Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Era fines de 2020, el año que la Historia (así, con mayúsculas) recordará como “el año de la pandemia”, al menos de la gran primera pandemia de este siglo. Y mientras en la tele escuchábamos todos los días las palabras “covid” y “libertad responsable” —por suerte ya nadie subía a redes sus destrezas con rollos de papel higiénico—, Patricia le pidió a su tío si le prestaba el Corsa que alguna vez había sido suyo. Quería volver a correr, y para eso precisaba entrenar. El tío, el primero en su vida que le dio un espaldarazo profesional, le dijo “sí, claro”.
Patricia Pita se subió al Chevrolet Corsa y lloró, lloró, lloró. Fueron 20 minutos de catarsis.
No era la primera vez que se desahogaba tras sentir un revés en su vocación. Desde que tenía 24 enfrentó todo tipo de adversidades: durante años permanentemente se le rompió el auto. Una vez, hasta fundió el motor. Nunca pudo terminar una carrera. En su departamento, Maldonado, la compararon siempre con su padre, Jorge Pita, también corredor de rally.
Una vez, en Córdoba, la sancionaron por una irregularidad administrativa que dice algún día contará en detalle, porque ahora está impedida. Otra vez corriendo se quebró la muñeca, pero al otro día se “pichicateó” y siguió manejando. En la ciudad argentina que es meca del rally sudamericano (y del fernet y el cuarteto), salió por los comercios con una carpetita debajo del brazo buscando sponsors.
Cayó en pozos depresivos y abandonó, frustrada, dos veces el rally. Pero siempre volvió. Dice que aunque correr no la define, el corazón le tira para ahí. Obstinada y terca, porque su padre le inculcó la vocación por los fierros y su madre la importancia de hacerse respetar y respetar sus sueños como un mandato moral, Pato Pita —ya es una marca—, lejos de tirar la toalla, redobla la apuesta.
La primera piloto uruguaya en correr en el rally uruguayo, la primera mujer en ganar un tramo de velocidad en el Rally Sudamericano, la primera sudamericana en correr en el Rally de Córdoba, ahora quiere ser la primera uruguaya en correr el Dakar, un cross country durísimo por las arenas árabes. De momento, la piloto de Peñarol está recaudando dinero para la quijotada. Pero, salga como salga, no dejará de soñar. Porque su mamá le enseñó que los sueños se persiguen.
“Mi madre siempre me inculcó que yo podía ser lo que quisiera ser, que el género no iba a ser un [factor] determinante. Si yo quería ser piloto, podía serlo, y si quería ser bailarina, también podía serlo”
¿Qué querías ser de niña cuando fueras grande?
¡Piloto de rally! De chiquita ya quería ser piloto de rally. Tuve una época en la que quise ser arqueóloga, nada que ver. Mi primer deporte fue el atletismo, empecé a entrenar a los 7 años y llegué a estar en el plantel nacional. Estuve hasta los 15. Corría 100 metros llanos, salto largo, salto alto, 100 metros vallas.
¿Recordás la primera vez que te pusiste al volante de un auto?
Sí, era muy chica. Era algo familiar: los domingos íbamos al estacionamiento de La Olla, allá en Maldonado, un estacionamiento muy largo que va desde la parada 12 en La Brava hasta “Los Dedos” en la 2. No recuerdo a qué edad, pero lo hacíamos todos los domingos. Cuando todavía no llegaba a los pedales (tendría 5 o 6), yo manejaba y hacía los cambios y papá aceleraba y frenaba. A los 9, cuando ya llegué a los pedales, ya manejaba sola, con papá al lado. Los domingos en invierno era el programa, después de almorzar.
¿Y cómo nació tu pasión por el rally? Supongo que ahí tuvo mucho que ver lo que te transmitió tu padre, Jorge, corredor de rally él...
Cien por ciento, sí. Es algo que te toca o no, porque tengo amigas cuyos padres son pilotos, y a ellas nunca les gustó ni les gustaba ir a las carreras. A mí me gustó desde que nací, desde que mamá me tenía en la panza e iba a las carreras. Yo crecí entre el taller mecánico de papá y las carreras. Siempre estuve en los fierros, entre los autos. En casa siempre fue más que un deporte, fue un estilo de vida. Nosotros lo vivíamos muy de adentro, porque papá también era su propio mecánico. En las semanas previas a los rallies, a veces eran las 2 o 3 de la mañana y estábamos en el taller haciéndole el aguante a papá. Comprábamos pizza, y los deliveries la traían de onda porque sabían que estábamos arreglando el auto de mi viejo…
Yo quería sentirme parte del equipo. En el 99 papá corre el Rally Sudamericano, y yo lo acompañé por varios países. Yo tenía mi rol en el equipo: ¿viste las mochilas para fumigar? Las cargaba de agua (eran más o menos de mi tamaño), lavaba los autos, cuando sacaban las cubiertas, les sacaba el barro que tenían… Yo necesitaba sentir que era útil y parte del equipo. Iba a ver a papá, y cuando él pasaba por dónde yo estaba, se me caían las lágrimas. ¡Mi viejo tenía hinchas, que lo iban a ver!
La colega Soledad Gago estimó en El País que, quizás, tu vocación nació como una mezcla del gusto por los fierros que te pudo haber inculcado tu viejo y los consejos de tu mamá, que te decía que si anhelabas algo con fuerza, fueras por ello sin dudarlo. ¿Hay algo de eso?
La educación que me dio mamá fue vital, y lo sigue siendo. Ella me educó, desde muy chiquita, en cuanto a la desigualdad de las oportunidades para las mujeres… Hoy en día esos temas están arriba de la mesa, pero hace 25 años no se hablaban, y mi mamá trabajaba en Zonta, una ONG internacional que lucha por los derechos de las niñas y las mujeres, y estuvo casi 40 años allí. Ella siempre me inculcó que yo podía ser lo que quisiera ser, que el género no iba a ser un [factor] determinante. Si yo quería ser piloto, podía serlo, y si quería ser bailarina, también podía serlo.
“Mi padre me dijo: ‘Vos salí concentrada, pero tranquila, no salgas como loca’. Se fue y al rato volvió: ‘Olvidate lo que te dije: salí a fondo, el vuelo mételo a fondo’, se alejó y volvió: ‘No, no hagas a fondo’. Quedamos terceros, fue el primer podio”
Me imagino que hace una década, cuando arrancaste en esto de competir, al primero que tuviste que convencer fue a tu padre. ¿O él te bancó de entrada?
Lo tuve que convencer. Más que convencerlo, fue una “plancha” en el pecho. Desde chica él me decía que primero tenía que terminar el liceo, cuando lo terminé me decía que tenía que terminar la facultad, estudié Comunicación, dejé, me fui a España a buscar laburo, trabajé de moza, estuve unos meses allá, volví en 2011 y en 2012 le dije: “Bueno, ya está, ya tengo 23 años, pasé de todo, llegó el momento”. Y fue mi tío quien me dio su auto y él llamó a mi padre y le dijo: “El auto está camino al taller”. Ya no podía hacer nada para impedirlo.
Papá evitaba darme el aval. A ver, es un deporte caro, él la luchó siempre mucho para poder correr, él es mecánico, tiene su taller en Maldonado y lo tiene hace 34 años. Él para correr hacía malabares, había meses que todos sacrificábamos un montón de cosas para que él pudiera correr.
En 2012 corriste tu primera carrera, el Rally del Atlántico. Fuiste la primera mujer en hacerlo. ¿Cómo la recordás?
En rigor, la primera carrera fue en Mercedes, a principios de año, pero hice dos curvas y el auto se rompió. Fuimos a Fray Bentos, a la segunda carrera, y le pasó lo mismo. Al auto le faltaba cariño, estaba muy quieto y en el taller estaban siempre los autos de los clientes. Aparte, yo ni había entrenado: mi viejo me puso arriba del auto para largar. Él es muy vieja escuela: él manejaba y yo iba al lado mirando absolutamente todo. Me acuerdo que yo le pregunté cómo había hecho una maniobra y me dijo: “Tenés que sentirlo”. Mi viejo es así. Era tipo: “¿Vamos a correr? Bueno, corré”.
Pero sí, tenés razón: yo considero al Rally del Atlántico mi primera carrera, porque pude correr. Era una fecha del Rally Sudamericano, venían equipos de todos los países, yo estaba en el Clio Williams 1.4, el auto que me había dado mi tío, y es una fecha histórica en Uruguay. Yo crecí escuchando hablar de la Bajada del Penitente en Minas, y bueno, llegué muy contenta y muy nerviosa… Largué el primer tramo, hice como cinco trompos en el mismo tramo, en el segundo tramo hice un poco menos. Yo tenía que aprender y era obvio que me iba a mandar un millón de macanas, y que todo el mundo me iba a estar señalando por ser la hija de.
Llegué a la primera asistencia del día, mamá vio que yo estaba cabizbaja, y me dijo: “Vos olvidate de todas las personas, andá tramo a tramo como si cada uno fuera una carrera, y no te fijes en los tiempos”. Eran nueve tramos en el día. Y bueno… hice cada vez menos trompos, hasta que no hice ninguno, y sobre el final le dije a mi copiloto: “Qué divino este tramo”. Esa sensación me marcó de por vida, me salieron todas las maniobras perfectas. Iba como flotando con música clásica de fondo… Llegamos a la asistencia, vine mi tío y me dice: “¡Felicitaciones! ¡Ganaste el tramo!” Y yo no le creía… Fui a la primera mujer en ganar un tramo en el Rally Sudamericano.
Esa noche, con 24 años, en tu casa, evaluaste la carrera, cómo te había ido. ¿Qué conclusiones sacaste? ¿Te acordás?
Supe que iba a correr para siempre, que ese era mi lugar. Yo tengo muchas facetas: tuve tienditas de ropa vintage y antes diseñaba, me gustaron varios deportes, me gusta la comunicación. En todos esos lugares me siento cómoda, pero nunca había encontrado “mi lugar”, y ahí, en el rally, lo encontré. Quedamos cuartas, peleamos el tercer puesto. Pero yo no fui por un resultado, para mí era todo nuevo. Yo esa noche anterior soñaba con el tramo de la Bajada del Penitente, y me costaba dormirme…
Al principio se te rompía el auto seguido... La primera vez que llegaste al final con el auto sano, lograste un podio, ¿no?
Eso se dio al año siguiente, 2013. De las ocho carreras, el auto se me rompió en siete. En la única que no se me rompió, hice podio. Y también fue un podio peleado, estuvo muy bueno. Se definió en un “súper especial”, un tramo de domingo en San José, y son tres o cuatro kilómetros. Yo iba cuarta y el que iba tercero me llevaba siete segundos. Descontarlos en tres kilómetros era bastante difícil. Y ese circuito tenía lomos de burro. Me acuerdo que papá se me acercó y me dijo: “Vos salí concentrada, pero tranquila, no salgas como loca”. Se fue y al rato volvió: “¿Sabés qué? Olvidate lo que te dije: salí a fondo, el vuelo mételo a fondo”, se alejó y volvió: “No, no… No hagas a fondo, no hagas a fondo”. Cuestión que quedamos terceros, fue el primer podio.
“Yo fui al Rally Cordobés, y después competí en el Rally Argentino. Y me dije: ‘Acá están los mejores. Si yo trabajo y aprendo de ellos, puedo mejorar’. Me enfoqué mucho en eso, fue como una obsesión”
¿Cómo fue el acercamiento al Rally de Córdoba, la meca del rally de la región, en 2015? No solo te fuiste a competir, sino que sin sponsors.
Mirá, yo empecé grande en el rally, y sin ninguna base en otra disciplina [de automovilismo]. En 2013 pensé en grande y le mandé un mail al World Rally Championship Junior, que es el campeonato mundial junior, de donde salieron grandes pilotos, como Sebastian Loeb, por ejemplo. Y… me aceptaron. Yo no podía creerlo. Tenía que conseguir guita, hubo varias trancas internas… y no se me dio. Fue la primera vez que me di cuenta que no todo iba a ser óptimo. Mamá me decía que cuando yo empiece a ser competitiva iba a ver quiénes realmente me apoyan y quiénes no. Porque es un deporte muy masculino y de mucho ego. Yo necesitaba un aval para presentar en la Secretaría Nacional de Deportes, y no me lo daban.
En 2014 empecé a correr con mi mejor amigo, pero empecé a tener situaciones en las que me daba cuenta que estaba peleando contra un montón de prejuicios. En el momento no me di cuenta, por ahí mamá se daba cuenta y me acompañaba más. Y acá llegó un momento en que me sentí muy juzgada, era la hija de, no me podía equivocar nunca, me decían que tenía que hacer las cosas a la manera de mi papá, y yo soy distinta a él. Y ahí dije: “Me tengo que ir. Si yo quiero hacer mi carrera a mi manera, me tengo que alejar de papá y de Uruguay”. Y bueno, en febrero de 2015 tenía un casamiento de una amiga cordobesa, allá en Córdoba.
Y me di cuenta que en febrero se corre el rally de Córdoba, la meca del rally. Yo sabía que el presupuesto que se requería era menor al que precisaba acá, que era súper competitivo, con los mejores caminos de la Argentina. Escribí un mail al Rally de Córdoba, generé una reunión con el presidente, y fue otra realidad. Me abrieron los brazos y me sentí aceptada de una. Salí de la entrevista y tenía equipo, copiloto, todo… Fui la primera mujer en el rally cordobés. No tuve tiempo ni de avisarle a mis padres, se enteraron por una nota titulada: “Rally cordobés con perfume de mujer”.
Allá trataban a los pilotos como si fuéramos estrellas. En mi primera carrera, un tramo de montañas enormes, en Villa Dolores, hice podio. Y con hoja de ruta nueva, tuve que aprender a hacer la hoja de ruta como la hacen allá.
“La realidad es que el rally cambió mi vida”, le dijiste a El Observador en 2016. ¿De qué forma la cambió? ¿Qué cosas tuviste que dejar por el rally?
Uff, muchas cosas. En algunas etapas dejé todo: dejás la familia de lado, tus amigos, tu país. Al principio no me costó el esfuerzo porque estaba muy enfocada en estar allá, en mejorar. Yo fui al Rally Cordobés y después competí en el Rally Argentino. Y me dije: “Acá están los mejores. Si yo trabajo y aprendo de ellos, puedo mejorar”. Me enfoqué mucho en eso, fue como una obsesión. Vivía para el rally. No iba a casamientos, cumpleaños, a ningún asado.
“Cualquier piloto tiene el Dakar allá arriba, porque es una carrera muy difícil. Mientras otros corredores, cuando el copiloto se pierde, quedan desnorteados; cuando mi copiloto se perdía, yo tomaba buenas decisiones. Cuando se perdía, yo me enchufaba”
En algún momento dejaste el rally, quisiste dedicarte a otra cosa y abandonaste el deporte. ¿Qué te llevó a tomar esa decisión, si era lo que más amabas?
Eso me pasó en dos momentos. Me había empezado a ir muy bien, subí de categoría, y en 2018 llegué a mi proyecto soñado (me muestra en su celular una foto de un Ford Fiesta Maxi Junior), era una categoría más power y más costosa. Pero me costó mantenerme, el auto se me rompía y me costó mantenerme. Me hice muy amigo de Nadia Cutro, una piloto argentina, y pasamos a ser dos pilotos mujeres en un mismo equipo, en la misma categoría. Ese año 2018 fue soñado, en una categoría muy top y competitiva (caja secuencial, tracción delantera con 210 caballos de fuerza). Todo iba bárbaro, pero en julio me recortan el presupuesto y tuve que dejar de correr.
Antes de eso, entre 2012 y 2018, tuve varias dificultades y obstáculos. En 2015 hasta sufrí una sanción que no me permitió correr por seis meses (me sancionaron por un proceso burocrático para emitir una licencia, que yo desconocía). Caí en un pozo depresivo en Córdoba… pero salí y volví a correr. Estaba sola, aunque contaba con la ayuda económica de mis viejos a distancia. Y tres años después, en 2018, cuando me cortaron el presupuesto y tuve que dejar, dije: “Ta, ya está, dejo esto”. Me cansé, me harté. Mirá, al día de hoy, nunca terminé un campeonato.
¿Qué te hizo volver?
Me acuerdo patente el día. Fue enero, estaba en el Cabo Polonio, en la playa sentada, y me pregunté: “¿Qué hice? ¡Qué hice!”. Todavía sentía la frustración y la rabia. Ahí mamá se enferma, tuvo tres operaciones de columna, y yo decidí que me iba a dedicar a cuidarla a ella, que había sido siempre mi sostén. Mamá es sorda, cuando yo era chiquita perdió la audición del oído izquierdo y del derecho tiene menos del 3%. Le enseñé a que me leyera los labios, leyéndole el diario. Entonces, no entiende mucho a nadie, pero a mí siempre me entiende. En un momento así, de internación y recuperación para volver a caminar, estuve con ella desde fines de 2018 a 2020.
Llegó la pandemia, y a fines de 2020 mi tío —de nuevo— me ayudó a volver. Yo había perdido la motivación… A fines de 2020 le dije a mi tío si me prestaba un [Chevrolet] Corsa que había sido mío y él me lo compró; me lo prestó y me subí para ir a entrenar. Frente al volante lloré 20 minutos sola… Corrí dos carreras, el auto se rompió las dos veces. Para 2021 volví a correr en el rally uruguayo, ya estaba motivada nuevamente.
¿Y en Uruguay volvieron los auspiciantes? La Intendencia de Maldonado te apoyó, en determinado momento…
La Intendencia [de Maldonado] me apoyó cuando yo corría en Córdoba. El primer año lo hice a pulmón, yo salí a recorrer Córdoba con una carpetita debajo del brazo, buscando sponsors. Entraba a los comercios y me presentaba. Mamá y papá me ayudaron otro poco, y yo conseguí trabajo en una concesionaria de autos. Para el segundo año, mi hermana se encontró con Diego Echevarría, hoy diputado del Partido Nacional, que era subsecretario de la IM. Ella, que lo conocía, le pidió que por favor me dieran una mano, y ahí la Intendencia me apoyó, de 2016 a 2018.
Después tuve un sponsor que me acompañó toda la vida, Liqui Moli (una marca de aditivos), hasta este año. Y de la nada me llamaron de un programa de TV, Día cero [de la productora Origami, en canal 10]. Contaron mi historia de vida en la tele. Y eso fue impresionante… A los meses, me llamaron de Cena con mamá, con Hugo Soca [en canal 4]. Y después me llamaron de Masterchef Celebrity, y eso también me abrió puertas. Se hizo conocida mi historia y mi “producto” Pato Pita.
Y en 2021 pensé: “Voy a tratar de comprarme un Ford Ka —porque yo había tenido uno— para correr acá en Uruguay”. Empecé a correr en el Ford Ka, y de nuevo problemas: tuve una fisura en una muñeca en una carrera y se me rompía el auto de nuevo, todas las carreras tenía un problema distinto… Un día se fundió el motor, porque se rompió el mangón, perdió el agua y se fundió el motor. Me bajé llorando del auto… es la impotencia de no poder disfrutar de las carreras, ni por un tramo. Y terminé el 2021 pensando, de nuevo: “Ya está, el rally cumplió su ciclo en mi vida”.
Pero nuevamente te sobrepusiste a la frustración y no abandonaste…
Ahí fue importante mi psicólogo. Él me dijo: “No pasa nada, hay otras facetas de tu vida. Vos no sos solo ‘Pato, la que correr en rally’”. Es cierto que el rally no me define, pero el corazón me tira para ese lado. Él me dijo: “Mirá, yo creo que tenés que dejar de insistir cuando algo no funciona, no tenés el presupuesto para un buen equipo, un buen copiloto, un buen mantenimiento”. Y agregó: “Tomate el tiempo que necesites, y si en algún momento querés volver, volvé con un proyecto serio”.
Y ahí nace el “berretín” de correr la carrera de rally más importante del mundo, el Dakar del año próximo en Arabia Saudita. ¿Cómo nació esa quijotada?
Es otra disciplina, pero siempre me llamó mucho la atención. En realidad, no es rally exactamente, es cross country. Yo siempre lo miraba por tele, lo seguía de cerca. Cualquier piloto tiene el Dakar allá arriba, porque es una carrera muy difícil. En el rally, vos reconocés el camino el día antes, y escribís tu propia hoja de ruta, y es muy estructurado: vos tenés que hacer la maniobra perfecta en el momento justo por 20 kilómetros. Y yo no tengo esa personalidad, soy más intuitiva. Mientras otros corredores, cuando el copiloto se pierde, quedan desnorteados, cuando mi copiloto se perdía, yo tomaba buenas decisiones. Cuando se perdía, yo me enchufaba.
Lo que tiene el cross country es que el piloto no escribe su hoja de ruta. Quince minutos antes de largar la organización te da un librito, donde te van indicando el trazado que vos tenés que seguir. Y el trazado es de 400 o 500 kilómetros.
Y es costoso: solo competir tiene un costo de 140.000 dólares…
Yo estoy yendo con un presupuesto por debajo de lo normal, porque conseguí un equipo de rally español, que es la primera vez que van a ir al Dakar. Si no, costaría 170.000 o 200.000 [dólares] el mejor equipo, en esta categoría. Y apelo a recursos por el Comprode [Comisión de Proyectos Deportivos declarados de interés], que depende de la Secretaría de Deportes, Ministerio de Economía y Presidencia. Vos presentás un proyecto al Comprode, y entonces empresas te donan cierto dinero, y depende si son patrocinadores (cuya publicidad se ve) o mecenas (que son contribuciones anónimas) tienen más o menos devolución de renta. Tengo algunas empresas grandes que me van a apoyar en el proyecto, una de ellas es Ancap.
Y lo otro es que para concretar tu sueño necesitás auspiciantes, y así nació la web esponsor.gg/patocaminoaldakar…
Es que me falta plata. Con esto empecé en febrero a golpear puertas. Entrás allí y están las distintas formas de donar. Eso no es para auspiciantes, es para quien quiera apoyarme en el proyecto de correr el Dakar. Y todas las personan que contribuyan allí, sus nombres, estarán en la bandera que voy a llevar al Dakar. Entre la página, el colectivo de Abitab, Mercado Pago y mis cuentas bancarias, hemos sumado 3.000 dólares, de los cuales mil puso una chilena de Iquique, que me vio correr en agosto. Y luego, unos 97.000 los conseguí con empresas. Me faltan 40.000 dólares.
Y contás con el apoyo de Peñarol. ¿Cómo conseguiste el apoyo del club?
Empecé a “pasar la gorra” con el flyer de mi página para recaudar fondos, pidiendo ayuda, y lo pasé a un grupo de WhatsApp donde estaba Denis [Ramos], de No Te Va Gustar (fuimos compañeros en Masterchef) y él lo pasó a un grupo donde estaba Nacho [Ruglio, presidente de Peñarol], y él se interesó: “¿Y cómo se la puede ayudar? ¿Es manya?”. En un principio Peñarol me dará un aporte de 500 dólares, no es mucho, pero de acá al Dakar quedaron en ofrecerme conexiones con empresas, como Tenfield. Y difusión… Y quizás, para el año que viene recibir un salario, porque aparte, me interesa trabajar en el club: hay una Comisión de Género, hay un Comisión de Asuntos Sociales.
¿Y sos hincha? ¿Sos de ir a la cancha?
¡Sí, re! Soy hincha, de ir a la cancha… En todos mis autos yo pegaba el escudo de Peñarol, o alguna parte del auto estaba pintada de amarillo y negro.
¿Sentís que el Estado, quizás a través de la Secretaría de Deportes, está en deuda contigo?
(Piensa varios segundos) Desde el día en que llamé, nos hemos reunido y han estado apoyando… Lo que no hay mucho es fondos. Hay apoyo, hay comunicación, me reciben, estuvieron en el lanzamiento de mi proyecto. Pero falta apoyo económico.
¿Crees que tu historia puede inspirar a niñas o adolescentes a perseguir su sueño, cueste lo que cueste?
Sí, totalmente. Creo que es un valor que tiene el proyecto. Lo he venido haciendo sin darme cuenta. Me fui algo mal de acá para Argentina, pero me empieza a apoyar la Intendencia de Maldonado, y el acuerdo era que tenía que venir a correr el Rally de Punta del Este. Cuando vine a correr, se hacía el tramo “súper especial” ahí en Los Dedos y cuando llego al ómnibus nuestro, había una fila de niñas y adolescentes con posters míos para firmar y sacarme fotos con ellas. Había madres que me decían: “El sueño de mi hija es ser piloto de autos, como vos”. Ahí caí en la cuenta. Y eso empezó a ser un motor importante en mi motivación. Hoy en día en el karting hay un montón de chiquilinas, en el rally hay dos más corriendo como pilotos. No es todo color de rosa, pero creo que allané un camino.
Apuesto a que vas a ir al Dakar (entre el 31 de diciembre y 15 de enero en Arabia Saudita, 80% en arena), como primera latinoamericana corriendo en la categoría. Y después que estés ahí, ¿cuál es el objetivo? ¿Te vas a sentir conforme solo por competir?
Terminarlo ya es una hazaña. Este año largaron más de 500 tripulaciones en camiones, camionetas, side by side, motos y cuatriciclos, y terminó el 52%. Y este año es más largo (más de 8.000 kilómetros) y, a diferencia del año pasado, este será más difícil, porque todos los días habrá dos trazados distintos, para que nadie siga a otro.
¿Qué espera tu familia de vos?
Están todos re orgullosos… Mamá espera que vuelva (con vida). Cuando me fui a Córdoba, mi familia y mis amigos me decían: “No, Pato, no hagas locuras, quedate acá, con la empresa de tu familia”. Ahora, cuando un día de enero les dije: “Che, les quiero contar algo: quiero ir a correr el Dakar”, la reacción fue: “Lo vas a lograr”. Y eso fue muy lindo.
Yo siento que tengo una responsabilidad como deportista uruguaya. Pero además de querer ser “la primera uruguaya en correr un Dakar”, hay un plan de trabajo de impacto social, que será en marzo de 2023, que empezará por recorrer todo el país, como si fueran etapas del Dakar, dando charlas en escuelas, promoviendo el deporte, motivando a que los niños sigan sus sueños y que entiendan que las profesiones y los deportes no tienen género. Y en liceos y UTU se le suma concientización vial y salud emocional. Y ahí tengo el respaldo de Unasev y de ASSE. Y me importa el tema de género: que haya una mujer donde generalmente no había, impulsa a las demás.
¿Sos feliz?
Sí. Muy feliz, sí.