Fotos: Javier Noceti
@javier.noceti
Daniel Radío (62) siempre está aprendiendo. Estaba “aprendiendo” en el Sistema Nacional de Cuidados cuando dejó su puesto, a los cuatro meses de haber asumido, para ir a la Junta Nacional de Drogas. Dice que Uruguay está “aprendiendo” el rol de ser punta de lanza en el debate contra el prohibicionismo de drogas, y que él no es feliz, porque está “aprendiendo”: “La felicidad es un aprendizaje, no un estado”, aclara.
Radío empezó a militar cuando no le crecía la barba y todavía no podía manejar. Se decantó por el Partido de Democracia Cristiana (PDC) por su admiración a Juan Pablo Terra, y de adulto se dio cuenta que él siempre había sido creyente y cristiano. Se recibió de médico, y en 2002, cuando Hugo Batalla volvió al Partido Colorado y Rafael Michelini decidió sumarse al Frente Amplió, con Pablo Mieres fundó el Partido Independiente.
En el piso 10 de Torre Ejecutiva, Radío dice que se siente cómodo en la Secretaría Nacional de Drogas como rector de políticas públicas sobre drogas. Que siente el respaldo del presidente, con quien está en sintonía en estos temas desde que ambos eran parlamentarios. Por eso, y aún sin haber escuchado la posición del presidente, hace unos días Radío salió a la prensa a decir que el artículo que pretendía que se revelara al Ministerio del Interior la dirección de los clubes canábicos y de los autocultivadores es “un error, una equivocación”. Y daba (sigue dando) por sentado que volará del articulado final. Confiesa que haber escuchado después a Lacalle Pou -opinó en el mismo sentido que él- fue un alivio.
Radio aclara que no es atribuible a José Mujica la paternidad de la idea de legalizar la marihuana. Mujica “se subió a una ola” que ya estaba creciendo, gracias a mucha discusión política y militancia de los movimientos sociales. A su juicio fue una “operación de marketing” que buscó dejarlo al frente la regulación estatal del cannabis, cuando no fue así.
El jerarca sostiene que aunque los que crecimos en el siglo XX estemos acostumbrados al prohibicionismo, éste es el “experimento”, no la norma en la historia de la humanidad, un experimento que “salió mal y hay que terminar”. De todos modos, opina, Uruguay no está en condiciones de pensar en desprohibir otras sustancias, no hasta que no haya un consenso más amplio de países en el continente. Sí, en cambio, debe ser punta de lanza para liderar el debate público contra el prohibicionismo.
-Es médico de profesión. ¿Siempre fue su vocación?
-Yo no creo en la vocación, creo que las vocaciones se construyen. En Uruguay nadie tiene vocación de ser astronauta. Se construyen y en una relación con el environment. Si me acuerdo, siendo niño, de ver a mi papá en el Hospital Maciel lavando el piso. Él empezó lavando el piso en el Maciel, y quizás eso lo asocié al hospital, no sé.
-¿Qué lo decidió a involucrarse en política?
-Eso siempre, fue como aprender a caminar. En casa vivíamos con mucha intensidad la política. Papá era comunista, nunca me votó. No me vio diputado porque falleció en 2009, unos meses antes de ser elegido diputado. Sentíamos la política con mucha intensidad. En el 71 yo tenía 12 años cuando la formación del Frente Amplio, y luego en el 73 cuando el golpe de Estado, tengo recuerdos muy vívidos de la angustia.
Yo empecé teniendo militancia gremial, fui delegado de clase en el liceo, y después milité en agrupaciones político-gremiales, tuve un pasaje por el FER-68 (Federación de Estudiantes Revolucionarios) en Secundaria. Cuando empecé a militar en política, mi primer contacto fue la Democracia Cristiana. Ya de niño tenía una admiración muy grande por Juan Pablo Terra. Cuando vino la dictadura, dejé todo y vinieron de nuevo del FER-68 y les dije que no iba a seguir militando (yo tenía 14 años, estaba en tercero de liceo). ¿Y por qué no vas a seguir militando?, me preguntó. “Porque tengo miedo”, le dije. Y era verdad, tenía miedo.
"En los 80 se dio todo un debate en la izquierda uruguaya, que era restauración vs. renovación. Los renovadores perdimos ese debate electoralmente. Pero ideológicamente lo ganamos, porque los restauradores dejaron de sostener lo que sostenían"
Cuando entré en la universidad había un compañero que me pasaba volantes y me quería convencer de apoyar a un Comité de Solidaridad con los Presos Políticos. Lo que hacíamos era pasar información, eventualmente recolectar alimentos para mandar para la cárcel y vender artesanías que los presos hacían en la cárcel. Y un día le comenté a este compañero que me había vinculado a ese comité que siempre me hubiera gustado militar en la Democracia Cristiana, por mi admiración a Terra. Y me dijo: “Yo conozco a alguien que está en la Democracia Cristiana”. Me llevó y empecé a militar en la Democracia Cristiana en 1979.
-Del 90 al 93 fue secretario general adjunto de la Juventud Demócrata Cristiana de América. ¿Es muy creyente?
-No lo era, ahora sí. Me convertí de adulto. Mi papá era marxista. El Partido Demócrata Cristiano (PDC) no era un partido confesional, o sea que mucha gente que participaba en el PDC eventualmente era cristiana, o no. Yo me convertí de adulto al cristianismo y al catolicismo. A mí me costó de adulto reconocer que era creyente, después asumí que siempre lo había sido. Después me costó asumir que era cristiano, y después católico. Yo tengo la concepción de que la religión es el paquete cultural en que uno envuelve la fe. Yo pensaba: “¿por qué tengo que cargar a la Iglesia Católica de todos mis problemas y culpas?” Porque yo no cumplo mucho los preceptos de la religión, soy medio díscolo en estas cosas. Lo digo con vergüenza. Después me di cuenta que tenía que asumirlo y hacerme cargo yo, pero sobre todo permitirle a la Iglesia de que se hiciera cargo de mi mochila.
-Fue fundador del Partido Independiente en 2002. ¿Por qué fundar el PI, cuando Rafael Michelini se va al FA y Hugo Batalla al Partido Colorado?
-Nosotros salimos de la Democracia
Cristiana para fundar el Nuevo Espacio, que era una coalición entre Democracia
Cristiana, PGP (Partido por el Gobierno del Pueblo) y la Unión Cívica. Cuando
(Hugo) Batalla se va con Sanguinetti, ahí tuvimos una gran discusión sobre qué
hacíamos como Democracia Cristiana. Perdimos la interna con (Rafael) Michelini,
entonces el PDC resolvió volver al Encuentro Progresista. Nosotros volvimos, yo
pasé las elecciones, y no me gustó. Fue la única vez que no milité con gusto.
Militaba contra mis tripas. Entonces, pasadas las elecciones, resolvimos con un
grupo de compañeros irnos del partido. Ahí nos fuimos al Nuevo Espacio (NE) con
Rafael Michelini, pero a poco de andar el NE, Michelini decide ir al Frente.
Ahí quedamos nosotros a la intemperie. Y resolvimos fundar el partido.
Había una línea de continuidad lógica
con lo que nosotros siempre habíamos sostenido. En los 80 se dio todo un debate
en la izquierda uruguaya, que era restauración vs. renovación. Esa era el gran
debate de la izquierda, a la interna del Frente, en la salida a la dictadura. Y
nosotros electoralmente ese debate los renovadores lo perdimos. Pero
ideológicamente lo ganamos, porque en realidad, las cosas que sostenían los
restauradores, las dejaron de sostener con el tiempo. Empezaron a sostener
algunas de las cosas que nosotros decíamos, pero sin conceder que era así. A mí
me parecía que había que ser persistente en la idea de la renovación, apostar a
cosas nuevas. En ese sentido, no teníamos espacio en los otros partidos;
entonces había que fundar un partido nuevo.
-El PI se define de centroizquierda, lo ha dicho Pablo Mieres en más de una oportunidad…
-No estoy seguro si es de centroizquierda, eh. Creo que es de izquierda, nomás. Eso refiere a anclajes históricos. ¿Ser de izquierda es estar a favor del Estado y ser de derecha es estar a favor de la propiedad privada? ¿O, en realidad, ser de izquierda es estar a favor de los cambios y de derecha es estar a favor del conservadurismo? ¿Ser de izquierda es estar a favor de liberalizar? Eso tiene que ver con un anclaje histórico, y con tu historia personal, o cómo te identificás con eso. Yo no sostengo más que los de izquierda son los solidarios y los de derecha son los egoístas. Eso ya no se sostiene.
-¿Qué hace un partido de izquierda, entonces, en una coalición con blancos, colorados y Cabildo Abierto?
"Un día unos se quejaban porque se suspendía las clases, y otro día los mismos se quejaban porque no volvían las clases. Habrá daño, porque esto no es inocuo, pero creo que el presidente Lacalle ha tenido una capacidad de conducción muy buena"
-Hacemos lo que hacemos. Acá me ves. Yo trabajo en la Secretaría de Drogas y pretendo tener que ver con la rectoría de drogas en este país, y trato de ser consecuente con las cosas que he sostenido históricamente en estas cuestiones. Te confieso que hace 15 años atrás, yo era subdirector de un centro de salud y cuando ganó el Frente, me sentí muy incómodo en mi trabajo. Sentí que aquella lógica de acomodo, de postergación y de no saber qué hacer conmigo, que era militante de otro partido político, todo eso no lo sentí con este gobierno. He sentido que me dan mi lugar, que respetan mi voz, cosa que antes no la sentía.
-Como médico, ¿qué opinión tiene sobre el manejo del gobierno contra la pandemia? Le pregunto porque Uruguay pasó de ser titulares en medios del mundo por su exitoso proceso y la apuesta a los científicos, a ser titulares en los mismos diarios por el alto número de contagios y muertes cada 100.000 habitantes y por su escaso gasto social. ¿Cómo lo ve?
-No te voy a contestar como médico, sino desde mi posición actual. Me parece que ha habido una actitud muy inteligente del gobierno. Vamos a esperar que pase la pandemia, pero creo que a la hora de hacer balances, tengo confianza que los resultados de Uruguay van a ser mejores que en otros lados. La pandemia genera daños, a todos les genera daños. Todos plantean estrategias distintas. Un día unos se quejaban porque se suspendía las clases, y otro día los mismos se quejaban porque no volvían las clases. Cuando pase todo habrá que hacer un balance. Indudablemente habrá daño, porque esto no es inocuo, pero creo que, sobre todo, el presidente Lacalle ha tenido una capacidad de conducción muy buena.
-Al frente del Sistema Nacional de Cuidados estuvo solo cuatro meses. Cuando se anunciaba su unificación con el Programa Nacional de Discapacidad, y se esperaba el plan nacional de Cuidados, se supo del cambio de autoridades y su pase a la Junta Nacional de Drogas. ¿Se quedó con ganas de hacer más allí?
-En realidad, el anuncio de que se fusionaba con Discapacidad fue después que yo salí. El mismo día, pero después que yo me había ido. Estando yo, nunca escuché hablar de esa fusión de programas. Vine para acá ante la insistencia del señor presidente. Yo estaba incómodo en el Sistema Nacional de Cuidados, como fue notorio, y no concordaba con las líneas generales de la política del Mides. El ministro (Pablo) Bartol era una persona muy bien intencionada y convencida de lo que estaba haciendo, pero teníamos diferencias… Yo no estaba cómodo con eso, y había decidido que me iba. Ante la insistencia del presidente, vine para acá. Estaba aprendiendo y estaba tratando de tener un abordaje conceptual del tema. Yo soy un convencido de la necesidad un Sistema de Cuidados en una sociedad, pero en ese aprendizaje tuve que irme de allí. Acá en este nuevo rol sé que estoy en sintonía con lo que piensa el presidente Lacalle, no de ahora, sino que veníamos hablando mucho cuando ambos estábamos en el Parlamento. Ya teníamos mucha sintonía.
-Es secretario general de la Secretaría Nacional de Drogas. ¿Qué opinión tenía de la legalización de la marihuana y su venta por parte del Estado -esta idea de Mujica en 2012- antes de asumir este cargo?
"La idea de legalizar el cannabis no es de Mujica. Adela Reta ya en la década del 70 reivindicaba el autocultivo. En el Parlamento ya estábamos discutiendo sobre proyectos concretos. Mujica lo que hizo fue treparse a la ola, fue una operación de marketing"
-(Se para y va a otro escritorio a buscar un bibliorato. Lo trae y busca una página, hasta que la encuentra). Lee Radío: 2 de setiembre de 2010, comisión de Adicciones del Parlamento, habla el diputado Daniel Radío: “A mí me parece, y a la luz de una reducida experiencia y en función de los diálogos que hemos mantenido -esto es versión taquigráfica de la comisión- que hay que correr el umbral de permisividad, el umbral de desprohibir. Hoy tenemos un movimiento social, fundamentalmente de jóvenes que tiende a trabajar en torno al autocultivo de marihuana. Más allá de que tengan razón o sentido al hacerlo, me parece que estamos en condiciones de dar un paso más adelante. Creo que la sociedad tiene que trabajar en eso. Tal vez esa no sea la tarea de esta comisión, pero en un debate nacional sobre drogas como el que tiene previsto la presidencia de la Cámara de Representantes, creo que llegó el momento de abordar la posibilidad de desprohibir la comercialización de la marihuana en el Uruguay”. Esto fue el 2 de setiembre de 2010. Había varios proyectos de legalización del autocultivo…
-Incluso el del entonces diputado Lacalle Pou…
-…que fue el que lo presentó primero. Veníamos avanzando en eso y generando consensos políticos importantes (no de un solo partido) y también sociales, hasta que apareció el proyecto del Ejecutivo de Mujica, que fue muy malo. El proyecto que envió era de artículo único, pedía que el Parlamento se apartara, porque el gobierno iba a decidir todo respecto al cannabis. Había un operativo de marketing en torno a eso, respecto a un debate que la sociedad venía madurando, y se venían generando consensos políticos y sociales más amplios que un solo partido. Ese proyecto rompió el consenso y terminó siendo el proyecto de un solo partido.
Reconozco que la bancada frentista fue bastante más seria que el Ejecutivo, y trabajó seriamente con el secretario de Drogas de la época (Julio Calzada), con quien me saco el sombrero. Trabajaron y terminaron haciendo una ley que confieso que fue un intento serio de abordar el tema, bastante más serio de lo que era el proyecto original del Ejecutivo.
-Usted ya estaba en contra del prohibicionismo…
-He sostenido que la humanidad ha convivido con las drogas y ha usado drogas con suerte diversa a lo largo de muchos milenios, y solamente hace algunas décadas se estableció la prohibición. O sea, la prohibición es el experimento, no el uso de drogas. Seguramente ha habido usos problemáticos a lo largo de toda la historia, pero nunca la catarata de problemas que tuvimos con el prohibicionismo. Más dolor, más muerte, más variedad de drogas, más despilfarro de guita y más poder para los narcotraficantes. Esto ha sido creciente, además. Al Capone se moriría de vergüenza si comparan sus ingresos con los de Rocco Morabito. El problema es que todos nosotros nacimos en este siglo, por lo tanto, nacimos con el prohibicionismo y nos parece lo natural. Pero es un experimento que la humanidad está haciendo, que salió muy mal y con el que hay que terminar.
-La mentada idea del ex presidente Mujica de legalizar la marihuana se explicaba, según él, para quitarle mercado al narcotráfico…
-La idea no es de Mujica. Adela Reta ya en la década del 70 reivindicaba el autocultivo. Y nosotros en el Parlamento ya estábamos discutiendo sobre proyectos concretos, íbamos en ese camino. Mujica lo que hizo fue treparse a la ola. Lo que hay es una operación de marketing tendiente a venderlo a Mujica como el generador de esta idea, y no fue así. Él se subió a una ola.
-Pero él como presidente argumentaba que al legalizar la marihuana y venderla el Estado se le quitaría mercado al narcotráfico. ¿Se logró? ¿Se le sacó una buena porción al narco?
-¿Cuál es el objetivo de desprohibir? (Me gusta más decir desprohibir que legalizar, porque la prohibición es lo artificial). Cuando hablamos de drogas hacemos referencia al “problema” de las drogas. ¿Y cuál es el problema de las drogas? ¿Es un problema de salud pública? ¿Es un problema de seguridad pública? ¿Es un problema vinculado al sistema financiero? ¿Es un problema de derechos humanos? ¿O es todo eso junto?
Yo creo que la droga no necesariamente es un problema, y cuando es un problema, es más de un problema, no solo uno. Toda la fundamentación del Ejecutivo, hasta la canallada de asociar el uso de la marihuana con el asesinato del pibe de La Pasiva (2012) todo era tendiente a decir: “Vamos a robarle mercado al narcotráfico”. Y vos ahora me preguntás si lo conseguimos. Bueno, para mí el objetivo no es ese, ese es un efecto secundario deseable de lo otro: es un tema de derechos. La gente tiene derecho a decidir. Una de las lógicas del “ay, qué mala que es la droga, que te come la cabeza y te hace daño” es que pretende proteger a un grupo de personas, que son usuarios problemáticos de drogas, y no lo logra. Definitivamente no lo logra. Pero para pretender proteger a ese pequeño grupo de usuarios problemáticos, nos afecta a todos, porque afecta el derecho de todas las demás personas.
"El delivery no es que vos estás en tu casa y en vez de pedir una pizza, te pidas un porro y te lo lleven. No digo eso. Estoy diciendo que el tipo que todos los meses va al club a buscar su cannabis, no vaya, sino que se lo lleven, para evitar su identificación"
Ahí debe estar puesto el foco: es un tema de derechos, y no de pelea contra el narcotráfico. Pero ya se puso el foco en quitarle mercado al narco. Lo que pasa es que la incidencia del cannabis en el narcotráfico es ínfima. Dentro de lo ínfimo, ¿impactó? Bueno, creo que un poco impactó. Modificó mucho, generó transformaciones. Lo que se consumía en Uruguay antes de la regulación del mercado era el prensado paraguayo, hoy el prensado paraguayo casi no se usa. Ya no lo eligen, no les gusta, y se redujo su precio, con lo cual dejó de ser negocio para los narcos traer prensado. Se ha hecho alarde de que hay cannabis uruguayo en Brasil, y es probable que sea cierto, porque es de buena calidad, y se paga mucho mejor (cinco veces lo que se paga acá). ¿Y por qué se paga 5 dólares en Brasil y acá un dólar? ¡Porque está prohibido! Y el prohibicionismo le cuida el mercado a los narcos.
-Hay un artículo en el proyecto de ley de Rendición de Cuentas, ahora a discusión en el Parlamento, que habilita al Ministerio del Interior a acceder a la dirección y ubicación de los autocultivadores y clubes canábicos registrados en el Ircca, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (una idea del extinto ministro Larrañaga, que continuó Heber). Usted ya ha dicho que este artículo es un error, una equivocación. ¿Por qué?
-Yo venía conversando con el ministro del Interior (Heber) y esa idea no estaba presente en nuestras charlas. ¿Por qué yo no daba las direcciones de los clubes canábicos? Porque la ley dice que la identidad de los usuarios es asunto protegido. Si yo doy la dirección de los autocultivadores, no protegí de ninguna manera su identidad. En el caso de los clubes es más opinable, porque los usuarios no viven en los clubes, entonces no necesariamente revelar la dirección de los clubes implica revelar la identidad. ¿Qué problema adicional tiene eso? Que la gente tiene que ir al club a buscar el cannabis, y solo pueden ir los usuarios registrados. Entonces, alcanza con pararse frente a la puerta de un club y sabés quiénes son los usuarios. Ergo, había que buscar algún artificio para no revelar la identidad, y eso es lo que veníamos conversando con el ministro del Interior, hasta que me encuentro con ese artículo que me sorprendió.
-Ha dicho que fue metido “de contrabando” ese artículo en la Rendición de Cuentas. ¿Quién lo metió ahí?
-Yo creo que es una rémora. Lo he dicho: es algún funcionario del ministerio que estaba ajeno a este debate que teníamos con el ministro. Hay una mirada prejuiciosa sobre el tema. La prensa estaba muy sorprendida con mi salida. Generé bastante revuelo, nunca me habían venido a buscar todos los canales juntos. Llegaron a preguntarme si yo estaba dispuesto a renunciar si no se quitaba ese artículo. Y yo dije que no estoy casado con los cargos, ya lo demostré. Y a lo que sostienen lo distinto que yo, ¿les preguntan eso también? Eso es porque tienen una mirada prejuiciosa, compraron el discurso de la izquierda tradicional de que el gobierno es liberticida. Yo confío en que este artículo va a desaparecer, lo van a quitar.
-En algún momento usted fue por el camino del delivery, de llevarle la marihuana a la casa de los consumidores. ¿Cómo sería eso?
-Está pensado para los clubes cannábicos y tiene que ver con esto que hablábamos: si yo tengo que evitar que identifiquen a los usuarios (a los que ya son usuarios), la manera fácil de saber quiénes son es pararse frente a la puerta del club y verlos llegar. Bueno, por eso pensé en que no tengan que ir. No a los consumidores nuevos, no es que vos estás en tu casa y en vez de pedir una pizza, te pidas un porro y te lo lleven. No digo eso. Estoy diciendo que el tipo que todos los meses va al club a buscar su cannabis, no vaya, sino que se lo lleven. De esa manera yo evito que el usuario tenga que ir al club, y puedo darle al Ministerio del Interior la dirección del club, Yo no tengo un tema de principios respecto a dar la dirección de los clubes, sí tengo la obligación de proteger la identidad de los usuarios.
-"Si yo creo que haciéndole la vida a cuadritos al mercado regulado voy a conseguir que la gente consuma menos, estoy equivocado", dijo usted en Desayunos Informales. Supongo que va por el lado de quitarle mercado al narcotráfico. Amplíeme esta idea.
-En Uruguay tenemos poco más de un cuarto de millón de personas usuarias de cannabis. Y en el mercado regulado tenemos 60.000. Hace poco se alarmaban porque decían “crece de manera inusitada los usuarios de mercado regulado de cannabis”. El dato, en realidad, es una buena noticia porque quiere decir que dejan de ir al narco. Pero tenemos margen para multiplicar por cuatro todavía para alcanzar al narcotráfico. Entonces, el hecho de pensar que yo los persigo, y les tranco el acceso al mercado regulado… ¿Creen que van a dejar de usar drogas? Las están usando y se van a ir a la boca. Traelos para acá, que compren acá. Si se van a la boca, yo no sé qué escrúpulos tienen ahí, que quizás les dicen: “Llevate ésta, que pega más”. Por lo tanto, yo prefiero que compren en el mercado regulado.
-¿No se está yendo atrás de la chiquita, poniendo el foco en el menudeo, mientras los grandes alijos de droga pasan por acá y siguen de largo a Europa?
-Al tráfico ilícito hay que combatirlo. Es mejor que combatamos a los grandes, pero no hay que permitir ninguno.
-Pero no se está pudiendo con el gran narcotráfico…
"Conceptualmente hay que desprohibir todas las drogas; en la práctica no, porque no tenemos posibilidad de hacer eso en un solo país. No hay posibilidades de que legalicemos otra sustancia en el Uruguay. Esas cosas no se hacen en un solo país"
-Bueno, a ver… desde nunca se está pudiendo. No es desde ahora, desde nunca se está pudiendo. En todo caso ahora se están haciendo incautaciones importantes, pero es una guerra. Es una guerra que vamos perdiendo, sí, pero no en Uruguay, no la están perdiendo los policías nuestros con la Glock, la van perdiendo los yanquis con las bazookas en Colombia y en México. No es un problema del gobierno actual ni del actual; es una guerra equivocada que nunca debimos haber establecido, entre otras cosas porque nos hace perder muchos recursos que podríamos estar utilizando para el tratamiento de personas con problemas de adicción.
-¿Hay que ir por el camino de la legalización de todas las drogas, dado que el prohibicionismo no dio resultado, como sostuvo Jorge Batlle hace 20 años?
-Conceptualmente sí; en la práctica no, porque no tenemos posibilidad de hacer eso en un solo país. Hasta donde yo puedo ver el horizonte, no hay posibilidades de que legalicemos otra sustancia en el Uruguay. Esas cosas no se hacen en un solo país.
-Pero si hubiera consenso en el Mercosur, por ejemplo, ¿legalizaría la cocaína, la heroína, el crack, la pasta base?
-Yo soy contrario al prohibicionismo. Lo que sí creo, más que andar desprohibiendo sustancias, es dar el debate en el mundo. Hay que dar el debate, hoy en el mundo occidental este rol lo lidera Canadá, y nosotros jugamos un papel importante, y estamos enfrentando las reacciones de los árabes, de los chinos y de los rusos, que por supuesto no quieren mover un ápice. Ese es nuestro rol.
Cuando llegué a la Secretaría Nacional de Drogas vine a jerarquizar el área de salud, me parecía muy importante eso. Y rengueo para ese lado, porque soy médico. Después me di cuenta que eso está bien y hay que hacerlo, pero accesoriamente, porque para eso está el SNIS. Lo que yo tengo que hacer es ser rector en políticas de drogas: es decir, participar en el debate público, y a través de los mecanismos que sean, promover un cambio cultural en torno a este tema.
-¿Qué drogas ha probado usted en su vida?
-Alcohol, hasta el día de hoy tomo, menos que antes, porque con esto del 0 alcohol en sangre, uno siempre tiene miedo a tener que salir de apuro. Pero cuando es muy tarde de noche, tomo vino o cerveza. En mi etapa universitaria fumaba (cigarrillos) Plymouth o Jazz. Y psicofármacos he tomado también. Marihuana nunca probé, quizás alguna vez de costado, pero nunca pité.
-¿Es feliz?
-La felicidad es un aprendizaje, no
es un estado. Es una cosa que uno aprende a lo largo de la vida. Yo estoy
aprendiendo.