El incendio de un edificio en la provincia de Xinjiang desató una ola de protestas contra las confinamientos en China, pero pocos saben que las víctimas eran familias uigures separadas por la represión de Pekín.
El 24 de noviembre, diez personas murieron en el incendio de un edificio en Urumqi, la capital de esa región situada en el noroeste del país. Muchos atribuyeron ese trágico balance al riguroso confinamiento sanitario, que entorpeció las labores de los rescatistas.
La tragedia generó un estallido de furia en Urumqi y desató una ola de protestas en varias ciudades del país en contra de la política “Covid cero”. En diciembre, China suavizó sus medidas anticovid.
Para los manifestantes, las víctimas del incendio fueron mártires de la política sanitaria. Pero los familiares de las víctimas con los que habló AFP consideran el incendio como una tragedia más en contra de su comunidad, duramente reprimida.
Abdulhafiz Maimaitimin, un uigur que salió de China en 2016 y vive actualmente en Suiza, perdió a su tía Qemernisahan Abdurahman en el incendio. Ella también perdió a cuatro de sus hijos.
Abdulhafiz no sabe con exactitud donde están los otros miembros de su familia. Las autoridades chinas detuvieron al marido y el hijo de Qemernisahan Abdurahman, así como el padre de Abdulhafiz, en 2016 y 2017.
Su familia cree que fueron trasladados a un centro de de detención. China es acusada de internar a más de un millón de uigures y miembros de otros grupos étnicos musulmanes.
“Mi tía esperó muchos años que [sus familiares] sean liberados, pero murió antes de poder volver a verlos”, lamenta Adbulhafiz, de 27 años.
Puertas bloqueadas
Un reciente informe de Naciones Unidas consideró que las acusaciones de tortura en esos centros eran “creíbles” y que estas detenciones podían constituir "crímenes contra la humanidad”.
Pekín defiende que se trata de “centros de formación” y que se crearon para luchar contra el extremismo religioso tras años de sangrientos atentados atribuidos a activistas uigures.
El barrio uigur de Urumqi, donde tuvo lugar el incendio, estaba aparentemente bajo un protocolo de confinamiento desde agosto.
“Si el marido y el hijo de mi tía hubieran estado, talvez habrían podido usar su fuerza para salvar a todo el mundo”, señala Abdulhafiz. “Pero talvez no, porque la puerta estaba bloqueada desde el exterior”, añadió.
Otros familiares y residentes del edificio afirmaron que las vallas colocadas por las autoridades para luchar contra el covid entorpecieron los rescates. El gobierno rechazó estas acusaciones.
Memmetli Abbas, un uigur que vive ahora en Turquía, contó que su hija y su nieta pudieron salvarse únicamente porque pidieron a un agente que las dejara salir.
Poco después, fueron “interrogadas respecto al incendio”, asegura a AFP. Desconoce donde están ahora.
Pero para la familia de Memmetli, las desgracias empezaron mucho antes de este drama.
Su hijo mayor está en prisión desde 2017 y su sobrino fue enviado a un campo de detención el mismo año.
“No sé por qué está detenido. Pero creo que es porque es uigur y musulmán”, dice.
¡Somos todos del Xinjiang!
El incendio provocó el enfado de la población en todo el país. En Shanghái, los manifestantes se reunieron en la calle Urumqi y en Pekín gritaron “¡Somos todos del Xinjiang!”.
Pero según los expertos, las manifestaciones fueron impulsadas por el enojo acumulado de la política “Covid cero” más que por solidaridad con los uigures.
“Fue un intento para evitar que les sucediera [un desastre] más tarde, más que una muestra de empatía o comprensión hacia los uigures”, señaló David Tobin, de la Universidad británica de Sheffield.
Jevlan Shirmemmet, un activista uigur que vive en Turquía, resaltó que la comunidad uigur no se había manifestado.
“En su opinión, ¿por qué ningún uigur participó en las manifestaciones en Urumqi? Porque no pueden salir. O tienen demasiado miedo o [saben] que serán considerados terroristas si lo hacen”, afirmó.
En las manifestaciones organizadas en el extranjero tampoco hubo una toma de conciencia alrededor de la realidad vivida en Xinjiang.
En Londres, la activista Rahima Mahmut desplegó una bandera que pedía la independencia de Xinjiang. Muchos participantes “no sabían que las víctimas eran uigures", contó.
AFP.
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