Por The New York Times | Annie Correal y Emiliano Rodríguez Mega
Los expertos dijeron que el objetivo de Trump podría haber sido la intimidación, quizá a fin de conseguir un trato favorable para los barcos estadounidenses.
La sugerencia del presidente electo Donald Trump el martes de que Estados Unidos podría reclamar el Canal de Panamá —incluso por la fuerza— inquietó a los panameños, quienes solían convivir con la presencia del ejército estadounidense en la zona del canal y fueron invadidos por fuerzas militares estadounidenses en una ocasión anterior.
Pocos parecían tomarse muy en serio las amenazas de Trump, pero el ministro de Relaciones Exteriores de Panamá, Javier Martínez-Acha, dejó clara la postura de su país en una conferencia de prensa horas después de que el presidente electo estadounidense reflexionara en voz alta sobre la posibilidad de retomar el canal.
“La soberanía de nuestro canal no es negociable y es parte de nuestra historia de lucha y una conquista irreversible”, dijo Martínez-Acha. “Que quede claro: el canal pertenece a los panameños y así seguirá siendo”.
Los expertos dijeron que el verdadero objetivo de Trump podría haber sido la intimidación, quizá dirigida a conseguir un trato favorable del gobierno de Panamá para los barcos estadounidenses que utilizan el paso. En términos más generales, dijeron, podría estar intentando enviar un mensaje a una región que será fundamental para sus objetivos de controlar el flujo de migrantes hacia la frontera estadounidense.
“Si Estados Unidos quisiera desacatar el derecho internacional y actuar como Vladimir Putin, podría invadir Panamá y recuperar el canal”, dijo Benjamin Gedan, director del Programa para América Latina del Wilson Center de Washington. “Nadie lo vería como un acto legítimo, y no solo causaría un grave daño a su imagen, sino también inestabilidad al canal”.
En las últimas semanas, mientras se prepara para asumir el cargo, Trump ha hablado repetidamente no solo de apoderarse del Canal de Panamá, cuyo control Estados Unidos cedió a ese país por tratado a finales de la década de 1990, sino también de comprar Groenlandia a Dinamarca (aunque, en realidad, no está en venta). Volvió sobre esos temas expansionistas en un discurso farragoso pronunciado el martes en Mar-a-Lago, su propiedad turística de Florida, y esta vez se negó a descartar el uso de la fuerza militar para retomar el canal.
“Puede que tengan que hacer algo”, dijo Trump.
Los comentarios de Trump no han sentado bien al pueblo panameño.
Raúl Arias de Para, empresario de ecoturismo y descendiente de uno de los políticos fundadores del país, dijo que hablar de la fuerza militar estadounidense despertaba entre sus compatriotas recuerdos de la invasión estadounidense de Panamá en 1989. La acción militar de entonces, señaló, tenía como objetivo deponer al líder autoritario del país, Manuel Noriega.
“Aquella no fue una invasión para colonizar o tomar territorio”, dijo Arias de Para. “Fue trágico para quienes perdieron a sus seres queridos, pero nos liberó de una dictadura terrible”.
Sobre la amenaza de Trump de retomar ahora el canal, dijo: “Es una posibilidad tan remota, tan absurda”. Según el tratado, Estados Unidos tiene derecho a defender el canal si sus operaciones se ven amenazadas, dijo, “pero ese no es el caso ahora”.
Algunos expertos dijeron que Trump podría estar realmente esperando obtener garantías del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, de que trabajará de forma aún más agresiva para detener el flujo de migrantes a través del Tapón del Darién, el tramo selvático que cientos de miles de migrantes han cruzado en su camino hacia el norte, alimentando una oleada en la frontera estadounidense.
Mulino ya ha presionado enérgicamente para disuadir a los migrantes.
“No hay ningún país en el que Estados Unidos haya encontrado mayor colaboración en materia de migración que Panamá”, dijo Jorge Eduardo Ritter, exministro de Relaciones Exteriores y primer ministro panameño de Asuntos del Canal.
En su primer día en el cargo, Mulino aprobó un acuerdo con Estados Unidos para frenar la migración a través de la región del Darién con la ayuda de vuelos financiados por Estados Unidos para repatriar a las personas migrantes que entraban ilegalmente en Panamá. Desde entonces, el número de cruces ha descendido drásticamente, registrándose las cifras más bajas en casi dos años.
Si el gobierno de Trump lleva a cabo deportaciones masivas de migrantes indocumentados, necesitará también que los países de América Latina y el Caribe acepten recibir vuelos que transportan no solo a sus propios ciudadanos deportados, sino a personas de otras naciones, algo a lo que Panamá no ha accedido.
Los expertos dijeron que es igualmente probable que Trump esté intentando conseguir un descuento para los barcos estadounidenses, que constituyen la mayor proporción de buques que transitan por el paso de 64 kilómetros entre océanos. Las tarifas han subido debido a que la Autoridad del Canal de Panamá ha tenido que hacer frente a la sequía y al costo de crear un embalse para contrarrestarla.
“Imagino que el presidente electo se conformaría con un descuento estadounidense en el canal y declararía la victoria”, dijo Gedan, del Wilson Center.
Muchos expertos en la región, dijo, consideran los comentarios combativos de Trump como “el procedimiento operativo estándar de un presidente que utiliza las amenazas y la intimidación, incluso con socios estadounidenses y países amigos”.
Durante la presidencia de Jimmy Carter, Estados Unidos acordó, tras largas negociaciones a finales de la década de 1970, un plan para entregar gradualmente el canal que había construido en Panamá al país donde se encontraba. El intercambio se completó en diciembre de 1999.
Las teorías sobre por qué Trump parece centrado en el canal se incrementaron esta semana. Algunos señalaron que ceder el control del canal a Panamá ha sido durante mucho tiempo un punto delicado para los republicanos.
Otros dijeron que a Trump le molestaba que los puertos de los extremos del canal estuvieran controlados por empresas de Hong Kong. El presidente de Panamá ha desestimado esas preocupaciones.
“No hay absolutamente ninguna injerencia o participación china en nada de lo que tiene que ver con el Canal de Panamá”, dijo Mulino en una conferencia de prensa en diciembre.
Panamá, un país pequeño con más de cuatro millones de habitantes y sin ejército activo, según su Constitución, no estaría en condiciones de rechazar al ejército estadounidense. Sin embargo, las protestas serían probablemente enormes y podrían paralizar el Canal de Panamá, con efectos desastrosos para el comercio mundial y, en particular, para Estados Unidos, coincidieron los expertos.
Panamá, dijo Ritter, exministro de Relaciones Exteriores, solo puede esperar que Estados Unidos respete el derecho internacional. “Este es el caso del huevo contra la piedra”, dijo.
reporta desde Estados Unidos y América Latina para el Times. Más de Annie Correal
es un investigador reportero del Times en Ciudad de México. Cubre México, Centroamérica y el Caribe. Más de Emiliano Rodríguez Mega
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