Por Valentina Temesio
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Aunque ya había sido defensor en casos mediáticos, como el de los supuestos enfermeros asesinos, que después fueron absueltos, hubo un juicio que para Andrés Ojeda fue bisagra.
Para él, fue el “quiebre más grande”, porque implicó aparecer hasta el cansancio en televisión, ser una cara visible, llegar a las casas de los uruguayos a las 19:00 en vivo, defender a un hombre considerado un traidor por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros: Amodio Pérez.
Entonces, arrancó el juicio y Ojeda, que tenía 30 años, se convirtió en una figura pública. Esa primera semana de 2015, el abogado se convirtió en mediático. Incluso, según datos de la consultora Foco, llegó a tener más exposición en televisión que José Mujica, que declaró en el juicio, y que el propio Pérez, el protagonista de un caso que llevó al juzgado a cerrar solo para él.
“El primer enfrentamiento fuerte con la prensa fue enorme. Todos los días, cuando arranca el informativo en vivo, la primera persona que aparece sos vos, todos los días durante una semana”, dice a Montevideo Portal.
Ojeda, que no vivió nunca bajó una dictadura cívico-militar, tuvo “un curso de grado 5 de historia importante”. Se acuerda del “careo” entre Pérez y Julio Marenales; de cómo recordaban sus conflictos como si no hubieran sucedido el día anterior; de los sentimientos “a flor de piel”. Y cómo repetían, “una y otra vez, sin avanzar”, que uno le había señalado y que el otro le había tirado una granada en la mano.
Con el tiempo, Pérez fue absuelto, y Ojeda se terminó de posicionar como un penalista mediático. Siguió con otros casos, así como también con la militancia política que había empezado después de haber conocido a Julio María Sanguinetti cuando era un estudiante universitario.
Bajo la proclama de la renovación, Ojeda se convirtió en el factor sorpresa de una interna colorada con seis precandidatos, que eran ocho hasta que Gustavo Zubía decidió apoyar al único que nunca trabajó dentro de la gestión pública. Este viernes, en tanto, Guzmán Acosta y Lara se bajó para ir con Gabriel Gurméndez.
Ojeda dice que le pide consejos al presidente Luis Lacalle Pou, pero también habla con Sanguinetti, Ernesto Talvi y Pedro Bordaberry. Dice que el movimiento Scout y la televisión tienen que ver con su precandidatura. Dice, también, que va paso por paso y que su primera meta es convertirse en el candidato del Partido Colorado el próximo 30 de junio.
Otro niño scout
El candidato colorado más joven nació un 5 de enero hace 40 años. Un día antes de Reyes. Quizá por eso, por el día y el mes en el que nació, Ojeda repite su signo del zodíaco. “Yo siempre digo que soy muy capricornio”, dice. Le gustan los rituales, los lugares, repetir las cosas y no cambiarlas.
“Me gusta hacer las mismas cosas, me gusta ir a los mismos lugares, me gusta pedir lo mismo que me gusta, no me gusta cambiarlo”, insiste.
Quizá, también, eso sea el resabio de las tantas mudanzas que vivió cuando era niño. De Punta Gorda a Carrasco, de Carrasco a Malvín, de padres casados a padres separados.
Ojeda se recuerda a sí mismo como un niño “muy bueno, muy aplicado, muy poco bandido”, incluso sugiere que era “medio embole”. De todos modos, por fuera de las clases en La Mennais, donde cursó desde jardín de infantes a bachillerato, encontró su lugar.
Mientras el resto, dice, jugaba al fútbol e iba a la matiné, él iba a los Scouts. Empezó con ocho años y se fue a los 25. Aunque también se convertiría en un asiduo de Vantix y miembro de Garage, una de las bandas que participó del Pepsi Bandplugged.
De todos modos, insiste en que después de su casa, la formación en valores que tuvo fue en los Scouts, más que en la escuela, más que en la educación formal, más que en todo. Porque Ojeda, que viene de una clase media, dice que el servicio hace “ver otras realidades” y “otros seres humanos alrededor”.
“Si yo no hubiera pasado por ahí, no estaría acá”, asegura. Con los Scouts, el candidato colorado pasó desde “colaborar en un merendero hasta limpiar pingüinos” en Punta Colorada, Maldonado, con SOS Fauna Marina. Hizo su primer viaje fuera del país, cuando cumplió 15 años y fueron a la Reunión Mundial de Scouts que se llevó a cabo en Chile. Y también se enfrentó a la independencia: la última etapa Scout implica una convivencia de dos meses con compañeros. Así, vivió con diez amigos en una casa cerca de la Intendencia de Montevideo.
Después de que sus padres se separaran y su madre volviera a ponerse en pareja, Ojeda volvería a ser independiente. Él y su hermana, Fernanda, vivieron juntos en un apartamento que era de su abuelo, en Malvín. Esa convivencia se sostendría un tiempo, después cada uno formaría un nuevo hogar.
Más penalista que abogado
Si bien su abuelo, que casi no conoció, fue abogado, Ojeda se jacta de que él y su hermana son la primera generación de profesionales dentro de su familia. También, insiste en que su vocación se dio de manera “casi natural”.
“De chico siempre me decían que yo iba a ser abogado o político: terminé siendo los dos. Yo movía mucho las manos cuando hablaba, siempre todos destacaban eso. En la escuela decían que no era normal que un chiquilín moviera tanto las manos, tampoco que los compañeros lo pongan a hablar para cosas grupales. Siempre había como un comentario externo de que estas eran las condiciones naturales para eso, y arranqué derecho”, cuenta.
Durante su paso en la Universidad de la República (Udelar) no fue un alumno excelente. Le fue “bastante bien,normal”, dice. Para el candidato colorado, la carrera de Derecho “tuvo sus momentos”, porque le faltaba “contacto con la realidad”. Por eso, se “copó” con la profesión cuando empezó a trabajar, cuando entró en contacto con la rama penal.
A los 19 años comenzó a trabajar en un estudio jurídico, en el que solo le “faltaba el plumero”. Allí, recuerda, hizo todo lo que había para hacer y, aunque “cobraba poquito”, ese lugar lo preparó para la vida. En ese estudio de abogados empezó a entrar en contacto con “cosas pesadas” que, si bien no eran suyas, le permitieron empezar a estar cerca. Después de diez años lo dejó para trabajar en una aseguradora, que “fue un cambio de vida”.
Sin embargo, el verdadero antes y después fue una materia de Derecho Penal, que daba Miguel Langón, un profesor grado 5 que era “muy duro en todo su pensamiento penal; un tipo muy polémico en su pensamiento, pero muy respetado, muy inteligente y muy estudioso”.
Terminó de cursar la asignatura y le pidió para ir de oyente al año siguiente, al mismo tiempo que asistía al segundo curso de penal de la carrera. Desde ahí, el candidato quedó vinculado a cursos de derecho penal, actividad que continúa hasta el día de hoy, aunque ahora con menos frecuencia por la campaña electoral.
Dentro del mundo de la enseñanza, acompañó a Germán Aller y a Gustavo Bordes, que se convirtió en un amigo querido; armó congresos, y se encontró con sus socios Fernando Posada y Federico Rey.
Ojeda se cree más penalista que abogado. “Hay materias en las que no me animo a dar una respuesta. No porque no haya estudiado, sino porque no ejerzo casi nada. Siento que mejor te dedicás a lo que te dedicás”, asegura.
Entonces, su mundo es lo penal, ese que lo llevó a hacer un posgrado en la Univesidad Austral de Buenos Aires, por el que conoció a pesos pesados de Argentina, Uruguay y España, como Guillermo Yacobucci, Gonzálo Fernández y Jesús-María Silva Sánchez, a quienes admira.
Es que, para Ojeda, la rama penal es la “más vocacional de la abogacía”. “Acá un tipo te va a depositar lo más importante que tiene después de su vida, que es su libertad. Esto está a nivel de paridad entre el médico que le opera la cabeza y el que se va a debatir contra la libertad. El último escudo que le queda y el último humano que se va a sentar a decirle que no es el peor del mundo sos vos. Entonces, terminás siendo la persona más cercana que tiene en un momento muy difícil, y eso me ha generado incluso vínculos muy cercanos con personas que fueron clientes”, dice.
Por eso, Ojeda asegura que el trabajo de un penalista es de “altísima sensibilidad”. Porque lo que moviliza es la injusticia, la de que a alguien lo dejasen libre por algo terrible, pero también que alguien termine preso por algo que no pasó.
Sin embargo, entiende que es un trabajo con el que cuesta “empatizar”. “Yo siempre he tenido, como tenemos los abogados, capacidad de elegir lo que queremos hacer y lo que no, y en eso yo me guío mucho por mi sensación con la gente”, explica.
Y además, su mundo, lo penal, lo llevó a perfilarse como mediático, esa puerta que lo llevó a televisión y que, de algún modo, también le dio la visibilidad para que hoy se convirtiera en el candidato colorado.
Un poco de exposición
El penalista defiende y denuncia. Así, esta profesión lleva a que sean varias las personas dentro de la abogacía que para los uruguayos comunes y corrientes, que están fuera de la Justicia, tengan una cara, un nombre y un apellido. Los casos penales son, muchas veces, de interés público, por eso Ojeda aprovechó las cámaras y asegura saber cuándo tiene que aparecer en los medios de comunicación.
“Yo lo que puedo decidir es si intervenir o no. Y, si yo no intervengo, sale solo, y eso le quita mucho control al tema. En un tema de alto perfil, no salir regala cancha. Pero es una herramienta administrable”, dice.
El juicio de Amodio Pérez fue la puerta de entrada. En ese entonces, el candidato colorado entró en contacto con el fallecido periodista Claudio Romanoff, que se convirtió en amigo y le ofreció aparecer en televisión, pero dentro de un estudio, no en la puerta de un juzgado.
Romanoff le preguntó cómo se veía explicando temas de derecho penal en la tele abierta, para todos los televidentes. A él le pareció interesante y dijo que sí. Y así arrancó: en Telenoche, en horario central. La primera vez, estaba Daniel Castro, la icónica figura de Canal 4, y Ojeda sentía todo eso que alguien siente cuando se enfrenta a algo nuevo.
Después, cambió de programa y de horario. Pasó del tiempo “tiránico” del informativo a Buen día Uruguay, donde una vez por semana “conversaba” y analizaba casos “atemporales”.
Y al tiempo, en 2016, siguió a su amigo, Romanoff. “En un momento, Claudio dejó Telenoche y lo contrataron en VTV para rearmar VTV Noticias. Me invitó y me fui para ahí. No porque fuera más pantalla ni nada, sino porque estaba Claudio y me copaba. Conocí a Gabriel Pereyra, muy amigo de Claudio, que lo había invitado para codirigir VTV Noticias con él, y tuve la oportunidad de ser parte del pienso de la reformulación de ese informativo, que se modernizó en ese año”, recuerda.
Entonces, Ojeda se convertía en una figura pública, en un personaje de la televisión en los tiempos en los que no había el uso masivo de redes sociales que hay en la actualidad. Hizo sus columnas para En la mira y ayudó a armar ADN. Así se vinculó en el mundo de los medios con “gente que entendía muy bien”. Incluso, confiesa que Romanoff le propuso probarlo para conducir VTV Noticias cuando Malena Castaldi dejó el noticiero para irse a Telemundo.
Romanoff le preguntó a Ojeda si quería probarse, y él le respondió que no, porque su carrera era otra: lo penal.
Durante sus pasos por los medios, el abogado también fue parte de Esta boca es mía, un programa al que considera un “tanque”. Dice que hasta el día de hoy le pasa que lo reconozcan por esa experiencia, hasta en los lugares más recónditos del territorio uruguayo.
Ojeda ya era, dentro de todo, una persona pública, y eso se incrementó cuando se casó con la conductora y abogada Natalie Yoffe a fines de 2017. Allí fueron noticia. Y también lo fueron durante su divorcio.
Es que el mundo del candidato colorado está rodeado de nombres conocidos: Nacho Álvarez, Gabriel Pereyra, Nelson Fernández, Eduardo Preve. Y también de la noche, de los boliches, de la imagen: Ojeda es conocido por ir a boliches de moda en Montevideo, así como también por las horas que le dedica al gimnasio.
Por eso, el candidato dirá que le agradece “muchísimo a la tele”, porque le dio herramientas para su propia profesión, como cuando se convirtió en abogado del sindicato de policías.
Del hartazgo a candidato
En 2002, cuando el país enfrentaba la peor crisis económica de su historia, Ojeda comenzó a estudiar derecho en la Udelar. Al poco tiempo, comenzaron a ocupar la facultad, algo que para él era un “calvario”, por todo lo que implicaba con terminar la carrera. “Yo sentía que, básicamente, nadie quería esa ocupación, salvo un puñadito muy militante de agremiados [la Federación de Estudiantes Universitarios Uruguay]”, dice.
Se acuerda de esos días como “dramáticos”, en los que “todo estaba prendido fuego”. En medio de un “momento difícil” para el país, aquel estudiante de abogacía se encontró con un grupo de personas que no estaban a favor de las ocupaciones y quería impulsar un plebiscito para que terminen. Allí se topó con la militancia gremial estudiantil del Foro Universitario.
Levantaron las ocupaciones y el plebiscito no tuvo necesidad de prosperar. Sin embargo, Ojeda quedó cercano a ese grupo que le presentó a un expresidente que lo conmovió.
“Un día me invitaron a una reunión con [Julio María] Sanguinetti, en lo que era la sede del Foro Batllista en 18 de Julio y Martín C. Martínez. Tuve esa reunión y hoy estoy acá, 20 y pico de años después”.
Para Ojeda, Sanguinetti “tiene un encanto particular en el mano a mano”. Dice, además, que no era el mismo que es hoy, sino que era el de “hace 20 años”, un hombre que “estaba mucho más cerca de la jugada”.
La primera elección de Ojeda dentro del Partido Colorado fue la peor de la historia de la colectividad hasta ese momento. Fue en 2004, cuando la fórmula de Guillermo Stirling y Tabaré Viera obtuvo solo el 10,36% de los votos, un resultado terrible para el partido que había gobernado durante casi toda la historia uruguaya.
De todos modos, dice que no se desencantó de los colorados, que esa elección lo dejó “curtido para la vida”, que “cuando uno arranca tan así, todo lo que pasa después es para arriba”.
Entonces, apareció Pedro Bordaberry como candidato a la Intendencia de Montevideo y por un rato calmó la desolación. Aunque después, en 2009, “aplastó” a Luis Hierro López, el candidato por el que Ojeda militó en las elecciones internas de ese año.
“Estoy muy curtido con las malas, estoy curado de espanto. En algún punto, creo, que es momento de que nos toque alguna primavera, porque el invierno fue muy largo. Siento que estoy pagando un invierno en el Partido Colorado con el que no tuve nada que ver. Yo en 2002 tenía 18 años, no tomé ninguna decisión. Hoy estamos pagando las cuotas de una crisis de las que una generación no tuvo que ver”, dice el candidato que en su juventud compartió lista con Fiama Valdez, la hija del Peluca, y con Wellington Silva, el hijo de Waldemar Cachila Silva, el histórico de la Cuareim 1080.
Ojeda se jacta también de una “militancia ininterrumpida”, en la que “pasó de todo”: militó en las internas del 2004 y las elecciones de jóvenes en 2007, fue miembro del Comité Ejecutivo Nacional, edil, candidato suplente de la candidatura de Laura Raffo a la Intendencia de Montevideo, y ahora candidato a la Presidencia, con el apoyo de Julio Luis Sanguinetti y la excabildante Elsa Capillera.
Por eso, ahora dice que va “paso a paso”, que no pone su nombre junto a la palabra presidente porque aún “no es creíble” y “no hay que quemar etapas”.
El factor sorpresa y los consejos de Lacalle Pou, Sanguinetti y Bordaberry
La candidatura de Ojeda ha generado revuelo dentro de la interna colorada. Primero, redujo la cantidad de precandidatos, cuando el fiscal Gustavo Zubía se bajó para sumarse a su campaña. Después, fue acusado por el exprecandidato Guzmán Acosta y Lara de ser parte de una “operación” del Partido Nacional para interferir en la interna colorada.
El abogado dice que incluso sus compañeros le “recuerdan todos los días” que su lanzamiento no estaba dentro de lo esperado. Aunque asegura que no fue “planificado”, sino “deseado”.
Así, el candidato colorado se diferencia de sus pares. “Todos bajan o vienen apalancados por su súper cargo de gobierno. Yo no fui ministro, no fui senador, no fui presidente de ente, no fui diputado. Yo me hago cargo de lo que tengo a cargo y defiendo lo que tengo que hacer y crítico lo que tengo que criticar. Soy libre que no fui empleado del presidente, lo digo con el cariño del mundo. Así y todo, soy el candidato señalado más cercano a él, lo cual es muy paradójico”, dice.
Es que al mismo tiempo que el penalista tiene amigos que son figuras públicas, cuyos nombres y apellidos conoce gran parte de la ciudadanía uruguaya, también recibe consejos de referentes de la política.
Por ejemplo, le pide consejos a Lacalle Pou, que son “muy atinados y valiosos”. “Yo le agradezco la generosidad de tomarse unos minutos para decirme esas cosas, que lo haría conmigo o con cualquiera”, expresa.
También le consulta a Sanguinetti, aunque no tiene la “misma afinidad generacional” que tiene con Lacalle Pou, a quien describe como alguien con un estilo “más juvenil”. “Él tiene más cercanía de edad con Álvaro Delgado que conmigo. Sin embargo, si yo te pregunto quién está más cerca en actitud, probablemente tu definición sea otra”, asegura.
Por ejemplo, habla una vez por semana con Ernesto Talvi, quien lo describió como su “legado” dentro del Partido Colorado, quien hizo que se “reenamorara” de la política, y quien le dio el cargo de asesor de Seguridad en la elección pasada.
Por ejemplo, recibe sugerencias de Pedro Bordaberry, quien le recuerda frases de Jorge Luis Borges y le apunta cosas como que “el que se deja llevar a la pelea que no le conviene, ya le perdió”.
Ojeda insiste en ser la cara de la “renovación”, que no está solo ligada a su edad, sino a su “estilo”. “La comunicación, la manera de moverse, las palabras que usamos para expresarnos. Claramente soy el más distinto, no tengo nada que ver porque los demás vienen de un lugar similar, vinculado al gobierno, de cierta edad para arriba, de un estilo muy parecido y tradicional. Yo me siento súper distinto, no creo que sea bueno. No sé si me jugará en contra, pero no lo puedo cambiar. Es lo que somos, es como que yo no puedo forzar algo que no soy, no puedo decir que soy la experiencia y la trayectoria, así como otros no pueden decir que son la renovación, porque no lo son”, dice.
El Mundial de 2010
Ojeda cree que siempre se “juega para ganar”, aun “sabiendo que la estadística no beneficia”. Dice que “hace todo el esfuerzo para mirar para adelante”, porque el duelo por las ausencias de Talvi y Bordaberry “está terminando” dentro del Partido Colorado.
Entonces, como buen uruguayo, hará analogías futbolísticas y describirá su camino electoral actual como el Mundial de 2010, en el que Uruguay, contra todo pronóstico, jugó una semifinal contra Holanda. Entonces, también dirá que desde el pasado 22 de noviembre el partido ha sido intenso, que hizo kilómetros, que compite contra “estructuras” y cargos públicos.
“La única manera de generar cambios reales es animarse a desafiar en la estadística. Vinimos a desafiar la estadística, un partido que tiene una deuda de renovación enorme se puede poner al día en una sola elección”, dice.
Ojeda irá paso a paso: buscará ganar la elección interna, convertirse en un líder colorado y de la coalición, traer a todos los colorados que se fueron y seguir transitando el camino del centro.
Mientras tanto, como una persona “muy capricornio”, intentará no mudarse más de su casa con muñecos coleccionables de Star Wars y Harry Potter, seguirá siendo “muy obsesivo” con las cosas que le interesan y seguirá por lo menos 30 años más en el mundo político.
Por Valentina Temesio
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