Por The New York Times | Roger Cohen
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en un discurso pronunciado el miércoles, que recordó lo fácil que puede extenderse la guerra en Ucrania, redobló su amenaza nuclear, acusó a Occidente de querer “destruir” su país y sugirió que los ucranianos son meros peones de la “maquinaria militar del Occidente colectivo”.
En un discurso grabado en video dirigido a la nación, admitió efectivamente que la guerra que inició el 24 de febrero no ha salido como deseaba. Al convocar a unos 300.000 reservistas para luchar en lo que denominó un frente de casi mil kilómetros, y abandonar el objetivo original de desmilitarizar y “desnazificar” toda Ucrania, reconoció algo que había negado sistemáticamente: la realidad y la creciente resistencia de una nación ucraniana unificada.
Pero Putin acorralado es Putin en su versión más peligrosa. Esa fue una de las principales lecciones de su dura juventud, que extrajo de la furiosa reacción de una rata a la que acorraló en una escalera de lo que entonces era Leningrado.
Su discurso invirtió una guerra de agresión contra un vecino en una de defensa de la “patria”, un tema que resuena entre los rusos, y advirtió a Occidente en términos inequívocos —“no estoy bromeando”— que el intento de debilitar o derrotar a Rusia podría provocar un cataclismo nuclear.
“Rusia ganó sus guerras defensivas contra Napoleón y Hitler, y lo más importante que hizo aquí Putin desde una perspectiva psicológica fue afirmar que esta también es una guerra defensiva”, dijo Michel Eltchaninoff, el autor francés de En la cabeza de Vladimir Putin. “Era una guerra agresiva. Ahora es la defensa del mundo ruso contra el intento occidental de desmembramiento”.
Ese “Russkiy Mir”, o mundo imaginado imbuido de una esencia rusa inalienable, aumentó de tamaño cuando Putin sugirió en el discurso que el arsenal nuclear del país podría utilizarse para defender las zonas del este y el sur de Ucrania capturadas desde el comienzo de la guerra.
Putin dijo que Rusia apoyaría los referéndums inminentes sobre el futuro de cuatro regiones de Ucrania. Este método, descrito esta semana por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, como “simulacro” de referéndums, fue utilizado en Crimea en 2014 para justificar la anexión rusa.
Parece probable que los referéndums de Donetsk y Luhansk, en el este, y de Jersón y Zaporiyia, en el sur —que Estados Unidos y los aliados occidentales han denunciado como “farsas electorales”— también conduzcan a la anexión rusa. En ese punto, un ataque ucraniano el próximo mes a la ciudad de Jersón en el sur, capturada por Rusia al comienzo de la guerra, podría, en opinión de Rusia, ser visto como un ataque a suelo ruso, lo que justificaría una réplica nuclear.
En la región de Jersón se está llevando a cabo una contraofensiva ucraniana, y altos funcionarios ucranianos han prometido recuperar la ciudad.
“Si la integridad territorial de nuestro país se ve amenazada, por supuesto que utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para defender a Rusia y a nuestro pueblo”, dijo Putin.
Sin embargo, su discurso, que por supuesto puede ser una jugada engañosa a pesar de que lo niegue, plantea a Occidente un dilema que ha sido inherente a su política desde el comienzo de la guerra: ¿hasta dónde puede llegar el intenso apoyo militar y logístico a Ucrania —todo lo que no sean tropas de la OTAN sobre el terreno— sin desencadenar una confrontación nuclear?
También fue un intento de dividir a Occidente antes de un invierno que promete ser duro, con la inflación y el aumento de los costos energéticos. Mientras que el gobierno de Joe Biden tiene poco interés aparente en la diplomacia en esta etapa, Francia, Alemania e Italia todavía buscan el “diálogo” con Rusia. Macron lo mencionó en su discurso del martes ante las Naciones Unidas, un diálogo juzgado necesario, dijo, porque “buscamos la paz”.
Roger Cohen es el jefe del buró en París del Times. Fue columnista de 2009 a 2020. Ha trabajado para el Times por más de 30 años y ha sido corresponsal y editor en el extranjero. Criado en Sudáfrica y Gran Bretaña, es un estadounidense naturalizado. @NYTimesCohen
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