Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Estos hombres y mujeres uniformados y defendiendo las banderas de su país son policías, amas de casa, microempresarios, sindicalistas, empleados, desempleados, médicos, contadores, y también cocineros, chefs y, algunos parrilleros. Lo que todos tienen en común —panameños, venezolanos, bolivianos, chilenos, uruguayos o argentinos— es que aman estar rodeados de humo, muertos de calor, transpirando y con la piel caliente, mientras les tiran salmuera y agua caliente a trozos de carne colgados en pinchos o soban con condimentos una pata de cordero con un pincel.

Así transcurrieron dos jornadas del Mundial de Asadores que se realizó por primera vez en Uruguay durante el fin de semana de 21 y 22 de setiembre. Allí compitieron 168 asadores de 42 equipos y en representación de 14 países de Latinoamérica, porque europeos, asiáticos y africanos no quisieron o no pudieron venir a competir.

A priori, si cualquier profano piensa en la palabra “asado”, dará por sentado que los participantes del Río de la Plata juegan con el caballo del comisario. Pero no fue así. El pescado, el pollo y el cerdo requieren algunas técnicas específicas que los asadores del Cono Sur todavía no tienen del todo dominadas, explicaron varios.

Y vamos a decirlo desde el principio: el Mundial lo ganó un equipo de Ecuador (“Brasa y Selva” se llama) con 176 puntos; el segundo lugar fue para el equipo “Mezcaleros en la Parrilla” de México, con 168 puntos, y tercero fue “RS Brasa y Prosa” de Brasil, con 167. Los ganadores se llevaron 3.000 dólares y premios de los sponsors, 2.000 dólares y premios de los auspiciantes quienes salieron segundos, y 1.000 más premios el tercer equipo.

Choripán al smoke

En Panamá hay un torneo nacional de asadores que comienza en enero y se desarrolla durante meses. Todos los equipos panameños van compitiendo entre sí, en circuitos, y sumando puntos para la tabla final. Al pasar raya, el equipo de asadores que obtuvo más puntos tiene derecho a participar de competencias internacionales, como la de Uruguay el fin de semana pasado.

“Más que cumplir con las reglas del asado tal como lo hacemos nosotros, buscamos cumplir los requisitos de lo que se pide afuera”, dijo Marcos Fernández, de Panamá. En este caso: la jugosidad del asado, la textura, el olor, el sabor, el ring, el bite… Nosotros cocinamos mucho haciendo el smoke”, dijo en un spanglish que le pareció natural. “Son procesos de cocción de ocho horas o de siete. No es directamente a leña como acá. Es un proceso muy distinto”, agregó.

Mientras Fernández hablaba con Montevideo Portal, su compañero Oscar Espino vigilaba la pata de cordero, el costillar de res se hacía a las brasas y en una ollita se preparaba un postre secreto. Un tercer componente picaba una cebolla para hacer lo que acá conocemos como salsa criolla y que acompañaría un choripán.  “¿Si nos tenemos fe? Pues claro, por algo estamos acá”.

. Ita Pereyra, una de las anfitrionas de la Asociación Uruguaya de Asadores, estuvo fiscalizando todos los detalles.

. Ita Pereyra, una de las anfitrionas de la Asociación Uruguaya de Asadores, estuvo fiscalizando todos los detalles.

Leandro Buratovich, de Ecuador, estaba asando en el stand 1. Y finalmente, su país resultó campeón, como informamos. Horas antes de ganar, Buratovich comentó que estaban preparando el costillar de res a la rejilla, una pierna de cordero al grill y más tarde se encargaría de un chorizo al pan. “Todo con su guarnición, que no te la puedo comentar, porque si no, me multan”, se atajó al mediodía del domingo 22. Todo era cocinado “a favor del fuego”, dijo, y me resultó interesante la descripción. También el postre se hacía a las brasas: era un arroz con leche con trocitos de banana.

Buratovich compitió por tercera vez. Él, junto a sus hermanos, tiene una parrillada en Quito, para la que importa carne uruguaya. Se llama Sur Parrilla y está abierta hace 17 años en la capital ecuatoriana. Los migrantes radicados en su país hicieron que los locatarios fueran adoptando los nombres de los cortes vacunos tal como los conocemos acá, explicó. “Uruguay es muy cálido, la gente es muy cordial, nos recibieron sin conocernos como si fuéramos hermanos”, dijo.

A su lado, separado apenas por vallas —como las que se colocan en los recitales o los partidos de fútbol previo al ingreso a los estadios— Max Huayperuca lideraba una delegación peruana. Max vende cortes de carne en Lima, tiene una empresa de catering que se traslada para cocinar en el lugar contratado: desde asado hasta caja china, pollo al cilantro o res en estaca.

Huayperuca reconoce que Perú es hoy reconocido mundialmente por su gastronomía (y su endeble democracia, con presidentes que duran poco). Volviendo a la cocina, su restorán limeño se dedica a la comida criolla, peruana, con el ceviche como estrella, claro. Pero viajar para conocer de cerca otro tipo de cocciones, le “suma”, dice. “Suma, porque tú acá ves diferentes técnicas de cómo se hace asado en Ecuador, cómo hacen asado los argentinos, cómo lo hacen ustedes los uruguayos. Eso se aprende y nos nutre, para poder aplicar allá, y que nos fortalezca para la próxima competencia”, dice Max, y suena como un estudiante aplicado.

El equipo Argentina Fuegos Sagrados es una verdadera selección del país vecino. Oscar (léase Oscár) González es de la provincia de Tucumán, al norte, donde se declaró la independencia de La Argentina. José Frías, el capitán del equipo, es jujeño, y Pablo Castellano, cordobés. Víctor, el cuarto integrante, es de Catamarca. ¿Cómo hicieron para reunirse y practicar un tucumano, un jujeño, un catamarqueño y un cordobés? Por zoom, claro. “Fueron reuniones virtuales constantes, una o dos veces por semana, con prácticas individuales en el medio”, explicó González.

Se fueron conociendo en torneos argentinos, compitiendo, se hicieron amigos, y entre videollamadas y llamadas telefónicas fueron aunando criterios para asar. José Frías, el capitán, viene de competir en Medellín (Colombia) donde ganaron mención al mejor cerdo y también fueron mejor postre. Llegaron a su segundo Mundial, con la humildad de los argentinos del interior.

Este asador de Grupo Fénix fue uno de los tantos uruguayos que cantó el Soy Celeste.

Este asador de Grupo Fénix fue uno de los tantos uruguayos que cantó el Soy Celeste.

“Sabemos que el asado, hoy en Latinoamérica, lo están manipulando muy bien, y en otros países aprendieron del Río de la Plata. Le damos mérito también al sur de Brasil y un poco al sur de Paraguay”, dijo Frías. En el Mundial de Uruguay compitieron cuatro equipos argentinos, todos ellos unificaron criterios, y convinieron que, si alguno de ellos ganaba, todos los argentinos subirían al estrado a levantar la copa.

Es tan real la mancomunión entre ellos que los integrantes de los cuatro equipos están conviviendo en una misma casa, que alquilaron entre todos. Calculan que han gastado entre 600 y 1.000 dólares cada uno para llegar a la instancia montevideana. “Y eso que tenemos a la economía en desfavor, todo el tiempo. Cuando estábamos en Bolivia por cada 100 pesos (argentinos) nos daban 3 bolivianos. Fuimos al Mundial de Colombia, y al volver a Bolivia 15 días después, ya nos daban un peso boliviano por cada 100 argentinos. En vez de mejorar, empeorábamos”, ilustró. Peor les fue en las casas de cambio de Montevideo: les dijeron que su plata no tenía valor, que, en todo caso, se podrían llevar centavos de pesos uruguayos (si existieran).

“Estamos mal… En algún momento, esto tiene que cambiar. Sudamérica se tiene que unir, comenzar a tener una unión de conceptos con el turismo, la gastronomía, todas esas cosas que suman a la economía del día a día”, anheló González.

Modo ancestral: sin electricidad

El certamen se dio así: cada una hora (a las 11, a las 12, a las 13) los asadores debían entregar en hora alguno de los cortes propuestos para la ocasión. Un runner —identificado con camisa blanca y delantal negro— debía llevar la pieza asada a un galpón del Espacio Modelo (ex Mercado Modelo, donde se realizó el Mundial), donde estaba ubicado el jurado, a prudente distancia de la plaza donde los asadores hacían lo suyo. Los runners debían dejar la asadera con la carne y retirarse, los jurados tenían la obligación de analizar, probar y luego y juzgar “a ciegas” el trozo en cuestión, desconociendo quiénes lo habían cocinado.

Una vez calificadas las carnes, éstas quedaban liberadas para que los parrilleros la ofrecieran a los curiosos que pagaron entrada, convertidos en comensales con apetito. Y ahí: la ley de la selva, no apta para veganos. Decenas de personas se abalanzarían sobre las carnes, asadas por candidatos a mejores del mundo. Aquellos que no quisieran andar a los empujones cual scrum de rugby, tenían su plaza de comidas con propuestas gastronómicas varias. Mientras, por los parlantes se alternaban “Chacho” Ramos, Lucas Sugo y Matías Valdez (¿Qué esperaba? ¿Björk o Depeche Mode?)

Los brasileños de Rio Grande do Sul eran uno de los favoritos a ganar el certamen mundial.

Los brasileños de Rio Grande do Sul eran uno de los favoritos a ganar el certamen mundial.

Un rato antes de que los asadores dieran a probar sus delicias a los oportunistas con más suerte, los competidores siguieron transpirando al calor de las brasas.

María Noel “Ita” Pereyra, socia de la Asociación Uruguaya de Asadores (AUA) y representante de la Cámara de Torneos y Competencias y de la directiva de la AUA, explicó algunas particularidades del certamen: dijo que cada delegación se había costeado su pasaje y su estadía en Montevideo, que la organización se encargaba de poner la carne, la leña y los aderezos, y los participantes usaban sus propios utensilios de cocina.

También informó que fueron invitadas delegaciones de países de otros continentes, pero a ninguna le resultó conveniente o redituable la inversión. En Norteamérica prefieren competir en el Mundial de Kansas City, la World Barbecue en Europa, Asia y Oceanía. Los 42 equipos de 14 países de este Mundial de Asadores, dijo, son todos socios de la Confederación Panamericana de Asadores y Parrilleros en Latinoamérica.

“Este es el único mundial de asadores ancestrales, o sea que no se puede utilizar ningún tipo de tecnología, ni un termómetro, ni una balanza, ni un mixer o una licuadora. Está prohibido todo eso: nada de electricidad. Es todo ancestral, a la antigua”, dijo Ita Pereyra, con camisa azul, pañuelo y sombrero gaucho.

Pereyra dijo que “la regla fundamental” era que cada carne tenía una categoría específica: el costillar era a la estaca o el pollo al gancho. La carne, además, nunca se puede cortar con cuchillo, esa era una prerrogativa de los jueces. La res vacuna tenía ocho costillas y debía presentarse entera, sobre una tabla de madera, para que el jurado la juzgara a ciegas.

Los encargados de fiscalizar que los asadores no usen licuadoras o mixers, que no usen cuchillos o tengan su espacio debidamente limpio, fueron los jueces de campo. Marcelo Machado fue uno de esos árbitros. Lejos de los jurados “a ciegas”, Machado se movió entre los pasillos de la competencia observando que los competidores cumplieran las reglas.

“Y si no las cumplen, se los penaliza restándole puntos, de 1 a 5. Por ejemplo, si veo a alguien cortando la carne o manipulando la proteína. Las tablas deben estar limpias, tienen que cuidar de no contaminar a sus competidores vecinos y deben tener su cubículo limpio. Todo eso puede quitarle puntos”, explicó, y dijo que el sábado 21, quizás por ser el debut de muchos, debió penalizar unas cuántas delegaciones. Estaban más prolijos el domingo, dijo. Habían aprendido del rigor.

Ahora bien, si todos tenían la carne de una misma calidad y los condimentos eran los mismos para todos, ¿en qué se podría distinguir una delegación de otra? Machado, árbitro de campo, explicó: “Todos tienen sus técnicas distintas para asar, los sabores no son los mismos y hay distintas mezclas de condimentos. A todos se les da lo mismo, pero las preparaciones difieren. Lo que se juzga al final es el sabor, la técnica de los asadores y la cocción. Porque si está crudo o pasado, ya perdió”, sostuvo.

Jugando de locales

Agustín Castro y Gerardo Capurro llegaron de Paysandú para competir y se hacen llamar Fuego Heroico. De lejos se veía brócoli y coliflor a la parrilla eran apenas una muestra de las guarniciones. Además, estaba la manta de asado y una pata de cordero, bien adobada, en otra parrilla. “Y humo, mucho humo”, agregó Castro, como si hiciera falta.

Los sanduceros aceptaron que las delegaciones rioplatenses se vieran como favoritas, pero con una aclaración: en carne vacuna. Los colegas del sur de Brasil o de Chile eran fuertes adversarios, y ecuatorianos o panameños podían dar el batacazo, pronosticaron al mediodía del domingo.

“¿Sabés qué pasa? Hay categorías donde no tenemos mucha costumbre. El cerdo lo comemos en Navidad y en algún cumpleaños. Pollo comemos, pero no lo sabemos comer”, graficó. “Ellos comen pollo o pavo todas las semanas. Pescado también. Acá, fuera de la vaca, no somos tan duchos”, reconoció.

Con ganas de aleccionar, Castro opinó que los condimentos se habían inventado para aquellas carnes que por sí no tienen un sabor muy marcado. En la India, por ejemplo, se le pone condimento a todo, para poder tragar bocados que de otra manera sería imposible. “Nosotros, que somos productores de carne, le metemos pasturas, le ponemos cariño, pasto natural, entonces es agua, sal, un poco de ajo y hasta mañana”, ilustró con elocuencia.

Cada sanducero gastó unos 35.000 pesos de su bolsillo en venir desde el litoral a competir en el Mundial.

Cerca de los sanduceros había otro cubículo identificado con una bandera uruguaya. En ese stand cocinaban tres montevideanos y un artiguense. José Luis Cucurella —cara de hombre bueno del interior, de los que duerme la siesta religiosamente, aunque era capitalino y no se puede dar el lujo de sestear— compartió con Castro en que Uruguay no necesariamente era favorito en el certamen. “Es que es una sumatoria de puntos y en otras partes de América se trabaja mejor el pollo, el cerdo o el pescado. De hecho, el primer Mundial lo ganó Panamá, y el último campeón es Venezuela”, dijo.

Hay condiciones que todavía ponen en aprietos a los parrilleros uruguayos. Por ejemplo, que el pollo deba ser al gancho, cerrado. “Solo se lo puede bridar (atar) y colgarlo”, contó. Mientras él hablaba, su compañero le tiraba agua caliente al costillar de res. “¿Para qué? Para hidratar la carne, porque si no, se seca. Se le tira agua caliente y salmuera, que es hidratación y condimento a la vez”, enseñó.

Cucurella sabe y no por parrillero profesional. Él se dedica a la construcción, es albañil, pero ha despuntado el vicio y esa pasión lo trajo hasta el Mundial. Su compañero Sergio Suárez, el que le tiraba agua caliente a la manta prensada, sí tiene una parrillada en Artigas, Ricardo, en tanto, es agente policial y Valeria es ama de casa. “Es lo bueno que tiene la AUA: es abierta al que le guste y al que se tenga fe. Esto te tiene que gustar… Porque es estar horas y horas entre el humo y el fuego. Si no es lo tuyo, buscá otra cosa”.

José Luis nunca podría competir en el reality televisivo Fuego Sagrado de canal 12. Siempre trabajó de forma independiente, y no le gusta estar sometido a lineamientos de guiones o directrices para “rendir” en pantalla. “A mí déjame así nomás”.

Peixe, linguiça y sopa de maní

Alessandro Peralta, Diego BBQ (nombre artístico) y Henrique Soares defendían el cuadro MS Pantaneiros. Los tres oriundos de Campo Grande, Mato Grosso do Sul, estado brasileño de Pantanal, hacían “costela” —la res vacuna—, cordero y “sobremesa”, es decir, un postre. Más tarde prepararían la linguiça (el choripán). Coincidieron en que se tenían fe para ganar la competencia, pero ya con participar de la ocasión estaban felices, dijeron.

Los chilenos llaman el arriero a este corte grueso y con grasa adosada. Se debía hacer prensada y con grasa adosada. Se debía hacer prensada y no se podía cortar.

Los chilenos llaman el arriero a este corte grueso y con grasa adosada. Se debía hacer prensada y con grasa adosada. Se debía hacer prensada y no se podía cortar.

El fuerte de ellos era el pescado o el “churrasco pantaneiro”, que se cocina muy distinto que la carne a leña en el Cono Sur. El peixe que se pesca por allá se prepara con finas hierbas, limón, naranja por dentro y a buen fuego.

Muy cerca de ellos, quizás por orden alfabético, había una delegación de Bolivia. Brasas Campesinas de Bolivia se hacía llamar la delegación. “Allá cocinamos a 3.600 metros de altura, así que vinimos a demostrar qué allá arriba también sabemos hacer asado”, dijo un simpático Milton Sosa.

El cuartero paceño ya tiene experiencia en el lomo: se han presentado en Venezuela, Colombia, Ecuador y Costa Rica. Y chascarrillo mediante, dijeron que llegaban a Uruguay para hacer “un asado con altura”. No les resultó barata la competencia: cada uno debió invertir entre 1.500 y 2.000 dólares para poder asar en Montevideo.

Lo diferente es que armar una parrilla en La Paz no es chiste. “El punto de ebullición del agua y la temperatura que llega a alcanzar la misma cocción en la altura es mucho más lenta, por la oxigenación. Acá, al nivel del mar, podés tener agua hervida mucho más rápido y alcanza temperatura alta más fácilmente”, contó José Cortés.

Luego de una discusión sobre lo inhumano de jugar al fútbol en La Paz —Milton cree que son meras excusas de atletas profesionales que deberían saber respirar bien y pegarle al balón sin lloriquear—, se animaron a hablar de política. En definitiva, un asado sin hablar de política y fútbol, no es un asado.

“Uf, está complicado… Hay problemas internos en el mismo partido de gobierno. Se echan la culpa unos a otros y están jalando para tener el poder. Pero ya nos afecta a todos: no hay gasolina, no hay combustible de ningún tipo, no hay nada. Lo están destruyendo por completo”, dijo Cortés.

Allá en Bolivia los cuatro se dedican a la gastronomía. José Cortés se da más maña con las pastas, la comida boliviana, y además es bartender. Milton Sosa es docente de cocina y tiene su propio servicio de catering. Su especialidad es la comida boliviana, muy rica en ajíes picantes: la caja china, la sopa de maní —dice el hombre que es un manjar y la vedette culinaria de Bolivia— y el fricassé es el otro plato embajador de su país al mundo: un caldo de ají amarillo con cerdo. Ojo, dice Milton, el ají de lengua de la región de Padilla no se queda atrás.

El Mundial de Asadores les servía, coincidieron, para saber que no están tan lejos de los rioplatenses. “Y esta tampoco es nuestra primera experiencia, no somos novatos. Estamos evolucionando, hemos crecido. Esto nos sirvió para ver cómo estamos, qué nos falta y en qué tenemos que mejorar”, dijo. De eso se trata.

Un asado para hablar de Boric y Maduro

Hubo “harto trabajo” para llegar a la competencia mundial de Montevideo, dijo Jorge Quiñones, el capitán de la delegación chilena Guardianes de la Parrilla. Para el momento de la charla, su equipo ya se había hecho notar con el cántico guerrero “¡Chi-chi-chi, le-le-le! ¡Viva Chile!” (y los locales se habían hecho sentir con el “Soy Celeste, Celeste soy yo”). Debieron sortear etapas del circuito chileno para estar entre los tres mejores cuadros de su país.

“¿Profesionales? Bueno, nos hemos profesionalizado con el tiempo, pero acá hay ingenieros, profesores, gente de medicina y también chefs. Yo, por ejemplo, soy tecnólogo médico”, se presentó Quiñones, muy locuaz. La parrilla, para ellos, comenzó siendo un pasatiempo y terminó siendo algo más que una afición. Como equipo son parte de la World Barbecue, ya han competido a nivel internacional y con frecuencia realizan eventos en territorio trasandino.

El Mundial fue útil para conocer los distintos nombres que en cada región se le da a un mismo corte. Lo que acá conocemos como una manta de asado, es costela en Brasil o “el arriero” en Chile. A saber: “este asado largo, y gordo, con la tapa de asado adosada es un corte especialmente grueso. Para nosotros es un arriero”. Está pensado para cocciones que pueden demandar de cuatro a seis horas de paciencia.

Quiñones, lejos de toda demagogia, opinó en plena competencia que los equipos de Argentina y Uruguay eran los favoritos, más allá de la carne bovina. “Es que tienen una cultura parrillera muy amplia. Uno comparte con ellos y puede empaparse de esa sabiduría”, dijo. Luego entran a tallar las técnicas y estrategias, y ahí es dónde Chile puede emparejar la cosa.

La adaptación, agregó, es fundamental. “Si tenés un jurado europeo tenés que irte al barbecue, al humo, a la pimienta. Si vas a tener jueces en México, tenés que apostar por el picante”, ejemplificó. “Es un equilibrio entre la experiencia y el choque cultural que vas a tener a enfrentar”.

Las delegaciones mexicanas demostraron que no sólo saben de tacos y burritos. También son grandes asadores.

Las delegaciones mexicanas demostraron que no sólo saben de tacos y burritos. También son grandes asadores.

Y los chilenos han sabido adaptarse. Ya fueron campeones mundiales en Bélgica,  ganadores intercontinentales en Costa Rica y nuevamente ganaron menciones en Colombia. Tienen un palmarés que suele convertirlos en candidatos. “Antes no existíamos. Nos conocían en el mundo por Alexis Sánchez y Arturo Vidal nomás, por cualquier cosa menos por la gastronomía. Eso cambió. Está la Asociación Chilena de Sabores, responsable de que haya una movida de parrilleros que se han ido capacitando y creciendo”, contó.

Como a los bolivianos, Quiñones también aprovechó la oportunidad para analizar la situación política de su país. “Está inestable... El cambio de gobierno fue un cambio muy grande, sin defender ninguna postura, eh. Pero fue un vuelco político muy grande y generó inestabilidades, disconformidades y generó un clima complicado del que ha costado salir”, opinó.

La juventud e inexperiencia del presidente Gabriel Boric le ha pasado factura, entiende el tecnólogo médico vestido de asador. “Es que antes criticaba todo lo que ahora está haciendo, ¿cachai? Hay un dicho chileno que dice: ‘Otra cosa es con guitarra’, que viene a ser: criticar de afuera es muy fácil, pero cuando estás ahí, ves que no es nada simple liderar un país entero. Entonces, cuando alguien es tan drástico en las críticas como él lo fue, luego te pegas un tiro en las patas, porque se te cae todo tu discurso y generas lo que pasa hoy en Chile: hay inestabilidad”, analizó entre el humo.

Para terminar el diálogo, apostó a una frase políticamente correcta y romántica: “No sé si hoy seremos los mejores, pero seguro seremos nuestra mejor versión”.

“Adictos al humo”

Los venezolanos llegaron con todo su carisma a la competencia mundial en Uruguay. Cada 30´ tocaban una campana y cantaban a viva voz. Raymé Camacho se presentó como “La generala de las brasas”. Era tanto el involucramiento con el certamen, que decidieron llegar al país varios días antes para conocer mejor cómo se hace la carne vacuna en nuestro país. Esta sería la primera vez que harían un costillar entero a la estaca, por lo que prefirieron tomar precauciones y estudiar bien el panorama.

En el país caribeño, el asado suelen hacerlo ahumado, la especialidad de la casa. Son cocciones largas, que pueden demandar entre 8 y 10 horas, estimó Lionel Parra, más conocido como “Adicto al humo”. Él suele asar cerdo sólo a leña, apelando al estilo ahumado.

Parra era bueno haciendo arepas, la comida típica venezolana, hasta que emigró a Santiago. Allá vivió nueve años, y se hizo fanático de la carne a la parrilla. Y tan bien le ha ido como pionero de la carne en el Caribe, que —vale recordarlo— su país llegó a Montevideo como el vigente campeón mundial de los asadores, en Medellín 2022.

¿Cuál es la clave de la carne uruguaya o argentina asada por venezolanos? “Tenemos gran variedad de especias que, combinadas, logran un sabor especial. Y la técnica, la técnica cuenta”, apuntó con orgullo Parra. Él, tímido, prefirió no meterse en bretes políticos.

-Está bien, pero… ¿creés que Maduro ganó las elecciones legítimamente?

-No, no, es imposible decir eso. Dijo con claridad. Y prefirió no ahondar en opiniones.

Raymé Machado tiene un catering parrillero en Caracas: el cliente la llama, y ella va personalmente a cocinar cualquier tipo de carne a domicilio. “Yo te hago la fiesta, te hago toda la comida en vivo en la fiesta. Mi especialidad es la parrilla y la paella”, contó, quien se jactó de ser “la única mujer parrillera de Venezuela”.

La “generala de las brasas” no tuvo empacho en pronunciarse contra Nicolás Maduro y su régimen. “Estamos algo tristes por lo que está pasando… Es muy difícil: o te adaptas o emigras, y yo no me quiero ir de mi país. Yo encaré a mis chamos y les dije que esto no es lo que queremos, pero es lo que toca. Formamos a nuestros chamos para que puedan levantar alas y vayan a donde sientan que estarán mejor”, dijo.

Su forma de luchar es tener tres empleos: el servicio de catering completo, enseña gastronomía, y renta apartamentos en balnearios venezolanos. “Si no, no podría darme el lujo de un viaje como éste. Y no puedes venirte desde Caracas directamente. Tienes que viajar hasta la frontera, pasar la frontera y montarte desde allí un avión hasta aquí”, dijo. Se gastó 3.500 dólares en la travesía para venir a competir a Uruguay, y lo hizo sin maletas.

“Cuando fueron las elecciones, teníamos la esperanza de algo diferente. De que esta vez fuera distinto… Pero no. Sigue todo igual, y la gente, haya votado a quien haya votado, está triste. Si un sector tiene la enorme mayoría, y las elecciones las ‘ganan’ los que tuvieron muchos menos votos es porque algo anda mal. Pero mira que Venezuela es hermosa, eh”.