Por The New York Times | Sharon Lafraniere Y Noah Weiland
Los funcionarios del gobierno de Biden están previendo que, para mediados de mayo o antes, el abasto de vacunas contra el coronavirus supere la demanda en Estados Unidos y se encuentran frente el dilema de qué hacer con los inminentes sobrantes cuando la escasez de vacunas se convierta en una sobreabundancia.
El presidente Joe Biden ha prometido que para fines de mayo habrá dosis suficientes para inmunizar a los aproximadamente 260 millones de adultos del país. Pero el gobierno ha asegurado compromisos con los fabricantes para que entre esa fecha y finales de julio suministren las vacunas suficientes para 400 millones de personas, cerca de 70 millones más que toda la población del país.
Una cuestión que tiene implicaciones importantes es si conservar, modificar o reorientar esos pedidos, no solo por lo que respecta a la labor del país para contener al virus, sino también a qué tan pronto se puede acabar con la pandemia. De las dosis de la vacuna administradas a nivel global, cerca de tres cuartas partes se han destinado a solo diez países. Al menos treinta países no han aplicado la vacuna a ni siquiera una sola persona.
Además, la escasez mundial amenaza con agudizarse conforme los países y las regiones frenan las exportaciones de las vacunas. Al aumentar los contagios en India, que había sido un importante distribuidor de vacunas, ese país ahora está reteniendo los casi 2,4 millones de dosis que diariamente fabrica ahí una empresa privada. Esta medida va seguida de la decisión tomada esta semana por la Unión Europea de gestionar una legislación de emergencia para frenar las exportaciones de vacunas durante las próximas seis semanas.
Los funcionarios del gobierno de Biden que se inclinan a favor de llegar a la sobreabundancia en Estados Unidos aluden a las necesidades no resueltas y a la creciente incertidumbre: los niños y los adolescentes aún no están vacunados y nadie sabe si la inmunidad podría desaparecer ni cuándo sucedería esto, para lo cual tal vez se requerirían decenas de millones de dosis de refuerzo.
"Queremos, sobre todo, ser parte de la solución global", dijo esta semana Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca. Pero añadió que "Todavía hay una serie de factores impredecibles para los que debemos planear lo mejor que podamos, entre los que se encuentran las variantes del virus y su impacto, cuál será la vacuna más eficaz y la que funcionará mejor en los niños".
Los fabricantes de vacunas y algunos altos funcionarios a nivel federal afirman que en unas cuantas semanas se deben tomar las decisiones acerca de qué hacer con los pedidos adicionales o la incertidumbre podría ralentizar las líneas de producción. El proceso de fabricación puede tardar hasta diez semanas y se requiere tiempo para realizar modificaciones para un mercado extranjero. Las normas regulatorias que rigen los envíos de las vacunas, al igual que el tiempo limitado de almacenamiento del compuesto activo de la vacuna, plantean otro obstáculo.
Todas estas variables amenazan con complicar lo que ha transcurrido con relativa fluidez para el gobierno de Biden. En parte, gracias a la ayuda activa del gobierno federal durante varios meses, los fabricantes de vacunas han estado aumentando su producción de manera constante y los estados han asegurado nuevas dosis tan pronto como el gobierno pueda entregarlas.
Hacia dónde dirigirse a partir de aquí es un tema de mucho debate.
Siguen en marcha los ensayos clínicos para determinar qué vacunas funcionan para los niños y los adolescentes del país y lo más probable es que no concluyan exactamente al mismo tiempo. Por ejemplo, Moderna y Pfizer están esperando resultados provisionales para finales de la primavera sobre cómo funcionarían sus vacunas en los más de 30 millones de adolescentes del país. Pero, al menos Moderna, no espera resultados de niños menores de 12 años sino hasta después de que comience el año escolar del próximo otoño.
El gobierno podría conservar las dosis de esos dos fabricantes mientras espera sus resultados, para luego darse cuenta de que una mejor opción es otra vacuna cuyos ensayos comenzaron después (como la de Johnson & Johnson).
Si resulta que una o más de las tres vacunas autorizadas solo ofrecen protección contra el COVID-19 por poco tiempo, se requerirían decenas de millones más de dosis de refuerzo. Pero tampoco se sabe cuándo vendrá esa respuesta.
Las autoridades de salud a nivel federal también han hablado de cancelar o recortar algunos pedidos de Moderna y Pfizer a cambio de la promesa de un nuevo suministro para este otoño de dosis pediátricas o de ampolletas de alguna nueva vacuna que se haya rediseñado contra las variantes de rápida propagación.
Existe cierta presión para que esto suceda por parte de los fabricantes, cuyas vacunas son muy solicitadas por otros países de altos ingresos. Pero también privaría a las autoridades federales de la facultad de decidir qué países reciben las dosis excedentes, así como del mérito humanitario y diplomático que obtendrían por enviar la vacuna a los países que más la necesiten.
Por todas estas razones, de acuerdo con los altos funcionarios, el gobierno se está inclinando por conservar las dosis que ha pedido y luego, en algún momento, orientar el excedente a otros países en acuerdos bilaterales o dárselo a COVAX, una organización internacional sin fines de lucro respaldada por la Organización Mundial de la Salud que pretende coordinar la distribución equitativa de las vacunas. El gobierno de Biden ya ha donado 4000 millones de dólares para esa gestión internacional.
Biden ha subrayado que su máxima prioridad es proteger a los estadounidenses, pero cada vez hay más presión para que comparta las reservas de Estados Unidos. Dicho país ha solicitado mil millones de dosis a los tres fabricantes autorizados a nivel federal y a AstraZeneca, cuya vacuna para uso de emergencia aún no está aprobada en Estados Unidos, pero ha sido certificada en más de 70 países. En fechas recientes, anunció que estaba negociando un acuerdo con Johnson & Johnson con el fin de obtener dosis suficientes para proteger a otros cien millones.
El abasto en su conjunto sería suficiente para vacunar a 650 millones de personas, casi el doble de la población del país. Estados Unidos, al tener la cifra de fallecimientos por COVID-19 más alta del mundo, ya ha vacunado por completo al 14 por ciento de su población.
"Después de ocuparnos de la situación en verdad difícil que hemos tenido en nuestro propio país, donde ha habido más de 535.000 decesos, es evidente que en el futuro tengamos un excedente de vacunas y, desde luego, estamos considerando que esa vacuna esté al alcance de los países que la necesitan", señaló el miércoles en una conferencia de prensa en la Casa Blanca Anthony Fauci, el principal especialista en enfermedades infecciosas del gobierno.
Fauci ha planteado que el momento decisivo será a principios de mayo, cuando el gobierno de Biden quiere que los estados apliquen la vacuna a todos los adultos. En una entrevista de esta semana, señaló que es probable que será entonces cuando puedan obtener la vacuna todos los la quieran.
Algunas personas no querrán ser vacunadas, aunque, al parecer, está disminuyendo ese número de personas. De acuerdo con una encuesta de este mes del Centro de Investigación Pew, el 69 por ciento de la población desea ser vacunada o ya lo ha sido.
Sin embargo, aunque Johnson & Johnson se encuentra rezagado de los demás fabricantes, su tecnología promete una gran producción masiva debido a que puede suministrar muchas más dosis por lote.
Más adelante en este año, cuando se espera que Merck & Co. empiece a producir la vacuna de Johnson & Johnson, la empresa podría generar cien millones de dosis mensuales (las mismas que Pfizer y Moderna juntas suministran al mes). La Casa Blanca celebró el acuerdo entre Johnson & Johnson y Merck, pero para cuando la producción se ponga al corriente, tal vez esas dosis pasen a formar parte de un excedente cada vez mayor o se destinen a la exportación.
Una opción es enviar la vacuna congelada que se fabricará en la planta de Merck en el extranjero, donde puede envasarse a un precio mucho más bajo. Según las autoridades, de los 10 dólares que el gobierno federal ha aceptado pagar por cada dosis de Johnson & Johnson, el compuesto activo en sí solo vale 30 centavos. El resto es lo que se llama costo de llenado y envasado.
Si los reguladores estadounidenses le otorgan a AstraZeneca la aprobación para su uso, habrá todavía más vacunas. Las autoridades esperan que alrededor de 50 millones de dosis estén listas para su entrega en mayo.
No obstante, los funcionarios del gobierno de Biden están nerviosos por la vacuna de AstraZeneca. Al parecer tiene más o menos la misma eficacia que la de Johnson & Johnson, pero requiere una dosis más, lo que complica su implementación. A algunas autoridades de salud les preocupa que, como ya hay en proceso suficientes dosis para vacunar a todos los adultos que quieran vacunarse, la introducción de una cuarta vacuna solo confunda a la población.
El presidente Joe Biden, a la derecha, visita la planta de fabricación de Pfizer en Kalamazoo, Míchigan, el 19 de febrero de 2021. (Doug Mills/The New York Times)
Una mujer recibe una de las primeras dosis de la vacuna contra el COVID-19 de Johnson & Johnson en Nueva Jersey mientras los reporteros observan, en Union City, Nueva Jersey, el 5 de marzo de 2021.
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