Por The New York Times | Yan Zhuang
MERRIJIG, Australia — Con una capa de niebla al frente, Lachlan Culican ensilló su caballo una mañana de otoño y partió hacia las remotas tierras altas del sur de Australia para localizar a dos campistas desaparecidos.
Al llegar a la llanura herbosa donde los campistas habían montado su tienda, Culican quedó sorprendido por lo que vio. El campamento había sido quemado por completo. Las pertenencias carbonizadas de los campistas estaban amontonadas en una pila. Varios cadáveres de ciervos estaban esparcidos por el valle. Los campistas no se encontraban por ninguna parte.
“No tenía nada de natural”, dijo Culican, un pastor de ganado de 26 años.
Más de un año después, la desaparición de los campistas Russell Hill y Carol Clay, ambos de setenta y tantos años, sigue sin resolverse. La especulación ha sido enorme. ¿Fue un encuentro fatal con cazadores ilegales de ciervos? ¿Una artimaña para que los campistas, que no estaban casados entre ellos, pudieran fugarse juntos?
Ante la falta de respuestas, los relatos fantásticos han florecido alrededor de las fogatas. A menudo giran en torno a un ermitaño local, conocido como el Hombre de los Botones, que habita en el bosque cerca del campamento y pasa su tiempo tallando botones de astas de ciervos.
No hay evidencia de que el Hombre de los Botones haya tenido algo que ver con las desapariciones o que haya visto siquiera a Hill y Clay en su campamento. Sin embargo, su mera presencia en este terreno imponente ha cautivado la imaginación nacional: es la encarnación, en un vasto país, del extraño encanto y miedo permanente de lugares que son tan remotos que pueden devorarse a las personas sin hacer ruido.
Los rumores y las historias, tanto sobre el Hombre de los Botones como los campistas desaparecidos, reflejan un deseo innato de encontrarle explicación a lo inexplicable. Pero durante más de un siglo, estas montañas, más que casi cualquier otro lugar, han guardado sus secretos con recelo.
Una cadena de infortunios
Los ganaderos que alguna vez vagaron por el agreste terreno que se extiende por cientos de kilómetros al noreste de Melbourne dicen que es en lugar en el que es muy fácil desaparecer si no se tiene cuidado, o si así se desea.
Los dingos merodean la zona, y aúllan en la oscuridad de la noche. Los cielos despejados pueden llenarse de nubes y producir una nevada en un abrir y cerrar de ojos, incluso en el verano. La mayor parte del territorio es accesible solo a caballo o con un vehículo todoterreno, y solo en los meses más cálidos, nunca en invierno.
“Es remoto, hermoso e impredecible”, dijo Graeme Stoney, un ganadero local de 81 años. “Crea sus propias leyendas y misterios”.
En los últimos años, una serie de excursionistas y campistas han tenido una suerte similar a la de Hill y Clay dentro de este yermo.
En 2008, Warren Meyer, un excursionista experimentado de 57 años, emprendió una caminata relativamente sencilla de 10 kilómetros en un parque nacional en un cálido día de otoño y más nunca se supo de él.
Se acumularon posibles pistas. Un fugitivo de un pabellón psiquiátrico que tenía tendencias homicidas fue visto alrededor de la zona donde Meyer había desaparecido. Algunas personas en el área reportaron haber escuchado disparos en el mismo periodo. Durante una búsqueda, se descubrió una plantación de marihuana. Sin embargo, la desaparición de Meyer sigue siendo un misterio.
Tres años después, el director de una prisión de Melbourne, David Prideaux, de 50 años, desapareció mientras cazaba ciervos en las montañas. Algunos especularon que su desaparición podría estar relacionada con el asesinato en prisión de un líder del crimen organizado bajo su supervisión. Durante años, se reportaron supuestos avistamientos de Prideaux en todo el país.
En julio de 2019, Conrad Whitlock, de 72 años, salió de su casa inexplicablemente a las tres de la mañana y manejó hasta las tierras altas. Cuando la policía encontró, tiempo después, su automóvil abandonado a un lado de la carretera, su chaqueta, teléfono y billetera estaban allí. Pero él no.
Tres meses después, Niels Becker, un ávido caminante, desapareció en medio de una excursión de cinco días. Había entrenado durante meses para esa salida, la cual había programado para su cumpleaños 39.
Y luego, en marzo de 2020, Hill y Clay partieron para lo que les habían dicho a sus familias sería un viaje de acampada de una semana. Sin embargo, no mencionaron que irían juntos. La policía no cree que los casos estén vinculados. Pero eso no ha impedido que la gente formule sus teorías.
“Es una coincidencia extraordinaria que tanta gente haya desaparecido”, dijo Stoney, el ganadero. “Pero uno espera que todos estos casos hayan sido tropiezos y que no haya nada más involucrado”.
El caso original
Hay un misterio en esta tierra llena de secretos que ha persistido sobre los demás y que todavía atormenta a los residentes locales, muchos de los cuales son descendientes de los protagonistas.
Se trata de un doble asesinato que tuvo lugar hace 103 años.
Ese sofocante verano, el cadáver de Jim Barclay, de 48 años, fue encontrado en una fosa poco profunda no muy lejos de la estación de ganado que administraba. Las sospechas recayeron de inmediato en la única otra persona que vivía allí: John Bamford, que cocinaba para Barclay. Pero las autoridades no pudieron interrogar a Bamford; había desaparecido, y 9 meses después fue encontrado muerto, con una bala alojada en su cráneo.
Nadie ha sido acusado nunca de los asesinatos. La teoría más popular es que Barclay fue asesinado por Bamford, quien a su vez recibió un disparo de un amigo de Barclay, en venganza. Pero la gente también especula sobre una aventura que se rumoreaba estaba teniendo Barclay. Otros afirman que los dos hombres podrían haber tenido un altercado con ladrones de ganado. Bruce McCormack, de 63 años, cuya familia fue de las primeras en asentarse en la zona, contó la historia de cómo su abuelo, un buen amigo de uno de los hombres asesinados, bajó al valle a investigar poco después de los asesinatos. Permaneció allí durante tres meses, dijo McCormack, y cuando regresó su mensaje fue: “Se hizo justicia, ya no hablemos más de eso”.
“Hay personas que saben más, pero todos están muriendo”, agregó McCormack, “y yo tampoco voy a decir mucho más al respecto”.
Un hombre legendario
Más de 100 años después de los asesinatos, mientras los residentes locales intentan de nuevo darle sentido a la pérdida de dos personas en circunstancias inciertas, ha surgido una nueva serie de relatos que difuminan la línea entre la verdad y la leyenda urbana.
Estas historias giran alrededor del Hombre de los Botones.
Los lugareños insisten en que en realidad no creen que el ermitaño, cuyo nombre real se desconoce, haya tenido algo que ver con las desapariciones de Hill y Clay. No hay indicios de que la policía lo considere una persona de interés.
Pero su nombre fue vinculado con el caso porque, según los informes, el hombre le había dicho a la policía que se había topado con Becker, el excursionista que había desaparecido cinco meses antes que Hill y Clay.
Con muy pocos elementos para explicar las desapariciones, la atención se ha centrado en el Hombre de los Botones. Casi con toda seguridad no es algo bien recibido. A los lugareños, quienes afirman que los visitantes ahora vienen a las montañas con la esperanza de encontrarse con el hombre legendario, les preocupa la seguridad del ermitaño.
Los campistas y excursionistas dicen que el Hombre de los Botones emerge del bosque sin emitir un sonido. A veces tiene una charla agradable con ellos. En otras oportunidades, luce nervioso y los interroga sobre lo que están haciendo.
En algunas de las historias contadas por quienes se lo han encontrado, el hombre les pregunta: “¿Quieres ver mi colección de botones”, o, en ocasiones: “¿Quieres ver mi colección de hachas?”.
Hay otras historias que no se cuentan con tanta frecuencia: las personas que lo conocen un poco mejor se refieren a él con el apodo más amigable de “Botones”. Se rumorea que está ayudando a una universidad a recopilar datos sobre las tierras altas, y que vive en Melbourne durante el invierno.
Aquellos que se topan con “Botones” cuando pasa por Mansfield, el centro regional donde los campistas suelen abastecerse antes de adentrarse en las montañas, aseguran que es amable y educado cuando pasa a arreglar su auto o a comer algo.
Sin embargo, muchos también bromean con los excursionistas antes de que emprendan su viaje al valle: “¡Tengan cuidado con el Hombre de los Botones!”.
“Se ha convertido en una leyenda que se cuenta alrededor de las fogatas”, dijo Ben Large, un residente local, detrás del mostrador de la tienda de bicicletas de Mansfield.
En la realidad, los ganaderos que mejor conocen el valle ven sus misterios como nada más que casos individuales de mala suerte unidos entre sí por coincidencia.
Pero cuando se les presiona, se muestran reacios a descartar por completo la posibilidad de que esté sucediendo algo más. Comparten otras historias de las montañas: una enorme criatura peluda que visita a los campistas en la oscuridad, excursionistas que encuentran fotos de ellos mismos en sus cámaras, tomadas por una mano desconocida.
Es fácil imaginar que algo podría estar acechando en los arbustos cuando cae la noche, la niebla cubre las montañas y las ramas de los árboles que raspan los techos suenan como si algo estuviera vivo.
“La oscuridad juega contigo”, dijo Charlie Lovick, un granjero local de 71 años que se encarga de conseguir nuevos hogares para caballos de carrera retirados. “Por eso mantienes encendido el fuego toda la noche”. . .