El historiador José Rilla se refirió este lunes a varios asuntos de la historia de nuestro país que tuvieron acciones políticas en los últimos días y generaron polémica.

En diálogo con Primera mañana de Radio El Espectador, el profesional fue consultado sobre la decisión y luego la marcha atrás del presidente Luis Lacalle Pou con respecto al águila nazi y su eventual transformación en una paloma de la paz. Aseguró que la visión del asunto es distinta desde el punto de vista de un historiador y de un ciudadano.

“Yo tiendo a creer que las cosas del pasado hay que tratar de dejarlas como son porque nos hablan del pasado. Hay que dejarlas hablar y hay que ponerlas en contexto. Las cosas de la historia no nos pertenecen. Nosotros, en todo caso, pertenecemos a esas cosas. El pasado produce efectos con nosotros, pero también nosotros podemos hacer procesos con ese pasado”, comenzó diciendo.

Luego, expresó que la idea del presidente no le parece “ni buena ni mala”, pero que al ser una iniciativa “un poco sorpresiva y bastante inconsulta” permitió una “oportunidad para pegarle o defender al presidente”.

“Entonces, se distorsionó la idea original. Tengo la convicción personal de que es bueno que el pasado diga lo suyo, pero para que diga lo suyo hay que poner un contexto. Hay que poner una posibilidad de que la ciudadanía, la población, pueda comprender ese pasado y esas huellas del pasado. El pasado tiene derechos. Nosotros tenemos derecho al pasado y el pasado también tiene sus derechos a hacerse presente en el hoy. Por lo tanto, sería bueno no cambiarlo, pero los objetos tienen un sentido —o podrían cobrar un sentido— si somos capaces de reponer su contexto”, indicó.

“Incluso, si se hubiera aprobado la idea que el presidente tuvo y que después retrocedió de fundir el metal en una paloma de paz, habría que haber garantizado para el ciudadano una narración que permitiera saber, conocer qué lleva de ayer a hoy. No me parece grave si podemos dar una explicación públicamente compartida”, agregó.

Los archivos públicos

En otros asuntos, el historiador se refirió al proyecto de ley del Poder Ejecutivo que pretende liberar los archivos de la dictadura y a la publicación de varios documentos en internet, entre ellos, el archivo Berrutti.

“Como profesional, lo contemplo con muchísimo interés; como ciudadano, también, porque todos hemos estado muy movilizados con estas apariciones. Esta sociedad, la uruguaya, como tantas que vivieron la experiencia de la dictadura, está privada de la información acerca de la represión política y estatal. Las narraciones de las que disponemos son fragmentarias, hasta ahora son privadas, de familias, entre amigos”, aseguró.

“No tenemos un suporte común (público, garantizado) para los testimonios. ¿Qué está pasando estos días? Me parece que se dinamitaron todas las restricciones. Internet se ha transformado en ese soporte común que nos falta, muy imperfecto, lleno de problemas, pero dinamita todas las mediaciones, todas las interferencias y, de algún modo, vuelve a la gente protagonista. La gente se empieza a buscar, a buscar con ansiedad, y si vemos eso le contás a tu familia, a tus nietos y hasta lo considera una especie de orgullo, como diciendo ‘a mí me vigilaron’”, añadió.

Posteriormente, el profesional expresó que los archivos publicados tienen una “enorme dispersión y caos”, pero señaló que “no importa” porque “está pasando en la sociedad”, que hasta ahora estaba privada de información.

“Yo soy partidario del acceso irrestricto a los archivos, sin más filtros que pongan las personas que están involucradas y que quieren proteger su identidad, es decir, con la menor mediación posible. Esto no quiere decir que yo renuncie a la responsabilidad que tiene el Estado en brindar garantías acerca de la calidad de la información”, dijo, y agregó que esta publicación genera una “gran cantidad de preguntas” y que algunas de ellas son “inquietantes”.

“Porque esto no terminó con la dictadura, siguió bastantes años más. Pero quien hizo esto, quien lo armó, no es una persona. Acá hay una organización. Cómo lo hicieron, dónde están los originales, qué intenciones tenían, ¿esto es una provocación?, ¿una operación de inteligencia? Nadie puede responder esto por ahora”, cuestionó.

Por otra parte, afirmó que en la publicación también existen “novedades”, documentación que estaba en poder de no se sabe quién y que puede haber una organización de inteligencia por detrás cuyo alcance es desconocido: “Yo no sé si me están escuchando y se sigue alimentando el archivo. Esto forma parte del problema del que estamos hablando”, opinó.

“No podemos renunciar a la responsabilidad que tiene el Estado de brindar garantías acerca de los materiales. Un archivo no es lo mismo que un conjunto de documentos. Se piensa que el archivo es azaroso y no, el archivo supone siempre una construcción posterior a los hechos, no contemporáneo a los hechos. Necesita de una mediación institucional, técnica. La historia no se puede hacer sin documentos. Ahora el universo documental es muy diverso, muy contradictorio, está lleno de vacíos”, acotó.

Finalmente, sobre este asunto concluyó diciendo que, si bien esta documentación escapa del control del Estado, no se lo puede ver como una “víctima” de esto, sino que tiene que haber una intervención “mucho más definida” para investigar “cómo se originan estos procesos”.

El acto al que no fue Lacalle

Rilla reconoció que le hubiera gustado que el presidente fuera al acto de reparación que hizo el Gobierno con respecto al caso de Muchachas de Abril. Señaló que incluso él pensó que iba a estar, entre otras razones, porque mirándolo desde el plano estratégico “no tenía mucho para perder y tenía demasiado para ganar”.

“Tenía todo para ganar y había muchas formas posibles de la presencia, mil formas que mostraran cierta sensibilidad, cierta compasión con las víctimas, cierta posibilidad de evitar esta fosa que se está construyendo entre unos y otros”, puntualizó, y añadió que el presidente podría haber generado una tercera opción en este caso, que era no estar ni de un lado ni del otro.

“A mí me llama la atención porque es un hombre muy inteligente, y me parece que es un error, pero no quiero juzgar. Trato de buscar explicación porque, si todo parecía muy racional, el hecho de hacerse presente, ¿por qué no lo hizo? Tenemos que tratar de entender eso”, reflexionó.

“No lo explicó ni lo quiso explicar [por qué no fue al acto]. También tengo la idea de que en el propio expediente que obliga al Estado y la etapa previa hay cuestiones que están lejos de estar definitivamente esclarecidas, es decir, se puede discutir la entidad concreta del acontecimiento dramático de aquel crimen. Voy a ser más claro: cuán desarmadas [estaban] las personas que fueron acribilladas. Por supuesto que no justifica el crimen, pero lo pone en un contexto. Me parece que también allí, en la medida de que es un tema de controversia, creo que puede haber una zona para entender un poco las reticencias, pero no estoy seguro”, concluyó.