Un hombre de 25 años fue arrestado el pasado viernes en la ciudad de Barcelona luego de cometer un asalto a mano armada, crimen al que cabría sumar un “agravante de estupidez” si semejante figura estuviera contemplada en los códigos penales.

Según informara la policía catalana, un hombre se presentó en un comercio en el distrito de El Ensanche de la ciudad de Barcelona y amenazó con un cuchillo al personal. De ese modo logró alzarse con un botín de 700 euros y una botella de crema irlandesa, bienes que se llevó sin que nadie interfiriera.

Sin embargo, ya se sabe que no hay crimen perfecto: el ladrón dejó su celular en la tienda, y a ese error garrafal le sumó otro. De acuerdo con el reporte policial, los agentes que arribaron al comercio incautaron el aparato y, en el momento mismo en el que procedían a guardarlo, comenzó a sonar.

Uno de los uniformados atendió la llamada y comprobó con asombro que al otro lado de la línea estaba el asaltante, quien usaba otro teléfono para intentar recuperar el suyo. El policía fingió entonces ser un simple ciudadano que se había encontrado el teléfono y se mostró dispuesto a devolverlo cuanto antes a su propietario. Pactaron entonces un encuentro, en el que el ladrón descubrió la amarga verdad y terminó esposado.

De acuerdo con el informe, el “operativo teléfono” dio un resultado perfecto: el maleante se presentó con la misma indumentaria que en el robo y llevaba encima el cuchillo, los 700 euros robados y la botella de licor sin abrir, de modo que todo lo sustraído pudo devolverse al comercio sin dilaciones.

En cuanto al asaltante, se mantuvo en reserva su identidad y se reportó que carecía de antecedentes.