Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
De jovencito decidió estudiar para ser ingeniero agrónomo, por “descarte”. Ya recibido, como consultor en Seragro se cruzó, sin proponérselo, con la radio. Preguntaron quién quería salir en un programa de madrugada para hablar de asuntos agropecuarios y él, el que tenía más tiempo libre, fue designado. Tuvo un debut que envidiaría cualquier periodista: en su primer programa entrevistó al presidente de la República, Luis Alberto Lacalle.
Tenía su sino marcado: la radio, y he ahí su verdadera vocación. Y eso que al principio era “un tronco”, se atropellaba con las palabras, cometía furcios y no modulaba bien. Por eso se escribió con un marcador un cartelito en una cartulina con algunos tips para salir mejor al aire. No le fue nada mal siguiendo sus propios consejos: desde hace 30 años Raúl Ponce de León (70) es una de las voces más emblemáticas de la radiodifusión nacional.
Tras aquel comienzo en Nuevotiempo le siguió un largo periplo en 690 Sarandí, la AM que solía escuchar de chico para informarse, y desde hace cuatro años desembarcó en el grupo Magnolio para conducir Primera mañana en El Espectador. De periodismo, radio y política uruguaya hablamos con el hombre de los mostachos blancos que apela a la sensatez, y que —confiesa— por esa postura de apostar a una charla nutrida, pero sin descalificaciones ni bajar “al barro” ha decidido, en algún momento, dejar de entrevistar a Fernando Pereira, Oscar Andrade, Graciela Bianchi o Sebastián Da Silva.
¿Cómo fue tu infancia, con 10 hermanos, en 8 de Octubre 2415 donde hoy está el monumento a la bandera?
Era una casa grande, enorme, con jardín, con vecinos que tenían frutales. Teníamos unos vecinos italianos, Mauro de apellido, que tenían una ferretería en el mismo local, y tenían higueras, ciruelos, frutales que 11 anormales le comían todo. Mi recuerdo de la niñez es nosotros trepados a la higuera de la calle 8 de Octubre.
Me imagino las reuniones familiares...
¡Gigantescas! El otro día, a raíz de mis 70 años, mi cuñada hizo una recopilación de fotos históricas, y hay una foto de la casa de 8 de Octubre, donde todos los primos de una de las ramas de la familia, los Baráibar, nos juntábamos, y era un tropel de primos impresionante. Y también el recuerdo que tengo es la construcción del túnel de 8 de Octubre, que fueron años porque las obras eran de lo que hoy es la intendencia, era el Consejo Departamental, y duraron años. Para nosotros era una aventura salir y meternos por los túneles, estar en las obras. Y del otro lado de la casa estaba el viejo local de una sociedad médica, la Uruguay-España, y en un momento se mudaron al local que todavía tienen hoy, casi al lado del Hospital Británico. Y dejaron el viejo local abandonado con materiales médicos en desuso, carpetas, materiales, y entrábamos todos permanentemente a “delinquir”.
¿Cuál es tu vocación: el periodismo o la radio en particular?
Sin duda hoy es la radio, claramente. El periodismo escrito a veces lo hago, para alguna cosa, pero me cuesta mucho escribir. Soy demasiado crítico y no me sale naturalmente. La radio sí. Y fue por el azar. Hoy [11 de octubre] se cumplen 30 años de mi debut en radio.
Desde la agronomía pasás al periodismo agropecuario. Eras consultor agropecuario en Seragro. ¿Cómo se da ese salto?
Fue por azar: yo era agrónomo, trabajaba como agrónomo en el Ministerio de Ganadería, trabajaba también en la consultora Seragro, y cuando Néber [Araújo] se va de Sarandí, con Traverso, y conforma su proyecto Nuevotiempo, piensa en tener un programa de agro en la mañana temprano, y tenía alguna referencia de Seragro, porque alguna vez él había entrevistado a alguien de la consultora en Sarandí. Y nos llamó. Llegó la propuesta a la consultora, y preguntaron: “¿Quién está con menos carga horaria y tiene ganas de hacer radio? Raúl, dale, arrancás vos”. Y arranqué, titubeando; nunca me había enfrentado a un micrófono. Y fue como descubrir un mundo nuevo, del cual nunca más salí.
“Preguntaron: ‘¿Quién está con menos carga horaria? Raúl, dale, arrancás vos’. Y arranqué, titubeando; nunca me había enfrentado a un micrófono. Y fue como descubrir un mundo nuevo, del cual nunca más salí”
“Cuando arranqué en la radio era un tronco”, dijiste en Abran cancha de Del Sol FM. ¿En serio?
¡Era horrible! Por estos días que estaba cerca de cumplir los 30 años se me dio por escuchar aquellos cassettes, de mis primeras entrevistas. Cada tanto las pongo, y no logro escucharme ni cinco minutos porque apago el reproductor. Fui aprendiendo… Titubeaba, me apuraba, metía furcios. Nunca fui de escucharme y hacer la autocrítica; la hago, pero sin necesidad de escucharme.
Tenías un cartelito en el micrófono...
Sí, todavía tengo ese cartoncito. Decía: “No te apures” de un lado, y “modulá”, del otro. Me lo ponía arriba del micrófono colgante. Lo hice yo mismo y me lo ponía adelante, como una referencia. Fuera del aire, soy atropellado, arrastraba las palabras. Bueno, fui aprendiendo, ya son 30 años de radio.
¿Y cuál es el recuerdo más primitivo que se te viene a la mente, que asocies con la radio (como escucha)?
Yo escuchaba mucho Sarandí de chico, y tengo presente un programa que conducía Eduardo Nogareda, un periodista histórico, que se exilió, se fue a España, después volvió, creo que estuvo en el Sodre mucho tiempo. Nogareda tenía un programa que se llamaba Sarandí llamando. Era los domingos, tengo ese recuerdo. Vos te anotabas, dabas tu teléfono, se sorteaba y te llamaban a tu casa. Te llamaban y te decían: “Sarandí llamando”, y vos tenías que contestar: “Adelante Sarandí”. Te hablo de la década del 60. Una vez gané, y nunca fui a buscar el premio. Creo que eran sándwiches del Emporio, yo tendría 12 o 13 años. Era muy escucha de Sarandí, de Centenario, escuchaba La cinta de oro, que reunía los hits de esa época, pero era muy asociado a la música latina, italiana básicamente, San Remo, todo eso. También escuchaba Caravana con Rodríguez Tabeira.
El 11 de octubre cumpliste 30 años en radio. ¿Cómo recordás aquel 11 de octubre de 1993, en Nuevotiempo? Saliste por primera vez a las 6 de la mañana. ¿Cómo recordás ese día?
Íbamos de 6 a 7, Agroeconomía se llamaba. Lo recuerdo con una enorme expectativa, primero por la ansiedad de debutar en radio…
Y, además, debutaste con una entrevista medio pelo...
Nos propusimos ir bien arriba. Ya que arrancábamos un programa nuevo en radio, ¿por qué no ir arriba? Y sin tener ninguna conexión, hicimos la solicitud formal por Roberto Cacho Etcheverry, que en ese momento era el encargado de prensa de Presidencia, un querido colega fallecido hace poco. Lo llamamos, le planteamos la idea, y Seragro tenía cierta historia, ciertas publicaciones, y a Lacalle [el entonces presidente, Luis Alberto Lacalle Herrera] le gustó la idea de concederle al equipo de Seragro una entrevista para hablar de temas agropecuarios. Volví a escuchar esa entrevista 30 años después, y la verdad es que Lacalle tenía un panorama muy claro del agro: la necesidad de apertura, de modernizarse. Y allá fuimos. Nos recibió en Suárez chico, hicimos esa primera entrevista (la hice yo, pero la planificamos entre todos). Me recuerdo muy nervioso. Aparte Lacalle en el 93 tenía una personalidad fuerte, pero fue muy cálido, fue muy elogioso del trabajo de Seragro.
¿Tenés alguna crítica para aquel joven Raúl que comenzó a hacer radio hace 30 años, en esa entrevista al presidente de la República?
En general salió bien. Hubo alguna duda en algún momento, pero en general funcionó. Salió bien, porque, además, tenía las preguntas escritas, lo cual fue una práctica excepcional: yo nunca me escribo las preguntas, siempre las tengo en la cabeza. Esa fue una que la llevé escrita, naturalmente.
“Lo llamamos, le planteamos la idea, y a Lacalle Herrera le gustó la idea de la entrevista para hablar de temas rurales. Volví a escucharla 30 años después, y la verdad es que Lacalle tenía un panorama muy claro del agro”
¿Y por qué no tener algunas preguntas escritas? ¿Para no atarte a un cuestionario?
Exacto. Tengo los grandes temas en la cabeza y las voy formulando naturalmente; de repente alguna palabra como ayuda memoria, tipo “inflación”, “tipo de cambio”, ese tipo de cosas.
Contigo nació Cierre de jornada, primero en Nuevotiempo, después en Sarandí, y arrancaste con el presidente, Julio María Sanguinetti, en 1998.
Arrancamos en febrero del 98. A fines del 97 nos desvinculamos, porque Agroeconomía y Cierre de jornada era una coproducción de Nuevotiempo. Tuvimos una invitación de Sarandí para sumarnos, nos pareció buena la propuesta y nos fuimos. Y el debut fue también con el presidente en funciones, el Dr. Sanguinetti. Ahí fui solo, ya tenía experiencia como para encararla solo; básicamente con una temática empresarial agropecuaria, porque Cierre de jornada tenía un énfasis económico empresarial. Fue muy cordial. Incluso, tengo una foto con él que nos sacó Pesce, un viejo fotógrafo de Presidencia; nos la sacó en una de las alas en Suárez. También volví a escuchar esa entrevista hace poco, y también era un presidente que tenía muy claro el rol del agro, sobre todo en un momento de reconversión, en el que el Mercosur venía medio complicado en algunos sectores. Eran momentos de reformas, había sido la reforma de la seguridad social un par de años antes, estaba en discusión la reforma de la educación… Había varios temas relevantes en la agenda que hicieron llevadera esa entrevista.
Nuevotiempo fue un proyecto maravilloso, porque surgió de cero, se hizo todo el proyecto de cero, y se armó con equipos de gente joven, integrados, con un espíritu fantástico. Eso fue a fines del 93, el 94 y el 95. En el 96 Néber decide irse del proyecto; tenía una visión distinta que la que tenía Traverso de cómo sobrellevar el proyecto y decide abrirse. Y ya no fue lo mismo. Hubo un deterioro en el proyecto, unos ajustes de programación, y ya no fue lo mismo. Y Sarandí me abrió las puertas para llevar Cierre de jornada.
¿Qué significó Sarandí en tu carrera?
Y bueno, fueron 22 de mis 30 años en radio. Fue mi segundo hogar. Tenía referencias históricas, porque escuchaba Sarandí desde muy chico, cuando era un gurí. Después fue mi casa, me acogió con muchísima gentileza, con todos los compañeros, esa radio, la voz de [Jorge Nelson] Mullins, el histórica de Carlos Solé, Ruben Castillo, Néber, Sonia Breccia, toda una historia de personas de radio totalmente relevantes para el Uruguay. Y bueno, empecé en el 98, luego me dieron algunas responsabilidades, pasé a la mañana en 2001, hasta que en 2019 decidí cerrar un ciclo. Hubo momentos difíciles, porque entre 2001 y 2016 Sarandí tuvo varios cambios de propiedades o administraciones, porque en esto de los medios no sabés quién es el permisario y quién el dueño de las acciones. Pero, te decía, ocupé el espacio de la mañana de 6 a 9 y luego de 7 a 9, casi 20 años.
Hace unos días falleció un referente de la radio uruguaya: Julio Villegas. ¿Qué fue Villegas para vos?
Fue mi referente institucional en Sarandí, cuando llegué. No tuve demasiado vínculo con él, fue solo un año, porque sobre fines del 98 Sarandí hace una reestructura, liquida prácticamente el histórico servicio de prensa (era muchísima gente trabajando) y Villegas era el referente. Yo tenía mucha iniciativa, y salía mucho al exterior por coberturas con Presidencia, u otras locuras como viajar a la Antártida o recorrer el camino de Santiago, y siempre mi referencia era Villegas. Lo recuerdo como una voz carismática y permanente en la radio, ¿no? Fue muy formal, muy serio, con una gran trayectoria. Fueron casi 50 años. Fue un golpe cuando decidieron prescindir de sus servicios, de él y una cantidad de compañeros en prensa. Shokeó el mercado; tal es así que el arquitecto Walter Pintos Risso —se ve que era un escucha atento— posibilitó que El Espectador se lo llevara, y salió aquella movida de “Villegas no se va”. Y ahí empezó Villegas a las 6, y estuvo como 12 o 13 años a las 6 de la mañana.
“Con Sotelo nunca teníamos nada libretado. Se encendía la luz y ahí empezaba el ida y vuelta, de bromas, de tono, de voces altas, con fuerza, y con subes y bajas, porque a veces tuvimos nuestros momentos de desencuentros”
¿Y cómo evocás la dupla con Gerardo Sotelo en Sarandí? Jugaban de memoria, y parecía que se divertían...
Absolutamente natural salía eso. Nunca teníamos nada libretado, nunca teníamos nada preparado. Se encendía la luz y ahí empezaba el ida y vuelta, de bromas, de tono, de voces altas, con fuerza, y con subes y bajas, porque a veces tuvimos nuestros momentos de desencuentros fuera de micrófono, desencuentros por distintos motivos, pero la profesionalidad siempre dominó nuestra relación. Se prendía la luz, y todas las calenturas, los enojos, los fastidios que podíamos haber tenido durante algún tiempo, quedaban a un lado. Que los tuvimos sí, como los tenés con cualquier compañero de tantos años. Pero nos sentíamos muy cómodos. A mí me dio pena cuando Gerardo se fue; ya estábamos llegando a un límite también, porque Gerardo ya empezaba a mirar su carrera política y tomar una postura distinta a la estrictamente periodística. Allí los caminos se fueron separando. Pero lo sigo extrañando, eh…
¿Por qué alejarte de Sarandí y “empezar de cero”, dicho por vos, en El Espectador? Irte de Séptimo día en canal 12 a VTV claramente fue una apuesta, pero da la impresión que pasar de Sarandí a una radio del grupo Magnolio no fue una jugada arriesgada, ¿no?
Pasaron cuatro años. El Espectador de fines de 2019 no es el de hoy. Era una radio que venía muy complicada, con pases de propietarios, fracasos, deudas, Emiliano [Cotelo] se había ido… Se había deteriorado mucho, y la audiencia de El Espectador se había dispersado mucho. Por eso se fortaleció Sarandí, entre otras. Yo estaba absolutamente cómodo en Sarandí, en audiencia estábamos a tope, el informativo con Gabriel [Pereyra] volaba, ¿qué necesidad de cambiar? Quería salir de mi zona de confort. Creo que había cumplido un ciclo con Gabriel, en el día a día. Yo a Gabriel lo respeto, me parece un periodista notable y me llevo bárbaro, pero una cosa es ahora en VTV una vez por semana, y otra es todos los días estando dos o tres horas. En tres años, ya había cumplido un ciclo.
Yo al Piñe [Jorge Piñeyrúa] lo conozco hace 30 años; entramos juntos en Nuevotiempo, nos conocimos con el Profe Piñeyrúa y todo el equipo hace 30 años, él era un gurí de 18 años. Y cuando él ingresó al grupo Magnolio, siempre me decía: “Tenés que venirte con nosotros, dale”. Hasta que un día le escribí y le dije: “Piñe, ¿seguís con la idea de que si me quiero ir, me recibís?”. “Por supuesto”, me dijo. Nos reunimos y en 10 minutos llegamos a un arreglo. Yo había decidido cerrar un ciclo en Sarandí, ya no tenía forma de volar demasiado. Acá sí, si quiero, lo puedo hacer. En Sarandí estaba mucho más acotado y controlado el formato, el informativo, y no tenía demasiado margen.
Pienso que siempre tuviste coconductores provocadores y vos cumpliste el rol del medido, de hacer equilibrio: Sotelo, Gabriel Pereyra, Gustavo Escanlar...
Y no te olvides de Juanchi [Hounie]… En radio Futura —una radio con poca potencia, que armó Petinatti— empecé sustituyendo a Daniel Supervielle, que estaba en Noveno mandamiento. Estuvimos menos de un año ahí. Al otro año pusieron a Gustavo Escanlar y a Gustavo Fernández Insúa, en el programa de la mañana, y a mí me mantuvieron como columnista de noticias. Yo terminaba a las 9 en Sarandí, y ahí empezaba con estos dos “delincuentes”. Ese era el primer año de gobierno del FA (de 2005 a 2006) y estaban sacados, era todo palo y palo, y yo, como siempre, jugaba a compensar. Estuve seis meses y un día dije “ya está”, todo lo que he acumulado profesionalmente, no lo voy a destruir con estos dos delincuentes. Y me fui.
El rol de contrapeso te desgasta mucho. Escanlar era bravo y en aquel momento Fernández Insúa también, se juntaban y se potenciaban. Con Insúa seguí trabajando después, y a Escanlar lo quería mucho, lo sigo extrañando mucho, fui partícipe de su hija Violeta, que era chiquita y lo iba a buscar a la radio. Era un loco que no se quería nada él mismo, pero era un provocador intelectual tanto en la radio, en la televisión o escribiendo, algo que es muy necesario todo el tiempo.
“El rol de contrapeso te desgasta. Escanlar era bravo y Fernández Insúa también; se juntaban y se potenciaban. Con Insúa seguí trabajando después, y a Escanlar lo quería mucho, lo sigo extrañando mucho, era un provocador intelectual”
El año pasado confesaste que durante un tiempo en Primera mañana habían decidido no hacerle más notas a Fernando Pereira, porque estaba muy confrontativo. Hasta que volvieron a entrevistarlo. ¿Notaste que Pereira, durante un tiempo, dejó de ser razonable y amigable para las entrevistas?
Sí, claro. Yo lo veía muy contestatario en todas las entrevistas. Había perdido la fluidez natural que tenía como dirigente sindical. Fernando era un tipo más razonable, más abierto. En ese momento le entraba a todo, y venía de una discusión con Gabriel [Pereyra] y con Aldo [Silva], y un día comenté con Nacho [Álvarez] que decidimos, por ahora, no entrevistarlo porque en realidad son bravas esas entrevistas. Ya estoy veterano y no quiero seguir peleándome. Y eso lo tomó TV Show y Fernando no lo tomó bien. Pasó como un año, por lo menos. Incluso, vino una vez que yo estaba de licencia, vino con Paula [Barquet] y Nico Vigliola. Hasta que un día, dije: “Vamos a llamarlo, y hablamos, como dos personas adultas”. Y vino, y todo bien. Nos queda pendiente una charla fuera de micrófono.
¿Y por qué te cuesta entrevistar a Óscar Andrade?
Porque me parece que Andrade va a las entrevistas con un discurso preparado. Como que pone play y es muy difícil bajarlo de su discurso. Una entrevista tiene que ser coloquial, de ida y vuelta, que la persona te escuche, vos escucharlo, y a partir de ahí vas entramando el diálogo para profundizar en los temas. Y Óscar me daba la sensación de que no te escucha; va y hace su planteo, como buen integrante del PCU. Va con su mensaje y te lo lanza. De la misma forma, coincidimos con Juanchi que no aportaba entrevistarlo. En todo caso, si queríamos que se supiera algo suyo, tomábamos un audio del Parlamento, y así lo hicimos. Nunca los censuramos, ni a él ni a Fernando.
Pero te hago una aclaración: de la misma forma que en algún momento dejamos de lado a Pereira o a Andrade, tampoco entrevistamos durante un tiempo a Graciela Bianchi o a Sebastián Da Silva. Porque viste que la pudren, no es un aporte al conocimiento de la gente, a conformar una opinión. Van al barro muchas veces.
Si te interpreto bien, entonces, hubo una decisión editorial del programa de no entrevistar a políticos confrontativos.
Fue una decisión natural, no fue muy discutida: “No, Sebastián [Da Silva] no, la pudre siempre”, o lo mismo Graciela Bianchi. Busquemos a gente sensata que hable, que diga su postura, y fuimos por otras fuentes de los partidos tradicionales.
Esta entrevista la estamos haciendo un día después de la imputación del exsenador blanco Gustavo Penadés por una veintena de delitos muy graves como abuso sexual y hasta violación. Por otro lado, están los casos Astesiano y Marset, o incluso las irregularidades en la Comisión Técnico Mixta de Salto Grande. ¿Qué creés que puede pesar más en las urnas, a un año de las elecciones?
Acabo de hacer una columna para ADN en VTV que se llamó “Penadés: otro problema para el gobierno”, ese es el nombre de la columna. Vos no das crédito de que se puedan acumular tantas cosas en ese ámbito tan distinto. Lo que tú decías: Astesiano y todas sus implicancias, Marset, ahora todo lo de Penadés, la Comisión Técnico Mixta… No pueden ser tan desprolijos y hacer tantas macanas. Yo creo que, hasta ahora, Lacalle y el gobierno han ido zafando, increíblemente. Y sumo a los ministros: ves alguna encuesta de opinión y están bien posicionados los ministros. ¿Cómo ha hecho Lacalle para que todo esto le resbale? Creo que ha hecho una gestión personal con mucha llegada a la gente, la gente le cree. Pero creo que tiene margen de error cero el gobierno de aquí a las elecciones.
Diga que el Frente también tiene lo suyo: un alto dirigente del FA que no voy a nombrar, cuando surgió todo esto del plebiscito para derogar la reforma de la seguridad social, me decía: “Un partido que lo teníamos fácil, lo complicamos solos al santo botón con esto del plebiscito”. Venías tranquilo, con la fusta debajo del brazo, marcándole los errores de gestión al gobierno, y se metió en este brete solo, así que es a quién la embarra más: Lacalle y todos los problemas que enumeramos, y el Frente sin saber decir que no a un planteo que es inaceptable. El plebiscito es inaceptable desde todo punto de vista, y el FA no se anima a contradecir al movimiento sindical. Dijo Andrade: “¿Quién se anima a confrontar con el movimiento sindical?”. Pero es que, si el movimiento sindical está equivocado, ¡tenés que decirle que no! Porque, si no, nadie te cree que sos una organización política independiente de él. Sos, como dice la Bianchi, el FAPIT. Tenés que decirle que no, como se lo dijo con mucha honestidad el MPP, se lo dijo [Mario] Bergara, también la Vertiente. Pero, claro, se ve el peso del PCU, el PS algo menos. Si Fernando Pereira hubiera estado en el Pit-Cnt esto no salía —estoy convencido— porque Fernando, al irse al FA, debilitó la estructura de la [corriente del Pit-Cnt] Articulación, que fue lo que le dio al movimiento sindical la sensatez de todos estos años.
“¿Cómo ha hecho Lacalle Pou para que todo esto le resbale? Creo que ha hecho una gestión personal, con mucha llegada a la gente, la gente le cree. Pero creo que tiene margen de error cero el gobierno de aquí a las elecciones”
Hace 25 años salvaste a tu hermano Ricardo. Contame en qué consistió ese trasplante de médula que le cambió la vida a él.
Eso fue por el 90 y pico. Mi hermano es un poquito mayor que yo, había tenido una operación al corazón y trascartón le descubrieron una leucemia, que no tenía, en ese momento, demasiadas posibilidades de cura. En Uruguay recién estaban empezando las primeras pruebas, con muy mal resultado. Y nos sugirieron que lo mejor era ir al hospital universitario de Curitiba, en Brasil, donde había una unidad de investigación con experiencia que le podía dar una mano. Pero eso implicaba un tratamiento privado, de miles de dólares que la familia no tenía. Hicimos rifas solidarias, y con eso lo pudimos financiar. Y allá fuimos, estuve un par de meses con él. Yo fui, de los 10 hermanos, el más compatible. Y bueno, llegó un momento en que hicimos el trasplante de médula; en aquel momento te liquidaban tu médula, quedabas regalado. Si el trasplante no funcionaba, te morías. Te liquidaban la generación de sangre. Pero funcionó, y hasta el día de hoy está bien. Yo le digo: “Sos hijo de mi sangre”.
Si ahora se te acercara un estudiante de periodismo y te pidiera una definición del oficio, ¿qué le dirías? ¿Cómo es tu concepción del periodismo?
Le hablaría de la obligación de un periodista de estar informado, de conocer todas las distintas visiones sobre un determinado problema, de estudiar, de leer mucho y formarte. Me parece que, en definitiva, la base del periodismo es tu propia formación, de tener sentido crítico y cuando abordás un problema, ver cuáles son las distintas posturas y cómo vos, de alguna forma, sesgás el análisis. Porque vos elegís cómo tomar una noticia, y eso es subjetivo; no es sesgar, es un manejo subjetivo. Y le diría que el rol del periodismo es decir lo que el poder no quiere que se sepa. Esa es la definición clásica. Es poner todo sobre la mesa, y que la gente tenga elementos para decidir. Cuando entrás al estudio tenés que olvidarte de tus simpatías o antipatías, y poner todo arriba de la mesa, y que la gente juzgue. Eso lo logramos en Sarandí hace muchos años: decíamos “información y opinión”. En un momento informamos, y en otro momento, opinamos.
En un momento en el que hay tanto bombardeo de estímulos por todas partes, con tantas plataformas que te ofrecen ver lo que quieras, en el momento que vos quieras, ¿qué tiene la radio de especial, que todavía conserva su magia?
El otro día escuchaba, a raíz del fallecimiento de Cristina Morán, que ella decía que lo mágico de la radio es que no te exige que la mires, no tenés que estar pendiente como en la televisión o un libro. “La radio te acompaña”, era una consigna de Sarandí durante 20 años. Te acompaña: vas a la radio y prendés la radio, vas al baño y prendés la radio, salís a caminar con auriculares y ponés la radio. No es excluyente, podés hacer otras cosas mientras escuchás la radio. Y te permite imaginar todo. Eso es maravilloso.
¿Está bueno ser abuelo de Pedro, Mateo y Federica?
Divino… Pedro es el mayor, después vino Federica, que es la hija de mi hijo Miguel, que vive en Barcelona, y Mateo es el más chiquito. Son de las cosas más maravillosas. Yo fui padre biológico dos veces, más una que es de Marquinhos [el periodista Marcos Silva], que es un hijo de la vida. Pero el hecho de ser abuelo es una sensación maravillosa… Cuando tenés hijos es distinto, tenés otras responsabilidades. Como abuelo los disfrutás mucho más.
¿Sos feliz?
Cuando miro a mis nietos, sí. Es el momento que más disfruto y atesoro, cuando los veo jugando o me tiro en el piso a jugar con ellos. Es el momento de mayor felicidad.