Punta del Este todavía no era el balneario más importante del país, menos una ciudad. No existían aún el hotel San Rafael, ni la torre del Casino Nogaró, ni el edificio Santos Dumont. No había asfalto, no había una rambla, no había rastros del surf en las playas. En cambio, predominaba el pasto, se andaba a caballo y el edificio más alto, probablemente, era el faro.
En ese momento, hace unos 125 años, no existían indicios de que aquel pueblo costero algún día se convertiría en lujo, en un destino deseado, en tierra de fiestas. Y no había rastros porque era, sobre todo, campo. El azul del mar y el verde del bosque. Menos, entonces, existiría la idea de los primeros asentamientos, de los realojos.
Para entender de dónde viene el asentamiento Kennedy, que la Intendencia de Maldonado comenzó a hacer desaparecer el pasado 21 de febrero, hay que viajar por los años, remontarse a otros siglos, a otras ideas, épocas y derribar mitos. Primero, quizá, el hecho de que su origen no data de 60 años atrás, como creen muchos, sino que se remonta a hace aproximadamente un siglo y cuarto, según cuenta el médico e historiador de Maldonado, Mario Scasso.
Un bosque municipal
En 1896, más de 100 años después de que los primeros pobladores comenzaran a llegar a Maldonado, se creó un bosque municipal, una idea que promovió el presidente de la Junta Económico-Administrativa, Estanislao González. Tenía 104 hectáreas y ocupaba lo que ahora es el parque El Jagüel, el Velódromo, el Centro de Convenciones, el Vivero Municipal y lo que se convirtió en el asentamiento Kennedy, escribió Scasso en el Banco de Historias Locales de Maldonado.
Ese espacio, verde, forestado y municipal, se plantó para proteger los campos de pastoreo comunales de la invasión de las arenas, que eran impulsadas por el viento sur y sureste. Allí, entonces, los vecinos, que eran parte de una población que no superaba las 3.000 personas, se acercaban para que sus animales pastorearan protegidos.
Treinta años después, cuando terminaba el siglo XIX y comenzaba el XX, narra Scasso, el predio municipal “ya estaba forestado”. Era un bosque, no vivía nadie. Y así fue por un tiempo.
En 1900 comenzaron a construirse las primeras residencias vacacionales en el balneario; en 1907, se llamó Punta del Este; en 1911, se construyó la primera carretera, que es la actual rambla de la playa Mansa. Después, llegarían la calle Gorlero, el Hotel Casino Punta del Este (hoy Nogaró) y un cambio de perfil de la ciudad costera. Uno más parecido al de hoy.
Sin embargo, para que haya lujos, para que haya urbanización, se necesita mano de obra, personas que brinden servicios. En 1955, después de que Juan Domingo Perón fuera derrocado por los militares en Argentina, Punta del Este “rebrotó”, contó Scasso.
“Eso trajo a una enorme cantidad de gente, sobre todo desde Minas (Lavalleja), de Rocha, de Treinta y Tres; vino una gran cantidad de gente a trabajar en la construcción”, cuenta el historiador. Pero había un problema: no había “soluciones habitacionales”.
Una de las formas de asentarse en Punta del Este fue ocupar el extremo sur de aquel bosque municipal que se había creado un siglo atrás. Todavía no se llamaba Kennedy; era un asentamiento que comenzaba a crecer.
“Los vecinos del barrio Kennedy, en general, tenían trabajos en la construcción, servicios, jardinería, negocios de abastecimiento del barrio y del entorno. No eran indigentes en su mayoría”, aclara el historiador.
La carta de Punta del Este y el Kennedy que no fue
En 1961, Punta del Este fue el centro de un acuerdo atravesado por la Guerra Fría, Estados Unidos, Cuba, John F. Kennedy, que fue representado por el secretario de Tesoros, Douglas Dillon, y Ernesto Che Guevara. Sucedió cuando en Uruguay el gobierno estaba en manos de un colegiado blanco, que presidía Eduardo Víctor Haedo, impulsor de la idea de que Punta del Este fuera sede de un encuentro “muy criticado”.
Bajo ese mandato se llevó a cabo el Consejo Interamericano Económico Social, más conocido como CIES, en Uruguay, que además de ser un hito porque la ciudad costera fue la sede de encuentros entre personalidades políticas del continente, consiguió “colocar a Punta del Este en el panorama internacional”, señala Scasso.
En el mismo lugar en el que hoy funciona el casino Nogaró se encontraron delegaciones de todos los países que integraban la Organización de los Estados Americanos (OEA). También, en ese mismo lugar y por iniciativa de Kennedy, se lanzó el plan la Alianza para el Progreso, un proyecto que buscaba financiar, en diez años, US$ 20 millones para reformas para el desarrollo de América Latina, con la oposición de Cuba, que tenía a Guevara como delegado.
Sin embargo, lo que no estaba previsto de ese encuentro es el mito que dejaría en Maldonado, en aquel bosque municipal devenido en asentamiento, que pasaría a llevar el nombre de un presidente de otro país, de otro hemisferio.
Si bien la construcción en Punta del Este brotaba, la infraestructura para recibir a los miembros de la OEA no era suficiente. Por eso, Estados Unidos mandó un grupo electrógeno, que “se instaló en la vereda del hotel Nogaró, hoy edificio de las Américas, y se conectó con más intensidad para darle mayor potencia a toda la parte de la conferencia”, señala Scasso.
¿Qué pasó cuando los días en los que políticos del mundo visitaban aquella pequeña ciudad costera terminaron? El gobierno estadounidense donó el grupo electrógeno a la Intendencia de Maldonado, que lo instaló en el barrio que ahora se llama Kennedy, porque “no había luz eléctrica”.
De ahí, entonces, el “mito” que persiste entre ciudadanos puntaesteños hasta la actualidad sobre la donación de Kennedy que, en realidad, nunca fue.
“De ahí viene la famosa donación de Kennedy, que tanto hablaron y escribieron: todo fantasía”, dice Scasso. Aunque sí aclara que quizá esa instalación eléctrica “dio el origen a la creación del barrio”.
Es que por muchos años se mantuvo el mito, de boca en boca, de que había un contrato, un papel firmado. Pero, dice el historiador, nunca se vio.
Un primer realojo que no prosperó
El asentamiento Kennedy no fue el primero que se gestó en Punta del Este, sino el segundo. La primera vez que se registró uno en la ciudad esteña fue cuando familias comenzaron a establecerse en la cañada de La Pastora, en el mismo predio donde hoy está el hotel Enjoy.
En aquel entonces, entre la década del 40 y el 50, narra Scasso, allí estaba la primera fuente de agua de la ciudad, y también había un molino de viento, que cargaba el tanque. Además, funcionó una radio, la Atlántica, y hubo un atelier de Carlos Páez Vilaró.
La Pastora, que se expande entre las paradas uno y tres de la playa Brava, era el barrio obrero de Punta del Este. El asentamiento, en cambio, iba desde la avenida Chiverta hasta el Club de Pesca, contra el mar, en la parada dos de la playa Mansa, del otro lado de la vía del ferrocarril.
Con el golpe de Estado del 73, los militares se asentaron, como en todo el país, en Maldonado. Ese significaría el fin del primer asentamiento puntaesteño, del que no quedan rastros.
El Kennedy, en cambio, “siguió en aumento”. Si bien los militares tuvieron la intención de realojar a esas familias, no lo hicieron. Sí construyeron viviendas frente a Maldonado nuevo, donde ahora, en 2024, está la escuela n° 87, por la calle Simón del Pino. Con la vuelta de la democracia, la Intendencia de Maldonado dejó de estar intervenida por la dictadura, y llegó el colorado Benito Stern.
Sin embargo, dice Scasso, el intendente no “insistió” en que se hiciera el traslado. Entonces, pasó lo siguiente: entregaron las viviendas, pero no todas las familias dejaron el Kennedy.
“Muchos de los vecinos aceptaron las casas y después no se mudaron, las transfirieron”, dice Scasso. Entonces, el Kennedy siguió; también los negocios: los almacenes, las carnicerías. Las familias estaban asentadas y muchas no pagaban impuestos, ni luz, ni agua.
Con ese antecedente, surgió el método que implementó la administración de Enrique Antía: demoler las casas después de que cada familia fuera realojada.
Stern terminó su administración y el Kennedy continuó; también lo hizo durante los dos gobiernos del nacionalista Domingo Burgueño, el primero de Antía y durante los dos del frenteamplista Óscar de los Santos.
El principio del fin
El pasado 21 de febrero, la Intendencia de Maldonado inauguró el nuevo barrio al que, en total, serán realojadas casi 400 familias del Kennedy.
Con la presencia del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, comenzó el proceso de realojo de 530 familias, uno que la comuna de Maldonado considera “histórico”.
La premisa de la intendencia para terminar con el asentamiento que se gestó donde alguna vez hubo un bosque municipal es que “es posible vivir en mejores condiciones, con pienso, planificación y ejecución”. El realojo del Kennedy, dice la comuna, significa “el más grande realizado en Uruguay”.
El proyecto de realojar a las familias que residen en el Kennedy, donde hay una policlínica, merenderos, una iglesia, mercados y casas, muchas casas de años, comenzó con otro: el del barrio El Placer, donde ahora funciona una “zona joven”.
Al tiempo que avanzó el realojo de El Placer, comenzó la idea de también trasladar el Kennedy. Ambos tuvieron detractores, ambos tuvieron aprobaciones. Para algunos era dejar una historia, su barrio, su casa; para otros, progresar.
Así, el gobierno de Antía “expropió dos padrones donde fueron realojados los vecinos que residían en El Placer y ahora los del Kennedy”, señaló la comuna.
El paso siguiente fue construir: urbanizar, fraccionar, construir calles, llevar luz, agua y saneamiento. Crear un nuevo barrio, crear una nueva historia.
Después de un viaje a Buenos Aires, Antía volvió con una nueva idea: financiar el realojo con el Banco de Desarrollo de América Latina, que invertía en iniciativas de desarrollo social.
Con el apoyo de ese fondo y del Gobierno, se encontró una “solución definitiva” para financiar el realojo. Maldonado obtuvo un crédito por US$ 35 millones —US$ 28 millones por parte del CAF y US$ 7 millones del Banco República del Uruguay—, que deberá pagar en 15 años.
El 21 de febrero de 2024 comenzó el principio del fin del Kennedy, un predio que fue campo y hogar, que creció al mismo tiempo que el resto de la ciudad.