Por Ana Jerozolimski

Se cumple un nuevo aniversario de aquel oscuro 27 de junio de 1973, fecha que todos los uruguayos debemos recordar como un día nefasto,

En los 40 años del Golpe de Estado, "Semanario Hebreo" publicó un número especial dedicado a la fecha, que incluyó diversas entrevistas a protagonistas de aquellos oscuros momentos vividos por el país. Una de ellas fue al Contraalmirante Oscar Lebel, un hombre valiente que buscó la forma de dejar en claro su crítica a la disolución de las Cámaras.

En honor a su bendita memoria, reproducimos aquella entrevista, con un trozo de la historia nacional, en la que habló también de su ascendencia judía.

Y es oportuno mencionar que precisamente hoy 27 de junio, se está dando el nombre “Contraalmirante Oscar Lebel” a una calle en Nueva Helvecia, donde nació.

P: Oscar, me emociona estar hablando con usted... no todos los días se conversa con una persona tan valiente y principista.

R: Gracias Ana. Y a mí me alegra mucho estar hablando contigo y con "Semanario Hebreo", entre otras cosas porque yo soy "fifty -fifty", mi padre era judío...

P: Ah, eso no lo sabía. Qué interesante. Comencemos por el principio. Me gustaría oír su historia, aún antes de llegar a la mañana del Golpe.

R: Pues te cuento que soy hijo de inmigrantes, padre austríaco y madre alemana. Mi historia es un poco peculiar. Nací parado sobre dos mundos, sin entender muy bien lo que acontecía. Nací en Colonia Suiza. Mi madre era de Hamburgo y mi padre oriundo de una aldea desconocida en lo que fue la Polonia austríaca, en esa Polonia dividida. Muy joven y voluntariamente se enroló como soldado en el ejército. Creo que quiso olvidar su condición judía. Mi madre era alemana protestante. Yo fui hasta bautizado en una iglesia en Hamburgo. Así que estoy parado en dos mundos, tratando de entender qué es lo que pasa.

P: Siento que ese doble origen lo confundía un poco ¿no?

R: Para un niño es muy difícil, porque allá a los comienzos de los años 40 el prejuicio antisemita era muy espeso y estaba en el aire. Yo lo viví en toda su dimensión y no lo entendía. Me costó mucho porque le pregunté a mi padre y no quiso explicarme, a mi madre y no supo decirme...ella con su cruz colgada al cuello. A mi padre lo insultaban por ser judío y a mi madre por ser luterana...así que yo me pasaba a las trompadas tratando de entender qué parte de mi sangre tenía un problema... Y bueno, al final terminé como un rabioso artiguista de bombilla y mate...

P: Esa sí que fue una buena solución para las interrogantes a las que nadie podía responder.

R: Así es. Te cuento que ingresé al Liceo Naval con 14 años en 1940. Me sentía bien aunque el medio era muy hostil por mi condición de medio y medio.

P: O sea que la condición judía era parte clara de su hogar, por su padre, y usted se sentía medio judío…

R: Sí, era un hecho claro aunque creo que mi padre hubiera preferido no ser judío. Yo no entendía cómo afuera se daban cuenta, pero evidentemente se daban cuenta porque yo era. En definitiva terminé por asumir yo mismo mi identidad y en la historia nacional encontré los elementos que me hacían falta para que un hijo de inmigrantes, una mezcla como yo pudiera tener una identidad propia. Es absolutamente posible, si tú sos un hombre de izquierda, que es mi caso, que te estás jugando por las causas de tus hermanos más desposeídos en América, que son millones. Algunos tienen cara de indio y otros de negro, infinitamente más desgraciados que muchos otros. Yo me embarqué en esa pelea y todo lo que hice tuvo que ver con ella, porque el golpe que se dio el 27 de junio fue un golpe fascista. Y por eso, yo reaccioné como un erizo.

P: Ahí se ve que había algo de los genes ¿no?

R: Yo traté de hablar alguna vez con mi padre qué era eso de ser judío, pero nunca me lo explicó. Y en mi casa, que se seguía siempre el rito alemán, en Navidad por ejemplo, nunca se pronunció la palabra judío. Yo llegué a la conclusión de que mi padre no hubiera querido ser judío. Trató de ser "igual" a los demás y en algún momento recibió el escupitazo. Yo siento que mi reacción al golpe también tuvo que ver con mi condición de medio judío, porque yo desde chiquito reaccionaba contra la injusticia. Si alguien decía a un compañero "negro de mierda", yo reaccionaba enseguida, salía a defender, me peleaba y me convertía en negro yo también...y así sucesivamente. Yo me solidarizaba con todas las causas perdidas y me ligué mil trompadas... pero está bien... así se forja el acero. Yo conocí un señor judío que había venido de Israel, pasó por acá y después volvió y que me dijo una cosa que me impresionó vivamente: "Después de la creación del Estado de Israel ningún judío caminó mirando al piso". Entonces entendí la otra dimensión, el orgullo por sí mismo. Entonces poco a poco, juntando palito y palito, fuimos armando esto que está relativamente bien pegado.

P: Mientras conversábamos ya antes de empezar a grabar, usted usó varias veces expresiones relativas al judaísmo...

R: Así es. Surgen mucho. Te cuento que como marino yo viajaba a Europa, iba a Liverpool y me tomaba el tren y me iba a visitar a Wilson Ferreira. Así que yo le digo a todos mis amigos blancos que yo tuve a Wilson ¡para mí! Pero te lo comento ahora porque después, cada tres meses yo iba a Europa y lo iba a ver al hombre. Y las despedidas que hacíamos él y yo era la ancestral despedida de los judíos. Pero en lugar de decir "el año que viene en Jerusalem", decíamos "el mes que viene en Montevideo".

UN CARTEL CONTRA EL ATROPELLO

P:Oscar ¿me puede contar sobre aquella mañana de 27 de junio que sin duda cambió su vida?

R: El día 27 de junio sonó el despertador radio, no había nadie en mi casa, mi gente se había ido a la feria...y por la radio empiezan a decir que el ejército había tomado el control del país y que el Presidente Bordaberry ordenaba silencio total y que sería considerado delito muy grave decir que esto que estaba sucediendo era un golpe de Estado. Eso era algo que hacía el Presidente Bordaberry ayudado por los mandos militares "para colaborar con el país". El mundo al revés. Cuando yo escuché por la radio que el presidente Bordaberry se hacía cargo de esa forma de los destinos del país, lo primero fue sentir sorpresa. Luego, la sensación que yo tenía que hacer algo porque si no, me moría. Empecé a caminar enloquecido en mi casa, pensando qué podía hacer y al final se me ocurrió.

P: Su famoso cartel...

R: Así es. Agarré cuatro cartulinas, las pegué, hice un cartelón bien grande, puse "Yo soy el Capitán de Navío Oscar Lebel. Abajo la dictadura". Lo puse en el balcón, la bandera de Artigas de un lado, la bandera nacional del otro, me uniformé, tomé la pistola, la cargué con una bala en el caño para que no hubiera dudas... y salí al balcón. Pasó un policía, frenó y miraba porque en el paisaje había algo que chirriaba. Y lo que chirriaba era yo… en ese día tranquilo. Un segundo patrullero pasó, frenó igual...miraba y hablaba nerviosamente con radio buscando conectarse con alguien. A los cuatro, cinco minutos aparecieron media docena de camiones del ejército, con soldados con metralletas que se parapetaron por todos lados. Salió todo el vecindario a cantar el himno y yo seguía parado en el medio del balcón.

P: Eriza imaginarlo...

R: Lo curioso era que pronto me vino una inmensa calma. Y me vino una inmensa calma porque yo había encontrado mi destino ya que necesitaba hacer algo para mostrar de forma notoria mi rechazo a la dictadura y encontré esa forma bastante llamativa. Cargué la pistola, me la puse en la sien, los soldados se desparramaban por uno y otro lado, un oficialito corría y pedía órdenes a ver qué hacían conmigo que estaba rompiendo la calma... Es que lo que había decidido Bordaberry era la calma de los cementerios... y que todos nos íbamos a portar buenitos...

P: Pero usted tenía otros planes…

R: Por supuesto. Y yo no era buenito. Y vi la posibilidad-aunque parece un poco grotesco-de inmolarme. Imagíneme ahí en el balcón, con el revólver cargado...Iba a ser un uruguayo que se inmolaba por la democracia, contra un maldito como Bordaberry. La ocasión la vi pintada...

P: ¿Y qué pasaba alrededor?

R: Todo el mundo trataba de convencerme que me bajara. El Comandante en Jefe de la Armada diciendo que esto lo hacían para "la salvación" del país... o sea que iban a ser bondades y maravillas lo que iba a venir. Me miraban y se preguntaban cómo justo yo, de perfil bajo, estaba haciendo eso...

A PRISIÓN

P: Cuando usted se paró ahí, tenía la calma de estar pleno con lo que estaba haciendo, pero ¿cuál pensó que sería el desenlace?

R: No tenía la menor idea. Estaba absolutamente dispuesto a pegarme un tiro. Aclaré que si entraba un soldado me pegaba un tiro. A 40 años lo pienso y...es cierto... me iba a pegar un tiro. Lo que me iba a llevar a más calma era morir. Pero no siguió la muerte porque empezaron a venir más delegados a tratar de convencerme... y lo cierto es que ya a la noche, cuando vi que había perdido esa parte de la guerrita, le dije a mi colega, que era compañero de años, que me entregaba. Entonces vino un vehículo militar, los oficiales habían sido alumnos míos---estaban con cara de vergüenza. Uno me dijo "Comandante ¿no me da el arma?". Le dije "Tómela, imbécil". Y así fuimos a parar al puerto. En el puerto me llevaron a un barco de guerra, el destructor "Artigas" del cual yo había sido comandante. Eso tiene un valor simbólico. Escaleras hacia arriba, caminé cinco pisos y allá fui a parar a un camarotecito pensando que algo tenía que hacer para mantener la continuidad de los actos fallidos que había empezado en la mañana.

P: Hasta que oyó ruidos... según leí en un interesante relato suyo a César di Candia.

R: Exactamente. Desde el camarotecito escuché voces. Era la despedida de soltero de uno de los soldados...y yo me decía que eso era kafkiano... había habido un golpe de estado y ellos hacían una despedida de soltero. Como somos pocos y nos conocemos todos-los oficiales o fueron mis alumnos, o mis subalternos o navegaron conmigo-en determinado momento bajé por la oscuridad de esos pisos y de golpe abrí la puerta. Hice silencio. Entré con la más alegre de mis sonrisas, sonreía a uno y a otro, me alcanzaron un vaso de whisky, con el vaso señalé a uno y a otro... y le dije al comandante Eduardo, que también era amigo mío-o mejor dicho ex amigo mío: "Veo que aquí se va a cometer una acción heroica. Un colega, un valiente oriental, se casa. Y frente a esta acción heroica es menester un brindis. Así que yo le solicito al señor Comandante la autorización pertinente para hacer el brindis". Me corrí con el vaso e iba mirando en los ojos a cada uno...pero a medida que les miraba a los ojos, la sonrisa iba cambiando por cara de asco. Y así fui poniendo cara de asco frente a cada uno de ellos. Levanté el vaso y dije: "Brindo por Artigas, de quien este barco lleva su glorioso nombre. Brindo por la Constitución de nuestra República, conculcada por la canalla. Brindo por tiempos que serán de democracia, decencia y libertad. ¡Viva el Uruguay! ¡Viva la Armada!". Reventé el vaso, se hizo trizas, quedé todo mojado y...ese fue otro episodio.

P: Habrán creído que enloqueció.

R: Sin duda. Dieron orden de devolverme al camarote y de ahí a la Escuela Naval, preso. Y ahí ya iba esposado. Salió una especie de safari, con un oficial y cuatro marineros armados para llevarme hasta el camarote que iba a ser el calabozo. Con nosotros iba el Almirante Márquez. No era un inmoral. Era un amoral..El no iba contra ninguna moral porque simplemente no la tenía. Quedé preso y empecé una huelga de hambre. Perdí diez kilos en diez días. Seregni me mandó decir que pare la huelga de hambre---pero en esos días fue la gran huelga y Seregni marcha preso...

P: Creo que cuando se disponía a salir a la manifestación del 9 de julio.

R: Yo, al final, estuve muy poco tiempo preso, tres meses. El día del golpe nadie movió un dedo. Hubo pasividad total y el hecho llamó tanto la atención que nadie se movió. Lo mío, entonces, dio la vuelta al mundo. Cuando estuve en huelga de hambre, lo interesante es que ni siquiera sentía hambre. Y cuando me traían la comida, varios oficiales y con el código penal naval, yo tenía que firmar que recibía comida pero les hacía todas unas composiciones sobre lo rica que era...y los tenía ahí parados adelante mío media hora todos los días...Es que yo me había propuesto que ya que no podía ganarles, por lo menos iba a molestarlos.

DENTRO DE LA CONSTITUCIÓN, TODO. FUERA DE ELLA, NADA.

P. ¿Cómo había sentido usted el ambiente, antes del golpe, en las filas militares?

R: El pasaje a la violencia fue una historia que sucedió a lo largo de varios capítulos. Nosotros éramos un grupo de militares democráticos que habíamos rodeado al General Seregni dispuestos a conformar una célula anti golpista porque contra el grupo de demócratas que éramos nosotros, estaban los que eran nazis de la peor especie, como el General Crispi y el General Aguerrondo. El nuestro era un grupo anti nazi en un ambiente en el que el nazismo había hecho buen arraigo de raíces. Además, hay que pensar que estábamos dentro de la guerra fría, en la que las cosas se decidían como entre comunistas y anti comunistas. Todos los que no estaban con la palabra que venía de arriba y que pretendían se tomara como palabra del Sinaí, eran vistos como comunistas. Era el "macartismo" más puro. Para mí la ecuación era simple: dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada... No había pretexto alguno que pudiera justificar que un par de Generales cerraran el Parlamento. Yo no era ningún niño cándido ni tampoco lo éramos los que nos reuníamos alrededor de Seregni. Sabíamos que tomar esa actitud, no porque fuéramos comunistas sino por ser demócratas y no aceptar ir llevado al lado del nazismo, también nos iba a costar sangre, sudor y lágrimas. El juego estaba dado en que había dos colores: blanco y negro. No había otra opción.

P: ¿Y qué pensaba antes sobre lo que hacían los Tupamaros? ¿También lo veía como violación de la Constitución?

R: Dentro de la democracia todo, fuera de la democracia, nada. Se estaba dentro de la ley y no aceptábamos de ninguna manera que un grupo medio solitario se arrogara por sí y ante sí el derecho de matar en función de la ideología que tenía en ese momento. Sobre ese particular no hay ninguna duda. Entre los militares en general, somos muy esquemáticos. Y eso lo tenemos muy claro: dentro de la Constitución todo y fuera de la Constitución nada. Claro que también los que estábamos en la línea que antes expliqué, éramos fuertemente anti Tupamaros. Y teníamos un fuerte espíritu de cuerpo. Pero mientras otros tenían ese espíritu de cuerpo en base a una ideología nazi, nosotros lo teníamos en base a una ideología democrática y artiguista. Y mire que era muy difícil porque todo, absolutamente todo, nos llevaba a simplificar la vida, porque uno estaba con fulano o con mengano... no había medias tintas.

JUDÍOS, DOBLE SUFRIMIENTO

P: Le parece que los judíos que fuero presos, aunque hayan ido por ser de izquierda y no por ser judíos ¿sufrieron más por su condición judía?

R: Fueron por ser de izquierda, es cierto. Pero yo que estoy en el Frente Amplio y tengo allí amigos judíos en cualquier cantidad, les dije que la dictadura, cuando llevaba preso a un judío, primero le decía "judío de mierda" para denigrarlo y después le aplicaba el reglamento de otra manera. Lo de judío era un escalón más a la condición infamante que supuestamente tenemos los que llevamos una sangre "un poco rara", como piensan los antisemitas. Eso nunca dejó de borrarse de mi memoria y de otros oficiales como yo, que sabían que eran judíos, como una carga que íbamos a llevar sobre nuestras espaldas por el resto de nuestras vidas. Había otro oficial, Gastón Silverman- que era "fifty fifty" como yo, un tipo muy macanudo. Un día charlando como él sobre esto de "fifty-fifty" comentábamos que nuestra situación era muy difícil, que íbamos a sufrir de un lado o del otro, que no teníamos ningún tipo de salida, que ni la ultraizquierda nos va a perdonar, ni los nazis. Entonces, mantenerse como demócrata en mar agitado, no era chica cosa, como decía Wilson Ferreira.

P: Usted será siempre, hasta los 120, un símbolo de la lucha contra la dictadura... Puede estar orgulloso...

R: Lo seguro es que no podía dejar de hacer lo que hice. Moría si no lo hacía.