Por The New York Times | Patricia Mazzei
SURFSIDE, Florida — Moshe Candiotti sintió que Champlain Towers South tembló en medio de la noche y salió corriendo por la puerta sin llevarse casi nada mientras huía para salvar su vida.
Candiotti, de 67 años, sabe que tuvo suerte de sobrevivir el mes pasado al derrumbe del edificio de apartamentos en Surfside, Florida. Al menos 95 de sus vecinos no lo lograron.
No obstante, no puede evitar desear que algunas de sus pertenencias emerjan en algún momento entre los escombros. Quizá el retrato enmarcado de su madre o las monedas de oro y plata de todo el mundo que había coleccionado desde su infancia.
“Están recuperando los cuerpos, que es más importante que cualquier otra cosa”, afirmó.
A medida que el esfuerzo por encontrar a quienes murieron en el derrumbe se acerca a su fin, los sobrevivientes de la catástrofe y las familias de los fallecidos han empezado a preguntarse si también podrían rescatar los recuerdos, las reliquias u otras pertenencias (fragmentos de las vidas y los hogares que se perdieron en un instante).
De hecho, ha sucedido en algunos casos.
Mientras los equipos de búsqueda escarban en la pila de concreto y metal tras el derrumbe del edificio el 24 de junio, recogen y catalogan los numerosos objetos personales que se encuentran en el camino, una tarea titánica con pocos precedentes locales que ha requerido creatividad, logística y mucho trabajo.
Al buscar entre más de 8000 toneladas de concreto y escombros, los buscadores han encontrado de todo, desde objetos rutinarios, como utensilios de cocina, hasta valiosos, incluidas las joyas, comentó el sargento Danny Murillo, quien dirige el esfuerzo con una veintena de agentes del Departamento de Policía de Miami-Dade. Han estado trabajando en turnos de 12 horas sin parar para registrar los hallazgos.
“Hay cosas que no tienen ni un rasguño y otras que están completamente destruidas”, dijo Murillo en una entrevista esta semana, enfundado en un traje para materiales peligrosos, no muy lejos de la tienda con aire acondicionado donde los agentes pasan sus días revisando los artículos. (Los agentes llevan trajes para materiales peligrosos y máscaras para no exponerse a cualquier contaminante presente en los escombros). “Es un flujo interminable de bienes”.
Los artículos se registran en función del lugar en el que se encuentran en la pila, que se ha dividido en cuadrículas de búsqueda. Los oficiales reciben recipientes de artículos de los equipos de búsqueda y los extienden sobre mesas, donde tratan de averiguar si algunos artículos van juntos: un juguete que se rompió en varios trozos, por ejemplo. A continuación, los artículos se guardan en bolsas selladas de plástico para evidencia, se colocan en cajas y se depositan en un contenedor de transporte.
A principios de esta semana, los agentes habían llenado quizá un centenar de cajas grandes en cuatro contenedores de transporte, según los cálculos de Murillo.
Entre los tesoros personales encontraron un verdadero tesoro: miles de dólares en efectivo, que los agentes cuentan y registran como si fueran pruebas.
No obstante, los descubrimientos más sentimentales son los que tocan la fibra sensible de los agentes, como las fotografías familiares y las obras de arte de los niños.
“Puede ser duro”, dijo Murillo. “Todos somos humanos”.
Desarrollar un sistema para recolectar todo requirió de ensayo y error, porque el Departamento de Policía nunca había tenido que manejar tantos artículos de propiedad desconocida de un solo suceso, señaló el detective Alvaro Zabaleta, un portavoz. Todavía se está estudiando la manera en que los propietarios reclamarán sus pertenencias, ya que es probable que las agencias de administración de patrimonios intervengan para hacer llegar los objetos a sus herederos legítimos.
Los agentes prestan especial atención a los objetos religiosos, que con frecuencia son identificados por un equipo rotatorio de rabinos que trabajan codo a codo con la policía en la tienda de clasificación. Torás, menorás, mezuzás... los rabinos buscan cualquier cosa que pueda tener un significado sagrado para las numerosas familias judías que vivían en Champlain Towers. También se han encontrado biblias, según Murillo.
Al parecer todo esto tardará en llegar a las personas que anhelan con desesperación recuperar lo que pueda quedar de sus casas destrozadas o de las pertenencias de sus seres queridos fallecidos. Los sobrevivientes saben que tendrán que ser pacientes.
Candiotti, quien había comprado el departamento 407 hace apenas 16 meses, guardaba su colección de monedas en una caja fuerte, junto con su pasaporte y otros documentos importantes. Las monedas le atraían, porque sentía que tenían un valor real (“No confío en el banco”, dijo). Su abuela le habló de las monedas cuando era niño.
“Siempre ponía monedas de oro y cosas valiosas en su sujetador. ¡En su sujetador!”, recordó entre risas. “Ese era su banco”.
El retrato de su madre estaba colgado en la sala y tenía una “bonita historia”, narró. Era dueño de una tienda de artículos electrónicos en South Beach y tenía una foto de su madre junto a la caja registradora. Un día, un hombre entró pidiendo trabajo. Cuando el hombre le contó a Candiotti que era pintor, le compró un lienzo y le encargó un cuadro basado en la fotografía. Le gustó tanto que le pagó 500 dólares y, desde entonces, valora la obra.
“Alguien me dijo que, si encontraba una foto de la pintura en mi computadora, podría rehacerla”, dijo Candiotti. “Pero tendré que buscar”.
“Todo quedó destruido”, concluyó. “Cuando el suelo tembló, no pensé en nada más que en mi vida”.