Por Valentina Temesio
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Durante 129 días de 2018, Víctor Navarro atravesó distintas sensaciones: que nunca iba a salir del Helicoide, que quería acabar con su vida, que iban a matarlo.
Pensó, también, que “todo el mundo” se había olvidado de él y de los otros presos políticos que lo acompañaban. Porque en Venezuela “no pasaba nada”. Entonces, sentía “un silencio sórdido, que también era tortuoso”.
Cuando salió del Helicoide, un edificio de Caracas al que define como el centro de tortura más grande de América Latina —y que en un principio iba a ser un centro comercial hasta que en 1984 se convirtió en la sede de Inteligencia Policial—, Navarro solo estuvo un mes en su país. Después, se escapó. Pasó por Colombia y llegó Argentina, pero nunca más volvió.
A Francisco Márquez le pasó algo similar. En 2016, después de haber estado cuatro meses preso en diferentes cárceles, culminó un mes y medio en el Helicoide. Logró salir por presiones políticas de Estados Unidos y España porque, además de venezolano, es ciudadano estadounidense. El día que dejó ese sitio fue la última vez que estuvo en su país natal y la última vez que vio a su abuela —de la que no pudo despedirse cuando murió—.
“A mí me tocó ese doble castigo: no solo que me metieron preso, sino que no podía quedarme dentro de mi país”, cuenta el ex preso político venezolano radicado en Washington, Estados Unidos.
De adentro hacia afuera
La abogada Elisa Trotta, residente argentina y referente sobre Venezuela en la región, asegura que los presos políticos en el país caribeño datan de 2004, cuando el presidente era el fallecido Hugo Chávez. Sin embargo, la defensora señala que con el actual mandatario venezolano, Nicolás Maduro, la “represión ha aumentado a niveles que son más que conocidos hoy en día”.
Cuando Navarro y Márquez cayeron presos, estaban al tanto de los “centros de tortura”. El primero fue detenido de forma “arbitraria”, por estar a cargo de una ONG. El segundo, por ser jefe de despacho del alcalde opositor David Smolansky.
Márquez señala que apresar a los equipos de políticos que están en contra del liderazgo de Maduro es un modus operandi. “Se lo hicieron al [exvicepresidente interino Juan] Guaidó cuando fue presidente: le metieron preso al jefe de despacho; a María Corina [Machado] ahorita metieron preso a su equipo del más alto nivel y a su jefa de campaña, que está refugiada en la Embajada de Argentina: ellos van por equipos”, explica.
De todos modos, Navarro, que también es periodista, destaca que en “Venezuela la oposición no necesariamente tiene que ver con los partidos políticos”, sino con “todo lo que se oponga al sistema”. “Todo lo que sea oposición, lo que piense distinto, lo que sea disidencia, puede ir preso, porque esa es la política que aplican”, expresa.
Navarro, Márquez y Trotta son activistas y están de visita en Uruguay para promover Realidad Helicoide, un proyecto de la ONG Voces de la Memoria que, a través de relatos de 30 expresos políticos y con el uso de inteligencia artificial, cuenta la realidad del centro de tortura del que fueron parte.
Durante esta visita, se reunieron con la vicepresidenta Beatriz Argimón, el expresidente Julio María Sanguinetti y Pablo Álvarez, quien preside la Comisión de Asuntos Internacionales del Frente Amplio pero recibió a los activistas a título personal. Antes, en 2023, desde la ONG se reunieron con el presidente Luis Lacalle Pou.
Su visita al país no es casual. Navarro insiste: “Uruguay sabe de presos políticos y de tortura, es ahí donde está lo más importante; lastimosamente, pero lo saben”. Para la abogada, “este es un tema transversal, más para los uruguayos habiendo vivido en primera persona lo que significa una dictadura y los derechos humanos”.
También, su llegada al país se da en el marco de una campaña electoral en el que la temática de Venezuela entró una vez más en agenda, en una discusión constante sobre si el país está o no bajo una dictadura, así como en vilo por haber negado la candidatura a dos opositoras al gobierno: María Corina Machado y Corina Yoris.
Adentro del Helicoide
Las paredes son negras; hay cucarachas, hay una bandeja de plástico con excremento humano, hay un solo wáter para muchas personas. Hay también policías, hay sonidos fuertes y reales, eléctricos. Con un casco de realidad virtual, se puede hacer una pequeña visita a la construcción del Helicoide, que desde 2010 es sede del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, a la que los expresos llegaron a través de “memoria colectiva”.
Navarro recuerda haber vivido “dos tipos de tortura”: psicológica y física. El activista asegura que lo golpeaban “muchísimo” en la cabeza, en todo el cuerpo, que le daban cachetadas. También cuenta que le hacían interrogatorios y que lo “amenazaban mucho”.
“Hubo un momento en el que me estaban haciendo una entrevista y me pusieron una pistola cargada en la boca desbloqueada y me dijeron que me arrodillara y les pidiera perdón, que les dijera que yo tenía miedo y se reían mientras tenía la pistola en la boca”, dice.
Y lo hizo: se puso a llorar, les dijo que tenía miedo, pidió perdón. “No tenía otra opción; además, estaba esposado”, señala.
De todos modos, recuerda algo “peor”: escuchar cómo violaban a una mujer entre dos o tres oficiales; que alguien pida ayuda y al estar encerrado en una reja no poder ayudar; escuchar “electrocutazos”; ver cómo a un preso le pasan corriente por sus testículos.
“La deshumanización que hay en la tortura es imposible de explicar en palabras, pero el reto está en denunciar la tortura para que no se normalice”, dice Navarro.
Para Márquez, “la deshumanización es un sentimiento muy profundo que no se te va de la noche a la mañana”. A él lo desnudaron, le raparon el pelo, lo obligaron a hacer sentadillas, lo humillaron. “Cuando estás en un ambiente o sientes que te tratan como un trapo y no solo tú, todo lo que te rodea, eso es algo que te queda por dentro, que va más allá del miedo”, cuenta el activista.
Por eso, en 2021, después de que Navarro escribiera un libro para contar su experiencia en el centro pero sintiera que no hacía referencia a lo que había vivido, surgió Realidad Helicoide.
“El proyecto surge por la necesidad de contarle al mundo cómo vive en un preso político en el país”, dice el periodista.
Es que, a veces, las palabras no alcanzan. Por eso se les ocurrió utilizar la inteligencia artificial. Todo empezó una vez que un amigo de Navarro le mostró la experiencia de Ana Frank, la niña víctima del nazismo, y él encontró la correlación entre un campo de concentración y el Helicoide.
“Yo no podía hacer nada por Ana Frank, pero todo el que vea esto puede hacer algo por un preso político venezolano”, insiste el activista. El proyecto busca que la gente “exija que se cierren los centros de tortura y que liberen a todos los presos políticos”.
Entonces, llevaron aquellos días oscuros a una realidad virtual. Volvieron a enfrentarse con el trauma. Rearmar aquella cárcel que aún sigue funcionando, reencontrarse con un país al que no pueden volver. Algunos recordaban cuántos pasos daban entre las paredes, otros dónde estaba la reja, y otros cómo se sentaban.
Para Márquez, el proyecto es “vulnerable, pero busca empoderar”. “Sentís que hay una luz al final de este camino y que algún día llegará la justicia”, dice.
Crímenes de lesa humanidad y tortura
El 1° de marzo de 2024, la Corte Penal Internacional (CPI) decidió, de manera unánime, que seguiría investigando crímenes de lesa humanidad en el país, a pesar de que el gobierno de Maduro intentó desestimar la impugnación previa. En setiembre de 2020, una misión de Naciones Unidas reportó que “tanto el gobierno, como los agentes estatales y los grupos que trabajan con ellos han cometido violencias flagrantes de los derechos humanos” en Venezuela.
“Cuando hablamos de preso, estamos hablando de una lista de crímenes de lesa humanidad: desde detención arbitraria, desaparición forzada, tortura, violencia sexual y asesinato. Todas han sido aplicadas de forma sistemática en Venezuela”, asegura Navarro. Desde la ONG aseguran que, en este momento, hay unos 260 presos políticos en el país.
Según el periodista venezolano radicado en Argentina, en Venezuela hay “más presos políticos” y “cada vez la tortura es más visible”. “El régimen ha determinado que por vías democráticas no hay una forma de consenso entre los que se oponen, que yo diría que buscamos democracia versus los que se quieren mantener en el poder”, agrega.
Por eso, desde Voces de la Memoria pretenden dos cosas: “elevar el costo político” y que “se conozca lo que sucede” en el país que tuvieron que dejar, y también que se “condene”.
Porque, para Márquez, hay algo que es “más grave”: “Niegan que lo que tú viviste fue real”.
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