Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
El martes 28 de febrero fue un día tórrido, bochornoso como muchos de enero. La entrevista en Candy Bar en el barrio Palermo había terminado y la charla informal y off the record fue por el camino de trabajar en los medios, hacer carnaval y algo de fútbol. Pero a Maximiliano Pérez (41) le había quedado algo en el tintero. Tenía algo entre pecho y espalda que lo tenía visiblemente atribulado. Como si yo fuera su amigo, me comentó que estaba mal porque se había mandado “una cagada”. En la última actuación de Asaltantes con Patente, en la rueda de ganadores, había proferido un insulto que no tenía justificación.
Estaba en la cresta de la ola, vitoreado por la hinchada cuando los integrantes de la murga ya se sabían ganadores, y movido ese complaciente exitismo quiso hacer un chiste… que no fue tal. Fue un insulto fuera de lugar a Laura Raffo, una dirigente del Partido Nacional que, dicen los analistas políticos, seguramente sea presidenciable en 2024. Ya con la borra de los dos cafés y las migas de un pan de banana, el entrevistado confesó que se había equivocado y ese exabrupto, que él mismo no se perdonaba, lo tenía mal, a pesar de la felicidad bobalicona que por estos días lo abraza como a cualquier padre de un bebé de apenas ocho semanas.
Fue necesario retomar el tema para esta entrevista, que ayer miércoles 1° fue público al conocerse la reacción de la aludida al improperio. Pérez volvió a mostrarse arrepentido, adjudicó la palabra de más a su impericia y se lamentó por haber enlodado también a su compañero y amigo Germán Medina.
Antes de eso por la charla habían pasado el niño que veía los ensayos de La Falta y Resto en el local al lado de la casa de su tío, las primeras caras pintadas, su admiración por Pinocho y Pitufo, varios primeros premios en carnaval, ganar la categoría con amigos y trajes hechos por ellos mismos, entrevistar a los jugadores de la selección en Europa y comer tortafritas hechas por Cavani, hacerle coros a Jaime Roos y cómo la derecha se asombra porque —oh, sorpresa— “el carnaval es la tribuna de la izquierda”.
“Agarrate Catalina movilizó otras cosas, tocó otros temas más sociales, que hacen que mucha gente que no estaba metida en el micromundo del carnaval, se sume. La Catalina salió de ese mundillo, empezó a cantar sobre la filosofía, cuestiones sociales”
¿Cuál es el recuerdo más lejano, más primitivo, que tenés del carnaval?
Falta y Resto, 1988, salían del sindicato de postales, en Fernández Crespo y Lima. Mi tío Gustavo era el cantinero de postales, y vivía en el fondo. Mi tío vivía ahí y La Falta ensayaba ahí. Como mi vieja sufría mucho de la columna, pasaba internada, entonces mis viejos me dejaban en la casa de mi tío y ahí me encontré con la Falta y Resto: [Pablo] Pinocho Routin, [Edú] Pitufo Lombardo. Yo tenía 7 años. Ensayaban al lado de la casa de mi tío. Ese año hubo un concurso fotográfico de la Intendencia y en la foto ganadora yo estoy con mi primo, colgados con las patas para abajo, y abajo está la murga. La foto está sacada de abajo, y el título fue: “Los futuros murguistas”.
¡Qué profecía!
Sí, sí… Y ahí me enamoré del género. Ninguna persona de mi familia es murguista. Pero ahí me pegó en el corazón. Esa Falta se separó, sus integrantes hicieron sus caminos después, Pinocho fue mi ídolo de toda la vida, y en el año 93 crearon Curtidores de Hongos, con Daniel Carluccio, el Zurdo Bessio, Ronald Arismendi. Las casualidades hicieron que Daniel Carluccio hiciera amistad con mi padre porque Mariela Gotuzzo era su compañera en ese momento (una de las mejores maquilladoras y vestuaristas de carnaval actualmente). Nosotros vivíamos en Euskal Erría, teníamos parientes ahí, mis padres se hicieron amigos de ellos, y empezamos a frecuentar estos Curtidores de Hongos. Yo tendría 12, 13 años.
¿Y cuándo te picó el bichito y dijiste: “Fua, quiero meterme de lleno en esto”?
En el 97, cuando recién empezaba el encuentro de Murga Joven, yo había hecho un taller. Pinocho Routin me invitó a ese taller, yo le agarré el gustito. En el 99 yo tenía 18 años, y había planificado un viaje a Canadá, para estudiar allá, donde tengo primos. Pero Daniel Carluccio iba a armar los Curtidores y me invitó a sumarme un año de suplente. Y en el 2000 salí de suplente en Curtidores. Fui un desastre: canté de primo, no era mi cuerda (yo soy segundo), y en ese invierno, empecé en Murga Joven con Una Esquina Peligrosa, empecé a estudiar canto con Guillermo Davedere, tuve otra oportunidad en Curtidores en 2001, cantando de segundo, y ahí creí que podía llegar a ser carnavalero. Empecé a buscarle la vuelta, por lo menos a cantar. Ya en 2004 empecé a tener otra frecuencia con el espectáculo, ya metiendo cuchara, integrando las reuniones creativas, aprendiendo mucho de muchos cracks como Tabaré Cardozo, [Hebert] Tiburón Martínez, y empecé a mamar el género.
Ganaste varios primeros premios: con Curtidores de Hongos en 2004, con Agarrate Catalina en 2005 y 2006, Asaltantes con Patente [ACP] en 2013, Don Timoteo en 2014, Saltimbanquis 2018, y ahora doblete, el año pasado y ahora de nuevo con ACP. ¿A alguna de esas experiencias de triunfo le guardás más cariño o alguna te resultó más especial que otras?
El 2005 fue el más especial de todos, con la Catalina, porque nosotros no creíamos que podíamos ganar. Era una barra de amigos —lo sigue siendo, siguen siendo mis amigos, fijate que Yamandú Cardozo es el padrino de mi hijo mayor—, hicimos esa murga juntos, y nunca creímos que fuéramos a ganar. Era la murga sorpresa o revelación, si fuera hoy sería como [si hubiera ganado] Mi Vieja Mula. La murga sorpresa que entra en la Liguilla, que gusta mucho en la calle, pero que nunca la dejaban a nivel concurso —por todo lo que significa el concurso— poder verdaderamente ganar. Esa murga rompió esquemas y ganó.
Llegó en el momento indicado, el momento coyuntural y social, y también pasaba que había una falta de identidad a nivel cultural… Las bandas de rock estaban triunfando más en Argentina, no había identidad cultural, me parece. Había un vacío, la Catalina entró justito ahí, e hizo una conexión con la gente que hizo que la murga explote. No nos esperábamos ese primer premio, esos trajes lo hicimos nosotros con nuestras propias manos, y fue como un Maracanazo para nosotros.
Te escuché decir que los nombres de los grandes carnavaleros están por encima de los nombres de las murgas. Por ejemplo, decías, sale mañana Pitufo Lombardo con una murga nueva que se llame “Los Piticuí” y todo el mundo la va a seguir, porque está Pitufo. ¿Es así?
Creo que el factor Murga Joven cambió la pisada del carnaval, en el género murga. Se empezaron a ver otras cosas, y los creativos de estas murgas empezaron a generar un peso que hicieron que el género fuera para otro lado. Y algunas murgas se pusieron en esa cola y empezaron a traer creativos de ese lugar, y otras no. Si vos no ves qué le está pasando a la sociedad en ese momento, si no te agiornás, empezás a quedar atrás. Y ya algunos nombres no convocan lo que convocaba Araca la Cana o La Reina de La Teja en los pizarrones hace 20 años. Ponele que Falta y Resto sigue teniendo un público fiel, pero porque también la Falta es una murga rupturista y sigue rompiendo. Fue la primera que integró realmente a las mujeres a la murga, la primera que cantó con un micrófono cada uno. El romper es necesario y hace que vayas teniendo una cantidad de gente que siga esa ruptura.
En Cádiz [España] pasa eso: las murgas no tienen nombre, son el nombre del espectáculo, pero es la murga de —ponele— Raúl Castro, o la murga de Pitufo Lombardo. Y creo que eso es lo que hace que la gente la siga. Ya de una parte hasta acá, salvo excepciones como la Catalina y alguna otra que tiene su público fiel que la siguen, la gente se hace hincha de los espectáculos.
Precisamente, en Paren todo de El Espectador decías que la Catalina está por encima de todo, “porque mueve muchas otras cosas”. ¿Cómo es eso?
Entre otras cosas, la Catalina lo que hizo fue movilizar desde la fibra otras cosas, tocar otros temas mucho más sociales, que hacen que mucha gente que no estaba metida en el micromundo del carnaval se sume. La Catalina salió de ese mundillo, empezó a cantar sobre la filosofía, cuestiones sociales, con otra dicción, con otros códigos. Hicieron arrimar, incluso, a gente de otras clases sociales. Nosotros, con a Catalina, íbamos a cumpleaños de 15 o fiestas en el medio de Carrasco, algo impensable antes. Hizo que el carnaval fuera algo mucho más global. Hay mucha gente que es hincha de la Catalina, que no es hincha del carnaval, va solo a ver a la Catalina.
En Argentina hay muchas murgas estilo uruguayas, que lo único que les gusta es la Catalina y para ellas es lo único que existe. Y a veces ven otros espectáculos que tienen códigos parecidos, y se sorprenden. Ahí se generan espectáculos más universales. Si viene un argentino y ve un espectáculo pura y exclusivamente uruguayo, 100% de acá, se va a perder de muchas cosas, pero cuando son temas más genéricos, humanos, ellos conectan. Si vas a hablar de salud mental, bueno, es una pandemia mundial. Creo que ahí está el cambio de paradigma a la hora de generar espectáculos: se amplió mucho más la temática y la crítica política no es lo único. Si vas al reglamento, dice que debe haber crítica política, pero crítica es todo y político es todo, política partidaria es algo distinto.
“Llegamos a la casa de Edi [Cavani] y nos hizo unas tortafritas, para tomar unos mates. Ni siquiera salió al aire. También nos hizo un guiso, agarró unos fideos y nos hizo un guiso con lo que tenía, empezó a cortar cebolla y morrón, para nosotros, fuera del aire”
Sos productor de TV de programas que se emiten en canal 10 y en TV Ciudad. Pero en particular, Rafa Cotelo te menciona mucho en Por la camiseta, el programa de entrevistas a futbolistas uruguayos que están en el exterior. ¿Cuál es tu función ahí, donde no se te ve y tenés un rol menos visible?
El corazón es Rafa. A Rafa junto a Iñaki [Abadie] y Jorge [Piñeyrúa] se les ocurrió este programa hace un montón de años, yo entré en la segunda temporada. Por el vínculo que tenía Rafa con los jugadores tuvimos la posibilidad de ingresar a la casa de los jugadores, y eso ya era atractivo, con el plus de la conexión que tiene Rafa con ellos, porque cuando él empezó a ser notero [N. del R.: en el programa La redonda de canal 12], Suárez ahí estaba arrancando, Godín estaba arrancando… Rafa es todo el programa, yo lo que hago es ordenar un poco el contenido, idear algunos espacios, o que la entrevista no se haga monótona y repetitiva. A lo que van varias temporadas, hay que buscar ponerlos a ellos en otro lugar, que los aliviane, y no se pongan el cassette del futbolista. Con Rafa venimos trabajando juntos desde aquella Catalina que te venía mencionando, entonces conectamos fácilmente.
Gracias a ese programa he conocido a un montón de jugadores, he conocido un montón de lugares que nunca hubiera conocido en mi vida, he viajado un montón y con amigos.
Me imagino que el estar tan cerca de estos astros de la élite mundial, días enteros de rodaje con varios de los jugadores que son casi semidioses para los uruguayos, terminás viendo sus impurezas, las cosas que los muestran como tipos comunes y corrientes, no como megaestrellas. ¿En qué cosas advertiste la sencillez o humildad de un Suárez o un Cavani?
Bueno, arranco por Edi: llegar a la casa y hacernos unas tortafritas, él mismo, y tomar unos mates. No para el programa, ni siquiera salió al aire eso. También nos hizo un guiso, agarró unos fideos y nos hizo un guiso con lo que tenía, hizo una salsita y empezó a cortar cebolla y morrón, para nosotros, fuera del aire.
O Gastón Pereiro en Holanda, que nos invitó a quedarnos en su casa porque se nos complicó con el avión. Tuvimos un problemita de producción, ejem, porque para mí, íbamos a Amsterdam, y él estaba en Eindhoven. Rafa, que es re distraído, me dice: “Che, Maxi, ¿a dónde estamos yendo?” “A la casa de Pereiro, Rafa”, le digo. “Pero ¿a qué ciudad?” “A Ámsterdam, Rafa, ¿a dónde va a ser?”. “Pero él juega en el PSV Eindhoven, ¿no está en Eindhoven?”. Nos pusimos a averiguar y efectivamente estaba en Eindhoven, que quedaba a tres horas de auto de Ámsterdam, donde teníamos el alojamiento. Había que ir a la casa, rodar todo el día, terminar a medianoche muertos, y volver de vuelta para atrás con invierno y nieve. Entonces, él nos dijo: “Bo, quédense acá en casa, ¿cómo se van a ir con este clima?”. Y dormimos en unos cuartos y al otro día desayunamos con él. Son muy humanos, y algunos te sorprenden.
Algunos, además, son carnavaleros (Cristhian Stuani, Godín, Palito Pereira, Coates). Nos preguntan ellos a nosotros: “Che, y contame, tal año en tal murga, ¿cómo fue?”. Te entran a preguntar ellos a vos, los tipos esos que nosotros los tenemos allá arriba. Otra cosa que nos pasó fue que te imponen un respeto, por lo que representan en el fútbol, que cuando querés acordar, pensás: “Bo, pero este pibe tiene 22 años, yo tengo 41 y me da cosa pedirle para ir al baño”. Perdés un poco la referencia, es raro lo que pasa en ese momento.
Por otro lado, el gancho del programa es humanizarlos, que Rafa los trate como sus amigos de toda la vida…
Claro, humanizarlos lo más posible. Otra cosa que tenemos es que no le pedimos un video, no le pedimos un short o una camiseta. El programa se llama Por la camiseta, pero la idea es mostrar como que nos las dan, y termina pasando que son tan gentiles que le dan una al Rafa, una a mí, una al cámara, pero no se las pedimos realmente. Nunca pedimos nada. O terminamos en VIP del palco del Barcelona, junto a los familiares de Suárez, y no lo pedimos. Eso sale de ellos, después termina siendo contenido para el programa, pero es iniciativa de los jugadores.
Con algunos jugadores hemos visto su evolución con el tiempo: a Fede Valverde lo visitamos por primera vez en La Coruña, donde estaba cedido, y era un apartamentito que alquilaba, en el siguiente apartamento en Madrid era en un complejo, y después ya era en una casa que había podido comprar. Hemos visto la evolución de los gurises. O hemos visto la evolución hasta en su forma de expresarse. Josema Giménez la primera vez iba por Madrid y hablaba medio canario, con el tiempo ya la forma de expresarse es otra, dejó el auto deportivo y ya tiene una camioneta familiar, ya te hace un fueguito y sale un asado.
“Si tenemos un show dentro de un mes, ensayamos mucho, ensayos de siete horas, las pruebas de sonido son muy extensas, pero después suena como tiene que sonar, y todo sale como tiene que salir. Jaime [Roos], más que estricto, es muy profesional”
Hablando de estrellas o semidioses del firmamento oriental, sos corista de Jaime Roos, desde 2009. ¿Cómo es laburar con Jaime? ¿Es tan estricto y puntilloso como lo pintan?
Es un profesional, como tiene que ser, lo que pasa es que nos cuesta [ser profesionales] en el Uruguay. Yo tengo la mejor relación con él, casi de amistad te diría, y nos juntamos con otros compañeros, y hacemos un asado, compartimos un momento extralaboral. Pero a la hora del trabajo sí es muy estricto. Si tenemos un show dentro de un mes, ensayamos mucho, ensayos de seis o siete horas, las pruebas de sonido son muy extensas, pero después suena como tiene que sonar, y todo sale como tiene que salir. Entonces, más que estricto, es muy profesional. Lo que pasa que otros artistas uruguayos no lo son.
Te tocó estar sobre el escenario cuando volvió para tocar en el Centenario, el 17 de diciembre de 2021, un recital que fue varias veces postergado por la pandemia. ¿Qué notaste ese día en cuanto a lo que significa Jaime para los uruguayos?
Para mí, es Artigas, es un prócer. Es nuestro prócer de la música, es mi músico de cabecera de toda la vida. Cantar con él es un sueño que hasta hoy no lo creo, por lo que significa él y por lo que hay alrededor, por todos sus músicos. Y esa noche fue única, fue impresionante. Tuvimos la suerte de cantar para la fiesta del Bicentenario argentino, para un millón de personas ahí, pero esa noche que decís parecía que había un millón de personas. La gente estaba prendida fuego, la banda estaba prendida fuego, y todavía cierro los ojos y recuerdo sensaciones de esa noche.
“Te mentiría si no te dijera que la viralización de un ensayo de Asaltantes no fue a propósito. Competís contra tu propio espectáculo. Todavía no empezó carnaval, pero alguien filmó un ensayo y ya tiene 50.000 reproducciones. Tenés que ver cómo usar a favor todo eso”
Volvamos al carnaval: ¿por qué ganó este año Asaltantes?
Yo creo que fue el mejor espectáculo de la categoría murgas. Era el más completo. Nos pasaba en muchos escenarios a donde íbamos, que nos decían que teníamos el mejor espectáculo. Cuando la gente te dice eso, vas a concursar y la prensa dice eso, te encontrás con colegas o gente de los medios y te dice lo mismo, es como que decís: “Parece que es así”. Pero respetamos mucho a todas las murgas: había tremendas murgas con grandes intérpretes y grandes técnicos, y hasta lo último uno nunca sabe.
¿Por qué ganamos? Porque hubo un laburo colectivo, una construcción colectiva que la demostramos en el escenario teniendo dos directores escénicos [Martín Angiolini y Pablo Riquero], dos puestitas en escena. La murga priorizó el espectáculo por encima de todos los egos. Hubo mucho laburo en equipo, mucha autoexigencia, y nos comparamos con nosotros mismos. Queríamos ser mejores que el año pasado, que habíamos ganado.
¿Cuándo te diste cuenta que el remate de “¿Quién da más?”, el cuplé de los “Urunarcos” o el de “La tapadita” iban a tener el éxito que tuvieron? Quiero decir, antes de empezar el concurso ya se había viralizado un ensayo de ustedes cantando “La tapadita”, y quizás era una señal de que era un golazo, ¿no?
Te mentiría si no te dijera que esa viralización no fue producida a propósito. Hoy las redes sociales tienen su lugar en el carnaval, también. Competís contra tu propio espectáculo. Vas a la primera rueda y entre la primera y la segunda tenés 150.000 visualizaciones [en Youtube], o todavía no empezó carnaval, pero alguien filmó un ensayo y ya tiene 50.000 reproducciones. Entonces, no solamente tiene que durar 40 días el carnaval, sino que abarcar todas las visualizaciones de todas las redes sociales. Entonces tenés que ver cómo usar a favor todo eso.
Nosotros hicimos un acuerdo con Montevideo Music Group [MMG], firmamos para grabar nuestro disco (aprovecho a decir que lo vamos a presentar el 9 de mayo en el Sodre), y para salir antes, elegimos dos momentos del espectáculo. Elegimos la presentación y el saludo, y “La tapadita”. Ese momento no necesitaba sorpresa (como sí pasa en otros momentos, donde si perdés la sorpresa, se te cae). Yo tenía la intuición de que ese momento iba a ser acumulativo y que podía seguir creciendo, en la medida que siguieran pasando cosas. Si prendíamos esa mechita era una cosa de: “Los Asaltantes vienen con algo que, parece, va a dar que hablar”. Le teníamos mucha fe a ese cuplé, entonces decidimos viralizarlo antes. Lo que pasó fue que cuando MMG colgó ese ensayo en su canal oficial, lo levantó un tuitero, lo colgó como propio, y se viralizó. Después lo levantó una nota de El Observador.
Este año se dio una sinergia muy especial con Germán Medina. Ya venían trabajando juntos desde el año pasado, pero esa conexión se dio este febrero. ¿Esa complicidad se dio naturalmente o hubo que ensayarla mucho?
Fue accidental nuestra dupla. Matías García iba a ser el partenaire de Germán. Y él una semana antes de dar la prueba de admisión tuvo un problema laboral, y no pudo sumarse a la murga. Nos quedó esa vacante una semana antes de la prueba, y como yo era uno de los guionistas, sabía la letra y agarré ese lugar. Sí hubo mucho ensayo, porque Germán es un enfermo del laburo. Todo lo que toca es gol, pero labura muchísimo. Nos conectamos mucho desde la amistad, entonces hubo muchas reuniones en nuestras casas. Hicimos juntos el Antel Arena, su show en diciembre, que fue una bomba (yo me encargué de la producción artística). Empezamos a entendernos mucho más, y eso ayudó mucho para este espectáculo. Pero no hubo talenteo, cada cosa quisimos agregar algo, aportar algo nuevo, buscamos cada palabra, que sí, que no, tiramos y erramos mucho, y probamos en los tablados cosas para ir probando y viendo. Pero hubo mucho laburo ahí.
“[El insulto a Laura Raffo] fue un error, claramente, injustificable, tribunero, innecesario. No hice un chiste, fue un agravio innecesario y por eso pido las disculpas”
A propósito de elegir palabras y de tirar y errar, el lunes 27 en la rueda de ganadores en el Teatro de Verano, y también en un contrapunto con Germán Medina, tuviste un exabrupto: le dijiste “conchuda” a la dirigente nacionalista Laura Raffo, y ella contestó en Twitter. En parte de lo que dijo, escribió: “Machistas e intolerantes me he encontrado en muchas partes, pero es lamentable que el insulto se disfrace de recurso artístico en el carnaval de Montevideo. Humor sí, odio no”, sentenció. Ayer martes 1° hiciste público un comunicado en tus redes, con un pedido de disculpas. ¿Querés agregar algo más?
Fue un error, claramente, injustificable, tribunero, innecesario. Le terminé fallando a un amigo, como lo es Germán, que sí entiende los códigos del humor a la perfección y se está viendo tocado de alguna manera de costado y al propio espectáculo, por lo que primero le reitero las disculpas a Laura, y luego a Germán y a mis compañeros. No hice un chiste, fue un agravio innecesario y por eso pido las disculpas.
(Ayer martes 1°, en su carta de disculpas, entre otras cosas, escribió: “El exabrupto no forma parte del espectáculo, fue una estupidez improvisada para incomodar a Germán Medina en el escenario, un juego interno habitual que mi falta de oficio y talento llevaron por el atajo del insulto, gratuito y sin gracia. Los humoristas hacen equilibrio en el pretil de la incorrección y la escandalización sin caerse, y esa es buena parte de su magia, quedó en evidencia que yo no lo soy. […] Querer hacer un chiste interno ante miles de personas y una transmisión televisiva es una idea muy idiota, la ejecución fue peor. El resultado fue lamentable. Ni la murga ni el carnaval admiten este tipo de expresiones, soy yo el que me salí completamente de contexto”).
Te escuché decir que es una obviedad que el carnaval es de izquierda y el público carnaval es de izquierda. Raúl Castro me ha dicho: “¿Por qué la derecha no hace una murga? Que hagan una murga de derecha y le pegue a la izquierda y listo”. Ese era su razonamiento. ¿Funcionaría algo así?
Y no… El carnaval es la tribuna de la izquierda, y entiendo que se le hace muy difícil a una persona votante de derecha ir a ese lugar, porque la murga, por origen, se trató siempre de pintarse la cara y señalar a los que están del lado del poder, y decir lo que tenía en ganas. Discrepo con los que dicen que no se le pegó a la izquierda en los 15 años que gobernó: se le pegó, algunas murgas más, otras menos.
¿No crees que algunas murgas fueron condescendientes con la izquierda, que no fueron tan duras?
En parte sí, pero en otras cosas no, por ejemplo, con el [tema del] aborto, como con el tratamiento de la Caja Militar, o con los sindicatos (nosotros mismos, el año pasado). El tema es que cada uno concibe su espectáculo como quiere. Yo digo lo que quiero y canto lo que quiero, y vos como espectador lo elegís o no lo elegís. Lo ves o no lo ves, vas o no vas. Y si yo le quiero “perdonar” algo a la izquierda, porque soy izquierdista, que le pegue otro. Yo no le quiero pegar, yo soy el encargado del texto. Yo no soy imparcial. Si alguien les dijo que esto era imparcial, les mintió. [El carnaval] no es el lugar a donde ir a buscar imparcialidad. Pero por origen: así funcionó siempre. Con esto de las redes sociales y de la vuelta de la derecha, parece que la derecha descubrió el carnaval ahora. Pareciera que todos los años de gobierno de izquierda no hubiera habido carnaval. Y todas las veces que se le pegó al gobierno [del FA] no era noticia y no pasaba nada. Ahora vuelve el carnaval a pegarle a un gobierno de derecha y de golpe el carnaval como que volvió a existir, y hay mucha gente de derecha que parece que está descubriendo el carnaval, cuando ¡siempre fue así!
Si un murguero de los años 30 o 40 del siglo pasado, de Araca la Cana o Los Patos Cabreros, viera el carnaval que se hace —y se televisa— hoy, ¿diría que “hay algo que sigue vivo”?
No. Yo creo que el género se fue para otro lugar. Cuando escucho murgas viejas en cassette, el sonido sobre todo (ni siquiera hablo del editorial), veo que no tenemos más esas voces. Se perdieron. Estaban en otros lugares: en los “canillitas”, en los vendedores ambulantes, los segundos (como yo) eran otros segundos, nosotros somos segundos de mentira. Los murguistas eran cantores de verdad, hacían 20 tablados, tenían una garganta de fierro, cantaban solo con tres micrófonos, entonces, el sonido de esa murga no está más. Si bien ahora están los Angel Marquitos Gómez o Julio Pérez, el sonido aquel ya no está más. Se terminó. Es como un auto de colección, bueno, hoy no están: hoy hay autos eléctricos y funcionan de otra manera.
¿Cuál es tu vocación?
Productor. Me gusta mucho producir.
¿Sos feliz?
La venida de un hijo nuevo [Juan Manuel, de dos meses de vida] me generó como una felicidad, que no sé cuánto va a durar. Supongo que cuando empiece a caminar, ya se termina, jaja. Esa cuestión del bebito me da como un aura de positivismo y una energía tan linda que ando enamorado por la vida, gracias a ese botija. ¡Soy un agradecido! Hago cosas que me encantan y me pagan por hacerlo. Hoy ese es un privilegio enorme.