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Peirano y la “negación” del periodismo: “Tenés que ir al tercer párrafo para ver qué pasa”

La fundación de “El Observador”, el Caso Peirano, abandonar el papel, la venta del diario y los sacrificios del Opus Dei.

16.07.2024 10:18

Lectura: 21'

2024-07-16T10:18:00-03:00
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Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Ricardo Peirano (70) es un hombre de perfil bajo. No es una cara conocida, hay poca información personal suya disponible en internet y prefiere eludir las luminarias. Cuando camina por la calle, nadie lo reconoce. Es más: a juzgar por el semblante de su rostro, perfectamente podría ser funcionario bancario o administrativo de oficina. Sin embargo, es un hombre poderoso que se hizo a sí mismo y continúa presidiendo Ceres, un think tank muy respetado.

Peirano se recibió de abogado, estudió un MBA en España y, al volver, como “algo tenía que hacer”, empezó a colaborar con el fundador de Búsqueda. A cambio de recortar noticias que le resultaran interesantes, Ramón Díaz le enseñaba economía por las noches. Fue aprendiendo de periodismo y de negocios y, a sabiendas de que el panorama nacional necesitaba un medio que no se identificara con ninguna tribuna, en 1991 fundó El Observador Económico con una declaración de principios innegociable. El medio se apegó ideológicamente a la Iglesia Católica, pero por eso mismo tuvo varios dolores de cabeza cuando se discutió la legalización del aborto.

Fueron bastantes más las cefaleas tras la crisis de 2002. Ricardo, primo de Jorge, José y Dante Peirano Basso, debió contestarle al entonces presidente José Mujica, cuando este habló del “diario de los Peirano”. De eso, de documentos similares a Panamá Papers (con su nombre en una lista), de abandonar el diario papel, de vender las acciones a inversores argentinos y del periodismo que se hace hoy (con títulos con forma de adivinanza) hablamos en esta charla.

Numerario del Opus Dei, Peirano también explicó por qué no se casó nunca ni tiene hijos, contó que dedica su vida a formar espiritualmente a otros y confesó para qué utiliza el cilicio.

¿Qué quería ser de niño cuando fuera grande? 

Abogado, como mi padre. Era la referencia que tenía.

¿En qué momento de su vida advirtió que le gustaban los negocios y que podía convertirse en empresario? 

Yo estudié abogacía en Argentina. Después de ahí me fui a hacer un Máster de Administración de Empresas [MBA] al IESE [Instituto de Estudios Superiores de la Empresa] de Barcelona. Yo ahí ya tenía muy metido el bichito periodístico, por una razón. Primero, en toda mi infancia, como en la mayoría de las casas, se compraban dos diarios, uno de mañana y otro de tarde. Había abundancia de diarios. 

Cuando empecé la carrera acá de Derecho en Uruguay, hubo una huelga universitaria y se cerró ese año. Hubo dos meses de clase y después huelga. Y justo estaba arrancando Búsqueda, en un formato muy chiquito y muy artesanal. Y entonces mi padre dijo: “No te podés quedar sin hacer nada”, y le pidió a Ramón Díaz que me diera algún trabajo. Y el trabajo que me dio era leer todos los diarios y recortar aquello que me pareciera más interesante, o recortar lo más importante de algunas notas para que después él pudiera tomar y escribir.

Algo así como productor periodístico.

Sí, pero era agarrar un papel, cortar el diario con una tijera, y pegarlo en hojas. Yo tenía 18 años, o sea que mucho criterio periodístico tampoco tenía. Y a cambio de eso, Ramón Díaz me daba clases de economía en su casa por la noche. Me daba libros, y me decía: “Leé esto”... Y, bueno, me quedó ese bicho periodístico y me fui a Buenos Aires. Allí conecté por un amigo con Mariano Grondona, que tuvo varias publicaciones. Entonces, una vez le mandé un artículo y me publicó, luego me publicó como dos o tres artículos. Y era que te publicara un tipo que no me conocía y era muy valorado por la gente.

“La idea básica a la hora de fundar Ceres era poder contribuir con investigación seria, responsable, a la construcción de las políticas públicas, en ese momento”

Después me fui a hacer el MBA a España, y desde allá le mandé algo a Grondona, le mandé algo a Ramón Díaz para Búsqueda, que ya estaba en el formato que había hecho [Danilo] Arbilla. Y, bueno, ahí estaba en España, vi más todo lo que era la prensa europea y me atrajo mucho más ese periodismo. Si bien con línea ideológica, eran medios más independientes, ¿no? Y eso me quedó, me quedó. 

Y volvió a Uruguay, a trabajar ¿de qué?

Me vine y al principio no había nada. Luego me metí en algún negocio familiar, en un tipo de directorio, un tipo de cosa, estuve navegando en cosas empresariales. Estuve en Acsa, que era una administradora de muebles, estuve en Cot, y de a poco fui coqueteando con eso de ser empresario.

En noviembre de 1985 fundó Ceres [Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social], una institución que todavía preside, aunque la cara más visible sea la de su director ejecutivo Ignacio Munyo (antes Ernesto Talvi o Végh Villegas). ¿Qué expectativas tenía con la fundación de Ceres en la salida democrática? ¿Qué buscaba?

La idea básica era poder contribuir con investigación seria, responsable, a la construcción de las políticas públicas. Y en ese momento el primer director fue Edgardo Favaro, que después se fue a Estados Unidos y trabajó en el Fondo Monetario Internacional; tuvo a Claudio Sapelli, a Jorge Roldós, a Gastón Labadie, gente muy valiosa en todo ese período. Y la idea básica era eso, dijimos: “Vamos a hacer investigación para contribuir a la formación de las políticas públicas”.

El Observador Económico —así se llamaba en sus inicios— nació en 1991, y en su primer editorial usted decía que “salía a la calle sin ataduras ni compromisos con nadie, excepto con la verdad”. Suena muy romántico e idealista, es toda una declaración de principios. ¿Cree que lo logró?

Sí, siempre es una tendencia, pero la idea estuvo y creo que sí, que se logró con esfuerzo, con esfuerzo de mucha gente, además, porque ahí no era yo solo un D’Artagnan, era un equipo de gente muy valiosa que siempre trabajó y que se consustanciaba con esa idea. Yo dije: “No le preguntamos a la gente qué piensa, qué vota, pero sí le pedimos que trabaje buscando la verdad”. Y muchas veces la verdad costó bastantes líos. 

En los 90, antes del cambio de siglo, brillaba El País, que se asociaba al Partido Nacional, estaba La República, más asociado al Frente Amplio, y El Observador pretendía mostrarse una opción imparcial. ¿Fue, efectivamente, así?

Exactamente. Creo que se logró eso, sí. 

Que nadie los asociaba con un partido o con una corriente ideológica.

Siempre te buscan el pelo al huevo y te dicen: “Este es más liberal, este no sé qué”, incluso señalaban las firmas que había. Nosotros también en la declaración de principios poníamos ahí que defendíamos la libertad en todas sus formas, la libertad económica, sobre todo; los editoriales reflejan eso: achicar el Estado, y por eso nos podía venir el mote de liberales, eso sí nos vino, seguramente. Y bueno, siempre te buscan una especie de San Benito, digamos.

Tomando eso de la pretendida objetividad o imparcialidad, debo recordarle que no hace mucho, en diciembre de 2022, periodistas de El Observador publicaron por su cuenta, en sus redes sociales, la noticia de la pesquisa que hizo el ex custodio presidencial Alejandro Astesiano respecto a un viaje que realizaría la exesposa del presidente, Lorena Ponce de León, y no les permitieron publicarlo en el medio... 

En ese momento yo ya había vendido el diario, y había otros accionistas que fueron los que tomaron esa decisión. 

“Yo ya había vendido el diario [cuando el medio no aprobó una nota sobre Astesiano], y había otros accionistas que fueron los que tomaron esa decisión. Yo claro que lo habría permitido, ni lo dudaba”

Es menester preguntarle: si hubiera sido el director del diario en ese momento, si no lo hubiera vendido todavía, ¿habría permitido publicar esa noticia, entonces? 

Sí, claro. Ni lo dudaba. 

¿Y en términos religiosos también El Observador, bajo su égida, fue un medio imparcial y no tomó nunca partido por la Iglesia Católica? Pienso, por ejemplo, los días en que se votó la legalización del aborto.

Te diría que editorialmente el medio defendía determinados principios, que en algunos casos coincidían con los de la Iglesia. De la eutanasia casi no se hablaba, el aborto sí se habló, y sí defendíamos la postura de no legalizar el aborto. En las páginas editoriales. Pero en las páginas de información, había mucha libertad. Yo tuve personalmente bastantes problemas con algunos obispos. En ese sentido, te puedo decir que no era el diario preferido de la jerarquía de la Iglesia. Se separó la información de la opinión del medio. Lo que digo es que la postura empresarial del diario era no estar a favor de la ley que legalizaba el aborto. 

En 2002 se desató la crisis económico-financiera más importante de la historia del país. Y mucho tuvieron que ver con eso familiares suyos: hablo de la responsabilidad de los hermanos Jorge, José y Dante Peirano Basso, un caso de lavado de activos y fraude que se calculó en más de 800 millones de dólares. Usted era primo de los hermanos Peirano Basso, y sobrino de Jorge Peirano Facio. ¿Cuánto le afectó, personalmente, el Caso Peirano por los señalamientos y las suspicacias?

Yo soy primo de ellos y además fuimos cercanos, en la infancia íbamos al colegio juntos, jugábamos fútbol, tuvimos una vida muy de primos cercanos.

Yendo a tu pregunta: yo creo que me afectó poco, te explico por qué. Yo escribí de puño y letra un editorial explicando la situación, explicando cuál era la relación que había allí. Eso a mí me dejó tranquilo. Y, además, para los periodistas fue muy claro que no había relación alguna, más allá del parentesco. Mi padre y mi tío habían tenido negocios juntos, de los cuales se habían separado una década antes. Fue un proceso típico de separación; cuando aparecen generaciones nuevas, ya hay muchas manos en un plato, entonces se separaron. Quizás, alguien pudo haber tenido alguna confusión, alguna desconfianza. Pero en el Banco Central había una seguridad absoluta de que no había ninguna confusión. Cuando los periodistas de nuestra sección de Economía hablaban en el Banco Central, o estaban haciendo su tarea, se cubrió como correspondía cubrir, sin cortapisas.

Recuerdo que el entonces presidente Mujica dijo en 2012: “Por su tradición, El País siempre estuvo a favor de los gobiernos. Y yo pensé ingenuamente cuando el Frente ganó: ‘Ahora vamos a tener al diario más grande a favor’. Siempre estuvo, hasta con la dictadura. Tiene una gran apertura para soportar, pero a nosotros no nos soporta. Del diario de los Peirano no le voy a hablar, ¿para qué?”. Intentaba vincularlo a usted, director de El Observador, con los hermanos Peirano Basso. Usted le contestó con un editorial firmado, donde dijo que Mujica mentía, a sabiendas de que el diario no tenía nada que ver con los Peirano Basso. ¿A qué atribuye lo que dijo Mujica?

Mujica es una persona súper inteligente, pero también es una persona que, como él dice: “Como te digo una cosa, te digo la otra”. Él sabía muy bien [que no había vínculo entre el diario y los Peirano Basso] porque él tenía muy buena relación con mi primo Jorge. Mi primo Jorge había sido presidente de la Cámara de Comercio, y allí habían tenido relación con Mujica. De hecho, Mujica lo visitó en la cárcel a Jorge, por allá por 2002 o 2003, y al salir dijo: “Esto fue una quiebra, como cualquier otra”, o algo así. Y yo con Mujica tuve buena relación, una relación normal. Él se molestó una vez cuando, durante su presidencia, tuvo varios fallos de inconstitucionalidad, por normas que él tomó sobre temas agropecuarios, impuestos que colocó; tuvo como cinco sentencias de inconstitucionalidad por leyes que él promovió durante su presidencia. Y nosotros se lo señalamos, en el diario. Recuerdo alguna sobre temas impositivos en el agro. Aquel no era el Mujica de hoy, además. Viste que él agarra un tema y habla al barrer. Dijo “el diario de los Peirano”, como a El País le atribuye cosas, y respecto a La República, estoy seguro que con [Federico] Fasano no se llevaba nada bien. Mujica es muy de hacer lecturas de brocha gorda, muchas veces muy acertadas en otro tipo de cosas. Tiene como intuiciones. Como cuando habla de Venezuela, comienza hablando bien de Maduro, y termina diciendo que es una dictadura. Por eso mucha gente prefiere que no diga nada.

Otra polémica: en 2016, el semanario Búsqueda publicó una lista de los empresarios uruguayos nombrados en los Panamá Papers, y estaba su nombre. Usted reconoció en un editorial en El Observador que era miembro de tres sociedades offshore que su familia había constituido en Panamá, pero que no por ello se podía inferir que había una “actividad ilícita”. ¿Me puede aclarar algo más?

Sí. Primero que en los Panamá Papers no apareció. Apareció en otra publicación. Las sociedades estaban en otro estudio, no en Mossack Fonseca. Y sí eran sociedades que mi padre había conseguido para poner unas acciones, y no tenía ninguna… simplemente para tener facilidades de operación familiar, digamos.

Pero ¿por qué en Panamá y no acá en Uruguay?

En aquel momento en Panamá era súper fácil. Además, era justo de una empresa que no tenía impuestos, y el impuesto a la renta lo retenía la empresa antes de pagar los dividendos. Por lo cual no había ningún tema de ilicitud. Era conveniente, desde un punto de vista familiar. No era por una razón fiscal.

¿Puede asegurar que no hubo ninguna actividad ilícita en eso?

No, nada.

“Quizás, alguien pudo haber tenido alguna confusión respecto a mi apellido y mi cercanía con mis primos. Pero en el BCU no había ninguna confusión. Los periodistas de Economía hicieron su tarea, se cubrió como correspondía, sin cortapisas”

Hablemos un poco del negocio del periodismo. En abril de 2020, El Observador dejó de publicarse diariamente, pasó a imprimirse solo los sábados. Luego, incluso, dejó de publicarse en papel, directamente. Pasó a ser solo un portal digital. ¿Cómo debe leerse el fin del diario en papel? ¿Como una derrota o como un aggiornamiento a los tiempos que corren?

Nosotros tuvimos una visión muy clara del tema digital porque en 1995 fuimos el primer diario en tener la versión de internet, lo hicimos antes que El País, y siempre invertimos mucho en el tema digital. Y siempre le dimos mucha importancia al tema digital, tanto es así que hacíamos la facturación digital de forma separada, porque ¿qué hacían los medios o los canales? Cuando vendían publicidad, si le vendían a tal marca le decían: “Yo te facturo papel, 100 pesos” y cuando te pedían una bonificación, el medio contestaba: “Te bonifico digital”. Nosotros siempre dijimos: “No, yo te facturo papel, 100 pesos o lo que fuera, y te facturo digital 10 pesos” (siempre las tarifas digitales eran mucho menores que los de papel), con lo cual siempre dijimos: “Vamos a apostar al tema digital porque va a llegar un momento que va a ser importante”. Le dimos una importancia muy grande.

Respecto a dejar de publicar el diario papel, ahí influyó la pandemia, que complicó enormemente a todos y a medios como un diario, porque el diario llegaba a los edificios y la gente le decía al portero: “No me lo suba porque puede tener el virus”. Eso hizo bajar la circulación también. Nosotros ya teníamos un plan, respecto a que, en algún momento, íbamos a ir solo el fin de semana. De hecho, habíamos charlado con gente de La Nación, que tenía un plan para 2025 de quedarse solo con los domingos. Los tipos decían: “De lunes a viernes e incluso el sábado perdemos plata, y lo digital está creciendo de forma impresionante. Falta encontrar el modelo de monetización”.

El modelo de monetización empieza a aparecer en el 2018 con las suscripciones. Las suscripciones en el mundo empezaron a funcionar bien en los países nórdicos en el 2008, donde había diarios muy buenos (suecos, finlandeses). Como allá hace mucho frío, la gente se suscribe; en vez de ir al kiosco, se suscribe por internet. Después, en el resto del mundo empieza en Estados Unidos con la elección de Trump en el 2016 y ahí el New York Times hace una lucha tremenda contra Trump. Pero luego se coloca el modelo de suscripción y la gente ávida de saber lo que pasa se empieza a suscribir, y de ahí se empieza a repartir por América Latina. Y nosotros, en el 2018 lanzamos las suscripciones, que tuvieron un éxito impresionante, de pique. Y acá se produjo lo que intuíamos: que la gente estaba dispuesta a pagar por leer los diarios en internet. Es decir, nosotros dijimos: “Va a llegar un momento en que solo vamos a salir en papel los sábados”, y con la pandemia dijimos: “Vamos a adelantar eso, porque si no, es un costo fijo muy importante (el papel, las rotativas)”. Hablamos con los “canillitas”, y les dijimos: “Bueno, tienen que adaptarse a los nuevos tiempos”.

Yo creo que no fue una derrota, lo que pasa que uno tiene un romanticismo con el papel. Pero los grandes diarios están pensando en pasarse solo a lo digital, o salir en papel solo el fin de semana, porque entre semana la gente no tiene tiempo.

En charla con el portal Infonegocios, usted dijo que la realidad había superado sus expectativas, dado que en abril de 2020 tenía 12.000 suscripciones digitales que debían pagar para leer. Y agregó: “La estructura del periodismo va a estar financiada por la audiencia”. Me confirma ahora que fue una decisión sabia. Sin embargo, debió vender la empresa... En 2022 un grupo inversor argentino encabezado por Gerardo Werthein y Gabriel Hochbaum compró El Observador, pero usted continuó como director periodístico. ¿Fue una buena decisión vender la empresa? ¿O fue un último recurso?

Los años de pandemia fueron años complicados, desde el punto de vista de la publicidad. No había publicidad: nadie compraba y nadie vendía nada, durante dos años. Y entonces, nosotros necesitábamos hacer inversiones importantes en lo tecnológico, para potenciar el modelo de suscripciones, y no teníamos ese dinero para hacerlo. Elegimos que otro hiciera la inversión, pero el camino era ese.

¿Era redituable cuando vendió la empresa?

Cuando la vendí, estábamos break-even (empatados), pero durante los dos años de pandemia habíamos acumulado más deudas, que teníamos que afrontar, y no habíamos podido conseguir la optimización para hacer la inversión necesaria para seguir potenciando la parte digital.

Hemos visto que Luis Majul, Viviana Canosa y más recientemente Alejandro Fantino han puesto la cara por el medio. ¿Le gusta la impronta que los argentinos le han dado al diario, a “su” diario?

Cada uno tiene sus preferencias, obviamente es distinto a lo que había antes, y… nada que ver. Yo creo que los objetivos de ellos son distintos a los que teníamos nosotros. Y para el objetivo argentino, traer a estos periodistas argentinos debe ser útil. Yo creo que, para el público uruguayo, no sé si es lo más adecuado. Hay que esperar y ver qué es lo que ocurre.

“Yo creo que no fue una derrota [pasar solo al formato web], lo que pasa es que uno tiene un romanticismo con el papel. Pero los grandes diarios están pensando en pasarse solo a lo digital, o salir en papel solo el fin de semana”

En los últimos dos años se ha puesto de moda una forma de titular que no informa, sino que es una suerte de adivinanza, buscando que para sacarse la duda y obtener la respuesta a la pregunta del título, el lector haga clic —el fenómeno es conocido como clickbait— para entrar a la noticia. ¿Qué opinión tiene de esta forma de titular?

No me gusta. ¡Tenés que ir al tercer párrafo para saber qué es lo que pasa! Es la negación del viejo periodismo.

No transmitirle dudas al lector, darle certezas sin más.

Lo podés hacer con una cosa más trivial, quizás con farándula, pero cosas importantes no podés estar jugando con la duda: “¿Qué pasó con esto?”, “¿cómo se resolvió tal problema?”. Eso es parte de las búsquedas de publicidad en internet, que siempre fue un tema difícil; hay que competir con los buscadores, con Google, con Facebook, que son los que traen publicidad. Es lo que se llama el engagement, lograr que la gente se comprometa y se quede más allá de mirar el título, que vayan al segundo párrafo y al tercero.

¿Y lo logran? ¿Da resultado?

Creo que algo de resultado da. Lo que pasa es que depende mucho de las proporciones en que se da eso, en los temas en los que se da eso. Yo a veces veo que The New York Times o La Nación lo hacen, pero muy moderadamente, o solo en ciertos temas. Uno entra a La Nación y no te dice: “¿Sabe qué anunció el ministro Caputo hoy?” o “¿Sabe a quién insultó Milei hoy?” (se ríe).

Usted dejó de ser el director periodístico del medio, pero continuó publicando sus columnas. Tengo entendido que ya no, que dejará de ser columnista de El Observador. ¿Qué pasó?

Estoy en eso… publico alguna, otra no. Estamos negociando ahí, hay una cuestión económica mediante. Teníamos un contrato, ese contrato caducó, hay que hacer un contrato nuevo y no nos hemos puesto de acuerdo. No nos estamos poniendo de acuerdo en los montos.

Es presidente de Ceres, una institución que se ha posicionado muy bien como think tank relevante en su visión del país y el estudio de su realidad. Ahora está presentando Uruguay+, una incubadora de liderazgo local con vocación global. ¿Qué se busca con este proyecto?

Con este proyecto se busca formar a los líderes del futuro, por decirlo así. Empezamos por el nivel más local (los alcaldes, los ediles), el tercer nivel de gobierno. Nosotros habíamos hecho un par de experiencias de una “escuela de democracia”, hace un par de años. Habíamos pedido a todos los partidos políticos que enviaran gente de su partido, y estaban unos 50, más o menos. Y nosotros armamos un programa que era, básicamente, historia de los partidos políticos en Uruguay, y cosas vinculadas a la política. Esto es más vinculado a la gestión: vamos a enseñar cosas de comunicación política, de trabajo en equipo, de políticas públicas, de elaboración de presupuestos, de gestión en los niveles locales. Y la verdad es que hemos tenido una respuesta impresionante, porque hicimos una convocatoria por redes sociales, y ya tenemos más de 1.000 solicitudes, y el máximo que podemos aceptar es 80. O sea, que hubo enorme demanda. Queremos que la mitad sean de Montevideo y la mitad del interior.

¿Cuán religioso o creyente es, Peirano? 

Soy creyente, practico… Voy a la Iglesia, me confieso.

“El Opus Dei es una organización de la Iglesia que tiene como mensaje que cada uno se puede santificar en su trabajo profesional, que la santidad puede llegar a todo el mundo. Es algo para personas que tienen una especial dedicación”

Es numerario del Opus Dei. ¿Eso qué significa?

Significa que uno no se casa, vive en una casa de la obra y dedica parte de su tiempo a la tarea de formación de personas. Me refiero a actividades de formación espiritual.

Explíquele a un jovencito de 18 años qué es el Opus Dei. ¿Cómo se lo explica?

Hay muchos prejuicios… Le diría que es una organización de la Iglesia que tiene como mensaje que cada uno se puede santificar en su trabajo profesional, que la santidad puede llegar a todo el mundo. No es algo para privilegiados, es algo para personas que tengan una especial dedicación, unas especiales virtudes y que cualquiera de nosotros puede estar en ese camino. Y que lleva mucho de pensar en los demás.

¿Cuál es el argumento para no permitir el matrimonio?

La gente de la obra que no se casa es muy poca, y es para dedicarse a estas tareas, porque en algún momento te pueden decir: “Che, ¿te querés ir a Paysandú?”. Y si estás casado y tenés hijos, no podés mudarte… En la Iglesia Católica, si sos cura, no podés casarte, igual.

Utiliza el cilicio, supongo. ¿Con qué finalidad?

Es una forma de contener un poco los instintos que uno tiene, ayuda más a eso.

¿Cree en la vida después de la muerte?

Sí. Si no, no haría todo esto. Hay una anécdota: Voltaire iba caminando con un discípulo y ven pasar un cura. Y el discípulo le dice: “Pobre tipo este cura, cree en la vida eterna, qué equivocado que está…”. Y Voltaire le contesta: “¿Y si no está equivocado?”.

¿Es feliz?

Sí.

Por César Bianchi