Más de 20.000 dólares fueron recaudados en Noruega para erigir una estatua en honor a una morsa sacrificada por la amenaza que suponía para la seguridad de los humanos.

Freya, una hembra de 600 kilos, fue la sensación del verano en Noruega por juguetear en el fiordo de Oslo y hacer siestas sobre algunas embarcaciones.

“El sacrificio de Freya envía señales extremadamente negativas de que Noruega, y en particular Oslo, no es capaz de dar cabida a los animales salvajes”, afirmó el promotor noruego de la colecta, Erik Holm, en la web Spleis.no.

“Al erigir una estatua del símbolo en que se ha convertido Freya en poco tiempo, nos recordaremos a nosotros mismos (y a las generaciones futuras) que no podemos ni debemos matar o borrar la naturaleza cuando ‘nos estorba’”, añade.

Las morsas, una especie protegida que se alimenta sobre todo de invertebrados como moluscos, gambas, cangrejos y pequeños peces, viven normalmente en latitudes más al norte, en el Ártico.

Pero Freya (bautizada en honor de la diosa del amor y la belleza de la mitología nórdica) fue vista por primera vez en el fiordo de la capital noruega el 17 de julio.

Desde entonces, se había convertido en una atracción para los curiosos. Demasiado, para las autoridades noruegas, que habían advertido que sacrificarían al animal si la gente seguía acercándose.

Si bien el animal no mostraba una conducta agresiva, se había acostumbrado a subirse a pequeñas embarcaciones, a las que desestabilizaba y ponía en peligro de zozobra.

El público no siguió las recomendaciones y la morsa fue sacrificada a tiros el domingo.

“La decisión de sacrificarla se tomó sobre la base de una evaluación global de la amenaza que suponía para la seguridad humana”, afirmó el responsable de la Dirección noruega de Pesca, Frank Bakke-Jensen, en un comunicado.

Con información de AFP.