Por The New York Times | Ashley Townshend and James Crabtree
ESTADOS UNIDOS YA NO PUEDE DISUADIR A CHINA SIN LA AYUDA DE SUS ALIADOS.
Un avión de combate chino viró frente a un avión de vigilancia militar australiano sobre aguas internacionales en el mar de la China Meridional el mes pasado y lanzó pedacería metálica que absorbieron los motores del avión australiano.
Nadie resultó herido tras el incidente, que fue calificado por el ministro de Defensa de Australia como “muy peligroso”, pero se sumó a una serie de incidentes recientes que demuestran la creciente voluntad de China de poner a prueba a Estados Unidos y sus aliados en Asia en el tema militar.
China ha rastreado de manera sistemática a los buques de guerra estadounidenses en la región, su fuerza aérea ha realizado incursiones cada vez más intensas en espacio aéreo taiwanés y japonés, y su guardia costera acosa regularmente a embarcaciones de Filipinas, Malasia e Indonesia. En varias ocasiones durante las últimas semanas, pilotos de combate chinos han pasado muy rápido y muy cerca de aviones militares canadienses de una operación autorizada por la ONU, y a veces hasta les han enseñado el dedo medio a los canadienses.
A medida que las fuerzas armadas de China crecen en fuerza, sofisticación y confianza, la disuasión militar liderada por Estados Unidos en el Indo-Pacífico está perdiendo fuerza.
Un ejemplo es la presencia militar de Estados Unidos en la región. Tiene alrededor de 55.000 militares en Japón y 28.000 en Corea del Sur. Varios miles más están desplegados en Australia, Filipinas, Tailandia y Guam. Esta postura apenas ha cambiado desde la década de 1950. Pero los planes para revitalizar la presencia estadounidense se han visto obstaculizados por presupuestos inadecuados, prioridades contrapuestas y falta de consenso en Washington en torno a cómo lidiar con China.
El Pentágono ha aumentado las inversiones en tecnologías de punta como la inteligencia artificial y los sistemas cibernéticos y espaciales con el fin de prepararse para un posible conflicto de alta tecnología con China en la década de 2030. No obstante, es probable que el equilibrio de poder cambie decididamente a favor de China para cuando se desplieguen, a menos que Estados Unidos ponga nuevos recursos sobre la mesa pronto.
El presidente Biden presentó este año el presupuesto de defensa más costoso de la historia en términos del dólar, pero gran parte del incremento será absorbido por la inflación vertiginosa. Por lo tanto, Biden, al igual que el expresidente Donald Trump, está quedándose corto en alcanzar el objetivo de crecimiento del tres al cinco por ciento del presupuesto anual real, una meta bipartidista establecida incluso antes de la guerra de Ucrania y a menudo citada como lo mínimo que necesita el Pentágono en la era actual de competencia entre grandes potencias.
Si bien el Ejército estadounidense está disperso por todo el mundo, China puede concentrar sus fuerzas en ganar un conflicto futuro en su propia zona. Ahora tiene la capacidad. China tiene la armada más grande del mundo y la fuerza aérea más grande de Asia, además de un imponente arsenal de misiles diseñados para disuadir a Estados Unidos de proyectar poder militar en el Pacífico Occidental durante una crisis. El tercer y más avanzado portaviones de China está casi terminado, y más armamento nuevo se está desarrollando o ya está en servicio.
Pekín también está alarmando con su disposición a proyectar esa fuerza.
Aunque se dedica mucha atención a su comportamiento respecto a Taiwán, China está construyendo y militarizando islas artificiales en el Mar de la China Meridional. También ha iniciado la ampliación de un puerto naval en Camboya la semana pasada, el cual algún día tal vez sea su primer bastión militar en otro país asiático. Un acuerdo de seguridad con las Islas Salomón podría conducir a algo similar, y Pekín está cortejando agresivamente a otras naciones del Pacífico.
La posición militar de Estados Unidos en Asia, por el contrario, se ha visto obstaculizada debido a décadas de preocupación por los conflictos en Medio Oriente. La guerra en Ucrania se ha transformado en un compromiso a largo plazo de 54.000 millones de dólares y obligó a Biden a retrasar y volver a redactar la Estrategia de Defensa Nacional y la Estrategia de Seguridad Nacional de su gobierno, documentos críticos que establecen las prioridades globales y las necesidades de recursos, mientras los funcionarios tratan de resolver cómo lidiar con China y Rusia al mismo tiempo.
El equipo de Biden puso fin a la larga y costosa incursión de Estados Unidos en Afganistán, pero eso no ha liberado muchos recursos para el Indo-Pacífico. Washington no debe perder de vista que China es una amenaza mucho mayor que Rusia en materia de seguridad, tanto en este momento como a largo plazo.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, dijo que “el Indo-Pacífico está en el centro de la gran estrategia estadounidense” durante un discurso la semana pasada en la cumbre de defensa Shangri-La Dialogue en Singapur, pero dio pocos detalles en cuanto a nuevos recursos o compromisos.
Para cambiar las cosas, Estados Unidos debe dar prioridad a la amenaza de China, reforzar su fuerza militar en Asia y proporcionar a Australia, Japón e India capacidades militares y tecnológicas más sofisticadas para apuntalar una estrategia de defensa colectiva.
Debería ampliar con urgencia la Iniciativa de Disuasión del Pacífico, lo que dirigiría más recursos para gastos adicionales con el fin de fortalecer la presencia militar estadounidense al oeste de Hawái mediante una mayor distribución de fuerzas en la región, una mejora de la logística y las defensas aéreas y otras medidas. Lo anterior es necesario para reducir la exposición de las fuerzas estadounidenses a los misiles de largo alcance de China y para incrementar las ubicaciones desde las que podrían operar en una crisis. Sin embargo, esa iniciativa ha sufrido de financiamiento insuficiente y críticas de que no se estaban cumpliendo sus principales prioridades.
Estados Unidos también podría fortalecer su posición militar en la región aumentando de cinco a seis el número de submarinos de ataque con base en Guam, expandiendo sus operaciones marítimas en el Pacífico y desplegando aviones de combate, buques de guerra, drones y misiles de largo alcance más avanzados en la región.
Pero todo esto quizá siga siendo insuficiente. El desafío que representa China se está volviendo tan grande que Estados Unidos ya no puede mantener por sí solo el equilibrio del poder militar en Asia.
Washington dio un primer paso audaz para compartir más la carga con el Acuerdo AUKUS, anunciado el año pasado, en el cual se estipula que trabajará con el Reino Unido para suministrar a Australia submarinos de propulsión nuclear y desarrollar conjuntamente otras tecnologías militares avanzadas en el ínterin. Pero los submarinos no entrarán en servicio sino hasta finales de la década de 2030, y los demás esfuerzos de colaboración del Acuerdo AUKUS requerirán reformas difíciles a las restricciones de larga data de Estados Unidos respecto a compartir tecnología delicada de seguridad nacional.
Washington debería apoyar las iniciativasaustralianas y japonesas a> que tienen como objetivo construir misiles de largo alcance en suelo nacional compartiendo propiedad intelectual, proporcionar más armamento estadounidense a India y reforzar el financiamiento militar extranjero en la región, comenzando con un fondo especial para impulsar la capacidad de disuasión de Taiwán.
Estados Unidos ha descuidado durante mucho tiempo su estrategia de defensa en Asia por haber considerado el desafío que representa China como un asunto importante pero no urgente. Las escenas que ahora se desarrollan en Europa son un claro recordatorio de lo que puede suceder cuando falla la disuasión. Este artículo apareció originalmente en The New York Times.