Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti
A ellos cuatro les había tocado vivir en el garaje en lo de su abuela. Ahí habían armado la cama de dos plazas de sus padres, su cama y la cuna de su hermana. Era una casa grande en el Cerrito de la Victoria que estaba siempre llena de gente. Se encontraba a sus tíos, tías, primos, hermanas de crianza de su madre y algún invitado del interior porque sus padres y su abuela eran de Carmelo.
En esa casa, a Richard Read nunca le faltó un abrazo o alguien que lo ayudara con los deberes de la escuela. Era un familión y lo hacían funcionar. Eran todos laburantes, pero eran muchos, así que había cuatro platos que eran de la semana y arroz con leche. Si faltaba un mango, que a veces faltaba, sobraba mucho cariño y afecto.
Ser un botija de barrio, como se define Read, en el Cerrito de la Victoria, con tantas subidas y bajadas, implicaba que fuera común tener una chata hecha con rulemanes. Andar con el arito y el ganchito corriendo era lo que se hacía. Al ser barrio, también tenían campito en frente a la iglesia, una manzana entera frente a la fábrica de jabón y aceite Torino. De día era fútbol, de noche a las escondidas.
Había vecinos que llevaban a los chicos a la playa. Read se sumaba a la fila para ir a Propios a tomar el ómnibus con la directiva bien expresa de portarse bien. Y hacían caso, era un momento muy feliz ese de ir a la playa.
Vivió en lo de su abuela hasta los nueve años, toda su infancia, hasta que sus padres pudieron alquilar una casa a dos cuadras y media. Pasaron de la privacidad de un garaje, que es nula, a una casa chica, pero para Read y su hermana era enorme. A los pocos días de mudarse, se acercó un vecino a pedirles luz para cerrar la calle el 24 de diciembre y festejar todos juntos afuera. Se armó un baile, la gente salía con comida y brindaron todos afuera. Era una cuadra de vecinos que también era un familión.
Se anotó en primero de liceo en 1966 y su adolescencia pasó volando tan rápido, que casi ni la vio. Duró un par de años, porque tenía que empezar a trabajar para aportar en su casa. Con doce años, lo pasaban a buscar a las dos y media de la mañana y repartía leche hasta el mediodía. Volvía a su casa, se bañaba, comía algo y se iba rápido al liceo.
Los cuentos del adolescente rebelde él no los tiene.
Tampoco tenía referentes más que su padre, que trabajaba muchísimo. Pero no, en realidad, no tenía el referente. Eso también está enmarcado por dónde vivía y en los años en los que vivía. No tenían televisión, había una radio en la que escuchaban comedia y más nada.
Es más, la primera vez que vio un televisor fue en 1961, en una casa que a las cinco de la tarde la sacaba al jardín para que todos los gurises de barrio pudieran sentarse a ver la televisión una hora. Eran una gran tribuna y fue ahí cuando conocieron a Tom y Jerry y al Súper Ratón.
Read empezó trabajando de lechero. Pasó a un almacén con su tío, repartió vinos de bodega, trabajó en tres estaciones de servicio, en una casa de cueros, en la construcción y en Costa Mar, una empresa que elaboraba productos marinos. Vivió el golpe de Estado, se fue para Buenos Aires asustado del olor a pólvora en las calles de Montevideo. Allá trabajó de acomodador de autos, en la Sociedad Argentina de Instalaciones Eléctricas (SAIE), distribuyó medicación veterinaria al interior, tomaba trabajos que le dieran amigos suyos que eran porteros. Volvió a Montevideo. Empezó en una UTU de limpiador, descargó barcos pesqueros y repartió pescado, empezó en "la Pilsen" en 1977.
Fue en la fábrica de cerveza donde empezaría su carrera sindical, tres años después. Mientras tanto, ya había nacido su primer hijo, empezó a repartir fideos secos Los Dos Castillos todos los días. Cambió de camioneta, se compró un apartamento, mejoró su situación económica. Más tarde, en los ´90, incursionó en el mundo empresario de la gastronomía. Tuvo seis hijos y le fue bien.
Aunque sus pasajes laborales parecieran hechos por un caballo a tiro, fue líder sindical. En 1980 se formó una comisión entre los trabajadores de la cerveza porque estaba la reforma constitucional de la dictadura. La comisión apoyó el "no", los militares apoyaban el "sí".
En 1981, encontró en una revista un apartado que decía que los militares habilitaban la formación de sindicato que se llamaría asociaciones profesionales del primer grado. Había trabajadores que habían mantenido viva la llama sindical dentro de la empresa, en clandestinidad.
Fueron a la jefatura, más o menos, diez veces y ahí no sabían nada del tema. Los mandaron a la Asociación de Bancarios del Uruguay (AEBU) para que los asesoraran. Ahí lograron hacer el escrito. Había que pedir permiso a la jefatura para hacer la asamblea constitutiva que incluía militares y policía presentes, controlando el discurso.
Esa asamblea se convocó, fue el 7 de febrero de 1982, y de 1200 trabajadores asistieron 137. A partir de ahí se formó el sindicato que fue logrando conquistas, además de salariales, la restitución de los despedidos por razones políticas durante la dictadura. A nivel político, Read siempre fue independiente, pero se identificó con el Frente Amplio. En 1985, ingresó partidariamente al Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).
Tras su trabajo sindical y 44 años en la Fábrica Nacional de Cervezas (FNC), Read se convirtió en uno de los dirigentes sindicales más relevante de los últimos años.
El 1° de mayo de 1983 fue uno de los oradores en el acto del Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) que leyó la primera proclama obrera en diez años. ¿Qué se acuerda de ese día y ese momento en particular?
Me acuerdo de todo. Nosotros nos formamos en febrero del ´82 y, al mes siguiente, se armó una reunión en el Club Cervecería y se resuelve solicitar permiso para hacer el acto del 1º de mayo. Me propusieron a mí y yo dije que no porque hacía un mes que teníamos en sindicato.
La policía lo negó y el acto igual se hizo de forma clandestina en la iglesia de Conventuales que fue un referente de la lucha antidictadura. Fue mucha gente ese 1º de mayo, a una misa, y terminó en una represión durísima. Nos cagaron a palos en todos los colores. Eso generó una empatía entre los gremios que estábamos organizándonos y empezamos a transitar.
Ya, a fines del ´82, habíamos tenido un par de conflictos, pero el 7 de diciembre hubo una primera movilización con marcha que fue del sindicato cervecero. Fuimos con un montón de compañeros y en FUNSA, había habido una represión durísima el día anterior con la visita de Adolfo Pérez Esquivel, que ya había ganado el Nobel de la paz.
Eso hace que el año siguiente, en el ´83, se realice una reunión y se haga el pedido de autorización. Fuimos varias veces y el Coronel Varela era el jefe de Policía de Montevideo. Fuimos a solicitar el permiso y, entre idas y vueltas, un día nos dicen que sí, que estaba autorizado. El milico pensó que íbamos a llevar dos mil personas. Así que se organizó y se trabajó para ese acto.
Se formó un equipo que redactara el documento. Juan Pedro Ciganda y Guillermo Álvarez redactaron la base del documento y, después, nos reunimos en el sindicato y lo redondeamos. Una vez que lo teníamos, decidimos quién lo leía y elegimos cinco personas. Una, era yo. Nos distribuimos una parte del documento para cada uno, lo preparamos y así fue. Había cien mil personas, era imposible que no te temblaran las piernas, pero estábamos todos ahí tan firmes.
¿Cómo era la industria de la bebida? ¿Con qué contexto negociaba?
Negociábamos todo. Esta fábrica se caracterizaba por eso, pero además, una o dos veces por año, trabajaba con nosotros el compañero que había sido presidente de la Federación de la Bebida en el ´73. Siguió trabajando, no fue preso.
La fábrica lo recibía, le daba el status porque él negociaba salario para nosotros. La fábrica siempre tuvo esa actitud. Luego que formamos el sindicato en el ´82 tuvimos algunos aquelarres. El 7 de diciembre, que fue una movilización enorme, como 700 personas salimos para la calle y dábamos vuelta alrededor de la manzana. Fue una movida fuerte, tuvimos conflictos duros, pero negociábamos todo, condiciones de trabajo, salario, hasta logramos negociar la restitución de los despedidos durante la dictadura en el ´84, cuando nadie lo había logrado. Siempre fue un gremio luchador, muy negociador y con mucha representatividad. Teníamos muchísimos afiliados. Al día de hoy, en cervecería hay un 98% de la afiliación, es altísimo.
¿A qué extremos ha llegado a la hora de negociar, si no se los escuchaba?
Se daba atención. Podíamos no estar de acuerdo, pero la mesa de conversaciones y de diálogo siempre estuvo. Nos agarrábamos con líos, pero siempre hubo meso de dialogo. También del otro lado del mostrador hubo gente con mucha capacidad.
Yo participaba en el PIT y era un nombre público. Ya teníamos una presencia pública, en aquella época, de peso. Mi vinculación con el Pepe D´Elía, con Seregni, nos daba una espalda mayor.
Cuando Sanguinetti ganó las elecciones, se abrieron los consejos de salarios y empezamos a tener una vida fuertísima. En aquel entonces, el grupo de la bebida era una fuerza enorme, los camiones en la calle se hacían sentir y ahí empezamos a lograr las conquistas económicas. En los consejos de salarios fue enorme, logramos rápidamente la reconquista de los que habían sido despedidos en dictadura y muchísimas mejoras más.
¿Cuál considera que fue el mejor momento de su carrera sindical?
Podría decir que según las conquistas que uno logró, porque, en definitiva, uno se debe a la gente. Yo creo que hay dos o tres que son, desde mi punto de vista y mi concepción sindical. Primero, lograr las 6 horas, pasar de 8 a 6 horas, cobrando 8 en 2006.
Lo segundo fue lograr la productividad en 2008, que lo tenemos en Salus y Pilsen, donde se incrementó un sueldo nominal bruto más comisiones, que es mucho dinero por año por algo que no es ningún esfuerzo, solamente mejorar la prestación final.
Una victoria muy grande en cervecería fue hacer que la Stella Artois no se importara y que pasara a ser producida en Uruguay. Cambiamos la importación por mano de obra nacional, fue un hito muy importante. Después, sí, lo salarial, pero levantar las conquistas salariales es efímero porque un ajuste fiscal te tira a la borda todo lo que lograste. Pero hace pocos días, el compañero nuestro que está en la directiva, daba el informe y, en este último consejo de salario, tenemos un aumento salarial importante.
Siempre logramos muchísimo crecimiento salarial, tenemos una media salarial altísima en el gremio. Para mí son buenas porque es la venta de la mano de obra e intelecto del trabajo. Pero lo más importante, para mí, es lo que queda en lo social. Lo que corona todo esto es la resolución, del 2012 al 2015, de instalar centros sociales y educativos de la Federación, un gesto desprendido del gremio, vinculado a la sociedad.
Devolvimos a la sociedad lo que la sociedad nos dio, no concebimos ese sindicalismo ombliguista, corporativo, sino que nuestros hechos tienen que estar vinculados en aceptación con la sociedad. Uno puede tener la mejor reivindicación y la más legítima, pero si la medida de lucha que acompaña esa reivindicación no es bien vista por la sociedad, eso es un sindicalismo corporativo que, de alguna manera, hace que la sociedad se aleje. Tenemos una postura que no es ni mejor, ni peor, es distinta. Este centro educativo tiene una capacidad para cuatrocientos chiquilines, la mayoría de contextos críticos.
¿Y alguna vez tocó fondo?
Me va a aflorar toda mi soberbia. Nosotros perdimos una huelga en el ´87, fue el traspaso de la venta directa a tercerizada. Si bien toda la gente quedó trabajando y quedó trabajando con mejor salario, para nosotros el que fuera directo era como tocar al hermano menor.
Fue una huelga que perdimos, fue una huelga que dejó una enseñanza enorme. Duró como 90 días, con una autogestión de la huelga que no vi más, ni en nosotros, ni en otro lado. Después, si bien en la década del ´90 reculamos sin chancleta, mantuvimos el sindicato en pie y tratamos de hacer cosas.
A mí me formó el sindicato, yo soy lo que soy por el sindicato, por los trabajadores de la fábrica que me ayudaron a formar mi cabeza clasista. Siempre fui laburante porque mi padre siempre fue laburante, pero la formación clasista, de conciencia de clase, me la dieron los viejos compañeros de la fábrica.
Ya le han preguntado sobre las críticas por parte de la izquierda y respondió que no le gustaba la izquierda aplaudidora. Ahora, ¿qué hace con esas críticas a nivel personal?
Para mí la izquierda es una autocrítica y una renovación permanente. Perder de vista, un día, el entorno social y el mundo, creer que uno no se equivoca, no solo es de estúpido, sino que es de un futuro derrotado. Pensar que una autocrítica es una señal de flaqueza o de blandura es un error, el error del soberbio.
Yo me preocuparía mucho si mi rival revisa todos los días lo que hizo ayer y corrige para mejorar. Cuanto más corrija mi rival, más problema voy a tener yo. Si mi rival no hace autocrítica, no corrige, yo soy feliz de tener un rival así porque ese rival dura poco.
No concibo una izquierda dogmática, no concibo una izquierda aplaudidora, no concibo una izquierda que no evolucione junto con los cambios. Hay que conocer el mundo para poder cambiarlo. Yo trato de cambiar, humildemente mi granito de arena es por cambiar parte de la sociedad, ojalá logremos que los los cuatrocientos y pico de chiquilines tengan la posibilidad de salir del entorno al cual están de esta manera, si no los veremos en la crónica roja a muchos de ellos.
Para eso, a la sociedad hay que conocerla. Para ello, hay que mirarse al espejo y ver. Yo me estoy mirando ahora, estoy pelado, estoy viejo, no soy el Richard del ´83. Si yo no me reconozco como soy hoy y me sigo viendo en el espejo, pensando que el espejo me devuelve la figura del ´83, seguramente voy a hacer el ridículo cuando salga a la calle.
¿Qué tiene que tener un bien líder sindical? ¿Qué tiene y qué no de estas características, usted?
Me han hecho esa pregunta muchas veces y la verdad es que no tengo mucha respuesta. Respondo con lo que me dijo Pepe D´ Elía, y dos viejos dirigentes sindicales, te decían lo mismo. Un buen líder sindical tiene que ser ejemplo de laburante, no faltar, ser buen trabajador, ser honesto, ser buen compañero, pero también tener las bolas bien puestas para pararte y dar debate con quien quieras. Tener personalidad y responsabilidad porque pasas a ser referente como buen compañero, como buen laburante. Yo no sé si lo logré, pero hice todo el esfuerzo por sacar sobresaliente en esos deberes que me dieron estos viejos. No sé si lo logre, estoy en la Dirección del sindicato ahora. Hoy había dos listas y las dos listas resolvieron que fuera el presidente honorario, una cosa de locos estos guachos.
Estoy en la dirección del sindicato desde el 7 de febrero del ´82, con voto secreto y universal, ahí no es a dedo. Por lo tanto, no sé si lo logré, pero nunca me olvido de esos mandados que nos daban los viejos. Traté de emular algo de eso en el discurso del 1º de mayo del 2013, hablando del buen trabajador, de combatir esa sociedad interesada en la que ya se veía una pérdida importante de hábitos de trabajo, la cultura de trabajo. Traté de ser un buen alumno del Pepe D´ Elía, no sé si lo logre.
En 2018, se viralizó un video suyo que se vio en muchas partes del mundo y te generó entrevistas con medios argentinos, ¿cómo fue ese episodio?
El video es del 2013 y se viralizó, recién, en 2018. Yo no lo viralicé, lo subió un compañero en el Twitter. Un día me arroba a mí y sube un minuto y pico de ese video. A mí me sorprendió, porque era un discurso que había dado en 2013, mucho aplauso ese día y después quedó en la nada. Ese mismo día que subió el video, llegó a 97.000 visitas en Uruguay.
Nelson Fernández, el periodista, me hizo una entrevista. La publicó La Nación y subió el video, explotó. Clarín hizo lo mismo y subió el video. A partir de allí, hasta de Alemania me llamaban para entrevistarme. Pensando siempre en el botija de barrio Richard, sería muy tonto pensar que me llamaban por mí. Lo positivo de esa viralización es que aún en este mundo que ha perdido tantos códigos, donde el sistema democrático, el sistema político está en decadencia a nivel mundial, llámese Trump, Bolsonaro o el voto por el Brexit en Inglaterra, es el descreimiento en la política. Lo importante de ese video es que demostró que muchísima gente se identificó con un discurso de ética, de moral, de reivindicar los derechos y las obligaciones, de poner al trabajador en el sitio que le corresponde que es la dignidad, donde como trabajador revindicaba ser el mejor laburante.
Nada nuevo lo que yo decía, era la tapa del libro de los viejos dirigentes sindicales y de los viejos trabajadores. Por eso, hasta el día de hoy muchísima gente se ve identificada. Obviamente que ni el lumpen, ni el desplazado, porque por mí no existen, pero aquel que es trabajador se vio identificado.
Hasta el día de hoy me saludan, me preguntan. Hasta el día de hoy hubo muchísimas entrevistas porque les parecía increíble que en un mundo como el que estábamos viviendo, un dirigente sindical de un país chiquitito reivindicara la dignidad del trabajo. El video fue el cartero, lo importante era el contenido del discurso.
Lo han llamado capitalista disfrazado, ¿alguna vez le afectó esto?
Me han llamado de todo, incluso agente de la CIA. Los descalificativos están a flor de piel, yo he peleado toda mi vida para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, no empeorarla. Cuando se llega al descalificativo es porque ya no hay argumentos, porque perdiste. Si tenés que descalificar a tu rival es porque perdiste. Si realmente tenés razón y argumentos, seguís discutiendo y seguís convenciendo. Si ya no convenciste, te queda el descalificativo. El miserable ideológicamente recurre a eso, yo lo he visto en mí y lo he visto en muchos compañeros, como también se decía antiguamente para descalificarte, "cállate, comunista". El Son descalificativos que, lamentablemente, conviven en la política, yo nunca recurrí a ellos.
¿En qué actividades está participando ahora a nivel sindical?
Pomposamente, me designaron como presidente honorario del Sindicato de Cervecería. Sigo activo en la cervecería, estoy en la Dirección del gremio de la Federación, donde voy a alguna directiva. Soy el coordinador general de todos los temas sociales del Gremio de la bebida. Estoy al frente de los centros educativos y de proyectos. Seguramente para abril tengamos la inauguración de un instituto de formación y capacitación sindical que creó el Sindicato cervecero, sustentado con plata nuestra.
Es un referente para miembros del sindicato, pero también para quienes no forman parte del sindicalismo, ¿por qué cree que se da eso?
Me cuesta dejar de lado mi ego, tengo un ego altísimo. Yo creo que el discurso del 2013 fue un discurso que marcó territorio, reivindicó el trabajo, al trabajador, la dignidad del trabajador, es la tapa del libro de la clase obrera. Con eso mucha gente se identificó.
Después, en el error o en el acierto, digo lo que pienso. A partir de esa definición, de que la izquierda tiene que ser crítica y autocrítica, digo lo que pienso. Tengo horas para hablar a favor de los logros, las conquistas y las cosas buenas que ha hecho el Frente Amplio del 2005 al 2019. Horas, quizás días, me lleve contar todas las grandes cosas que hizo el Frente, pero también tengo horas para hablar de los errores del Frente y algunos minutos para hablar de los horrores del Frente.
Muchos aciertos, muchos errores y algunos horrores. Insumos para hacer un plato, hay de todo. Como cualquier ser humano, es normal. Mi característica es que yo no me callo la boca. Por ejemplo, cuando pasó lo de Sendic, a mí ya me tenía podrido. Un día dije, "rajate, botija, andate, dejate de joder". Ya no se podía tapar el sol con el dedo y me superó que un plenario del Frente Amplio, por unanimidad, le diera el aval, el respaldo y no sé cuántas cosas más, me pareció tremendo. Y lo dije, como lo sigo diciendo hoy. Quizá mucha gente se identifica por eso, que no tengo pelos en la lengua, pero por ahí, el que me aplaude hoy, mañana me chifla, porque no me caso con nadie. Puedo hablar a favor de este gobierno algunas cosas que me parece que han hecho que están bien, como otras que están mal.
No me muevo por la tribuna, yo no voy a dejar de decir lo que digo y eso para un sector de la sociedad tiene un valor transversal, es de todos los partidos. Creo que es así, capaz que me estoy equivocando.
¿Qué rol cumplen redes sociales como Twitter, donde tiene 24.000 seguidores, en su vida?
No tengo tantos seguidores tampoco. Yo lo que hablo contigo lo pongo en el Twitter, no tengo otro discurso. Trato de decir lo que pienso ahí, me parece una herramienta fantástica, pero como toda herramienta, es la utilidad que le des.
Me parece muy mezquino, muy ruin, muy de arrastrado, los que utilizan el Twitter de forma anónima para insultar, para descalificar, me parecen unos cobardes arrastrados. Pero mucha gente pone la cara y el nombre, entonces merecen mi respeto, siempre y cuando el intercambio sea respetuoso. Yo no insulto, yo no descalifico. Si a mí me insultan o descalifican yo bloqueo, es la oportunidad que me da la herramienta para decir no quiero tener trato con esta persona.
El Twitter es una herramienta fantástica que, bien utilizada, hay gente que consigue trabajo por el Twitter. Hay mil cosas brillantes, ayuda, acerca, es una red que si uno la utiliza está muy bien. Yo trato de escuchar, aprendo mucho y trato de aportar a partir del respeto, si no hay tolerancia todo lo que viene después se complica.
¿En qué momento sintió mayor libertad en toda su vida?
Mañana. Libertad tenés, pero para mí la libertad es con responsabilidad. Hay algunos que se sienten libres sin responsabilidad. Yo tengo seis hijos con tres mamás. Mis hijos salieron todos a sus mamás, muy buena gente, laburantes, honestos; la impronta de sus madres está en cada uno de ellos, para mí es un orgullo tenerlos como hijos y le reconozco a sus mamás todo lo que son.
Eso es responsabilidad. Yo puedo tener mucha libertad, pero cuando mis hijos me requieren, mi libertad está condicionada a la necesidad de mis hijos, o mis cinco nietos, o amigos míos o compañeros. Entonces, la libertad para pensar, para moverte, eso está todo bien, pero la libertad espiritual va por otro lado.
Yo tengo libertad de expresión, puedo decir lo que me parezca porque no tengo ataduras, no le debo nada a nadie, no estoy condicionado por nadie. Nunca golpeé una puerta a cambio de algo, por lo tanto esa libertad me la dio la independencia y mi independencia económica. Yo tengo un buen pasar, estoy por arriba de la media, toda mi vida laburé, puedo rendir cuentas peso por peso. Esa libertad también me da esta posibilidad de expresión. La independencia económica te genera independencia política, la dependencia económica de la política te condiciona. Entonces, yo tengo también ese tipo de libertad.
¿Cuál fue el día más feliz de su vida?
Hubo muchos, con cada nacimiento de un hijo es un día feliz y eso es verdad. El nacimiento de los nietos lo disfruté como los hijos. Llevo once días felices ahí. He tenido días muy felices con mis parejas, he tenido días felices con el sindicato, porque aprendí con los años a saber que la felicidad no se mide, que cuando anda cerca dale un beso porque cada vez está más lejos.
Cada vez es más difícil ser feliz porque hay un entorno social, una sociedad de consumo que te cambia los paradigmas de felicidad. Para muchos ser feliz es tener un buen par de championes de marca, para mí la felicidad pasa por otro lado, la mayoría de los días de mi vida fueron de felicidad.
¿Qué es felicidad para ti?
Es muy abarcativo. Yo soy familiero, la estructura de la familia para mí es muy importante, por lo tanto, felicidad es tener a todos en mi casa los domingos. Ver a todos, mis hijos, mis nietos, son un batallón.
Me da mucha felicidad verlos a todos, o cuando vamos todos al rancho del Cabo Polonio. Es como decir que logramos formar una familia, las mamas y yo y el mérito de cómo son estos chiquilines. Ya tienen cuarenta años algunos de ellos. Obviamente es la educación y la formación de la madre, se la reivindico por sobre todas las cosas.
Yo nunca fui un padre ausente, pero me consta que fueron las mamás las que estaban al pie del cañón todos los días y siempre se los reconocí. La felicidad yo no sé si un día llegás a tenerla totalmente, pero prefiero ser menos uruguayo. Mi viejo sobre los uruguayos era muy crítico y decía que los uruguayos viven llorando, protestando, se viven lamentando. Siempre están desconformes. Si Uruguay gana 7 a 1 el partido de fútbol el domingo y se pasan toda la semana llorando el gol que le hicieron, en vez de festejar el triunfo. Yo prefiero disfrutar los momentos de felicidad porque no sabés. Y la felicidad no es una, hay mil formas de ser feliz.
¿Cuál fue el día más triste?
También hay unos cuantos. La muerte de mis padres, yo ya era grande, pero los papás son los papás. La muerte de mis suegros. Mis tres suegros fallecieron, yo los quiera mucho, era gente muy cariñosa que a mí me acogieron en esas familias de brazos abiertos.
Después está la tristeza colectiva, la tristeza de ver gente muy mal, gente en la lona, ahora que estoy trabajando mucho en barrios periféricos es fuerte esa situación. Soy un loco de barrio, me sensibiliza, no soy ajeno tanto de la felicidad como del dolor, no paso por la vida sin que las cosas me resbalen, por lo tanto tengo tantos días de felicidad como de tristeza y muchos días de recapacitación, de tratar de ordenar mi cabeza para ver de qué manera se puede ayudar a cambiar este mundo.
¿Algo que la vida lo haya hecho aprender a los golpes?
Mi viejo tenía un dicho. Mi papá no militaba, era un trabajador. Cuando yo me metí en el sindicato ya era grande, tenía mis hijos, obviamente nos veíamos muy poco porque vivía trabajando, ya en esa época se estaba por jubilar y un día alguien habló de que me había visto en televisión y para él era un orgullo. Cuando me vio, al tiempo, me dijo te voy a decir algo, "cuando te estés afectando y te mires al espejo, preguntate por qué tenés dos orejas y una sola boca, para que escuches el doble de lo que hablas". Me quedó grabado. No sé si aprendí del todo esa lección, pero cada tanto la recuerdo y la quiero aplicar, a escuchar más y hablar menos, esas son las enseñanzas que te da la vida
Si muriera hoy, ¿iría al cielo o al infierno?
Yo creo que no me voy a morir nunca, te morís realmente el día que nadie más te nombre. Yo tengo seis hijos y cinco nietos, difícil morir así. Pero, además, voy a tener amigos míos que van a acordarse del Richard y otros que me van a putear hasta que se mueran. Así que no me voy a morir nunca, voy a permanecer en el recuerdo de muchos y eso es una forma de vida, y me conformo con eso y me da mucha felicidad saber que va a pasar eso.