Por The New York Times | Thomas Gibbons-Neff and John Ismay

BEZRUKY, Ucrania— Cuando Sergiy, un obrero de la construcción de 47 años, se levantó de su cama el domingo por la mañana en este pequeño pueblo al noreste de Ucrania, descubrió una nueva y escalofriante amenaza en una guerra ya de por sí repleta de ellas: se había despertado en un campo minado.

Sergiy había oído un cohete caer cerca de su casa alrededor de la 1 de la mañana, pero le dio poca importancia. Ha habido muchos cohetes desde que las fuerzas rusas comenzaron su invasión a finales de febrero. Los golpes, estruendos y explosiones se habían convertido en una cruel pero conocida banda sonora para quienes se quedaron, junto con el olor ácido que dejan las armas en el aire.

Pero lo que cayó en su jardín fue una nueva arma que se sumaría al creciente léxico de destrucción de los residentes del pueblo: ya conocían el “Smerch”, el “Grad”, el “Hurricane” y ahora les habían presentado la mina terrestre PTM-1S, un tipo de munición dispersable.

“Nadie entendía qué era”, aseguró Sergiy, quien se negó a dar su apellido por temor a represalias. Las armas rugen como cualquier cohete, pero en lugar de explotar de inmediato, expulsan hasta dos docenas de minas que explotan a intervalos, para distribuir las muertes en las horas posteriores.

Desde el comienzo de la invasión, Rusia ha dejado claro que está dispuesta a imponer la violencia y la destrucción para lograr sus objetivos, a menudo de forma indiscriminada. Ha lanzado misiles crucero, enviado tanques y disparado morteros, artillería y cohetes. Ahora ha recurrido a algo menos siniestro en apariencia, pero igual de despiadado.

Estas minas dispersables, prohibidas según algunas interpretaciones del derecho internacional y que no se habían registrado de forma oficial durante esta guerra, han aparecido solo de manera esporádica en Bezruky y en otros lugares de la periferia de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania. Estas armas añaden otro elemento peligroso para los civiles que intentan transitar por partes del entorno en ruinas.

Las minas son tubos verdes del tamaño de una gaseosa de un litro, llenos de medio kilogramo de explosivos. Por lo general, se utilizan para neutralizar tanques, pero, en el caso de Sergiy, aterrizaron en el lugar en el que su hija de 8 años le gusta jugar cuando hace buen clima.

“Estas armas combinan los peores atributos posibles de las municiones en racimo y las minas terrestres”, afirmó Brian Castner, investigador sénior de armas de Amnistía Internacional. “Cualquiera de estos ataques indiscriminados es ilegal y los están ejecutando repetidas veces”.

Entre las minas terrestres dispersables pueden estar aquellas destinadas a matar personas y las diseñadas para destruir tanques. Estados Unidos las utilizó por última vez durante la Operación Tormenta del Desierto en 1991 y desde entonces han sido prohibidas en gran medida por un tratado internacional de 1997 que buscaba eliminar las minas antipersonales y que fue firmado por 164 naciones, incluida Ucrania.

Algunas minas antivehículo —como la PTM-1S que cayó en el patio de Sergiy— tienen detonadores sensibles que pueden hacerlas explotar cuando las personas las recogen, por lo que pueden considerarse minas antipersonales. Por lo tanto, están prohibidas por el derecho internacional, aunque ni Rusia ni Estados Unidos se han adherido al tratado pertinente.

La mañana del domingo comenzó como cualquier otra en Bezruky desde que inició la invasión rusa: otro día sin electricidad para los varios miles de residentes y con los bombardeos esporádicos entre las fuerzas ucranianas y rusas que se habían convertido en algo común.

Estaba casi todo en silencio, pero alrededor de las 10 de la mañana, el cobertizo del patio trasero de Sergiy explotó. No se escuchó el sonido de un proyectil de artillería o un cohete aproximándose. Solo la explosión.

Sergiy, quien ha vivido en Bezruky gran parte de su vida, salió a inspeccionar los daños. Los escombros se habían esparcido por toda su mesa de trabajo, el costado del cobertizo estaba dañado y había aparecido un cráter rectangular de varios centímetros de profundidad.

Cuando salió a tapiar las ventanas de su casa, temiendo otra posible explosión, encontró un tubo verde, otra mina PTM-1S, junto a la cerca del patio trasero de su vecino. Rápidamente, le tomó una foto y volvió a entrar a su casa.

Veinte minutos después, la mina explotó, dijo.

“Los estallidos continuaron a lo largo del día con intervalos de alrededor de 50 minutos y el último fue alrededor de las 3 de la mañana de la noche siguiente”, afirmó Sergiy. No hay equipo militar ucraniano en Bezruky. Las líneas del frente ruso están a unos 11 kilómetros al norte y las posiciones de artillería ucraniana están al sur.

Las minas fueron configuradas para autodestruirse en momentos específicos, una función integrada en cada mina, que se puede configurar en intervalos de dos horas por hasta 24 horas. Nadie resultó muerto o herido en la serie de explosiones que sacudieron su vecindario.

“Fue una suerte que los niños no estuvieran jugando allí ese día”, afirmó Sergiy. “Por lo general, juegan en el patio trasero a la hora que estallaron las primeras piezas, pero ese día estuvo lloviendo”.

Los técnicos de desactivación de bombas en Járkov, que atienden los reportes de municiones sin detonar en toda la ciudad y sus alrededores, dijeron que era la primera aparición registrada de PTM-1S desde el comienzo de la guerra.

A medida que Rusia cambia su enfoque hacia el este del país tras sus dolorosas derrotas alrededor de la capital, las fuerzas rusas han aumentado sus bombardeos alrededor de Járkov y otras partes de la región y a menudo recurren a ataques indiscriminados para inmovilizar recursos.

Los Convenios de Ginebra prohíben el ataque intencional a civiles con armas de cualquier tipo y el uso de estas minas dispersables por parte de Rusia probablemente constituye un ataque indiscriminado, dado que los cohetes de artillería que transportan estas minas, que pueden viajar hasta 32 kilómetros, fueron disparados hacia una zona civil desprovista de objetivos militares. Una zona residencial que ha sido objeto de continuos bombardeos en Járkov, Ucrania, el martes 5 de abril de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times) Un grupo de ucranianos investiga una zona bombardeada en Bezruky, Ucrania, cerca de Járkov, el 7 de abril de 2022. (Tyler Hicks/The New York Times)