Contenido creado por Federico Pereira
Seré curioso

SERÉ CURIOSO

Maxi de la Cruz: “La Culpa es de Colón, como la hacemos, en Argentina no se podría hacer”

El actor y conductor se luce en el Bailando, estrena unipersonal y comenta detalles de su participación en La sociedad de la nieve.

09.01.2024 12:07

Lectura: 25'

2024-01-09T12:07:00-03:00
Compartir en

Por César Bianchi

Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

Acaba de terminar la entrevista en un salón vacío del Hotel Argentino de Piriápolis —ese tradicional hotel familiar del Uruguay batllista de otrora que tan bien retrata la película Whisky (2004), esa nostalgia, esa tristeza tan opulenta del Uruguay rico— y Maximiliano de la Cruz (47) hace lo prometido: pide un papel y una lapicera y explica con trazos por qué chocó el avión Fairchild FH-227D, el vuelo chárter 571 que llevaba un grupo de rugbiers del Old Christians a Chile y chocó contra las montañas de la cordillera de los Andes, el 13 de octubre de 1972. Dibuja la parábola que hizo el piloto del avión para pretender atravesar la cordillera y explica —tal como se lo explicaron a él— por qué el avión colisionó y ocurrió la tragedia/milagro que, por estos días, volvió a ser éxito mundial gracias a la película La sociedad de la nieve (que España enviará a los Oscars como candidata), en la que actúa él, De la Cruz.

Maxi tiene un pequeño papel, de no más de dos minutos, pero el suyo es un personaje clave: encarna al copiloto Dante Lagurara Guiado, un teniente coronel y experimentado piloto de la FAU. Para las dos escenas que protagoniza, Maxi trabajó mucho: se entrevistó con pilotos de la Fuerza Aérea, se sentó durante horas en el lugar del copiloto dentro de un avión y aprendió cómo manejar un Hércules, para qué sirve cada perilla. Luego, se dejó maquillar por dos horas y padeció unos lentes de contacto que lo mortificaron. Y finalmente, en la nieve española, actuó en algunas escenas que finalmente no entraron en el filme de J. A. Bayona.

Su participación en la película de moda en el mundo entero, la más vista en Netflix en todo el orbe, es apenas una excusa. Hay otras: su papel revelación y rutilante en el afamado certamen Bailando que conduce Marcelo Tinelli en Argentina; el unipersonal próximo a estrenarse en Buenos Aires (producido por el propio Tinelli); los shows que este verano ha dado en Piriápolis y Punta del Este, la conducción de La culpa es de Colón (canal 12) y por qué, cree, este mismo programa no podría hacerse del otro lado del Río de la Plata con el mismo desparpajo con que se realiza aquí: porque allá, afirma, la corrección política y el miedo a la cancelación mandan. O qué sintió cuando confirmó que el Rey León era su padre, Cacho, el mismo que le enseñó a los 14 o 15 que el suyo es un trabajo como cualquier otro y que nunca debía creérsela.

Para aprovechar todas esas excusas tuvimos esta charla un domingo de enero, de mañana, en el tradicional Hotel Argentino de Piriápolis, antes de que partiera para Punta del Este, y al otro día viajara para Buenos Aires, para bailar y esperar por una salvación en el teléfono.

“‘Plop!’ fue una escuela distinta, porque yo venía de ver a mi viejo y todos los de ‘El show del mediodía’, eran todos más veteranos y también era otro humor”

En el Curioso anterior (de 2019) me contaste que de niño querías ser futbolista, y también me dijiste que de jovencito eras tímido fuera del aire, pero perdías todo atisbo de timidez cuando se prendía la cámara. ¿Todavía tenés algo de tímido fuera del aire o el ambiente en el que te movés fue limando el pudor que quedaba?

No, no… siento que no cambió nada de eso. Soy bastante tímido, hasta a veces puedo quedar como antipático o raro, porque te ven de una manera y sos de otra. No sé si antipático, simplemente una persona normal, donde entrás a un lugar y no te conocen. O sí me conocen, pero yo no tengo por qué dar por hecho que me conoce todo el mundo. Me pasa que entro a un lugar y me presento, y lo primero que me dicen: “Sí, claro, te conocemos”. Cuando estoy en el ámbito de laburo, soy un tipo común. Pero después, ponele que me invitás a un asado con tu gente, y ahí me muero de vergüenza. 

¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser comediante?

La comedia siempre estuvo, porque primero fui más jugando. Éramos chicos, empecé jugando con Paola [Bianco] allá en canal 5. Empecé siendo conductor [de TV], pero de a poquito fuimos metiendo el humor, y la actuación a través del humor, pero ya estaba ahí… Yo veía las cosas que hacían los demás, o mismo mi viejo, y yo quería hacer eso. Y después, ya cuando empecé a laburar en teatro, más profesionalmente, ahí fui descubriendo la comedia y el humor a través de un texto, o respetando a un director que te vaya marcando. Después, se separó el comediante solo, el que entretiene o el standupero, que ya vino mucho después. Pero sin querer, ya lo estaba haciendo antes. Viste que a veces a un comediante le cuesta subirse a un escenario solo a hacer un stand up o un unipersonal. Yo pasé por varios y me gustaron todos, pero creo que la base fue algo con elenco, allá por la época de Plop!, con la dirección del Flaco [Jorge] Denevi.

Antes pasaron Maxidibujos, Maxianimados y El Club de las Tortugas Ninja, que fue furor en los 90. ¿Qué significó Plop! en tu carrera? ¿Fue una escuela de humor?

Sí, sí, y fue un cambio fuerte. Yo estaba haciendo Maxianimados con Paola, ya en el 12, y tenía 18 años. Plop! quería integrar a gente joven y no conocida. Ahí entramos Gabriel Hermano y Julieta [Denevi], éramos todos más o menos de la misma edad. Me acuerdo que yo estaba en la cantina del canal, salí y el Flaco [Denevi] me dice: “Che, sabés que este año estamos viendo de hacer algo con gente nueva y joven. ¿Te sumarías?”. Y yo no lo podía creer… Le dije que sí, al toque. Capaz que solo yo no me animaba, entonces ayudó que se sumaran Gabriel y la flaca. Después, fueron todos unos cracks. Y fue una escuela distinta, porque yo venía de ver a mi viejo y todos los de El show del mediodía, eran todos más veteranos y también era otro humor, con otros códigos. Ahí se abrió también la puerta del teatro. 

En los últimos años ha habido una ola de homenajes a tu viejo, Cacho de la Cruz. Me sumo, porque lo entrevisté para Seré Curioso de Montevideo Portal y luego para el programa del mismo nombre en VTV. ¿Qué aprendiste vos a su lado, como persona y como profesional? Él me habló de los consejos que su padre le daba, cuando él llegaba de madrugada después de trabajar en cabarets, y él lo esperaba con un churrasco para conversar y aconsejarlo…

Tal cual… Él al principio me transmitía esos mismos consejos de su padre, o sea, mi abuelo. Pero lo pensás, y debe haber sido más fuerte para mi abuelo Arturo, porque era un tipo que no era del ambiente, era guardacárcel, y mi viejo estaba experimentando, era algo nuevo para él. Papá no venía de familia de artistas. Creo que ese contraste debe haber sido fuerte para los dos. Imaginate que mi abuelo debe haber pensado: “¿En qué andará mi hijo?”. Llegaba tarde, ganaba más que él trabajando en los boliches, probablemente. Mi padre me transmitió todo eso. 

Pero yendo a tu pregunta: directamente de él me transmitió el amor por el trabajo, el respeto al laburo, la ética laboral y el respeto a la gente. Y también el no creerte más que nadie por estar haciendo esto. Que esto es un laburo más, y que, aunque la gente te diga “qué genio”, “qué fenómeno”, no te creas eso porque es un laburo más. Sí tenés la posibilidad de sacarle una sonrisa a la gente, o entretenerla, o meterla durante un rato en un mundo distinto (que está buenísimo eso también). No lo puede hacer todo el mundo, eso es cierto. Pero me enseñó a no comerte el viaje ese de “ídolo” o “fenómeno”, eso ya me lo enseñó cuando yo tenía 14 o 15. Pero también, al haber “mamado” cosas por estar en su rubro, creo que fue más fácil bajarme línea, porque yo ya lo vivía, y para mí fue más fácil también entender, porque yo antes de salir al aire en televisión, ya lo acompañaba y veía que lo saludaban y lo felicitaban. Al principio no entendía bien por qué, y después fui entendiendo. Debe ser más chocante para alguien que labura en una empresa y de golpe la pega con algo, ese golpe debe ser más fuerte. Es difícil poder entenderlo al principio, al niño le puede molestar. 

Yo como padre, con Candelaria, ya está, ya lo re entendió. Pero mi hijo Santino, de 6 años, está entendiendo ahora. Me preguntaba a dónde iba, y yo le decía: “Voy a trabajar”, y ta. Ahora está entendiendo un poco más, fijate que se enteró dos o tres galas después que yo estaba en el Bailando. Eso está bueno, para que lo vea como algo normal, como un trabajo más. 

Cuando te entrevisté hace cuatro años, todavía no habías debutado en la conducción de ¿Quién es la Máscara? ¿Cómo valorás ese rol en tu carrera?

Para mí fue un antes y un después en la conducción, y por formar parte de ese formato, de ese programa. Fue un formato grande, una apuesta grande del canal, eran los 60 años del canal [12], además. Fue una gran producción, pero un formato raro. Fueron visionarios. Cuando me lo presentaron por primera vez, yo dije: “¿Eh? ¿A quién le puede interesar esto de unos tipos disfrazados?”. No pensé que fuera a funcionar, posta. Pero me dijeron que mirara el formato en otros países, lo vi, y además me enteré de que había andado bien en todos lados. Y pasó una cosa loca. Empezamos a grabar el programa, y todos copados, pero íbamos monitoreando la cosa a medida que lo hacíamos. Yo tenía que presentar, ponele, a uno vestido de helado y pensaba “qué raro esto”. 

¿Te soplaban quién era o te daban pista?

No, no, te juro que no, y yo mismo les pedía que no me dijeran nada. En algunos casos, yo me daba cuenta que si me acercaba a algunos personajes y los miraba a los ojos (si tenían algún agujerito para mirarlos) me podía llegar a dar cuenta de quiénes eran. Pero prefería no hacerlo, ni lo intenté. Las veces que me pasó que me daba cuenta que si me acercaba los podía cercar, prefería alejarme, porque yo quería jugar también. Me gustaba eso. Cuando salió al aire el primer programa, nos juntamos todos a verlo, y vimos que la gente se enganchaba en las redes, que todos se coparon. Y eso sumó. Yo no lo esperaba.

En junio del año pasado se dio algo especial. Tener que desayunarte en plena grabación —quiero creer— que Cacho estaba detrás del Rey León. ¿Te la viste venir? Porque se rumoreaba, eh... Todas las pistas llevaban a él. ¿Lo intuiste?

Él estuvo dos veces como invitado. La primera vez te juro que nada, nada. Ellos llegan, yo los presento y me pongo a un costado. Lo vi entrar y sí me dio la impresión de que era un tipo grande, un veterano, pero no se me pasó por la cabeza que fuera él. Posta, eh. Cuando empezó a cantar, le habían tocado un poco la voz. Pero el tema no lo asocié con él. Cantó la primera vez (no recuerdo qué tema) y me quedé con la duda… La segunda vez cantó “A mi manera”, una versión más rockera. Había una sensación en el ambiente… Esa segunda vez empecé a mirar cómo caminaba… Por un lado, quería creer, pero, por otro lado, me preguntaba: “¡Y cómo no me di cuenta!”. 

¿Y cómo fue ese momento para vos? ¿Cuán emotivo fue?

Fue muy emotivo. Tuve que hacer mucha fuerza para no quebrarme y seguir conduciendo, pero, por otro lado, no quería no dejar de emocionarme, porque era re lindo. Lo que pasó fue natural. Papá es un bicho de televisión, siempre lo fue y lo seguirá siendo. Entonces, después me enteré de que las chicas de producción y vestuario me habían llevado a hablar aparte porque él les había pedido que me distrajeran, que no quería que yo me diera cuenta. El momento fue re emotivo, pero para todos ahí, no solo para mí.

“Cuando me presentaron ‘¿Quién es la Máscara?’ por primera vez, yo dije: ‘¿Eh? ¿A quién le puede interesar esto de unos tipos disfrazados?’. No pensé que fuera a funcionar, pero fue un éxito en todo el mundo”

Alguna vez hablamos de que buscabas reírte con la gente y no de la gente. ¿Cómo se consigue eso en un programa de humor que sale tres veces a la noche por semana como en La culpa es de Colón? Es bravo no herir susceptibilidades de ningún colectivo…

La culpa... llegó a salir todos los días, y ahora sale dos veces por semana. Y sí, es así. Pero ¿sabés qué? Fue la gente, el programa es de la gente. Y la gente nos permitió… nos abrió la cancha para poder reírnos de todo. Fue como que si estuviéramos en una comida y cada uno se va tirando y alguno capaz que dice “no, pará, hasta ahí no”. Hemos terminado algunos programas y después decimos: “Pah, hoy nos fuimos al pasto”. Hemos hecho humor con todo, y de verdad que nos metimos en cosas que hoy en día te podrían decir: “Esto no, estoy hoy no da”. Pero al contrario, la gente nos re aceptó. La gente nos levantó y nos salvó muchas veces, o cuando nos querían cambiar de algún horario, la gente metió presión. 

¿Pero sentís que hoy hay un esfuerzo mayor de los guionistas por hacer humor sin ofender a nadie?

Cada uno de los muchachos, aparte del guion que les dan, ellos también se guionan, se escriben sus cosas. Lo bueno es que nadie tiene celos de nadie, hasta los guionistas se abren, negocian, discuten, y se dan para adelante. Eso es la base de que le vaya bien: todos tiramos para el mismo lado. Pero sí ha pasado de decir: “Che, hoy tengo ganas de decir esto. ¿Cómo la ven?”. “Pah, no, mejor no lo digas que no da” o “sí, decilo”. También ha pasado de que hemos grabado, y después decimos: “Che, esta parte, si pueden, sáquenla”, porque claro, nos vamos cebando y a veces no parás. Yo trato de no meterme, pero a veces me sale el comediante. A todos, en algún momento, se nos fue la moto, y después decimos: “No, esto mejor no lo pongas”. Pero no lo veo mal. No es censura, es…

Es más autocensura, en todo caso.

Bueno, es una autocensura, pero, es decir: “Entiendo que se me fue la moto. Y sé que hoy eso no da”. 

Me dijiste alguna vez que habías hablado con comediantes amigas que te decían que tal o cual chiste era “antiguo”, que ya no hacían gracia. ¿Lo ves igual? Que los tiempos cambiaron y lo que antes hacía reír, hoy ya no, ¿o sigue haciendo gracia, pero ganaron los colectivos feministas o la corrección política?

En La culpa… pasó todo, ha sido una escuela de ensayo y error. La mayoría de las veces no sabemos qué va a decir el otro, a no ser que alguno avise qué va a decir, porque necesita un pie o una respuesta. Por lo general, decimos: “Vos mandate”. Nos ha pasado que nosotros mismos decimos: “Che, este chiste no va… ¡pero está buenísimo!” Jajaja… “Está buenísimo, pero mejor no”, y nos matamos de risa. Otras veces nos reímos del “no se puede decir” y lo decimos, se dice al aire. Ese fue el secreto del programa: nos mandamos, y sale cualquier cosa.

¿Qué diferencias notás entre la forma de hacer humor en Uruguay y en Argentina, vos que laburás en ambas márgenes del Plata? Siempre se dijo que acá es un humor más blanco, más familiar, y en Argentina tenés un Yayo Guridi o Jorge Corona.

Te digo algo: La culpa es de Colón, así como lo estamos haciendo, en Argentina no lo podríamos hacer. Mirá lo que te digo, eh. Allá nos matarían. Estoy segurísimo. Y mucho menos en un canal de aire, como acá. Se los he dicho a mis compañeros. Allá están más pendientes de todo eso (de la corrección política y las sensibilidades). Y son más cuidados, o están con más miedo de comprarse un problema. Porque, claro, tienen antecedentes. Han tenido muchos más líos que nosotros. 

“‘La culpa es de Colón’, así como lo estamos haciendo, en Argentina no lo podríamos hacer. Mirá lo que te digo, eh. Allá nos matarían. Estoy seguro. Y mucho menos en un canal de aire, como acá”

Hablame de Showmatch. Sos un poco el participante famoso revelación, ¿lo ves así?

Fue sin querer, en realidad. Nosotros fuimos a hacer el laburo que tenía armada la coach, con la bailarina (son unas genias)... Yo antes no bailaba nada. Alguna córeo con [Aníbal] Pachano, alguna obra acá también, pero cosas puntuales, algo en Stravaganza, pero a lo sumo eran dos o tres córeos en toda una obra. Eso creo que sirvió como para ser “revelación”, ponele. Fue como Uruguay cuando va a un Mundial, que vamos de banca y al final dicen: “Ah, también estaba Uruguay, eh…”.

¿Qué te ha sorprendido del “mundo Tinelli”? 

Yo lo veo como conductor, y su producción, nunca dejo de tener un ojo clínico para analizarlo. Y a nivel de producción es una movida muy grande. Vos lo ves de afuera y te das cuenta de que es una producción grande, pero desde adentro, ves a mi coach —por ejemplo—, que está con nosotros pero a su vez está en el grupo de todas las coaches, diciéndoles: “Vamos a bailar tal ritmo, así que necesitamos la pantalla tal”. “¿Con quién hay que editar la música? Ta, hay que ir a editar la música con tal músico o tal editor.” “Quiero poner una silla y una bandera, entonces hay que ir a hablar con la gente de escenografía.” Empezamos siendo 28 parejas, y cada una tiene que producirse y pensar todo… Es una locura, boludo; es una locura… No te digo que hay un productor para cada uno, pero cada productor tiene dos o tres parejas, y vos le pedís cosas a ese productor.

Después vamos al día de grabar: ponele que vamos a grabar a las 15 horas, entonces los que llegan producidos pueden llegar a las 14. Pero si tenés que producirte, tenés que ir a las 11 o 12. Algunos tienen que peinarse. Las 30 bailarinas, los 30 famosos, más las chicas que están ahí atrás bailando. Ponele que yo voy a bailar un reguetón, pero voy a hablar de la guerra, entonces tengo que lookearme como de guerra. Si tenés que necesitar un maquillaje especial, tenés que estar varias horas antes. Hay como dos equipos grandes de maquillaje y peluquería, y después hay vestuario. La coach tiene que arreglar la música. Yo una vez canté una partecita, entonces tuve que ir antes a grabarlo, probarlo, ver cómo quedaba. Después, vestuario… Cada uno se cuida, entonces decís: “no me gusta un pantalón así, prefiero uno que me quede asá”. Hay siete asistentes de vestuario y tienen que vestir a cada uno de los que baila. Boludo, ¡es una locura!

Y él, específicamente, ¿cómo ha sido contigo? ¿Se ha portado bien contigo?

Re bien. Yo no lo conocía. Lo conocí el verano anterior, haciendo [la obra] Los 39 escalones. Pero fue una charla casual, en camarines. Después, me llamaron de producción del programa, dije que sí, y cuando fuimos todos a hacer la producción de la foto de todos juntos, ahí nos cruzamos, charlamos, y desde el principio me dijo: “Vos sentite libre, no sientas la necesidad de tener que hacer reír, no vas obligado a eso. Vos mandate. Conmigo hacé lo que quieras, no tengo drama —porque le gusta a él que lo jodan—, pero que fluya”. Mucha gente me decía: “Tenés que hacerlo reír a Marcelo”, pero yo no sentí eso. Sentí como que yo iba y estaba con mis amigos de La culpa..., porque nos apoyamos entre nosotros. Por otro lado, yo salgo a escena tan pendiente del baile… Mirá que yo estoy atrás de la pantalla y hasta último estoy repasando los pasos. No siento la carga de tener que hacerlo reír a él. El tipo me hace sentir muy cómodo.

Hablando con Claudia Fernández sobre el Bailando me decía que las previas son tremendas, que tenés que pelearte con compañeros porque así lo pide el show, que no hay otra que exponer a tu familia, y que cuando a ella le tocó bailar y participar, todavía no era tan complicado el clima. La competencia luego se volvió feroz, incluyendo los duelos en las previas. ¿Cómo has vivido la exposición y las previas?

Cuando estuvo ella el programa estaba muy fuerte, y también había una exposición muy fuerte. Después vino la época de las peleas violentas. Ahora cambió un montón, yo siento que cambió un montón, porque si no, no hubiera entrado en esa. Ahora es mucho más tranquilo. Por lo menos, yo lo siento así. El otro día se pelearon Moria [Casán] y Pampita [Carolina Ardohain] y el propio Marcelo las calmó, las paró, porque el programa ya no va para ese lado. La línea no viene por ahí. 

Lo que sí te digo es que a esta altura se nota el cansancio, la gente está ensayando mucho, ya no te da el tiempo para ensayar. Terminaste de repasar una letra, y tenés que ponerte a ensayar otro ritmo (estamos a dos ritmos juntos). Es un desgaste mental y físico. Hay una tensión grande. Pero tampoco sentí que me pincharan en las previas. Mi mujer [Bárbara Haim] ha ido, y Marcelo la jode un poco, pero no mucho. Entendieron mi código, lo respetaron y me acompañan. 

¿Tu esposa se banca todo? Algo de celos le dio verte bailar reguetón con tu bailarina... 

No pasó nada. Está hablado desde el principio. Y estoy hace muchos años con ella, y entiende los códigos del show, del espectáculo. Pero las veces que ella fue, el loco la agarró y salió buenísima la previa. Está bueno, es divertido, porque es muy sano también. Yo trato de no buscar roña ni pelearme con nadie. Al jurado es tirarle una nomás y ya está, se prende fuego, pero el que tiene más para perder sos vos.

¿Te tenés fe para ganar?

Yo entré con ganas de estar y poder ganar, claro. Ahora me cayó la ficha de que es difícil, y… tenés que bailar. Si no bailás, te va a sacar la gente. Pero llegado a este punto en el que estoy, tenés que bailar. Y a mí me cuesta, porque no tengo tiempo para ensayar. Al principio, tenía casi un mes para ensayar. Ya no. Después se fue acortando cada vez más el tiempo y los ritmos son los que menos me quedan. Pero la esperanza siempre está.

“Marcelo [Tinelli] desde el principio me dijo: ‘Vos sentite libre, no sientas la necesidad de tener que hacer reír, no vas obligado a eso. Vos mandate. Conmigo hacé lo que quieras, no tengo drama’”

La película La sociedad de la nieve es furor en Netflix, tal como se esperaba. Allí tenés una participación pequeña, pero muy fuerte: hacés del copiloto, quien, moribundo, le desea a uno de los viajeros “que Dios los acompañe”. ¿Trabajaste mucho para ese par de minutos de tu personaje?

Son dos minutos, pero se filmó mucho más y quedó material afuera. Ellos mismos te dan todas las herramientas como para que te metas a laburar a full. Para eso que viste yo me junté con gente de acá de la Fuerza Aérea, me explicaron todo, fui a ver el avión Hércules, me explicaron por qué se dio el accidente, ahora después te explico cómo se dio y por qué chocó contra la montaña. Tenés una película que vale no sé cuántos millones de dólares y está todo bien, pero el tipo [J. A. Bayona] pensará: “que salga todo bien porque, si no, me matan”. El tipo tenía toda esa carga arriba e hizo un peliculón, es una locura…  

Ya te digo: yo me junté con gente de la Fuerza Aérea, fui a ver un avión, me senté en el lugar del copiloto, me sentaron como se sentó él y como quedó tras el choque, que igual después eso no se ve. Un piloto me contó lo que pudo haber experimentado el piloto en su momento. Y después, estando allá en el rodaje, en Sierra Nevada, estuve un par de horitas solo maquillándome. Lo que más me costó fue ponerme los lentes de contacto, increíblemente, porque no estaba acostumbrado. Fue una preparación tremenda. Después me senté ahí, tenía que estar horas como caído hacia un lado… Él [Bayona] vino, y me dijo: “Mirá, recién chocaste. Estás en shock, ni siquiera sentís frío, porque estás en shock total. Estás vivo de milagro. Y quiero que digas esto”. Y se fue. Después vino María Laura Berch, la coach de actores (o directora de reparto) y me enseñó a hacer una técnica de respiración, como para que después parezca que te cuesta respirar, por el frío… Igual, hacía frío, también. Todo eso para esa escenita.

“Tenés una película que vale no sé cuántos millones de dólares y está todo bien, pero el tipo [J. Bayona] pensará: ‘que salga todo bien porque, si no, me matan’. El tipo tenía toda esa carga arriba e hizo un peliculón”

¿Qué desafíos se vienen para el 2024?

El jueves 11 estreno en Buenos Aires un unipersonal que lo vengo armando hace como un mes. Es el que produjo Tinelli. Se va a llamar Maxi-cómico, y lo dirige Diego Reinhold, que es un tipo que tiene una cabeza tremenda. Ahí se armó algo buenísimo, pero arriba estoy yo solito. Es re lindo el show, es muy teatral. Lo vamos a traer acá, seguramente. Aparte de ensayar ese show, estoy bailando. ¡Estoy limado! Voy manejando y repasando la letra, unos minutos después pienso los pasos del baile… A veces necesito unos minutos para hacer un clic y entrar en el modo baile. 

No tengo planes de hacer películas, todavía no hay planes de castings. Trabajé en El duelo, con la China [Eugenia] Suárez y [Joaquín] Furriel [en Star+], y En la mira, que se puede ver en HBO, con Nicolás Francella, Emilia Attías y el Puma [Gabriel] Goity. 

Tu viejo me dijo que cada vez que puede les pide disculpas a ustedes, sus hijos, por haber estado tan ausente, pendiente de su trabajo. ¿Vos sentís que estás más presente con tus hijos, o te está pasando lo mismo, que el laburo te aleja de tus hijos más de lo que quisieras?

Es verdad que dos por tres nos dice eso. Pero yo nunca sentí esa ausencia y nunca se lo reproché. No tengo ese recuerdo de estar llorando porque no lo veo. Al revés, siento que siempre se hacía un lugar, cada que vez que podía. Lo que pasa es que yo siempre lo acompañaba a pila de lugares. Yo iba con él al canal, iba a verlo, y compartíamos lo mismo. 

Yo trato de estar más presente y de hacerme el tiempo para estar con mis hijos. Mi hija Cande estuvo dos años en Estados Unidos y ahora está de vuelta acá. Cuando volvió se fue a vivir a Buenos Aires conmigo, y ahora le salió una obra de terror acá, y se vino para Montevideo. Con ella capaz que estuve ausente, porque era muy chica cuando yo me separé. Tengo el recuerdo de que me tocaba estar el fin de semana con ella, y la llevaba al teatro conmigo. Eso le hizo agarrar el amor por el teatro y ahora es actriz. Está copada. Y con Santino trato de estar más tiempo. Aparte no para… Llego de ensayar o bailar y me dice: “¿Vamos a jugar al fútbol?”… y vamos a jugar al fútbol. 

¿Sos feliz?

Sí, totalmente. No me puedo dar el lujo de no ser feliz o de reprocharme cosas. Aparte, capaz que saqué de mi viejo eso de la perseverancia, de tratar de estar siempre, de no bajar los brazos, eso ha sido fundamental. Hoy en día soy re feliz. 

Por César Bianchi