Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
El apartamento de Sergio Puglia (y su marido, Horacio Correa) en pleno Centro de Montevideo no se puede imaginar desde afuera. El living, de dimensiones amplias, cuenta con una pantalla de televisor que bien podría ser la de un mini cine. Alrededor del LED hay miles de CDs de música de distinto tipo. En las paredes hay cuadros de Carlos Páez Vilaró, Gastón Izaguirre, Victoria Rodríguez, Fito Sayago, y de otros tantos. En la sala del comedor perfectamente se podrían filmar los almuerzos de Puglia invita (de hecho, así fue durante 2020, cuando la pandemia). Más allá de los costos de cada adorno, todo es de un buen gusto envidiable.
Al costado del living, tras una puerta casi secreta, está el mayor orgullo del dueño de casa: a instancias de Daniela Bouret, Puglia bautizó esa pieza como “el pasillo de la democracia”. Ahí se acumulan estatuillas, trofeos, premios y diplomas que Puglia ha recibido como referente de la gastronomía y como comunicador a lo largo de cuatro décadas, y hay fotos de él con Mirtha Legrand, Susana Giménez, China Zorrilla, Moria Casán, hasta políticos de la talla de Luis Lacalle Herrera, Jorge Batlle, Julio Sanguinetti, José Mujica, Tabaré Vázquez, e incluso una foto del actual presidente, con la banda presidencial el día de su asunción, especialmente dedicada al matrimonio.
De vuelta en el living, Puglia se apresta a hablar de los intentos de censura y discriminación que sufrió en su vida, de cómo le ha costado convencer a los gobiernos de la importancia de darle valor a la gastronomía criolla como signo de identidad cultural, de su cruce con su compañero polemista Julio Ríos, y de su reciente ingreso a la Comisión de Cultura del Partido Nacional.
Puglia (73) dice que en este país no hay grieta, hay “un surquito” que aprovechan los no demócratas para sus discursos de odio. El tema lo provoca. Eleva el tono de voz y recuerda la persecución que siente que ha sufrido desde las pasadas elecciones a este momento.
Cuando explota, se quiebra en llanto, recordando una promesa que le hizo a su madre: “Yo volví a este país, después de haber vivido en Argentina y de haber estudiado en Europa, porque mi madre, en su lecho de muerte, me dijo que tenía que volver a devolverle al país lo que a ella le habían dado (se quiebra, visiblemente). Y yo le pregunté a mi madre: ‘¿Qué te dio este país?’. Y me contestó: ‘La posibilidad de educarte’. Yo cumplí la promesa y me vine. Mi madre no se murió en ese momento, vivió 20 años más. Y tuve que empezar de cero, contra todos. Yo me levantaba todos los días, me afeitaba y decía: ‘Conmigo no van a poder’, porque todos me señalaban como el puto de mierda que había que sacar de todos lados. Entonces, querido, a esta altura, a los 70 y pico de años, hago lo que se me canta. Y que digan lo que digan”.
“En Canal 5 mandaban cartas al directorio y le decían que ‘sacaran a ese maricón de la pantalla’. No te olvides que yo fui el primer hombre que cocinó frente a una pantalla de televisión. Yo me prometí que conmigo no iban a poder”.
En el Curioso de 2018 no te lo pregunté: ¿qué querías ser de niño cuando fueras grande?
Quería dos cosas: una, ser pianista, concertista; y, lo otro, ser abogado. Estudié piano, muchísimos años. Y después, hice la carrera [de Derecho] hasta la Procuración, y después no seguí porque sobrevino la dictadura, y sentí que estudiar Derecho en un país que iba a vivir de hecho no tenía sentido, porque no sabía bien qué es lo que estaba pasando. Me estaban persiguiendo dentro de Enseñanza Secundaria, donde yo trabajaba, por ser wilsonista (yo militaba en Por la Patria), así que renuncié a Secundaria, me fui a estudiar gastronomía, y mi carrera siguió por ese lado.
¿Chef o cocinero?
Cocinero. Chef es ser jefe. Yo llegué a ser jefe, pero el orgullo es ser cocinero.
Estudiaste en Europa y tu tesis fue sobre antropología gastronómica. ¿Te costó mucho que en Uruguay entendieran que la cocina y la comida de cada pueblo es un hecho cultural?
¿Cómo si me costó mucho, si todavía no lo entendieron? ¿De qué me estás hablando? Todavía no hemos podido construir, por un lado, desde la academia; y desde el patrimonio, no hemos podido construir una cocina patrimonial. Es decir, reconocer a la gastronomía como un hecho cultural y patrimonio intangible. El presidente anterior de la Comisión de Patrimonio, el arquitecto Nelson Inda, dijo que el primero que habló de la gastronomía como “patrimonio intangible” hace 40 años atrás fui yo, y que me llenaron la cara de dedos. Hoy reconocen que hay un patrimonio intangible, que forma parte del patrimonio cultural, pero no hemos podido lograr que se reconozca a la gastronomía como patrimonio intangible.
La gastronomía es la resultante de cómo se alimenta un pueblo, cuáles son las costumbres. Como no hay suficiente academia ni tenemos un background histórico como para justificar que nuestra gastronomía “desciende de”, directamente lo que hay que tomar es a la costumbre como fuente del hecho y a los hechos sociales e históricos. Nuestra cocina bajó de los barcos, no tenemos una cultura indígena profunda que nos haya marcado a fuego. Tenemos un territorio que significa que pertenecemos a la América de carne, junto con el sur de Brasil y con Argentina. Somos América de carne, el resto es América de maíz y frijol. De ahí en más hay trabajo de diferentes académicos que han estudiado las diferentes vertientes e influencias dentro de nuestro territorio: la cultura de frontera y cómo se come; la cultura del río y cómo se come; y la cultura de la capital, que es macrocefálica, y es donde está la presencia mayor de las corrientes migratorias. No nos podemos olvidar que Colonia es la célula reproductora y es la que mantiene las tradiciones de las corrientes migratorias, con Nueva Helvecia, el queso y las mermeladas.
Todo eso lo vengo diciendo hace 40 años, y todavía no logré que las autoridades pensaran en una política que permitiera al Uruguay tener un polo de atracción turístico a través de la gastronomía como un hecho cultural. Cuando me hablan del fenómeno de la cocina peruana, el fenómeno de la cocina mexicana o el fenómeno de la cocina chilena, ¡fueron políticas de Estado, no iniciativas privadas! O si fueron iniciativas privadas, como la de Gastón Acurio (NdeR: escritor, empresario y principal promotor de la gastronomía peruana), después recibió el respaldo de la autoridad y los dineros, para transformar esa propuesta en una política que llegara a lo que llegó. Así que: ¿si me costó mucho? Me sigue costando.
¿Y cuándo advertiste que tenías un interés por entrevistar, que tenías curiosidad y cierta vocación por la comunicación?
Ah, eso fue todo por casualidad. Yo vivía en Buenos Aires y trabajaba en la Asociación de Hoteles en Argentina, y un día me invitaron a dar una conferencia a la Universidad de Morón, y fui. Ahí empecé a notar que yo podía establecer un rapport con la audiencia. Cuando llegué a Montevideo yo me dediqué al mundo de la cocina. Me fui a Punta del Este y agarré el Ámsterdam, después el Tamarís, después vine y compré el restorán El Panorámico de Montevideo, y como consecuencia de eso y de ser amigo de Jorge Nelson Mullins, aparecí en Radio Sarandí para decirle a Mullins: “Necesito publicidad”. Hicimos un canje publicitario, y entonces, cada vez que yo hacía un festival gastronómico, llevaba a los cocineros invitados y ahí charlaba con [Jorge] Traverso y Ligia Almitrán.
Y un día llevé unos cocineros brasileros que no sabían una palabra en español, y empezó todo el asunto: yo empecé a hablar de la cocina antropológica, que era una cocina bahiana, la cuna del sincretismo religioso africano, empecé a hablar de eso, y Traverso quedó asombrado. Cuando terminó el programa, bajó Mullins y me dijo: “Sos un comunicador nato, tenés que hacer radio”. Yo le dije que no; seis meses me persiguió hasta que le dije que sí. Ahí empezó todo. Después apareció Sonia Breccia en mi vida, me invitó a hacer Los viajes y la gente, después hicimos Hoy por hoy, ahí salí del columnista para ser el entrevistador. Después, un amigo argentino, Miguel Brascó, poeta, escritor, el dueño de Cuisine & Vins, me dijo: “¿Por qué no hacés televisión gastronómica y utilizás a la gastronomía como columna vertebral?”. Y ahí surgió El club de la buena vida, que era una sección en la que yo participaba en la revista Cuisine & Vins. Él me prestó el nombre y ahí empecé en televisión. Empecé a entrevistar, a entrevistar, me tiré al agua y vi que resultaba.
Debiste vencer prejuicios. En Canal 5 y Radio Sarandí pedían tu despido por gay.
En Canal 5 mandaban cartas al directorio y le decían que “sacara a ese maricón de la pantalla”. No te olvides que yo fui el primer hombre que cocinó frente a una pantalla de televisión. Estaban acostumbrados a las grandes y maravillosas mujeres que fueron mis maestras y mis amigas. Puedo decir que Gori Salaverry de Reilly y Cordon Bleu fueron mis amigas. Cordon Bleu se despidió en mi programa, en Canal 5, contando su vida. En la radio también me persiguieron, mandaban cartas a los directores de la radio para que me sacaran. Yo tengo que reconocer el respaldo que la Dra. Adela Reta y Jorge Nelson Mullins me dieron.
“Los participantes y el televidente generan una empatía, el televidente desde su casa al enamorarse o empatizar con uno, compite junto a él. Y además de todo eso, demuestra que la gastronomía es mucho más”.
Hablando de homofobia, hace unos meses tu compañero de Polémica en el bar, Julio Ríos, dijo que eras “la Mirtha Legrand uruguaya” y te pusiste furioso. ¿Lo consideraste un comentario homofóbico?
Mirá, quiero aclarar un montón de cosas. A mí no me gusta —dentro de la intimidad y de amigos que tienen la misma elección de vida que yo— hablar en femenino. Porque, ¿qué significa homosexual? Enamorado de su propio sexo. Una persona toma una decisión en la cual vive sus relaciones afectivas y sexuales con alguien de su propio sexo. La tendencia a lo femenino no la tiene. Hay un sector dentro de la gente que toma voluntariamente la decisión que es la de la mimetización frente al sexo opuesto. Y, especialmente, aquellos que forman parte de la comunidad LGBT+, que sienten la necesidad de ser femeninos y toman esa decisión: respeto y aplaudo. Firmé la ley (de matrimonio igualitario).
Hay una división, hay un montón de estamentos dentro del mundo LGBT+ que me parece bien que existan y los respeto, pero a mí no me gusta que me traten en femenino, porque yo no me siento una mujer. Así que me pareció despectivo, pero además me estaba comparando con una mujer a la que yo quiero y admiro mucho, con la que tengo una relación fuerte de amistad, y la estaba ninguneando en el comentario. Además de hablarme a mí en femenino, me decía que yo “vivía en las nubes”, que era la Mirtha Legrand uruguaya, que vivía al pedo. Eso es lo que quiso decir. Ese conjunto de situaciones llevó a que me calentara y le dijera eso.
¿Aceptaste sus disculpas? ¿Quedó todo bien?
Está todo bien, porque tampoco voy a dar por el pito más de lo que el pito vale.
Masterchef, en Canal 10, ya lleva casi 9 ediciones. ¿A qué atribuís su éxito?
Masterchef tiene un montón de condicionantes, de argumentos, de columnas vertebrales, que lo hacen atractivo. Primero, pone a la gastronomía en un primer plano. Segundo, transforma a la gastronomía en algo competitivo y lúdico, natural en el ser humano. Tercero, los participantes amateurs y el televidente generan una empatía, el televidente desde su casa al enamorarse o empatizar con uno, compite junto a él. Y cuarto, además de todo eso, demuestra que la gastronomía es mucho más, porque el jurado tiene la obligación de ser didáctico y de expresar en las devoluciones y las propuestas, qué significa culturalmente cocinar y comer.
Yo me doy cuenta al ver a los participantes y a los televidentes, cuando frente a ellos aparece un bogavante, y el tipo en su perra vida consumió un bogavante. Y cuando aparece un kale y le decimos que lo queremos crocante, el tipo nunca había visto un kale. O cuando le decimos que tiene que pelar los langostinos, cómo los tiene que pelar, y después hacer un caldo, un fumet, para después hacer una salsa que acompañe esos langostinos, en su vida lo había hecho… El tipo está aprendiendo, pero está aprendiendo también el espectador. Y el amateur se transforma en un amateur conocido, entonces genera amores y rechazos. ¡Todo es un show televisivo! Con los famosos es más show todavía.
Cuando arrancamos con Masterchef los comentarios era que la televisión abierta estaba muriendo, por la aparición de las distintas aplicaciones. Que la gente miraba más las aplicaciones que la TV abierta. Masterchef fue el primer programa que volvió a juntar a la familia frente al televisor. Y, por otro lado, se engancharon los niños con este programa. Yo renové el público, ahora los chicos me reconocen.
“¡No me vengan con estupideces! Derecha, centroderecha, toda esa guarangada. Yo soy un demócrata y trabajé siempre en la democracia. Si me tengo que definir, porque a la gente le gustan las etiquetas, soy una persona de centro”
Has tenido unos cuántos encontronazos por apoyar a este Gobierno. ¿Te asumís de derecha o centroderecha?
¡Naaa, naaa, no me vengan con estupideces! “Derecha”, “centroderecha”, toda esa guarangada. ¡Por favor! Mirá, yo primero soy blanco, por tradición y convicción. Nací militando en la juventud del Partido Nacional, porque mis padres eran blancos, mis abuelos eran blancos, porque la madre de mi padre era una líder barrial a quien llamaban “La blanquilla de la Unión”. Tuve la suerte de estar ahí y que me enseñaran de política, servicio, democracia, gente como Eduardo Víctor Haedo y Daniel Fernández Crespo. Después, dentro del partido se generaron corrientes y ahí pasé por el Movimiento Por la Patria y el wilsonismo. Conocí a Carlos Julio Pereyra y trabajé con él, estuve al lado de Wilson hasta el momento en que se fue.
Yo soy un demócrata, y milito por eso, por la democracia. Militando en el Partido Nacional tengo la posibilidad de que la política se transforme en una herramienta para que la gente viva mejor. Esa historia de derecha, izquierda, extrema derecha o extrema izquierda…
No es nuevo, Sergio. ¡Viene de la Revolución francesa!
Sí, lo sé. Pero en algunas cosas está perimido: si yo miro los gobiernos progresistas, si hubieran sido fieles a la izquierda, no hubieran trabajado dentro de un sistema capitalista como lo hicieron. Hubieran hecho la verdadera revolución. Revolución que, en los hechos, demostró no ser eficiente: si miro a Rusia, si miro a Cuba, si miro a Venezuela o a Nicaragua, esas revoluciones no me sirven para nada porque son dictaduras de izquierda y populistas. Yo soy un demócrata y trabajé siempre en la democracia. Si me tengo que definir, porque a la gente le gustan las etiquetas, soy una persona de centro.
Acabás de aceptar una invitación de Beatriz Argimón para integrar formalmente el Partido Nacional e integrar la Comisión de Cultura de esta colectividad política. ¿Por qué?
Primero y antes que nada porque Beatriz forma parte de mi historia personal, es una amiga. Segundo, porque siempre me sentí un tipo libre, y a esta altura de mi vida puedo hacer lo que se me canta. Además, de la misma forma que los otros proclaman su militancia y nadie los critica, ¿yo por qué no lo puedo hacer? Soy un comunicador, un cocinero preguntón, ¿por qué no puedo asumir una invitación a integrar la Comisión de Cultura del partido, cuando he sido un articulador durante 40 años en los medios de comunicación entre los protagonistas de la cultura y de la política en la sociedad dándoles cámara y micrófono?
¿En qué va a consistir tu participación, que, por otra parte, es honoraria?
Gracias a Dios es honoraria, así no dicen que el partido al que voté me está manteniendo. Una de las cosas que necesita la política en general es generar masa crítica. La cultura es una herramienta: va por los vasos comunicantes nutriendo para que vos, al ser culto, seas libre, y si sos libre, puedas razonar y tener masa crítica. Lo que yo pienso que tiene que hacer la Comisión de Cultura del Partido Nacional es ingresar a estar presente en todas las vertientes culturales, no solamente con el Premio Manuel Oribe, sino haciendo acciones desde el punto de vista cultural que lleven a la formación de los distintos cuadros para que después haya gente con la sensibilidad y la cultura suficientes como para poder hacer acciones de gobierno.
Históricamente, la cultura ha sido asociada con la izquierda en este país…
Sí, cuando en la última campaña electoral la gente de izquierda dijo que “la cultura era de izquierda o no era cultura”, en ese momento Ruperto Long escribió una carta en la que invitó a firmar a distintos intelectuales y expresiones que no son de izquierda en el país, y yo firmé esa carta, apoyando la fórmula Lacalle Pou-Argimón. De ahí en más, me han querido matar, pero no han podido.
“A mí me hubiera gustado ser mosca en el Pacto del Club Naval. Espero que algún día Sanguinetti me pueda decir qué pactaron allí, porque capaz que, entre las cosas que pactaron, fue entregar esa porción: la cultura y la educación”.
¿Es solo un relato, entonces?
Mirá, nosotros (cuando digo “nosotros” digo los partidos históricos) de alguna forma fuimos entregando las diferentes herramientas, como son la Universidad de la República, hasta Primaria y Secundaria, a los militantes de izquierda, que hicieron un modelo; y la enseñanza que fundó [José Pedro] Varela se fue transformando, poco a poco, en una enseñanza donde, capaz que en los textos, aparecen como víctimas los que no fueron víctimas, o que lucharon por la democracia, cuando lucharon en contra la democracia, y empezaron a modificar un montón de conceptos. Pero nosotros lo permitimos, y si nosotros lo permitimos, ahora no tenemos derecho al pataleo.
A mí me hubiera gustado ser mosca en el Pacto del Club Naval, porque al general [Líber] Seregni, con quien tuve una relación de amistad, siempre le pregunté: “¿Qué fue lo que negociaron en el Club Naval?”, y al Dr. Julio María Sanguinetti, a quien quiero como si fuera un padre, y con quien tengo una relación afectiva muy fuerte, le pregunté lo mismo. Espero que algún día me pueda decir qué pactaron allí, porque capaz que, entre las cosas que pactaron, fue entregar esa porción: la cultura y la educación.
Al identificarte claramente con un partido, ahora te van a pegar más desde la vereda de enfrente. Me da la impresión que no te importa lo que digan, que te resbala…
No me importa. No me importa, ¿sabés por qué? Porque soy fiel a mí mismo, y, además de eso, porque de la misma forma que yo tengo derecho a decir todo lo que estoy diciendo, ellos lo hacen sin ningún problema, y yo los respeto. El domingo en Polémica en el bar estuvo Christian Di Candia, y él decía que a través de la fundación [Líber Seregni] van a hacer un montón de cursos para la formación de cuadros políticos, que manejen la información histórica (cómo se fundó el Frente Amplio, lo que pasó con el FA, sus 15 años de gobierno). Y entre medio de eso, yo le dije: “Me parece perfecto, pero es importante formar cuadros con masa crítica: saber dónde estaban las cosas, por qué sucedieron las cosas, cómo se hicieron y reconocer cuáles son las falencias”.
¿Por qué la gente me mata porque yo milite en el Partido Nacional? Nunca me lo imaginé. Tampoco me imaginé que yo tuviera una penetración tan grande en nuestra sociedad como para que digan: “¡Disparen sobre el pianista! ¡Disparen sobre Puglia!”. Dejémonos de joder… Yo tengo el mismo derecho que tiene todo militante, sea del partido que sea, de decir las cosas por su nombre. Capaz que me equivoco, capaz que digo cosas que no las tendría que decir, pero como no soy políticamente correcto, me tuve que bancar la primera salida del closet, que fue la de mi elección sexual, [la tuve que reprimir] durante muchos años porque todo el mundo me mataba. Hasta que a los 60 y pico de años tuve la valentía de decir: “Me caso, y me caso con un hombre”. Me empezaron a pegar porque yo me casé, y el día de mi casamiento estaba el actual presidente de la República, que no había votado la ley [de matrimonio igualitario]. ¡Y a mí qué me importa! La ley no es del Frente Amplio, es para todos los uruguayos, ¿o es solo para los frentistas?
Es un marco legal que logró la militancia LGBT+, logró que un gobierno con sensibilidad les reconociera los derechos. ¿Yo por qué no voy a aprovechar un marco de derechos? Además, yo milité, yo trabajé, yo hice posible, les di micrófono y un montón de cosas que es generación de conceptos en una sociedad que estaba dividida. Yo soy amigo del presidente de la República, independientemente de que haya votado o no haya votado la ley. Y logré que este presidente dijera en mi propio programa que si hoy estuviera a votación esa ley, la votaría, porque está arrepentido de no haberla votado.
También me lo dijo a mí, en entrevista para revista Noticias, en 2019…
¡A mí no me pueden cobrar peaje y decirme que me casé gracias al Frente Amplio! Pero por favor…
“Yo me levantaba todos los días, me afeitaba y decía: ‘Conmigo no van a poder’, porque todos me señalaban como el puto de mierda que había que sacar de todos lados. Entonces, a esta altura, a los 70 y pico de años, hago lo que se me canta”.
¿Sos de los que ve una grieta en la sociedad uruguaya?
Si bien no hay grieta, hay un surquito, y el surquito lo abonan un montón de hackers, y de gente que trabaja para los de arriba. Y los de arriba se golpean el pecho hablando de la democracia, cuando deberían dar el ejemplo de construcción democrática. Es una obligación de la clase dirigente decirles a los militantes que tienen que construir ciudadanía, no destruir. Yo tengo nueve bullying cibernéticos. Además, me desearon la muerte… y que me digan las cosas que me han dicho, desde el año 2019 a la fecha… Yo tengo el cuero muy duro, pero no es la sociedad en la que yo me eduqué.
Yo volví a este país, después de haber vivido en Argentina y de haber estudiado en Europa, porque mi madre, en su lecho de muerte, me dijo que tenía que volver a devolverle al país lo que a ella le habían dado (se quiebra, visiblemente). Y yo le pregunté a mi madre: “¿Qué te dio este país?”. Y me contestó: “La posibilidad de educarte”. Y yo cumplí la promesa y me vine. Mi madre no se murió en ese momento, vivió 20 años más. Y tuve que empezar de cero, contra todos. Yo me levantaba todos los días, me afeitaba y decía: “Conmigo no van a poder”, porque todos me señalaban como el puto de mierda que había que sacar de todos lados. Entonces, querido, a esta altura, a los 70 y pico de años, hago lo que se me canta. Y que digan lo que digan.
¿Y vas a seguir metido en la política, después de este primer paso?
No tengo la menor idea. ¿Por qué llegué a esta Comisión de Cultura? Un montón de gente me empezó a llamar para que yo militara políticamente, que de una vez por todas empezara a hacer política. Siempre estuve detrás de bambalinas, siempre estuve detrás, pero no estaba en primera fila. Yo no sabía si asumir ese compromiso o no. Me invitó [Jorge] Gandini, me invitó Álvaro [Delgado], y así varias fracciones dentro del Partido Nacional. Cuando me cursaron la última invitación estaba el presidente del partido enfrente [Pablo Iturralde] y él dijo: “Yo creo que Puglia es un hombre del partido, no de una fracción”. Y yo me quedé pensando… Y llamé a una persona para que me aconsejara, y me dijo: “Yo estoy de acuerdo con eso”. Entonces, cuando me llamaron para que trabajara en la Comisión de Cultura del partido me pareció el momento ideal para hacerlo. Así dejé de lado la militancia de un sector, para pasar a estar bajo la sombrilla de todo el partido.
¿Cuál es el principal problema que enfrenta este Gobierno?
Un gran problema es la transformación educativa. Cuando asumió Tabaré por primera vez habló de la reforma de la educación y de la reforma del Estado como “la madre de todas las reformas”. No pudo hacer absolutamente nada. [José] Mujica asumió diciendo “educación, educación, educación” y se fue diciendo: “No me dejaron hacer nada”. Después, Tabaré, en el último período, hasta llegó a declarar la esencialidad de la enseñanza, y generó en su propio partido que casi lo mataran. Y bueno… ¿Cuál es el palo en la rueda que por algo no se puede hacer la reforma educativa? Los gremios. Dicen que esta reforma se hace de espaldas a los estudiantes y a los docentes, pero justamente los estudiantes y los docentes han sido el palo en la rueda durante los gobiernos progresistas. También tiene un costo político muy alto, pero hay que llevarla adelante. La enseñanza ha perdido lo atractivo y lo bueno que tenía en mi época, y los que más sufren son los quintiles más pobres. Esa gente que está desertando, y al hacerlo, después no tiene dónde encontrar trabajo.
También pasa que, durante muchos años, durante décadas, la familia, que es la primera célula reproductiva del asunto, ha perdido la visión de la importancia de la instrucción y la cultura para insertarse en la sociedad. Entonces, si tus padres no te incitan a estudiar, porque ellos no fueron incitados, y así sucesivamente, hace tres generaciones que la gente ve que la enseñanza no es atractiva y que no le da ninguna herramienta. No te olvides que las grandes inversiones que los gobiernos progresistas y el actual trata de atraer al país cuando necesitan personal especializado lo traen de afuera porque Uruguay no tiene personal preparado para ello. Así que, ¿hay que hacerla o no hay que hacerla?
Hace unos días fue detenido y cayó preso Alejandro Astesiano, quien era el principal custodio del presidente Lacalle Pou. Tenía un delito continuado por estafa de 2013, cuando el presidente había dicho que no tenía antecedentes. Tenía indagaciones por más de 20 delitos. Y se presume que formaba parte de una red que falsificaba pasaportes. ¿Pensás que el presidente no fue alertado debidamente? ¿Que le ocultaron información sobre quién era su principal custodio?
El tema no me involucra como militante del partido, sino que me involucra como ciudadano. La opinión que me merece lo que está sucediendo es que gracias a Dios tenemos un presidente que no se escondió, él no tiene ninguna culpa, no lo podemos hacer responsable por los actos de una persona en la que él confió. Y como es costumbre, se presentó y dio las aclaraciones correspondientes, te pueden gustar o no, pero las hizo. Por otro lado, como dice el intendente [Yamandú] Orsi, esto nos involucra a todos, al sistema, a los distintos problemas que está viviendo el país. Pero me da mucha tranquilidad saber que los Poderes de este país están separados, que ninguno interfiere en el otro, que no hay influencia, y que la Justicia actuó con la independencia que corresponde. Y va a seguir investigando, hasta el hueso. Transparencia total. Tampoco podemos elevar la categoría de Astesiano, porque no es un ministro, ni tenía poder político, él manejaba la guardia personal del presidente, y los delitos que cometió, tiene que pagar por ellos.
¿De qué forma cambió tu vida desde que estás casado con Horacio Correa?
Me dio tranquilidad, me dio paz, me dio seguridad. Horacio es mi socio, mi compañero, es un constructor. Todo esto que vos ves (mira alrededor, en su inmenso living) es Horacio. Es la administración de Horacio, el trabajo de Horacio. Yo tenia una oficina con seis empleados, hoy somos Horacio y yo. Y todo lo que fuimos obteniendo del primer departamento, del segundo en Pocitos, a este (en el centro), a la chacra, a los emprendimientos, está la administración y la visión comercial de él, y está el trabajo en conjunto. Dejé de tirar la carreta solo, la carreta ahora lo tiran dos bueyes. Y me dio lo que yo no tenía: yo soy Acuario, con ascendente en Tauro, y él es Tauro, con ascendente en Acuario. La casa, el trabajo, y soñar.
¿En algún momento de tu vida deseaste tener hijos?
No. Yo no me siento capacitado para asumir la responsabilidad para traer al mundo a un niño. Es en defensa del propio niño. En una sociedad con los graves problemas que tiene de aceptación a la diversidad, imaginate un hijo de Sergio Puglia y Horacio Correa yendo a la escuela. Pobre niño.
¿Sos feliz?
Muy.