Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Era mediados de 2014; por esos días, Natalia Ferrero se reunía con su pareja Álvaro Rabaquino y el hermano de este, Federico Rabaquino, a grabar covers de otras canciones y jugar a ser músicos. Entre los tres estaban pergeñando subirse a la ola de la “cumbia cheta”, aunque a Nati no le gustaba nada eso de “cheta”. Estaba en Boston, Estados Unidos, en viaje familiar, y se compró una entrada para ver a una cantante que amaba: Katy Perry. Estando muy cerca de ella, en un estadio norteamericano, tuvo algo así como una epifanía. Pensó: “Esta mina mañana va a estar tocando de gira en otro país. Esta es la vida de esta mina. Si esto es posible para ella, y la tengo a dos metros, ¿por qué no puede ser posible para mí? Yo voy a pensar que sí, que es posible”. Entonces dice que ahí hizo “un clic interno” y pensó: “Se puede”.
Y pudo nomás. La banda se llamó Mano Arriba, y tuvo sus hits en la radio y en todos los boliches del país. “La noche no es para dormir” y “Llamame más temprano” sonaban todo el tiempo y por todos lados, eran algo así como nuestro “Despacito”. Y con la popularidad y las giras, llegaron los problemas internos. Ferrero se separó en 2015 de Álvaro, quien siguió siendo su compañero de banda, y aunque intentaron llevarse bien, la armonía dio lugar a lo que ella semanas atrás definió en un comunicado como “abusos y persecución” de sus exsocios.
En esta entrevista narrará con detalle a qué se refiere: según su versión, los hermanos Rabaquino registraron la banda a su nombre y la dejaron fuera, boicotearon su performance como cantante (al punto de hacer maniobras para que no pudiera escucharse cantar), le pedían explicaciones respecto a su vida privada, subían videos de algunos temas sin siquiera mostrárselos antes (y, en algunos, enfocando más de la cuenta sus senos), quisieron seguir cobrando sin ir a tocar, entre otras acciones más que la cantante se animó a recordar en esta charla.
Ferrero hoy está abocada 100% a su carrera solista, está dispuesta a explorar otros géneros y a vender su repertorio en el exterior. No está en sus planes volver a vender ropa por internet o viajar a China para traer contenedores de prendas. Quizás vuelva a la potencia asiática, pero para cantar sus temas. “Para ellos [Mano Arriba] era algo que les generaba dinero, era una empresa, y, para mí, era mi vida”, dice, y ahí resume las diferentes visiones sobre el proyecto.
“Mano Arriba nace como una oportunidad de salida laboral. Ellos con Bungee tocaban en hoteles o pubs, y yo al principio iba a verlos, me llamaban y yo subía a cantar algún tema con ellos. Al final yo cantaba el 80% de las canciones, sin cobrar un mango”
¿Cómo era tu vida antes de Mano Arriba? Tengo entendido que viajabas muy seguido a China trabajando para la industria textil, y que luego con tu hermano armaron una tienda online de ropa.
Estudié Comunicación Audiovisual en Universidad ORT, aunque no hice la tesis. Terminé el cuarto año y me puse a trabajar en una trading comercial, una oficina que es intermediaria entre fábricas o grandes tiendas como Falabella o Renner. Primero vendíamos, y luego yo viajaba a China o Bangladesh a colocar las órdenes. En el 2014 estábamos en la trading, una empresa de comercio exterior: ponele que viene Renner y nos decía: “Quiero 1.000 camisetas”, y se las vendía a 7 dólares. Yo iba a China y tenía que comprar esa orden de 1.000 camisetas a 5 dólares, y me quedaba con la diferencia. Eso es lo que hacíamos. Era una empresa de muchas personas.
Primero empezó a trabajar allí mi padre, durante 10 años, y compró acciones. Luego entramos mi hermano y yo en el negocio. Empezamos a hacer experiencia y viajar. Cada cuatro meses viajaba a China y me quedaba sola allá, salí al mundo así con 22 años y tenía que negociar precios, que era un montón de dinero. Fue una gran escuela para la vida. Y ahí, en 2014, con mi hermano empezamos un e-commerce, que hoy son muy comunes, pero hace 10 años no. Recién empezaba Tienda Mía y alguna más a traer algo; y nosotros empezamos MiTrenda. Traíamos contenedores de ropa, y vendíamos al interior del país, cuando no había mucha cultura de comprar por internet.
¿Y cómo llega la música a tu vida?
Con mi hermano siempre tocábamos y cantábamos juntos. Mi madre nos puso una profe de música, y él tuvo facilidad para la guitarra y a mí me gustaba cantar. Y después conocí a Álvaro [Rabaquino], integrante de Mano Arriba y compositor de las canciones, y ahí empezamos a cantar juntos en reuniones familiares y livings. Yo ahí proyectaba un sueño, no podía permitirme pensar que podría vivir de la música. Era muy fan de la banda que Álvaro tenía con su hermano Federico, Bungee se llamaba, una banda de rock. Yo los idolatraba.
Y de esa banda de rock salió una banda de algo que… no era rock: Mano Arriba. ¿Cómo nace ese proyecto?
Nace como una oportunidad de salida laboral. Acá en Uruguay si no metés un hitazo tras otro como No Te Va Gustar, tenés que tocar en lugares, en fiestas y dar clases. Y ellos, con Bungee, hacían eso, tocaban en hoteles, y yo al principio iba a verlos y cada tanto me llamaban y yo subía a cantar algún tema con ellos. Al final se terminó invirtiendo, y yo cantaba el 80% de las canciones y en las otras hacía coros. Pero yo lo hacía por diversión y porque me encantaba cantar, sin cobrar un mango. Tuvimos un año entero grabando canciones en el living de mi casa, de 2014 a 2015. Estaba de moda Agapornis, Mala Tuya ya había empezado, y dijimos: “¡Vamos a hacer algo así!”.
Y ahí empezamos a grabar covers de lo que yo escuchaba: Katy Perry, Rihanna, “Bailando” de Enrique Iglesias... Empezamos haciendo covers, poniéndole cumbia. Hasta que vimos, en determinado momento, que la gente quería escuchar ese tipo de música, pero quería música en español y canciones originales. Había interés en eso. Entonces, le dijimos a Álvaro [Rabaquino], que componía para Bungees: “Che, empezá a componer para Mano Arriba”. Agarramos un poco de sertanejo brasileño, estaba sonando El Súper Hobby (“y yo te digo que me acostumbré”), y yo le puse muchas voces, me encantan los coros. Y de todo eso salió la música de Mano Arriba.
En 2014 le pusimos el nombre a la banda y en 2015 sacamos el primer tema, “Hicimos un pacto”, que tuvo 3 millones de reproducciones en menos de un mes. Quedamos muy sorprendidos. El segundo fue “Llamame más temprano”, que demoró en explotar. Y enseguida salió Márama y la imagen de Agustín [Casanova], que tenía un magnetismo impresionante. Entonces dijimos: “Es por acá: historias de boliche, de noche, de fiesta y soltería”. Ahí salió “Esta noche no es para dormir”.
Se calificó la música de ustedes y de otras bandas como “cumbia cheta”. ¿Te molestó esa etiqueta?
Yo nunca le di para adelante a la “cumbia cheta”… hasta ahora. Eso vino de la Argentina, acá se tomó, y si tengo que entrar en esa etiqueta para que me reconozcan y valoren lo que hago, y después romperla, lo hago. Y digo romperla porque yo sé que soy mucho más que cumbia cheta. No me gusta esto de que me asocien con una clase social. Ceto es una palabra italiana que quiere decir “clase, categoría o especie”, pero acá se tomó por el lado de la clase alta. Y no me gusta eso, me gusta que la música trascienda clases sociales y sea para todo el mundo.
Entre 2015 y 2017, Mano Arriba tuvo su auge en la cumbia pop o cumbia cheta, cuando también triunfaron bandas como Rombai, la argentina Agapornis, Márama, Toco para Vos y Dame 5, entre otras. Como antes la cumbia villera, luego tuvo su auge el rock y también lo tuvo el pop latino. ¿Por qué creés que se dio ese momento de furor del género “cumbia cheta”?
Porque la gente necesitaba alegría. Es como preguntarse por qué una canción se transforma en hit. Se alinearon todos los astros para algo. No sé qué por qué le cayó simpático a la gente, pero sí siento que lo necesitaba. Y después vino todo lo opuesto, porque llegó el trap con letras mucho más oscuras.
“La noche no es para dormir” y “Llamame más temprano” sonaban en todos lados. Vos eras la cara visible de la banda, siendo una mujer joven, bonita y soltera. ¿Cómo cambió tu vida la popularidad entre los jóvenes?
Me escribían los chicos, un montón. A veces reaccionaba bien, y a veces medio raro. Pero lo que le ocurra al otro con mi trabajo cuando me ve no es un problema mío. Yo nunca sentí la fama como le pasó a Agustín [Casanova], que le caían las chicas en la casa; eso no me pasó. Creo que eso pasó porque era más conocida la banda que yo, Nati Ferrero. Yo nunca me di para adelante como Nati Ferrero. La banda fue aceptada por chicos y chicas, y me encantaría que pase eso con mis próximas canciones.
Ya te habías separado de tu pareja Álvaro, pero seguían siendo compañeros en Mano Arriba. ¿Él se bancaba tu exposición?
Hubo un momento en que opinaban de todo: de mi vida privada, de a dónde iba yo. Una vez me hicieron un escándalo porque durante dos días estuve desaparecida. No abrí el WhatsApp, no existí para nadie. Y cuando volví me hicieron un escándalo: “¿Dónde estabas? ¡Desapareciste! ¡Te necesitábamos y no estabas disponible para la banda!”. Y eran celos, porque yo estaba con otra persona. Yo no tenía que darle explicaciones y me fui dos días para afuera con alguien.
“Yo nunca sentí la fama como le pasó a Agustín [Casanova], que le caían las chicas en la casa; eso no me pasó. Creo que eso pasó porque era más conocida la banda que yo. Yo nunca me di para adelante como Nati Ferrero”
¿Te sentías realizada como artista haciendo cumbia pop y cantando letras de desamor y una feliz soltería?
Bueno, tuve mis etapas. Ellos venían de querer ser artistas de rock. Entonces, al principio no querían mostrarse mucho en la banda. Pero después, cuando vieron que había dinero y fama, se ponían —literal— en el mismo lugar que yo en el escenario, a mis costados, no detrás de mí, que era la cantante.
Yo estaba copada, porque me parecía que estábamos haciendo música original, entretenida, que divertía. Después, en 2018 pasamos viajando a tocar a Argentina, y vos recordás lo que fue en Buenos Aires el movimiento feminista ese año. Yo les decía a ellos: “Chicos, están pasando un montón de cosas. Creo que deberíamos poder hablar de estas cosas”. Eran multitudinarias las convocatorias de las mujeres, y yo entendía que de alguna manera la banda se tenía que pronunciar al respecto, tomar partido. Yo soy cero política, pero hay cosas humanas por las que tomo partido: como el derecho de la mujer a abortar y ser dueña de su cuerpo. Soy feminista, en ese sentido. Y ellos no solo no me dieron ningún eco, sino que tenían otra postura. Me dijeron: “Mirá, Nati, esta no es una banda para eso. Es una banda para entretener”. Y ahí empecé a sentir que tenía que abrirme y empezar a hacer mis cosas. Eso fue en 2018, y en 2019 empecé a escribir mis propias canciones.
Hace unos días hiciste público en un comunicado que tu alejamiento de Mano Arriba se debió a “abusos y persecución” de parte de los otros integrantes de la banda, Álvaro y Federico Rabaquino. ¿En qué consistieron esos abusos y esa persecución a la que aludís en el comunicado?
Primero tengo que decir que desde 2017 estoy con un abogado haciéndole acciones judiciales, porque ellos registraron el nombre de la banda como de ellos dos. Y recién en 2021 firmamos un acuerdo que dice que somos los tres dueños de la marca, los derechos discográficos y todas las canciones. Pero están incumpliendo el acuerdo firmado. Firmado ese documento, empezamos a intentar trabajar en paz.
El conflicto judicial viene de larga data. Vos decís ahí que la formaron ustedes tres, pero ellos tuvieron “el detalle” de registrar la banda a nombre de ellos dos, dejándote afuera. ¿Cuándo te diste cuenta de esto y cómo reaccionaste?
En el 2016. Y les reclamé que regularizaran la situación. Me dijeron que no era contra mí, sino que estaban protegiendo la marca. Entonces, les pregunté: “¿Pero por qué no me hicieron formar parte?”. Y me contestaron que, como yo era la imagen de la banda, ellos tenían que tener la marca para que fuera equilibrado. Seguimos para adelante, con un abogado de por medio, desde 2017.
Pero disconforme y con un reclamo judicial mediante, la banda igual continuó junta y tocando. ¿Por qué seguiste, si sentías que no te estaban respetando?
Seguí porque… era mi sueño. Yo, al principio, quería un documento que pusiera reglas claras entre nosotros. Ellos tenían las vías de contacto y yo no me enteraba de muchas cosas. Un día sale un spot de Movistar con un tema nuestro, ¡y yo no sabía nada! Y yo me preguntaba: ¿cómo puede ser que yo me entere el mismo día que sale y no se me haya consultado? O alguien llamaba para hablar conmigo, y ellos me representaban, hablaban por mí. Y yo nunca les pedí que me representaran.
Les reclamé eso, y me dijeron que como cualquier persona, me querían cobrar el 20% por hacerme el trabajo. Y le dije: “Pero ¿no entendés que yo no quiero que me representen ustedes? No concuerdo con sus valores”. Se cagaban en mí, básicamente. Imaginate viajar con ellos a tocar… Me hicieron la vida imposible.
Y cuando se terminó todo el diálogo, me empezaron a manipular. Me movían el monitoreo en vivo, mientras yo cantaba. Vos te escuchás por la cucaracha, mientras cantás, y yo estaba cantando y de pronto escucho un ruido insoportable, me dejé de escuchar, escuchaba solo un ruido rarísimo. Me saqué los auriculares, me los volví a poner, y no me escuchaba. Cuando me bajé, le pregunté al sonidista: “¿Qué fue lo que pasó? La pasé horrible, no me escuchaba, solo escuchaba un ruido”. Y me dijo: “No me vas a creer, pero era Álvaro que te estaba moviendo el monitoreo”.
O me dejaban pegada en lugares. Me decían: “¡Ya no podemos escuchar más cómo desafinás!”. O me gritaban arriba de lo que yo hablaba, en la camioneta, con el resto de los músicos.
“En el 2016 les reclamé que regularizaran la situación. Me dijeron que no era contra mí, sino que estaban protegiendo la marca. Me contestaron que, como yo era la imagen de la banda, ellos tenían que tener la marca para que fuera equilibrado”
Y ante todo eso, y con un conflicto judicial mediante, ¿no te planteaste abandonar la banda?
Sí, pero hasta el 2020 teníamos un contrato que nos vinculaba con una empresa en Argentina. Un día dije: “No voy, no voy a tocar, porque no puedo más”. Y me dijeron que me iban a demandar por incumplimiento de contrato. Entonces, estuve atrapada hasta el 2020 por ese contrato. Me dio hasta miedo. Mi familia me decía: “Nati, que se vayan a la mierda; no vayas, dejalos re pegados”. Pero yo sentía culpa, no quería dejar pegada a la banda, voy a quedar pegada yo. Soporté cosas inaguantables.
Supongo que me faltaba autoestima para salir adelante sola y creer que podía reinventarme sola. También seguí por miedo a desaprovechar la oportunidad… Ellos me decían: “Esto te pasa una sola vez en la vida y no te pasa más”. O: “Tenemos que poder ir más allá de nuestros conflictos personales y ver que la banda es más que nosotros”. Me lavaron un poco la cabeza.
¿Te sentiste amenazada en algún momento por ellos dos?
Me sentí manipulada, abusada. Me decían como que yo no valía, como que yo sola no podía, que mi carrera había empezado cuando ellos me dieron la oportunidad. Que cuando yo empecé a trabajar, ellos ya estaban ahí. Y yo les decía: “Pero si no tenés una banda armada, ¿cómo vas a vender una banda que no tenés?”.
Abuso fue todo eso. Persecución ahora, desde 2023, cuando decidimos terminar con la banda. En 2020 hubo un corte en la banda: fue cuando me empezaron a hacer esas cosas arriba del escenario y yo no me sentía segura. Ahí corté, y se terminó el contrato con los argentinos. Vino la pandemia. Y ellos empezaron a tocar con otra cantante también, y yo me enteré.
Y según dijiste en tu comunicado, ahí incumplieron el acuerdo de no usar más el nombre de Mano Arriba. Seguían tocando con el nombre de la banda, pero con otra chica como reemplazo tuyo.
Exacto, incumplieron el acuerdo, pero hay que probarlo ante un juez. En 2021 llegó una propuesta de Antel y nos pagaban un montón de dinero, entonces me llamaron ellos para plantearme eso. Ahí les dije: “No me voy a sentar con ustedes a hablar de nada si no me firman que soy parte de la marca, que soy parte de los derechos”. Y lo hicieron, me firmaron eso. Pero ¿cómo hacía para comunicarme con ellos, si la relación era un desastre? Les plantee poner una coach en el medio, alguien que nos ayudara a comunicarnos, porque yo no sabía cómo comunicarme con ellos.
Pusimos una coach, y estuvimos un año y medio intentando, calladitos, seguir haciendo fiestas y levantar un poco la banda. No funcionó. Definitivamente no funcionó, porque… para ellos esto era algo que les generaba dinero, era una empresa y, para mí, era mi vida. Yo le doy un significado vocacional. Ellos no, ellos querían ser músicos de rock, no querían hacer cumbia pop. Lo veíamos muy distinto.
¿Y cómo siguió la relación, tras la mediación de la coach?
En el invierno pasado ellos me plantearon que querían que yo fuera a cantar, pero ellos no querían ir más a los shows. Tenía que ir yo sola a cantar, con otros músicos, y ellos querían seguir cobrando, pero desde sus casas, como socios de la banda.
Querían ser “ñoquis”, digamos…
Ponele. Yo les dije: “Chicos, vengan con un planteo que para mí sea interesante y lo hablamos. Pero esto no me sirve”. No me servía irme hasta Salta [Argentina], pasarme una semana de gira, y ellos cobrando sin ir a tocar. A lo que me dijeron: “Bueno, disolvemos la banda”. “Ok, disolvemos la banda.” Eso fue en junio de 2023.
“Pusimos una coach para que intermediara entre nosotros, y estuvimos un año y medio intentando, calladitos, seguir haciendo fiestas y levantar un poco la banda. No funcionó. Para ellos esto era algo que les generaba dinero, era una empresa y, para mí, era mi vida”
Dijiste también que ellos usaron tu imagen para obtener más recaudaciones en los shows. “En diciembre pasado, los hermanos Rabaquino eliminaron mi identidad (mail) de todas las redes sociales y vías de contacto de la banda, negándome, por ejemplo, el acceso al canal de YouTube de Mano Arriba, donde están mi voz y mi imagen. A su vez, contrataron a otra cantante para reemplazarme y utilizaron el nombre Mano Arriba para vender shows”, agregaste en el comunicado. ¿Eso cuándo fue?
El 24 de diciembre, previa de Navidad, ahí tuvieron ese detalle. Me sacaron del Gmail de Mano Arriba Oficial, por lo tanto, quedé sin el control del canal de YouTube. Yo no tengo acceso, hasta hoy en día, al canal donde están subidos los videos con mi voz y mi imagen. Cuando me notificó Gmail de que ya no podía acceder al canal, les escribí: “Chicos, ¿ustedes cambiaron la contraseña? No me quiero preocupar”. No me contestaron. Yo seguí para adelante, haciendo shows como solista. Me preocupo de decirle a todos que no soy Mano Arriba, es Nati Ferrero y su banda.
Hace unas semanas, en formato solista, sacaste el tema “Cumbia baby”, con un videoclip, y fue denunciado por tus exsocios. ¿Por qué?
Porque tenía cinco segundos donde yo decía: “Llamame más temprano, bebé”. Necesitás ocho compases para que sea plagio. Hay miles de canciones con pedacitos de otras letras que se hicieron populares. Y es obvio que yo voy a hacer una estrategia de marketing basado en que la gente me reconozca la voz, y sepa que yo soy aquella que cantaba en Mano Arriba. Es lógico, ¿no? Por esa frase, por esos cinco segundos, ellos lo denunciaron y YouTube lo dio de baja. Ahora lo volví a subir yo, sin esa parte. Pero continúo reclamándole yo a YouTube por el video original.
¿Creés que todo esto que te sucedió con los dos varones de la banda tiene que ver con tu condición de mujer?
Hay cosas en las que no discrimino, porque sé que lo hicieron con varones de su banda anterior (Bungee), eso de registrar el nombre de la banda a nombre de ellos ya se lo hicieron a los hermanos Angeloro. Hoy ellos están en Angeloro Bros y antes eran compañeros en Bungee. Pero todo lo demás… un tipo los agarra a las piñas.
Te cuento una: Federico [Rabaquino] era el que hacía los videos, y era el que me filmaba cantando. Un día sube “La noche no es para dormir” y subió el video sin mostrármelo antes. Eso fue en 2015. Me dijeron: “¡Sorpresa, subí el tema!”. Vi el video y le dije: “Federico, no me gusta… Pasaste con las cámaras mil veces por mis lolas. ¿Qué necesidad? Ya estoy en una cama, en un plano central, ya está clarísimo lo que querés vender. No hace falta un primer plano ahí”. Después los celos de Álvaro, y que todo el mundo se metía en mi vida privada.
Hay gente a la que le molesta que yo diga que había una cuestión de género. Pero pienso que en algunas cosas sí, claramente; en otros manejos, se lo hacen a cualquiera.
¿En algún momento fuiste víctima de acoso sexual?
Acoso sexual no, pero acoso laboral seguro. Eso de tirarme para abajo, manipularme. Federico salía con una amiga mía, Guillermina, y cuando yo le conté que él le había sido infiel, el loco me arrinconó contra una pared y me gritó: “¡No te metas en mi vida! ¿Me escuchaste?”. Después se lo comenté a Álvaro, que en ese momento era mi novio, y me dijo: “No le des pelota”. Al tiempo me acuerdo de cosas y pienso: “La puta madre… Eso no está bien”. ¡Es abuso de poder!
Después, en mi vida privada, he vivido lo que vive cualquier mujer de mi edad, entonces: que te dicen cosas, que te tocan la cola. Eso sí.
¿En la calle te tocaron la cola?
Sí. Yo tenía 14 años y un tipo, por la calle, me levantó así [gesticula un manotazo inapropiado]. Yo iba con mis libros a la clase de inglés. Esas cosas, antes, eran naturales. Pasaban en la calle y nadie salía a defenderte. Era como natural.
“Un día suben el video de ‘La noche no es para dormir’ sin mostrármelo antes. Me dijeron: ‘¡Sorpresa!’. Vi el video y le dije: “Federico, no me gusta… Pasaste con las cámaras mil veces por mis lolas. ¿Qué necesidad?’”
Ahora debiste reinventarte: sos tu propia productora, componés tus canciones y las interpretás. Y veo que tus nuevas canciones son similares a tu repertorio con Mano Arriba. ¿Es porque entendés que ese es tu nicho y te sentís cómoda, o estás pensando en explorar otros géneros?
Me encantaría explorar otros géneros. Pero me pasó algo: como tenía que mostrar la marca Nati Ferrero, hablé con alguien de marketing, empecé a hacer vivos y escuché a la gente, a ver qué quería de mí, qué veía la gente cuando me veía. Y había mucha nostalgia de aquel momento (de Mano Arriba), entonces pensé: “Quiero hacer una canción que tenga mucha nostalgia a lo que hacíamos y que me sirve a mí para marcar un paso en mi carrera, como que estoy mutando, estoy transformando”. Entonces, hice “Cumbia baby”, que no es exactamente igual a lo que hacíamos.
Yo quería que mantuviera algunas cosas de mi personaje de Mano Arriba, y de a poco irlo transformando, porque no se puede hacer de golpe algo muy distinto y transgresor. Digo de a poco porque ya lo intenté, hice un video de una canción de Naty Pelusso (“Nasty girl”) y la gente lo odió. No tengo comentarios positivos de ese video. Entonces, pensé: hay que llevarlo de a poco. Primero, que se acuerden de quién soy, y luego, presentar mis temas nuevos y de a poco llevar mis canciones para otro lugar. Mi carrera tiene que ser algo comercial, algo que yo pueda cantar en los shows, porque también canto las canciones de Mano Arriba.
¿Y podés cantar las canciones de Mano Arriba?
Claro que puedo, y ellos ganan dinero por eso. Cada vez que canto canciones de la banda, ellos están ganando, como cuando hacemos remixes o versiones alternativas. Pero ellos no quieren, con mi nombre, no quieren.
Ahora tendrás más tareas: no solo sos cantante, tenés que escribir tus canciones, pensar en marketing, en publicidad, en negociar contrataciones. ¿La idea es poder vivir 100% de la música?
Y sí, sí. Si no lo dejé en la pandemia, que fue mi momento más depresivo, porque no se podía salir a tocar... Me gustaría salir a mostrar mi música en otros lugares, en otros países, donde no hayamos ido. Estoy hablando, por ejemplo, con la Embajada de China.
¿Cómo te ves dentro de 10 años?
Espero tener una carrera consolidada, y me imagino formando una familia. Tener algo que me baje a tierra, porque este es un laburo de mucho ego, mucho show, mucha cosa. Hoy mi familia son mis padres y mis hermanos, ellos me tratan “normal”, no como la cantante de una banda pop.
¿Sos feliz?
Sí, pero a veces me deprimo mucho… Tengo momentos de mucha alegría y otros muy así, donde me entristezco. Pero vamos luchándola.