Comerciantes que sacan los precios de sus productos de las góndolas, obligados por la incertidumbre, porque “el día a día de la oferta y la demanda está complicado”. Ir a los negocios y que los empleados digan “nos dicen que hagamos esto porque realmente no se sabe cuánto van a valer los productos”.
Con esa imagen el politólogo argentino Esteban Pastoriza ilustra esa falta de certeza “muy fuerte” que “ya se venía manteniendo y que se profundizó con la escalada de lo que pasó” el fin de semana en que el entonces ministro de Economía del gobierno de Alberto Fernández, Martín Guzmán, renunció, para ser sucedido, en la noche del domingo 3 de julio, por Silvina Batakis.
El escenario
Antes de que asumiera la nueva ministra, con Guzmán al frente de la cartera, la inflación interanual en Argentina superaba el 60%, según señala Pastoriza. “Lo que vemos hoy no es algo controlable. Algunos se animan a plantear la idea de que no es una locura hablar de una inflación de tres dígitos para final de año. Supuestamente para que la inflación llegue al 70 % tiene que ser del 3,8 % en todos los meses que quedan de acá a fin de año y lo que vamos viendo es que el promedio de este año supera el 4 %”, apunta.
A esta observación, el politólogo le suma que, para hablar de la última vez que Argentina presentó una inflación de tres dígitos, uno debe retrotraerse a los tiempos de la hiperinflación (el último de ellos en 1989 y 1990) o épocas de “fuerte crisis” como la del 2001. “Yo no digo que hoy estemos en ese contexto”, aclara, “porque eso era un auge de una crisis muy fuerte que me parece que no estamos ahí, pero nadie puede predecir lo que va a pasar con el nivel de precios”, dice.
Al consultársele qué similitudes hay hoy con la crisis del 2001, comenta que “lo parecido puede ser que hoy tenés movimientos que están constantemente en la calle haciéndose sentir” porque “realmente los ingresos no acompañan a la inflación y cuando eso sucede el poder adquisitivo cae a pedazos”.
“¿Qué significa que el poder adquisitivo caiga? Bueno, que tenés menos plata para compras y satisfacer tus necesidades básicas. Teniendo en cuenta que tenés un promedio de pobreza del 40 %, y que 6 de cada 10 pibes son pobres, entonces el clima social es cálido, es fuerte”, añade.
“Tenemos indicadores negativos muy importantes. La pobreza está en niveles exorbitantes, no tanto el desempleo. Hoy tenés un desempleo que es del 7 %, a la baja. Pero el nuevo fenómeno social que se está viviendo, es el trabajador pobre. Antes para salir de la pobreza te decían 'conseguite un trabajo, estabilizate en el mercado laboral, vas a cobrar un salario y ya formás parte del sistema'. Hoy ni siquiera eso te salva”, argumenta.
Pastoriza señala que hoy, en gran parte de la población laboralmente activa, “hay ingresos, pero no se sostienen”, dado que la canasta básica está “en 100 mil pesos (argentinos)” mientras que “el promedio de los salarios está en 80.000 pesos”, por lo que “una fuerte masa de trabajadores está bajo la línea de la pobreza”.
“Ese clima de incertidumbre genera también un nivel de expectativas muy fuertes en lo que se conoce como 'el mercado' —que no es otra cosa que las grandes empresas o corporaciones que pueden pulsearle fuertemente al Estado la política económica—, entonces ahí vemos que ese clima se traslada a los índices de nivel de precio”.
Bienvenida señora ministra
En medio de ese clima económico que describe Pastoriza, el pasado sábado 2 de julio, Martín Guzmán renuncia a su puesto como ministro de Economía en una carta dirigida al presidente y publicada en Twitter. Luego de más de treinta horas de reuniones entre nombres destacados del Frente de Todos (FdT, la coalición de gobierno) y de la ruleta de nombres posibles que manejaron los medios, Batakis es nombrada como sucesora de quien llegó en 2019 al gobierno sin experiencia en política, pero con una larga trayectoria académica.
En esa ruleta de nombres que manejaban los medios mientras las cámaras de todos los canales enfocaban el portón verde de la Quinta de Olivos, uno de los primeros en aparecer fue el de Sergio Massa, actual presidente de la Cámara de Diputados de la Nación Argentina y líder del Frente Renovador (integrante del FdT).
Una de las primeras hipótesis era que Massa entrara “como la figura que se hiciera cargo de una jefatura de gabinete reemplazando a Juan Manzur y que fuera el que empiece a designar los puestos claves en lo que tiene que ver con la economía”.
“Eso no pasó. Ahí hay también política en el medio, me parece que Cristina Fernández y Alberto Fernández no querían delegar tanto poder en la figura de Massa y congeniaron en una figura supuestamente neutral. Porque Silvina Batakis es supuestamente bien vista por Cristina Fernández. Fue (entre 2011 y 2015) ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires cuando Daniel Scioli era gobernador. Hoy Scioli está en (el Ministerio de) Desarrollo y Producción. También tuvo el visto bueno de Alberto Fernández. Entonces me parece que Silvina Batakis no termina siendo un batacazo, sino que es una figura más o menos neutral. El que quedó claramente disconforme con esto es Massa, porque esperaba ascender unos escalones más y eso no se termina dando”, asevera Pastoriza.
Por ese pasado como funcionaria bajo el ala de Scioli, el politólogo la enmarca a Batakis, “dentro de esa mira del kirchnerismo”. Sostiene además que lo que se escucha hoy de la novel ministra es que “no viene a romper” ni trae “un discurso disruptivo”, sino que asegura que va a continuar con el mismo plan de gobierno que impulsó Guzmán durante su gestión.
Uno de los puntos clave es el programa planteado por el exministro con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar el préstamo de 44.500 millones de dólares de 2018, mediante un acuerdo firmado en marzo de 2022. Batakis sostuvo que va a mantener el mismo planteo.
El pasado miércoles 6, la flamante jerarca mantuvo una de las reuniones más importantes desde su llegada, con la directora gerente del FMI, Kristalina Gueorguieva, donde “salió el mismo planteo”.
“Con el programa del FMI, creo que Batakis tiene la muñeca como para hacerse ella misma los márgenes de movilidad y flexibilidad dentro de ese programa. Habría que ver cuestiones de tiempo. Hoy vemos que hay una fuerte presión del dólar, que los bonos argentinos caen. En Wall Street están cayendo las acciones de las empresas argentinas y hay una fuerte presión inflacionaria que le pone un pie en la cabeza a los ingresos. Entonces, en esos márgenes de maniobrabilidad hay que ver qué hace Batakis y cuánta muñeca tiene como para no correrse del programa y sin embargo, entablar prioridades”, expresa el analista.
Según observa el politólogo, la propia Gueorguieva indicó que el contexto que vive Argentina “no está ayudando a mantener a rajatabla ese programa”, por lo que “los puntos de vista que viene a hacer el FMI cada tres meses también van a tener una revisión”.
“Eso está bueno que lo plantee el Fondo, porque no es que parte del Gobierno o de Batakis, sino que viene del mismo FMI, entendiendo que lo que se firmó hace un tiempo ya no es igual, porque el contexto cambió”, comenta.
Sobre su gestión previa al frente de las finanzas de la gobernación de Scioli en Buenos Aires, dice que no fue “revolucionaria”, pero si fue una administración de “equilibrio de cuentas” que no terminó mal.
“Si hoy le preguntaras a un empleado estatal (de la provincia) dice 'bueno, yo me acuerdo de Silvina Batakis cuando nos pagó el aguinaldo en tres cuotas en la última etapa'. Entonces, no es una cañita voladora en el cielo o una estrella roja, pero también tiene los pies en la tierra, sabiendo que hay que equilibrar algunas variables macroeconómicas, que es lo que planteaba Guzmán.”, apunta.
“El día después de haberse conocido que Batakis se hacía cargo de Economía, ahí se disparó el dólar fuerte a 280 (pesos), hoy está entre 265 y 270. En el mismo orden los dólares financieros, y el oficial se mantiene. El tema es que la incertidumbre que genera esto hace que el comerciante no sepa si poner la mercadería en la góndola. Y si la pone, a qué precio. Si sacar los carteles y modificar o reconfigurar el precio por las dudas. Me parece que es el punto más clave que se lee hoy como sensor social”, concluye el politólogo argentino.