Un artículo científico publicado la semana pasada en la revista Urulogy Case Reports llamó la atención no sólo a los especialistas de esa rama de la medicina, sino al público en general.
El estudio en cuestión analizó el caso de un adolescente británico, de apenas 15 años, que comprometió seriamente su salud al intentar medirse el pene de una manera muy extraña.
Si bien ese tipo de curiosidad es normal y entendible en la adolescencia, es igualmente esperable que se utilicen para la medición elementos adecuados e inofensivos. Una cinta métrica o una regla pueden servir perfectamente para ello.
Sin embargo, el protagonista de esta historia discurrió otro método: usó un cable USB del mismo modo que un marino empelaría un escandallo para medir la profundidad del mar. Así las cosas, metió el cable por el meato dispuesto a sondear las profundidades de su miembro viril... y luego no pudo quitarlo.
Asustado, tiró y forcejeó con el hilo, lo que empeoró la situación. Sufrió entonces una hemorragia que lo hizo ir a parar a un hospital.
Interrogado por los médicos, el menor dijo haber actuado por curiosidad, y aprovechó un momento en que no había ningún adulto cerca para impedirle cometer semejante dislate.
Por fortuna, los facultativos pudieron resolver el caso sin mayores consecuencias. Al día siguiente el joven estaba de regreso en su casa con una receta de antibióticos, algunos dolores y mucha vergüenza.
El estudio detalla que el chico no padece de ningún trastorno mental. Simplemente quiso sacarse una duda de una forma muy poco recomendable.