Por The New York Times | Jess Bidgood
Muchas cosas han cambiado desde que el expresidente Joseph R. Biden Jr. desairó al multimillonario en un acto en 2021.
No hace mucho, Elon Musk ni siquiera podía conseguir una invitación para ir a la Casa Blanca.
Corría el año 2021, y el presidente Joe Biden anunciaba normas más estrictas sobre contaminación y promocionaba sus políticas sobre vehículos eléctricos.
Detrás de él, en el césped, había relucientes ejemplares —un Ford F-150 Lightning, un Chevrolet Bolt EV, un Jeep Wrangler—, así como los directores ejecutivos de las empresas que los fabricaban. Pero el mayor fabricante de vehículos eléctricos del país no aparecía por ninguna parte.
“Parece extraño que no se haya invitado a Tesla”, tuiteó Musk antes del acto.
La Casa Blanca de Biden explicó el desaire señalando que los fabricantes de automóviles que habían sido invitados eran los tres mayores empleadores del país del United Automobile Workers, un poderoso sindicato, y sugirió que el gobierno encontraría otras formas de asociarse con Tesla. (La animadversión sindical hacia los vehículos eléctricos se convirtió más tarde en un problema para Biden). Pero hoy, el momento se considera un punto de inflexión en una disputa entre Musk y Biden que algunos demócratas dicen haber llegado a lamentar profundamente.
“Dejaron fuera a Elon”, dijo Mike Murphy, un estratega republicano que trabaja para que su partido adopte los vehículos eléctricos, “y ahora los odia”.
Fue difícil no pensar en ese episodio ayer, cuando Musk y Trump alinearon varios Teslas, incluidos Cybertrucks, en la entrada de la Casa Blanca y procedieron a enlistar sus ventajas como residentes de una sala de exposiciones suburbana.
“Me encanta el producto”, dijo Trump.
“Pruébalo”, dijo Musk. “Te gustará”.
Ahora Musk tiene la atención y promoción de la Casa Blanca que deseaba hace varios años —y con ella, un montón de beneficios potenciales para algunas de sus empresas—, pero le ha salido caro. Donó unos 300 millones de dólares, en gran parte a través de su propio comité independiente de campaña, para ayudar a Trump a ganar la elección. Mis colegas Theodore Schleifer y Maggie Haberman informaron ayer de que Musk ha manifestado su voluntad de aportar otros 100 millones de dólares a grupos controlados por la operación política de Trump.
Su alianza con Trump también ha mermado su clientela. Antes de las elecciones, dijo Murphy, los demócratas tenían cuatro veces más probabilidades que los republicanos de comprar un vehículo eléctrico. Ahora, las ventas de Teslas están cayendo, y algunos demócratas están devolviendo los suyos a los concesionarios.
Es posible que Musk espere encontrar un nuevo mercado en el otro extremo del espectro político. Trump, quien lleva años denigrando los vehículos eléctricos, insistió en que iba a comprar uno, con un cheque. Sean Hannity, aliado de Trump, dijo que él también compraría un Tesla Model S Plaid como muestra de solidaridad con Musk.
“Esta cosa arrasa”, dijo en su programa, “y puedes recorrer 645 km sin necesidad de carga”.
47 por ciento
Ese es el tamaño de los recortes de personal en el Departamento de Educación, una agencia que Trump ha dicho que quiere eliminar. El Departamento anunció el martes que iba a despedir a unos 1300 empleados. Otros 572 empleados aceptaron paquetes de indemnización ofrecidos en las últimas semanas, y 63 trabajadores en periodo de prueba fueron despedidos el mes pasado. El departamento empezó el año con más de 4100 trabajadores.
Los recortes supusieron un duro golpe para los esfuerzos que miden los logros en las escuelas estadounidenses. Al menos 800 empleados de investigación del Departamento de Educación y colaboradores externos han perdido su empleo.
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La Agencia de Protección del Medio Ambiente canceló 20.000 millones de dólares en subvenciones para el clima. [en inglés]
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Musk sugirió esta semana que su equipo examinaría el Seguro Social y el gasto en prestaciones sociales.[en inglés]
Musk está utilizando su cuenta X como megáfono. Mi colega Kate Conger te guía a través de sus mensajes más importantes de los últimos días.
Al principio, Musk celebró su exposición de coches en la Casa Blanca el martes, pero sus mensajes en X acabaron tomando un cariz más oscuro.
Para el miércoles, ya estaba promoviendo teorías de que las protestas y el vandalismo en los concesionarios de Tesla formaban parte de un esfuerzo financiado por los demócratas para socavarlo.
“La campaña de artimañas contra mí y mis empresas ocurrió exactamente como se predijo”, escribió, volviendo a compartir una vieja publicación que predecía que los demócratas se volverían contra él por su apoyo a los republicanos.
Musk compartió publicaciones de la representante Marjorie Taylor Greene, republicana por Georgia, en las que pedía una investigación sobre los grupos de defensa demócratas que, según ella, estaban pagando las protestas contra Tesla.
Pronto, “$TSLA” fue tendencia en X ya que los inversores en Tesla celebraban la subida de las acciones tras las pérdidas de principios de semana. Las acciones del fabricante de vehículos eléctricos subieron un 7 por ciento tras la aparición de Musk en la Casa Blanca, mostrando el poder de su proximidad al presidente para ayudar a sus empresas.
— Kate Conger
El significado del traje de Musk
Elon Musk hizo algo inusual la semana pasada: se puso traje y corbata, dos veces. Mi colega Shawn McCreesh, periodista de la Casa Blanca,
lo interpretó como una señal de una pérdida de estatus
. Le pedí a Shawn que nos contara algo más.
¿Por qué importa tanto que Musk decidiera llevar traje la semana pasada?
Creo que hay un elemento de vestuario teatral en el merodeo de Musk por la capital: esa camiseta de “Tech Support” que lleva constantemente, y la pequeña broma que cuenta cuando se la pone, en gran medida forman parte de todo el acto.
Este repentino cambio de vestuario coincidió con algunas otras cosas que ocurrieron a su alrededor la semana pasada y que, sin duda, parecían el principio de una crisis de poder. Que el más clásico y esencial de los símbolos de Washington —el traje gris y la corbata— fuera también el símbolo de su sometimiento fue fascinante.
Musk volvió al viejo atuendo de saco y camiseta en el evento de Tesla de ayer. ¿Qué significa eso?
Es su look, que supongo que Trump seguirá tolerando. Que lo haga dice mucho sobre el poder y la influencia de Musk en la corte de Trump, porque a Trump le encantan los trajes. Ha escrito sobre su amor por ellos en varios de sus libros a lo largo de los años. Es su indumentaria. Es lo que lleva la gente cuando se disfraza de él en Halloween.
A lo largo de la historia, los gobernantes han tenido normas estrictas sobre la forma de vestir de sus cortes. El rey Luis IV, por ejemplo, tenía una norma según la cual solo un grupo selecto de nobles podía llevar una determinada chaqueta de seda azul como la suya. A Luis también le encantaban los diamantes, los abrigos de brocado, las pelucas elaboradas y los zapatos con tacones rojos que simbolizaban la sangre de sus enemigos, a los que juró aplastar bajo sus pies.
Algunas personas de Washington que visten de forma desaliñada a propósito —como John Fetterman y, hasta cierto punto, Bernie Sanders— lo hacen para señalar que son uno más del pueblo. Musk me parece lo contrario. Su informalidad parece consistir en recordar a todo el mundo que él es algo fuera de serie.
Dinos, Shawn, ¿cuándo llevas traje?
Bueno, después de escribir sobre este tema, me pareció que sería bastante hipócrita no llevar uno. Así que hoy llevo traje.
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— Kate Conger