Jonathan Mastropierro sabía, según dijo, que en algún momento alguien relacionado al senador Gustavo Penadés podía reflotar sus antecedentes penales por estafas, delito por el que estuvo 20 meses preso en 2019. Por esto es que se presentó ante la militante nacionalista Romina Celeste Papasso como Mateo y no con su verdadero nombre. 

Lo que sí no se esperaba era que fuera el propio legislador, denunciado por explotación sexual, quien lo relacionara públicamente en Radio Universal con la “trama” que aduce en su defensa. Esto gatilló la denuncia por difamación e injurias que el joven veinteañero radicó el pasado miércoles ante el Ministerio Público. 

Mastropierro fue quien le envió a Papasso una serie de fotos y videos del parlamentario en moteles. La militante utilizó este material para publicar en sus redes sociales y, según ella, gracias a esto la denuncia pública tomó fuerza hasta que la Fiscalía decidió abrir una causa de oficio. 

El joven, que no supera los 24 años de edad, fue condenado en 2019 por cometer cinco delitos de estafa contra Unicef en Uruguay y una financiera local. Para llevar adelante los actos ilícitos, se hacía llamar “Jonathan Mastropierro Rockefeller”, a pesar de que su verdadero nombre es Jonathan Gabriel Mastropierro Olivera. 

La operativa criminal se basaba en que Mastropierro solicitaba servicios de empresas de remises y se hacía pasar por vicembajador juvenil de la ONU. Así era que el joven cargaba el costo de estos servicios a cuenta de dicha institución, pero una vez que las compañías contratadas pretendían cobrarlos, se daban cuenta de que habían sido víctimas de estafa. 

En el caso de la financiera, la Justicia pudo comprobar que el hombre realizó diferentes compras con números de tarjetas de crédito de clientes de dicha empresa, que eran obtenidos de forma fraudulenta. 

Mastropierro llamaba por teléfono a usuarios de la financiera, se hacía pasar por un empleado y conseguía los datos personales y el número de sus tarjetas de crédito con los que luego realizaba transacciones a su provecho. Las maniobras, según la investigación de aquel entonces, ascienden a los $33.500. 

“Inducir al error” 

Quienes se acercan a Mastropierro lo definen como una persona “extrovertida”, a tal punto que aquel que no lo conoce puede llamarlo “raro”. Más allá de esto, él define que la estafa “es un arte” para poder inducir a “un tercero al error”. 

Es más, cuenta que a los siete años encerró a toda su clase en un colegio de monjas de Lavalleja para saquear la cantina. En diálogo con Así nos va, agregó que cuando algo pasaba en ese centro de estudios, las maestras siempre lo señalaban a él como un posible culpable. 

A los 13 años, la operativa se tornó un poco más profesional, sobre todo porque Mastropierro cuenta con gran facilidad para la informática. De esta manera, copiaba la operativa de MercadoLibre y secuestraba datos que los usuarios escribían allí. De esta manera, se hizo de decenas de números de tarjetas de crédito, que luego utilizaba para comprar artículos personales.

Un tiempo más tarde, vendía diferentes cosas en Facebook, pero pedía que le dieran el dinero por adelantado y luego nunca entregaba el producto. Más allá de esto, que lo define como una “vida de delincuente de poca monta”, asegura que su mayor acto criminal fue la estafa a Unicef. 

—¿Por qué? 

—Porque era parte de algo más grande. De una organización. Caí yo, pero era uno de los eslabones de la cadena. 

De esa época dice tener “solo buenos recuerdos”. Ganaba “un sueldo de $ 85.000” y contrataba algunos lujos, como guardaespaldas, secretarias, ropa y muebles para poner en su apartamento que alquilaba en Cordón.