Por The New York Times | Anton Troianovski
Russian Invasion of Ukraine (2022) Politics and Government Propaganda Law and Legislation Teachers and School Employees Youth Education (K-12) Teenagers and Adolescence Kadyrov, Ramzan Putin, Vladimir V Russia Las amplias transformaciones a la currícula pronto presentarán al presidente ruso como una figura histórica crucial y marcarán el fin de la apertura a Occidente.
A partir del primer grado, los estudiantes de toda Rusia pronto asistirán a clases semanales con películas de guerra y recorridos virtuales por Crimea. Recibirán una dosis constante de conferencias sobre temas como “la situación geopolítica” y “valores tradicionales”. Además de la ceremonia habitual de honores a la bandera, tendrán lecciones que celebran el “renacimiento” de Rusia con el presidente Vladimir Putin.
Y, según la legislación aprobada el jueves por Putin, todos los niños rusos serán alentados a unirse a un nuevo movimiento patriótico juvenil parecido a los “pioneritos” de pañuelo rojo de la Unión Soviética, que presidirá el mandatario.
Desde la caída de la Unión Soviética, el gobierno ruso no ha logrado impartir una ideología estatal a sus niños de edad escolar, le dijo hace poco a miles de profesores rusos Sergei Novikov, un alto burócrata del Kremlin, durante un taller en línea. Pero ahora, con la guerra en Ucrania, Putin ha dejado claro que eso tenía que cambiar, dijo.
“Necesitamos saber cómo contagiarlos con nuestra ideología”, dijo Novikov. “Nuestra labor ideológica está centrada en cambiar la conciencia”.
Mientras la guerra en Ucrania se acerca a la marca del quinto mes, las amplias ambiciones de los planes de Putin para el frente nacional van aclarándose: una reprogramación integral de la sociedad rusa para poner fin a 30 años de apertura a Occidente.
El Kremlin ya ha encarcelado o forzado al exilio a prácticamente todos los activistas que se pronuncian contra la guerra; ha criminalizado lo que quedaba del periodismo independiente; ha reprimido a los académicos, los blogueros e incluso a un jugador de hockey con inclinaciones sospechosas.
Pero estas ambiciones son más claras en la campaña del Kremlin para transformar el modo en que se educa a los niños en las 40.000 escuelas públicas de Rusia.
Las iniciativas nacionales de educación, que empiezan en septiembre, son parte del esfuerzo del gobierno ruso para adoctrinar a los niños con la versión militarista y antioccidental del patriotismo de Putin, lo que ilustra los alcances de su campaña para utilizar la guerra para movilizar más a la sociedad rusa y eliminar cualquier tipo de oposición en potencia.
Mientras algunos expertos dudan de que los grandiosos planes del Kremlin rindan frutos rápidamente, incluso antes del nuevo año escolar, la potencia de su propaganda para influenciar las mentes impresionables de los menores ya es evidente.
Por ejemplo, Irina, estudiante de noveno grado, dijo que una clase de computación en Moscú en marzo, por ejemplo, fue remplazada por la exhibición de un informe televisivo de los ucranianos que se rendían a las tropas rusas y una conferencia que explicaba que solo era confiable la información de fuentes rusas oficiales.
Pronto notó una transformación entre algunos amigos que inicialmente habían estado temerosos o confundidos por la guerra.
“De repente empezaron a repetir todo lo de la televisión”, dijo Irina en una entrevista telefónica junto a su madre, Lyubov Ten. “De repente empezaron a decir que todo esto era merecido, que tenía que pasar. No podían ni siquiera intentar explicármelo”.
Irina dijo que cuando desafió a sus amigos preguntándoles sobre los crímenes de guerra rusos en Bucha le respondieron: “Es pura propaganda”.
Ten y su esposo, impulsados en parte por su negativa a criar a sus hijos en un ambiente cada vez más militarizado, se mudaron a Polonia esta primavera.
También los maestros están notando un cambio. En la ciudad de Psok, cerca de la frontera con Estonia, una maestra de inglés, Irina Milyutina, dijo que los niños de su escuela al principio debatían enérgicamente si Rusia tenía o no razón al invadir Ucrania y a veces llegaban a los golpes.
Pero pronto se disiparon las voces disidentes. Los niños pintaban la letra z y la v —símbolos del apoyo a la guerra, por las marcas distintivas en el equipo ruso invasor— en pizarras, pupitres e incluso en los pisos.
Durante el receso, los estudiantes de quinto y sexto grado fingían ser soldados rusos, dijo Milyutina, “y a quienes no les caen muy bien los llaman ucranianos”.
“La propaganda cumplió su trabajo aquí”, dijo Milyutina, de 30 años, quien fue detenida en febrero por protestar contra la guerra, pero ha logrado mantener su trabajo de profesora.
En una entrevista telefónica explicó que las directrices del gobierno de tener varias clases con propaganda a favor de la guerra llegaron a su escuela en las semanas posteriores a la invasión.
Instituciones educativas de todo el país recibieron esas órdenes, según activistas e informes rusos de noticias. Daniil Ken, líder de un sindicato independiente de docentes, compartió con The New York Times algunas directrices que dijo que le habían dado algunos maestros.
En una clase, los estudiantes aprenden sobre “conflictos híbridos que se llevan a cabo contra Rusia”, con un reporte de la BBC sobre un ataque ruso en Ucrania y una declaración del presidente Volodímir Zelenski que se presentan como ejemplos de noticias “falsas” con la intención de sembrar discordia entre la sociedad rusa. Un examen rápido que acompaña la lección les enseña a los estudiantes a desconfiar de los activistas de oposición en sus comunidades.
Una pregunta de falso o verdadero en el ejercicio dice: “Una de las medidas eficaces en el conflicto híbrido es la promoción de agentes de influencia en la población local”.
La respuesta correcta es, por supuesto, “verdadero”.
El nuevo impulso representa la intensificación del esfuerzo de Putin para militarizar a la sociedad rusa, que se suma a los intentos ad hoc de las autoridades luego de la invasión para convencer a los jóvenes de que la guerra está justificada.
“El patriotismo debería ser el valor dominante de nuestro pueblo”, dijo otro alto funcionario del Kremlin, Aleksandr Kharichev, en el taller para docentes del mes pasado, organizado por el ministerio de Educación.
Su presentación definía al patriotismo sin matices: “Presteza a dar la propia vida por la Patria”.
Novikov, líder del directorio de “proyectos públicos” del Kremlin, dijo que con la invasión a Ucrania los maestros enfrentaban “una labor más bien urgente”: “realizar trabajos de explicación” para responder a las “preguntas difíciles” de los estudiantes.
“Aunque todo es más o menos controlable con los más pequeños, los estudiantes mayores reciben información de una gran variedad de canales”, dijo, reconociendo así los temores del gobierno de que internet cambie la percepción de los jóvenes. Una encuesta del mes pasado realizada por el Centro Levada, una organización independiente, reveló que 36 por ciento de los rusos de edades 18 a 24 años se oponían a la guerra en Ucrania, a diferencia de solo 20 por ciento de todos los adultos.
Previo al próximo año escolar, el Kremlin trabaja para codificar sus ambiciones educativas. Una propuesta de decreto publicada el mes pasado por el ministerio de Educación muestra que las dos décadas de Putin en el poder serán consagradas en la currícula escolar estándar como un momento histórico crucial, mientras que la enseñanza de la historia en sí se volverá más doctrinaria.
El decreto indica que las clases de historia rusa deberán incluir varios nuevos temas, como “el renacimiento de Rusia como gran potencia en el siglo XXI”, “la reunificación con Crimea” y “la operación militar especial en Ucrania”.
Y si bien los lineamientos educativos ya existentes en Rusia dicen que los estudiantes deben ser capaces de examinar “varias versiones de la historia”, la nueva propuesta consigna que deben aprender a “defender la verdad histórica” y a “descubrir las falsificaciones de la historia de la Patria”.
Los maestros, en tanto empleados gubernamentales, por lo general no tienen otra opción que acatar las nuevas exigencias, aunque ya hay señales de resistencia en las bases. Ken dijo que su sindicato, la Alianza de Maestros, ha brindado orientación legal a decenas de maestros que se han negado a impartir las clases de propaganda esta primavera y observó que la agitación política en las escuelas técnicamente es ilegal bajo la ley rusa. En algunos casos, dice, los directores simplemente han cancelado las sesiones, a sabiendas de que eran impopulares.
“Solo hay que tener la fuerza moral para no facilitar el mal”, dijo en una entrevista telefónica Sergei Chernyshov, quien opera una secundaria privada en la ciudad siberiana de Novosibirsk y se ha negado a promover la propaganda del gobierno. “Si no puedes protestar en su contra, al menos no los ayudes”.
Esa resistencia será mucho más difícil cuando llegue septiembre, pues las escuelas han recibido instrucciones de añadir una hora de clase todos los lunes para promover la versión de patriotismo del Kremlin. Para dichas clases, se contemplan invitados virtuales como Ramzán Kadírov, el cruel líder de la región de Chechenia, así como el patriarca Kirill I, líder de la Iglesia rusa ortodoxa, quien ha dicho que la invasión es una lucha virtuosa, según una de las presentaciones en el taller del mes pasado.
Para conmemorar el aniversario de la anexión de Crimea en marzo, los alumnos de primer a séptimo crado tomarán una “excursión virtual” por la península del mar Negro, según un calendario de las clases semanales difundido por el ministerio de Educación. En octubre, los estudiantes de quinto grado en adelante asistirán a una sesión que parece ser un intento de desalentar la migración; el título es: “La felicidad es ser feliz en casa”.
También a partir de septiembre se tiene previsto el nuevo movimiento juvenil del Kremlin, una idea que Putin apoyó en una reunión televisada de abril y que fue consagrada en la legislación que aprobó el jueves.
El legislador Arytom Metelev, quien fue uno de los que propusieron la legislación, dijo que la creación del nuevo movimiento juvenil llevaba tiempo en desarrollo pero que la medida se había vuelto más urgente debido a que la “guerra informativa” en internet de Occidente durante la lucha en Ucrania tenía como blanco a los jóvenes.
“Esto también habría aparecido sin la operación militar”, dijo en una entrevista telefónica Metelev, de 28 años e integrante del partido Rusia Unida de Putin. “Es solo que la operación militar y esas, digamos, acciones que se llevan a cabo en relación con nuestro país lo han acelerado”.
La infraestructura de propaganda de Moscú dirigida a los niños sigue siendo mucho más limitada de lo que lo fue en la era soviética, una época en la que las personas jóvenes activamente buscaban exportaciones culturales de contrabando procedentes de Occidente. Chernyshov, el director de escuela en Novosibirsk, cree que los intentos del Kremlin de vender su militarismo a los niños ahora también se enfrentará al sentido común de la mente juvenil.
“Un niño de 10 años es mucho más humanista que el ciudadano ruso típico”, dijo. “Simplemente es imposible explicarle a un niño con lenguaje sencillo por qué ahora, algunas personas están matando a otras”.
Alina Lobzina colaboró con la reportería.
Alina Lobzina colaboró con la reportería.