frente Amplio, por un lado estuvieron los que participaron de la “parte institucional”, como Juan Pablo Terra, Zelmar Michelini, Rodney Arismendi, Enrique Erro. Pero, según Salle, también hubo “otros fundadores”.
“Naturalmente, la parte institucional no estaría completa o no terminaría siendo una fuerza política con arraigo popular si no hubiera un trabajo fundacional en las bases. Nosotros nos ubicamos junto a mi hermano y otra cantidad de gente joven y no tan joven en el 71 en esa etapa y en ese rol de fundadores a nivel de base, creando los famosos comités de base que se gestaban en los barrios de Montevideo dándole apoyo a ese acuerdo institucional de las distintas fuerzas políticas que generaron la coalición del Frente Amplio”, aseguró a Al día.
Salle se movilizó en su barrio de origen, Sayago, donde se gestó el comité Paz para todos. A esa época dice tenerle cariño. A los militantes. A los recuerdos de crear una nueva fuerza. A ser, de algún modo, un fundador silencioso. Sin embargo, ese Salle tranquilo y secundario duraría poco. Cuando para él, el Frente Amplio pasaría a ser un “fraude”.
No son lo mismo las ideas que las acciones, y el penalista sintió que el Frente Amplio “obedeció a marcar un cambio de carácter ideológico, filosófico, político, moral y ético”. No era lo mismo en sus inicios fundacionales, dice, en los 70, cuando la situación geopolítica era otra, que en lo que se convirtió en el 2005, cuando la oposición finalmente llegó al poder.
Es que Salle insiste en que las bases fundacionales de la izquierda uruguaya eran otras: había “anticapitalistas, antiimperialistas, antioligárquicos, pero fundamentalmente tenían también un contenido de carácter moral, referida a la moral de la administración pública”.
Y, con el tiempo, los protagonistas fueron otros. Y a pesar de que en 2005 ganó las elecciones en primera vuelta, Salle insiste en que Tabaré Vázquez transformó, de “forma nefasta”, al Frente Amplio.
Salle insiste en que el Frente Amplio cambió, que ya no es el que ayudó a “fundar”, con “historia de sangre”, sino que es una fuerza política que debería “cambiar su nombre”, porque no siguió con ninguno de los principios fundacionales del 70.
Por eso, para él, la fuerza política se convirtió en “fraude”.
El abogado mediático
Su vínculo con los medios data, por lo menos, desde 2006. En aquel entonces, el candidato de Identidad Soberana defendió a una de las familias de las ocho víctimas de la tragedia de Young, cuando una locomotora aplastó a los voluntarios del programa Desafío al corazón. Ya por ese entonces, hace casi 20 años, el penalista se presentaba “indignado” ante la prensa local.
También, en ese mismo año, Salle defendió a Mary, una enfermera acusada de matar a un paciente en el Hospital Pasteur, después de que se le hubiera inyectado el contenido de una sonda nasogástrica en la sangre. Mary insistía en su inocencia, y el penalista la defendió.
Quizá, entonces, la indignación sea un rasgo vital, que lo llevó a fundar su propio partido; a quemar su título de la Universidad de la República; a denunciar a Tabaré Vázquez cuando aún era presidente. A no ceder, a pesar de quedar, muchas veces, fuera de la norma.
Cuando Vázquez fue intendente de Montevideo, Salle lo citó “como testigo en un caso de responsabilidad médica” en La Española. Fue por su condición de oncólogo, dice el candidato. Otra fue en 2010, cuando en la prensa local se leía que el expresidente Vázquez sería citado por la Justicia por la muerte de un custodio de la estancia Anchorena. Según los abogados, el exmandatario ejerció su facultad de médico para brindarle primeros auxilios, pero no lo salvó. Entonces, su familia presentó una demanda por daño moral y lucro cesante contra Presidencia. Los abogados: Gustavo Salle y Ramiro Chimuris.
De todos modos, el penalista dice que no debatió con el médico; sí que lo interrogó, porque a todas las citaciones fue en calidad de testigo.
Pero Salle tampoco pasó desapercibido en 2017, cuando el sistema político uruguayo enfrentó la renuncia de un vicepresidente, Raúl Sendic, por corrupción. En aquel entonces, el abogado denunció ante la Justicia la situación del polémico y supuesto título en Genética Humana, que nunca existió.
En aquel entonces, Salle dijo a Montevideo Portal que la intención de su denuncia era “la lucha tenaz contra una corrupción institucional, estructural y convertida en ideología y operativa de gobierno”. Y pidió la renuncia que después llegaría, y, de algún modo, la oposición se aferró a su convicción, pero él se desmarcó del “Partido Único de las Corporaciones”, integrado por el “Fraude Amplio, el Partido Nacional, el Partido Colorado y el Partido Independiente”.
“Que se haya utilizado la denuncia para atacarse entre sí con un sentido electoralista, no me cabe la menor duda, y la consecuencia de ello es la brutal crisis que estamos viviendo, cuya ideología es el modelo económico”, agregó.
Por eso, a nadie le sorprendería demasiado que Salle terminara encadenado dos años después en la plaza Independencia. Aquel día, el abogado dijo a Para empezar el día de Radio Oriental que el contrato que Uruguay había firmado con la multinacional finlandesa era “absolutamente nulo, leonino y abusivo”, y que lo firmaron “individuos que no estaban autorizados por la Constitución de la República para hacerlo”.
En diálogo con Montevideo Portal, expresó: “No me siento un mesías, me siento un ciudadano común, de profesión abogado, que tiene intereses muy grandes: Bruno, Mateo y Benicio, mis tres nietos. Pero Bruno, Mateo y Benicio representan a todos los niños de este país. Este contrato tiene proyección genocida. Es increíble que un oncólogo haya firmado este contrato”.
Otra causa que perdió.
Más manifestaciones
El 5 de junio de 2021, después de que el mundo cultural parara su contacto cara a cara con el público por la pandemia que causó el covid-19, Salle fue nuevamente noticia. El gobierno presentaba el primer piloto del “pase verde”, que, entre otras cosas, implicaba la obligatoriedad de la vacuna contra el covid-19, y Salle se manifestó en contra.
Mientras María Noel Ricceto presentaba una nueva obra, el ministro Pablo da Silveira destacaba la nueva “herramienta” que ponía a Uruguay a la altura de las medidas europeas, Salle y sus seguidores se expresaban afuera del Auditorio Nacional del Sodre.
Un año después, el penalista sería otra vez noticia por celebrar el fallo judicial que determinó que se suspendiera temporalmente la vacunación contra el covid-19 a menores de 13 años. Otra polémica.
“Atención, atención amigos del mundo. Uruguay dio el batacazo, el maracanazo sanitario. Paramos a los genocidas que están inoculando para matar. El juez [Alejandro] Recarey paró las inoculaciones ilegales que se estaban llevando adelante contra los niños del Uruguay. Ganamos. Es un día de felicidad. No fuimos a pelear contra molinos de viento aquí en La Mancha [España]. No fuimos quijotes, fuimos abogados conscientes. Técnicos que manejamos elementos científicos y jurídicos para parar el genocidio. ¡A festejar! No solamente Uruguay, festeja el mundo”, dijo el militante antivacunas.
Y también criticó al entonces secretario de Presidencia, que hoy es candidato blanco: Álvaro Delgado, a quien tildó de “inmoral y mentiroso”.
“Mintió el secretario de Presidencia Álvaro Delgado, que dijo que eran transparentes. No son transparentes, son oscuros. Ahora hay luz. Ahora pusimos luz los que velamos por la salud de los niños. Triunfó la verdad. Sabemos que nos queda una instancia porque ustedes, payasos, muñequitos y monigotes de la élite hegemónica y de las farmacéuticas, van a apelar”, expresaba en un video.
En 2023, la Suprema Corte de Justicia suspendió a Recarey durante 90 días por aplazar la inoculación en menores de 13.
El consumo irónico
Las apariciones de Salle se han convertido, para muchos, en meme. Quizá por esa forma de hablar tan particular, en la que mecha palabras de un léxico casi perdido. Quizá por su discurso contrahegemónico, que intenta ir contra el statu quo, contra la concepción de lo políticamente correcto. Quizá por ser distinto.
Para muchos, Salle roza lo absurdo. Para otros, es cuerdo. Por eso, a lo largo de su camino político ha tenido cruces con la prensa, con panelistas, por su particular forma de debatir, de hablar.
Su último escándalo fue en Esta boca es mía, de Canal 12, cuando después de que el panelista Alfredo García lo calificara de “bufón”, reaccionó de forma violenta. Tras un cruce de epítetos —“payaso” y “alcahuete vendepatria”—, la conductora Victoria Rodríguez invitó a Salle a retirarse del set.
“Se fue al corte y Victoria Rodríguez me echó. Me dijo que lo lamentaba y que en su programa este tipo de cosas no tienen cabida”, contó Salle en La súper tarde (Radio Oriental).
El abogado sostuvo entonces que el fin del programa era ridiculizarlo, y que por eso se fue.
La polémica, el problema, el cruce, es la esencia del candidato a la Presidencia. Es que, por momentos, su forma de actuar parece de otro tiempo, como su megáfono que lo acompaña en todo momento. Y es eso lo que, de algún modo, lo hace auténtico.
A un paso en el Parlamento
“Ha nacido”, así anunció Salle el pasado 2 de mayo la concepción de su nuevo partido, Identidad Soberana. Tras las elecciones del 2019, abandonó el Partido Verde Animalista, con el que se había aliado con el fin de obtener un lugar en el Parlamento que no consiguió.
Entonces, presentó el nuevo partido ante la Corte Electoral, que lo aprobó. Según Identidad Soberana, es el “único partido defensor de la familia y la inocencia de los niños, la libertad y la soberanía nacional. Auténtica y orgullosamente artiguista y, por tanto, luchador contra la cleptocorporatocracia, el Nuevo Orden Mundial y la Agenda 2030.
A cinco días de las elecciones, las encuestadoras son optimistas con Salle, quien podría convertirse en senador de la República. Desde entonces, los medios de prensa han dedicado caracteres a por qué podría ser un “peligro”, por qué otros legisladores tienen miedo, qué podría pasar.
Salle es claro: no tranza con ningún partido grande. Ni con el el FA, ni con la Coalición Republicana. En cambio, milita el Sí por el plebiscito de la seguridad social que impulsaron el Pit-Cnt, organizaciones sociales, sectores del Frente Amplio y la Unidad Popular.
Y sigue peleando, y dice lo que piensa sin tener miedo. Y la pregunta, la incógnita, es, entonces: ¿seguirá igual en el Parlamento?