Pablo Mieres lleva más tiempo en política que su propio espacio. Inició su militancia mientras estudiaba Sociología y ya nunca dejó de hacerlo. En la Democracia Cristiana primero —mientras esta formaba parte del Frente Amplio (FA)—, en Nuevo Espacio y otras denominaciones después. Hasta que en 2002, junto a dirigentes que se apartaron del espacio que se integraba nuevamente al Frente Amplio, conformaron el Partido Independiente (PI).
No duda en calificarse como socialdemócrata
ni tampoco en reconocer que este gobierno no lo es. Desde 2019, cuando en una
reunión privada con el entonces candidato del Partido Nacional Luis Lacalle Pou
aceptó formar parte de la coalición de cara al balotaje, mantiene su postura: ser
el equilibrio que balancee hacia el centro a una alianza que integran sectores
de derecha y centroderecha.
Mieres dice ante Montevideo Portal que aún mantiene su apoyo y decisión de entonces. Cree que este gobierno ha cumplido con la agenda programática pautada y que la merma de votos del PI en 2019 respondió, precisamente, a una fuerza centrípeta: el Partido Nacional y el Partido Colorado absorbieron gran parte de sus votos porque se fueron haciendo de centro en el lapso que iba de 2014 a 2019. Eso, dice él, demuestra que la cercanía entre las fuerzas no era porque él se hubiera corrido del eje socialdemócrata, sino que los otros se habían acercado al programa del Partido Independiente.
Sabe, sin embargo, que sobreviven diferencias. No las oculta ni lo asustan. Brasil, por ejemplo, o las elecciones en Brasil, han sido motivo de disputas o diferencias. Aunque el presidente Lacalle Pou prefirió conciliar con cualquiera fuese el triunfador, hubo quienes, como Guido Manini Ríos, postularon su fervor bolsonarista. Y hubo quienes matizaron y admitieron preferir un mal menor, como consideraban que lo era Lula. Así lo hizo Mieres durante esta entrevista previa a las elecciones de la semana pasada, cuando admitió que Lula lo “incomodaba menos”. Consultado luego por los dichos y la polémica sembrada en torno a Gerardo Sotelo, miembro de su fuerza y director de Medios Públicos, prefirió no seguir haciendo comentarios.
“Uno debe tener la capacidad de separar ideología de cuestiones personales. Tengo amigos y cercanía en el gobierno, afinidad con algunos o con otros, y fuera también”, señaló consultado por la distancia con sus cercanos y sus opositores ocasionales. De cara a 2024, por otra parte, imagina una coalición fortalecida desde lo programático y, a la espera de lo que decida su partido, se imagina compitiendo por la Presidencia y negociando previamente un acuerdo de cara a apoyarse mutuamente con sus actuales socios para una eventual segunda vuelta.
Usted dice que su ministerio trata de llevar adelante políticas socialdemócratas que lo representen. ¿El gobierno lo es?
No, este es un gobierno de centro. Nosotros nivelamos el posicionamiento de la coalición. No somos homogéneos, pero tenemos un mínimo común denominador que se simboliza en cuatro grandes reformas: seguridad social, reforma educativa —la más importante porque les va la vida a gurises y a los más débiles—, la reforma del Estado y la apertura al mundo. Esas cuatro cosas están en el programa y no es de derecha, es de centro. Y es algo que el PI firmó y comparte. La otra gran definición es el compromiso de asumir la recuperación salarial.
¿Ve fuerte a la coalición? Porque Manini Ríos salió a decir que él no es ni blanco ni FA, sino un tercer bloque…
Cada uno tiene su diferencia ideológica. Claro que Manini Ríos no es socialdemócrata. No tenemos una mirada común sobre todo, sino una conjunción de objetivos en estos cuatro ejes, sumando el quinto que es la recuperación salarial.
¿Todos creen en eso?
Sí, sí. Hemos pasado por la pandemia, dos rendiciones de cuentas, presupuesto, reforma y referéndum. Es un dato importante de fortaleza y unidad.
Sin embargo, la imagen positiva cayó un poco…
Si uno mira la simpatía del presidente sigue firme, en general. La aprobación del gobierno viene más baja; pero el tercer año de gestión es el que, clásicamente, es menos favorable. Ganamos la ratificación de la LUC hace poco…
Que la tomaron como una gran batalla…
Las dos partes. Eso ratificó la gran paridad a nivel electoral entre ambos sectores. Veremos qué pasa en estos dos años. Si se cumplen nuestros objetivos la ciudadanía va a valorarlo mucho, creo.
Señala la apertura comercial como un eje clave. ¿Apertura dentro o fuera del Mercosur?
Ojalá dentro, pero no podemos depender de que se pongan de acuerdo. Argentina hace años que es proteccionista incluso con países del Mercosur. Trancan apertura y tienen medidas de protección frente a productos de la zona común. Brasil es distinto, pero veremos ahora.
Siempre podemos mirarlo desde la centroizquierda, pero esos cuatro pilares que usted señaló no necesariamente son de centroizquierda….
Creo que se identifican con un planteo de centro. La reforma de la seguridad social con preocupación por los débiles y que busca que las jubilaciones más bajas tengan más entidad; una reforma educativa que busca que los gurises más débiles dejen de fracasar, que podemos decir que es muy progre; la apertura para que Uruguay pague menos aranceles y pueda generar más empleo, también. Es cierto que quizás en la política de género puede que no haya coincidencia, pero la política de género la llevamos nosotros y el gobierno la apoya. O la mirada que aporta Daniel Radío en la Junta Nacional de Drogas: vamos para adelante con planteos que a parte de la coalición no le gusta, pero seguimos en lo que yo creo que hay que hacer, lejos del prohibicionismo que tanto daño ha causado.
¿Hay límites para sostener la coalición?
Nuestro criterio siempre ha sido acompañar de acuerdo a un programa. Hay dos límites: si ese programa deja de existir y la transparencia. Si un gobierno fuese corrupto, estaríamos afuera.
Más allá de corrupción, podemos hablar de desprolijidades…
A ver.
El caso Astesiano…
Pero eso no es del Gobierno. Es una persona que cometió delitos y hay que caerle con todo e investigar hasta el hueso. Pero era un funcionario vinculado a seguridad privada presidencial, no era parte del Gobierno ni a cargo de ninguna política pública. Va a quedar demostrado que era un sabandija, y uno histórico: vi la historia que tenía…
Pero no estaba solo.
No, solo no, con una asociación para delinquir. Y a todos ellos hay que arrancarles la cabeza, dentro de las reglas de la democracia, pero no era el Gobierno.
¿Usted tiene diálogo con Lacalle Pou?
Sí, claro.
No le dijo: ‘Luis, ¿cómo no te diste cuenta?’
No, a ver, nadie está libre de que aparezca alguien de su círculo íntimo que ha traicionado la confianza. E incluso con colaboradores políticos. Yo siempre dije, hablando de otras épocas: el tema no es que uno pueda tener o no corrupción dentro del partido o gobierno, sino cómo actuás cuando ocurre. Hay que ser drástico. Puede pasarte, pero con reflejo inmediato.
¿Y acá lo fue?
Sí, claramente.
¿Cuáles serían los aspectos programáticos que los mantendrían unidos en 2024?
Hoy no los diría aún. Esa puesta a punto ocurrirá a fines de 2023.
Si ganan y sigue la coalición, ¿qué aspectos le gustaría gestionar?
Tenemos que estar prontos para lo que toque. Yo no tenía previsto ser ministro de Trabajo. Y tocó. Lo que pueda ocurrir en definitiva depende de los resultados electorales también.
Pero suelen estar en temas sociales, género, educación; no se imagina en seguridad…
Nosotros tenemos concepciones e ideas, pero no nos ha tocado. Creo que hay cosas para hacer. Otras se hacen y otras quedarán pendientes.
¿Lo que se hace en esa materia le parece bien?
Va encaminado, pero veremos cómo termina. Siempre tuvimos diferencias con nuestros socios porque tenemos una mirada un poco distinta sobre el problema del delito; pero los resultados muestran mejora en ese rubro, excepto por la suba en homicidios.
¿Cuál es su diferencia?
Ha habido un problema de implementación de medidas alternativas, que no son fáciles de incorporar, pero hay que transitar hacia medias alternativas a la privación de la libertad.
Seguridad social y después
La reforma de la seguridad social lo ha tenido a Mieres en el candelero. Decenas de entrevistas en pocos días para remarcar las bondades de una política que considera “urgente”, “inexorable” y, a la vez, “antipática”. Retrasar la edad jubilatoria es feo, dirá, no le gusta a nadie, reconocerá, pero respaldará la reforma con dos adjetivos caros a la centroizquierda: “justa” y “equitativa”.
¿Hasta qué punto está conforme con el resultado de la negociación interna por la reforma de la seguridad social?
Es el mejor dentro de las posibilidades que implica llevar adelante una reforma cuyo argumento central es lograr el sostenimiento fiscal del régimen. Es un problema típico de nuestra estructura demográfica: tiende a crecer la expectativa de vida y por cuestiones culturales baja la tasa de natalidad. La suma de esos dos elementos determina un problema muy desafiante. Y el déficit del sistema venía en aumento. En ese marco de restricciones hemos hecho un trabajo formidable que se sintetiza en dos resultados: lograr que el déficit se reduzca y tenga trayectoria estable, y la doble equidad. Esta doble equidad incluye un pilar cero que tiene que ver con que el aporte de un subsidio a las jubilaciones más bajas que garantice que mejoren respecto de las actuales; y la equidad también expresada en el sentido de avanzar en 20 años a un sistema único que vaya reduciendo las diferencias que existen hoy en los subsistemas. Que las reglas generales en años y niveles de aportación y edades de retiro vayan siendo similares.
¿Es la reforma que quisiera el Partido Independiente?
Seguramente. Participamos mucho en la comisión de expertos y en procesos de revisión. Y desde este ministerio tuve participación y seguimiento detallado. Es el mejor posible y un proyecto que conjuga sensibilidad social con responsabilidad. Y evita patear algo que mañana será de una inmediatez más abrupta. Todos los que tienen 50 años o más no tendrán afectación. Y tendrán un beneficio: quienes se jubilen desde que se apruebe podrán optar por seguir trabajando parcialmente y completar el resto del salario con la jubilación. Hoy el proceso de envejecimiento es lento y gradual, no se pasa de la actividad total a la jubilación. Y hoy muchos jubilados trabajan en negro y eso no es bueno.
Hay sectores, como el militar, que obtuvieron beneficios…
Antes, sí. Pero eso se reduce en el proceso de convergencia al mínimo. No quita que haya especificidades. Todos los grados tienen una suba en la edad de retiros.
Pero algunas mejoras lograron…
Sí, solo en dos grados. Los demás suben cinco años la edad de retiro. Y hay otros sectores especiales que también tienen beneficios, como los docentes. O el sector de pesca. Hay sectores médicos que también tienen bonificación de cómputo de años trabajados.
Siempre que se habla de sostenibilidad de la seguridad social se ataca la erogación y nunca el ingreso. Con un 21% de trabajo informal, ¿no se podría incorporar a ese sector para emparejar el sistema?
Podría atenuar, pero es muy difícil avanzar en eso. Venimos de un salto importante, bajamos la informalidad en un 4% desde 2019. Creo que tiene que ver con una valorización de la formalidad durante la pandemia, y tenemos que seguir trabajando en eso, pero no es fácil bajarla mucho cuando ya estamos en ese nivel. En cualquier caso, la propia arquitectura del sistema previsional sigue siendo deficitaria por las variables demográficas. Salvo que tuviéramos una inmigración muy importante, más que la que hemos tenido en estos últimos tres o cuatro años, que no es una cantidad que mueva la aguja.
Aunque la reforma es antipática, no recibió tanta oposición…
Vamos a ver, recién están analizando.
Pero miembros de la coalición suelen decir que le están haciendo un favor al próximo gobierno, sea del color que sea.
Es una realidad, les resolvemos un problema a los próximos gobiernos. Pero independientemente de eso, las noticias no son malas, son sensatas; la compatibilidad entre jubilación y trabajo es un nuevo derecho que se otorga y es muy positivo. Correr la edad de retiro a nadie le gusta, lógicamente. En términos generales, es una reforma justa.
Desde Un Solo Uruguay se han manifestado en contra.
Me sorprendió y no entiendo mucho su razonamiento.
¿Los veía más cercanos?
No sé. Se han mantenido críticos al anterior Gobierno, pero también han sido siempre distantes de este. Habría que ver por qué se oponen.
¿No se los imagina en la coalición en el futuro entonces?
No lo sé, no lo veo.
Sobre quejas y debates, ¿cómo observa el alto nivel de conflictividad laboral?
Una sociedad plural siempre tiene conflictos. Pensar en un escenario sin conflictividad laboral es pensar en un mundo utópico. El tema es cómo se resuelve. Estoy muy conforme porque estamos siendo eficientes y ecuánimes: hablamos con las dos partes, empresarios y trabajadores. Sí hay un incremento en el tono de los conflictos, quizás. Y es obvio, porque el PIT-CNT está en contra del gobierno, pero el nivel de conflictividad es el mismo que con el Frente, eh. El tema es que todos sus dirigentes votan al Frente Amplio.
Si todos los dirigentes sindicales votan al Frente Amplio, ¿no se debe a que representan esos intereses?
No estoy tan seguro: en todo caso el Frente Amplio todavía tiene que contestar por qué durante sus gobiernos se produjo la mayor concentración de propiedad de la tierra de la historia del país. Y ahora dicen que hay que aumentar aportes patronales, pero ellos los bajaron en la reforma tributaria de 2007. El FA tiene un discurso, por un lado, y una práctica por el otro.