Por The New York Times | Ed Shanahan
NUEVA YORK— Hace pocos días, Brittany Brown y sus amigos estaban terminando de cenar en un restaurante al aire libre en Chelsea cuando, con el rabillo del ojo, creyó ver algo moverse cerca del borde de su mesa.
Momentos después, creyó verlo de nuevo.
Luego hizo contacto visual con un hombre que estaba sentado cerca de ella, quien le confirmó lo que le preocupaba: una rata había estado sobre la mesa. Si eso no fuera suficientemente asqueroso, vio a otra rata escabullirse por el cobertizo del restaurante cuando iba saliendo del lugar.
“Es asqueroso y algo inquietante”, dijo Brown, una editora de textos que tiene cuatro años viviendo en Manhattan. No quiso nombrar el restaurante y exponerlo por lo que ella considera es un problema más generalizado.
“Es la ocasión en que peor he visto esta situación”, dijo.
Los roedores son una de las características permanentes de Nueva York. Pero por toda la ciudad se escucha lo mismo: están corriendo libres como nunca antes.
Hasta el miércoles 3 de noviembre se habían reportado más de 21.000 avistamientos de ratas al número 311, en comparación con 15.000 en el mismo período en 2019 (y cerca de 12.000 en 2014). La tasa de inspecciones sanitarias para descubrir “señales de ratas activas” casi se duplicó en el último año fiscal. También ha habido 15 casos este año —la mayor cantidad desde al menos 2006— de leptospirosis, que puede causar daños graves en el hígado y los riñones y que, en la ciudad, generalmente se transmite a través de la orina de las ratas, según las autoridades sanitarias. Uno de los casos fue letal.
Así que ahora hay que agregar una plaga de ratas a todo lo que Nueva York está enfrentando mientras intenta recuperarse de la pandemia de COVID-19. Según algunas mediciones, es posible que el problema haya mejorado un poco antes de que llegara el coronavirus. Pero desde entonces los roedores han regresado con fuerza, gracias a una confluencia de factores.
Las autoridades sanitarias insisten en que el aumento está principalmente en áreas que desde hace tiempo se sabe están infestadas. Según los expertos, exterminadores y funcionarios de la ciudad, el escenario de “tormenta perfecta pandémica” que explica este aumento se desarrolló así:
Cuando los restaurantes cerraron, las ratas tuvieron que salir a hurgar más. Al salir, se encontraron con alcantarillas y cestos de basuras en las esquinas congestionados con desperdicios, debido a los recortes presupuestarios del Departamento de Saneamiento del año pasado. Los vertidos ilegales aumentaron. Con la mayoría de las personas atrapadas en sus casas, los desechos residenciales también aumentaron.
Pocos meses después del cierre de la ciudad, las construcciones, que hace que las ratas salgan al exterior y que también habían sido detenidas como todo lo demás, regresaron con fuerza. Para poder sobrevivir, los restaurantes expandieron sus servicios al aire libre.
En el proceso, los inspectores que normalmente buscan evidencias de presencia de ratas fueron asignados a otros lugares, como sitios de vacunación masiva o restaurantes para asegurarse de que estuvieran solicitando pruebas de vacunación.
Un verano más húmedo de lo habitual, junto con otros impactos de un clima cálido que ha ayudado a las ratas a prosperar, agravó el problema, afirmaron los funcionarios de la salud. Para octubre, los animales, que se reproducen prolíficamente, habían alcanzado su pico de población anual en la ciudad, dijo Jason Munshi-South, profesor asociado de ciencias biológicas en la Universidad de Fordham.
Ahora, a medida que bajen las temperaturas, las ratas podrían no ser tan visibles. Pero resurgirán en masa en la primavera, listas para darse un banquete.
Cuando lo hagan, dicen los críticos, las terrazas de los restaurantes que se construyeron en las calles y ayudaron a salvar la industria serán potenciales zonas de alimentación. Los que están abandonados ya son corrales de roedores. Edward Grayson, comisionado de saneamiento, reconoció que las terrazas, especialmente las que cubren más allá de la acera, complican el trabajo del departamento y le generan más responsabilidades a los restaurantes, que Grayson espera que cumplan.
“No vas a ir a comer en un lugar repugnante”, dijo Grayson en una entrevista.
Los recortes presupuestarios del año pasado se han restablecido en gran medida, dijo Grayson, y el departamento “está haciendo todo lo posible por mantener las calles limpias”.
Pero Antonio Reynoso, un miembro del Concejo Municipal oriundo de Brooklyn que lidera el comité de saneamiento y es el presidente entrante del distrito, dijo que esos esfuerzos eran insuficientes.
“La ciudad se siente más sucia”, dijo Reynoso, cuya opinión es ampliamente compartida. Andy Linares, presidente del Centro de Control de Plagas Bug Off en el Alto Manhattan, dijo que sin duda las ratas se habían “vuelto más osadas en su búsqueda de alimento y refugio”. Describió haber visto a una aparecer debajo de un contenedor de basura y “pasear tranquilamente” por la calle antes de escabullirse por una rejilla de alcantarillado.
“Se atravesó a media calle”, dijo Linares, quien ha operado el negocio por 40 años. La iniciativa antiratas más reciente de Nueva York, un programa de 32 millones de dólares en 2017, se concentró en lo que según el alcalde Bill de Blasio eran las tres zonas más infestadas de la ciudad: el área Grand Concourse del Bronx; Bushwick y Bedford-Stuyvesant en Brooklyn; y una sección de Manhattan que abarca East Village, Lower East Side y Chinatown.
Gran parte del dinero se destinó a mejorar las condiciones de las viviendas públicas, y algunos datos sugieren que para 2019 el programa había alcanzado sus objetivos de reducir la actividad de ratas en esas zonas. Ahora, con este nuevo incremento de roedores, el futuro del programa no está claro.
Colocar hielo seco en las madrigueras es una de las formas en que la ciudad combate las ratas. Linares, el exterminador, dijo que los venenos, las cajas de cebo y otros dispositivos seguían siendo populares y que las ventas habían aumentado durante la pandemia (el sitio web The City reportó el mes pasado que, desde enero 2020, el veneno para ratas había matado al menos a seis aves que fueron encontradas en parques locales). En cuanto a las terrazas hechizas, Andrew Rigie, director ejecutivo de New York City Hospitality Alliance, un grupo comercial, dijo que la mayoría de los propietarios de restaurantes habían sido diligentes en mantener limpias las estructuras y estaban preparados para imponer estrictas medidas sanitarias en caso de que el servicio al aire libre se expandiera de forma permanente.
“Quizás esto sea el catalizador para que Nueva York cambie la manera en que gestiona la basura”, dijo.
Mientras tanto, Brown no puede olvidar que una rata la acompañó en su mesa durante una cena.
“Me hizo sentir que quizás no debería ir a comer al aire libre por un tiempo”, dijo.