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Maxi De la Cruz: "No está bien condenar el humor de los 80 con los códigos de hoy"

Celebra 10 años de su show de stand up y misma cantidad de años cruzando el charco. Ha actualizado su humor para no ofender a nadie.

28.03.2019 09:27

Lectura: 24'

2019-03-28T09:27:00-03:00
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Por César Bianchi
@Chechobianchi

Fotos: Juan Manuel López

Pegó el faltazo a Desayunos Informales esa mañana (y ergo, a nuestro encuentro posterior) porque se levantó "roto". Roto, a los 43 años, ya no es borracho ni mucho menos drogado. Es cansado y sin voz por haber actuado la noche anterior en el Movie para celebrar sus 10 años de monólogos. Ya más descansado, lúcido y con un té de hierbas enfrente, Maximiliano Ricardo Javier Fausto Nicolás Arturo De la Cruz -a quien todos conocen como Maxi- se predispone a una charla para repasar su vida y obra.

Los 10 años de stand up -bastante más de los que duró la propia moda del stand up- los celebró frente al público el pasado 21 de marzo, pero hoy repite y su manager y amigo Diego Sorondo acaba de agregar una nueva función para mañana viernes por localidades agotadas. Porque acá Maxi, el hijo de Cacho De la Cruz, la rompe, es querido y mimado. Se tomó el barco para Buenos Aires -hace una década también- consciente que dejaría de ser conocido para pelearla de cero. Empezó con algún bolo, con castings y pruebas, hasta que de a poco se fue metiendo en la escena teatral y en menor medida de la TV porteña. Ahora divide sus semanas entre acá y allá, entre sus hijos Candelaria de 17 y Santino de 2, siempre comprometido con el humor y la comedia teatral.

Del humor, sus mutaciones y su ética también hablamos. Maxi no reniega de haberse desternillado de risa con Alberto Olmedo o haber mirado sin culpa cómo Guillermo Francella decía "Es una nena...", cuando Julieta Prandi se alejaba dejándole ratones en la cabeza. Sabe bien que hoy aquel humor es políticamente incorrecto, está mal visto y todo porque los tiempos cambiaron. Él acompaña las nuevas reivindicaciones, al punto que revisa todo el tiempo su humor y se deja interpelar por comediantes mujeres amigas o su propia hija adolescente que le dicen: "Por acá no es, sos un antiguo". Herido en su orgullo fue corrigiendo sus gags para seguir haciendo un humor blanco y sano para toda la familia. Para seguir viviendo de eso que mamó de chiquito cuando metía pila de horas en el canal donde trabajaba su papá.

-¿Qué querías ser de niño?

-Jugador de fútbol. Hice baby fútbol hasta los 12 o 13 años, después jugué Séptima en Central Español y antes de arrancar Sexta dejé, porque ya empecé a hacer cosas...

-Desde la madurez de los 43, ¿qué aprendizaje crees que te dio conducir El Club de las Tortugas Ninja cuando tenías 13 años?

-No tenía idea de nada. En ese entonces yo no me daba cuenta de nada, era algo rarísimo. Ni siquiera pensaba que podía llegar a ser mi profesión real, digamos. Tenía a papá, marcándome de cerca. Yo hice Las Tortugas Ninja primero y después hice Maxidibujos en canal 5, y después volví al 12 con Maxianimados. Lo de El Club de Las Tortugas Ninja se dio porque fue un furor cuando salieron y había mucho merchandising. Había de todo con la marca, entonces el 12 pensó en tener un programa para pasar los dibujos y vender todas esas cosas. Se dio medio así. Papá con Cacho Bochinche también vendía juguetes con las Tortugas Ninja. Me acuerdo que había una escalera, y al principio la bajé como 30 veces, porque cada vez que bajaba, papá me decía: "No, no la bajaste bien, dale de vuelta" y allá iba yo... Pero después, ese aprendizaje me sirvió para todo.

Yo soy tímido fuera del aire, pero con la cámara prendida no era nada tímido. No me costaba salir al aire. Eran más bien nervios de no saber qué hacer, con las marcaciones de papá que me volvían loco. Y con el tiempo terminé escribiendo yo mismo los guiones, lo guioné yo.

-Y después fuiste aprendiendo cómo hacer humor al lado de tu viejo, y de otros grandes humoristas en Plop!, programa que marcó una época. Entre los 18 y los 20, ¿ya tenías claro que querías ser comediante?

-En Plop! entré con 18. Vino un día el flaco (Jorge) Denevi y me dijo que iban a incorporar gente nueva al programa, entre ellos Julieta Denevi, su hija, Gabriel Hermano, que había hecho Perdidos en Yonkers en teatro y yo. Fue una sorpresa, porque yo los veía, iba a ver las grabaciones cuando acompañaba a mi viejo. Yo venía haciendo humor, cosas mías, pero ahí estaba lleno de monstruos... Me sorprendió. Fue una experiencia increíble. Recién ahí, con 18, empecé a tomarme en serio el humor.

-¿Terminaste el liceo?

-A esa altura yo ya había dejado el liceo. No terminé la Secundaria. Ni pensé en una facultad. Vi que venía por ese lado, más por el costado artístico que por otro lado. Me hicieron un test vocacional y me dieron que lo mío iba por ese lado. Yo salía del liceo, me tomaba un taxi e iba para el canal, no para mi casa. Después ya empecé a laburar, al principio solo iba a ver. Después empecé a construir personajes, a escribir, fue todo un proceso.

-¿Te pesó en algún momento ser "el hijo de..."?

-No... Al principio no me asociaban con papá. Cuando yo hacía las Tortugas Ninja no sabían que era hijo de Cacho, con Maxidibujos tampoco, capaz que empezó a pasar con Maxianimados porque a esa altura yo ya había hecho alguna nota y había saltado. Pero al principio, con las Tortugas Ninja sufrí más con las gastadas, que por la calle me gritaran: "¡Tortuga Ninja! ¡Ey, Donatello!". En el liceo me volvían loco por eso. Pero presión no, porque él nunca me hizo sentir ninguna presión ni competencia ni nada. Hasta hoy me gritan: "¡Cachito, qué haces!". Me encanta, yo admiro a mi viejo.

-En esa primera etapa de aprendizaje, de ir haciéndote un nombre y aprendiendo tips de la carrera, ¿qué recomendaciones o consejos te dio tu viejo que te acompañan hasta hoy?

-Muchos de cómo mirar a la cámara, qué gestos hacer, comunicación gestual. Mi viejo es re histriónico en televisión y yo también, eso lo aprendí de él, mirándolo. En la conducción también, de cómo conducir con otra persona y teniendo invitados, otra gente. Él fue siempre muy cuidadoso con ese tema y yo seguí ese caminito. Mirá, el primer año en las Tortugas Ninja, yo bajaba de la escalera esa, decía: "¡Hola bienvenidos!" y señalaba a la cámara con un dedo, y me tapaba toda la cara con la mano. Y él me decía: "No, te estás tapando la cara con tu propia mano, hacelo de vuelta", y lo hacía como 10 veces, hasta que lo aprendí. Hasta el día de hoy tengo en cuenta ese detalle. Yo lo observaba todo el tiempo. Incluso, cuando no me decía nada, yo lo miraba con atención.

-Decías en entrevista con El Observador que buscás reírte con la gente y no de la gente. Pero, ¿cómo se hace eso hoy, cuando la sensibilidad está a flor de piel, los tiempos cambiaron y cualquier cosa que digas puede ofender a algún colectivo?

-Un montón, pero sobre todo los que hacemos monólogos, me parece que es escuchar a los demás y abrir las orejas, para darte cuenta. A veces vos lo hacés, pensás que está bárbaro, y viene otro de afuera y te baja de un plumazo. Me pasó en este show que estoy haciendo ahora. Yo hacía un par de chistes que para mí estaban buenísimos y vino Diego (Sorondo) y me dijo: "Mmmm... me parece que esto puede llegar a molestar a alguien, mejor no lo hagas".

-¿Se puede saber qué chiste era, o qué temática?

-Era humor negro. Un chiste de humor negro, donde moría alguien. No afectaba a ningún colectivo, pero era humor negro. Estaba bueno... pero no estaba bueno, en realidad. Y acepté la recomendación y lo saqué. No sumaba, ni tampoco me iba a restar si lo sacaba. Yo escribo y a mí me escriben también, pero lo manejo y decido todo yo. Es difícil decir: "Esto no está bien, esto no lo hago". Es jodido, por el ego también. Está bueno bajarse un poco y más hoy que podés llegar a ofender a alguien.

-Raúl Castro me dijo para este espacio que si fuera hoy no escribiría "La hermana de la Coneja" así como la conocemos, no la incluiría en su repertorio. ¿Vos has dejado de hacer chistes o de jugar con cierto tipo de humor por no ofender a nadie?

-Hay chistes que no puedo hacer más, no. Antes hablaba de temas... He hablado con amigas comediantes de acá y de Argentina, para que me den su punto de vista. Por ser mujeres y colegas, del palo. Y me dieron un par de piques, donde quedé pensando. "Esto es antiguo", me dijeron y hasta me chocó que me dijeran antiguo. Pero me dejaron pensando, y después dije: "Tiene razón. Soy antiguo porque ya no se hace humor con esto". Una comediante amiga me cuestionó por qué cuando hablo como mujer en mi monólogo, la mujer tenía que hablar como una tarada, como si fuera una cheta artificial. Me hizo ver eso: "'¿Por qué hablás así cuando habla la mujer, si no hay ninguna contexto para que hable así?". Y le dije: "Sí, tenés razón". ¿Por qué a la hora de representar a una mujer la llevaba a ese papel, como si fuera media tonta?

"Hay chistes que no puedo hacer más. He hablado con amigas comediantes de acá y de Argentina, para que me den su punto de vista. 'Esto es antiguo', me dijeron y hasta me chocó que me dijeran antiguo. Pensé: 'No quiero sonar antiguo'"

-No sé cómo era el chiste, cómo era el contexto, pero supongo que haciendo humor se exageran algunos estereotipos...

-Sí, eso es verdad. Pero en este chiste ni eso, porque el tarado era el hombre. Hay cositas que he ido corrigiendo.

-A fines de los 80 la mujer en el humor era un objeto sexual y nada más. Pienso en Silvia Pérez, Susana Romero, Adriana Brodsky o Beatriz Salomón en No Toca Botón, o incluso Moria Casán y Susana Giménez en películas de Porcel y Olmedo. Hoy algo así sería fuertemente condenado, para empezar desde las redes sociales. ¿Está bien que se condene aquel tipo de humor o se exagera?

-No, no está bien condenar aquel humor. Me da cosita matarlos con los códigos de ahora. En ese momento todo era distinto, eran otros códigos, la sociedad era distinta. Era otro humor, iba por ese lado. También tenías a Benny Hill. Ver para atrás eso y condenarlo desde ahora, es como raro. Sí reconocer y decir: "Paa, la mujer era un objeto sexual y se hacía humor en base a eso", algo que también pasaba en el teatro de revista. En el caso de Olmedo y aquel humor de los 80 ninguna decía sufrir ningún acoso ni nada, era el humor así, y la sociedad lo permitía. Hoy día no se podría pensar hacer ese humor. Yo creo que lo mejor es decirle: "eso es antiguo", como me dijeron a mí. Hoy lo matarían, y más con las redes sociales.

-¿A vos te hacía reír "El Manosanta" de Olmedo, o más acá, Francella con "la nena" que interpretaba Julieta Prandi?

-Sí, sí, sí... Olmedo era uno de mis favoritos, tanto antes como al día de hoy, me hace reír mucho. A Francella lo reconozco como un gran comediante.

-¿Advertías que era un humor que cosificaba a la mujer y la trataba como un objeto? ¿Te hacía ruido ese humor?

-No, no... En ese momento no. Cuando Olmedo yo era chico, 14 años tendría. Con Francella ya no era chico, y me hacía reír, pero no me cuestionaba nada. Con las cartas vistas, lo ves y es fuerte. El personaje de Julieta Prandi era menor de edad, iba al colegio, era compañero de su hija, jugaban con el morbo y la fantasía, y encima la mujer (de él) andaba ahí en la vuelta y no se daba cuenta de nada, era una tarada. Por donde lo veas, ¡estaba todo mal! Pero triunfó bárbaro el programa y nadie dijo nada en ese momento. En Casado con hijos es más exagerado pero la piba (el personaje de Luisana Lopilato) es una atorranta, y los padres lo aceptaban y la mandaban a levantarse un tipo para tener beneficios. Si ves ese humor con los ojos de hoy, pocos se salvan.

"El personaje de Julieta Prandi era menor de edad, era compañero de su hija, jugaban con el morbo, y encima la mujer andaba en la vuelta y no se daba cuenta de nada. Por donde lo veas, ¡estaba todo mal! Pero triunfó y nadie dijo nada en ese momento"

-Por otro lado, cuando acá en Uruguay se ha intentado hacer programas de humor sano, para toda la familia, como la versión más actual de lo que fue Decalegrón o Plop, no funcionó...

-Ahí no sé cuál es la explicación. Capaz que hacías un programa más zarpado, y te mataban, hacés algo más familiar, sin groserías, y no te ven. El humor que yo trato de hacer -que no es zarpado, capaz que pícaro, con doble sentido-, es más simple, trato de no decir malas palabras, no digo groserías. Lo veo en otros, que dicen malas palabras, y pienso:"Lástima que dijiste tal cosa en el medio. A ver, haceme reír sin decir malas palabras". Pero son códigos, hay gente que le gusta, que lo consume y va al teatro a ver eso. Me pasó con Chorros, una obra en Mar del Plata, para toda la familia, una obra inglesa. La podía ver todo el mundo. Está demostrado que si la obra está buena y el contenido está bueno, funciona.

-Basta ver a Les Luthiers...

-Bueno, ahí tenés. Sin ir más lejos, hoy en Buenos Aires todo el mundo sigue nombrando a (Ricardo) Espalter, a (Enrique) Almada, a mi viejo me lo nombran, y hay un recuerdo. Marcaron una época. Pero hoy en día, está cambiando todo, y el humor aparece por otro lado.

-¿Y hoy qué te hace reír?

-El humor inglés me gusta mucho. Las últimas dos obras que hice allá, Como el culo y Chorros, eran inglesas, y me hacían reír mucho. Te hablaba de Benny Hill, o Mr. Bean más hacia acá. Mismo en el cine, la comedia negra Cuatro bodas y un funeral. Me causó mucha gracia. Me gustan muchos comediantes, desde los más viejos como Jerry Lewis hasta Robin Williams, Jim Carrey, he visto muchas cosas de Sinatra con Dean Martin, los del "Rat Pack", que la pasaban bien, se divertían mucho y tenían mucho humor. Y en el medio tenés a Olmedo, "Minguito" (Juan Carlos Altavista) me parecía muy interesante y de todos, capaz que hubiera quedado hoy.

-¿Te diste cuenta que no mencionaste ni una mujer?

-Tenés razón. Es verdad. Ponele que Niní Marshall, aunque no era mucho de mi época... No han habido grandes comediantes mujeres, por lo menos que yo tenga como referencia.

-Hace 10 años cruzaste el charco para probar suerte en Buenos Aires. Acá ya eras alguien, pero allá no. ¿Fue como empezar de cero? ¿Qué enseñanzas te dejó?

-Claro que fue empezar de cero. Totalmente. Yo fui consciente de eso, también. Fui a ver qué pasaba. Era algo que de pibe tenía en mi cabeza. Al principio pensaba que ojalá me llamaran para hacer algo, pero nunca te van a llamar... Nadie te conoce. Entonces, se me dio en el momento que se tenía que dar, por ahí por mis 30, 30 y poco, que me animé. Fui consciente de varias cosas: de que iba a golpear puertas a ver qué pasaba, que por eso mismo no tenía que dejar nunca de trabajar acá (no era "corto todo con Uruguay, no quiero saber más nada"). Los primeros años que yo estaba allá, venía para acá y vivía con lo de acá. Y me iba administrando. Y lo otro: era consciente que no iba a ser de un día para el otro, me iba a llevar un tiempo, era un proceso.

Ya han pasado 10 años y por suerte, no me equivoqué. Y cortar los lazos con Uruguay nunca lo voy a hacer, eso seguro. Mientras yo pueda ir y venir, hacer cosas allá, lo voy a seguir haciendo. Quieras o no, acá estoy en mi casa, la gente me conoce, y muchos me conocen desde chico. Si hoy o mañana llego a ser popular en Argentina, igual nunca va a ser la misma popularidad que acá, donde es más familiar. Acá muchos me ven y me conocen desde chico. Pasé momentos de incertidumbre, de bajón, de pensar: "Pah... ¿valdrá la pena? ¿Me la juego o no?" Igual, después te das cuenta que la incertidumbre está siempre: allá y acá. Y lo otro: no darle bola a lo negativo. A mí me decían allá:"¿Humor acá? No, no se hace mucho humor acá", pero de a poco la fui peleando. Tenés que tener suerte y ser paciente, saber esperar. Esperando, se van dando las cosas. Yo soy muy ansioso, tuve que ir dominando la ansiedad, y las cosas fueron saliendo.

"Ya han pasado 10 años y por suerte, no me equivoqué. Y cortar los lazos con Uruguay nunca lo voy a hacer. Mientras pueda ir y venir, hacer cosas allá, lo voy a seguir haciendo. Acá estoy en mi casa, la gente me conoce, y muchos me conocen desde chico"

-La economía argentina ha sufrido duros embates y sigue mal. ¿Se siente eso en el teatro? ¿Se nota una merma en la gente que acude a ver las obras?

-Totalmente. Pero no sólo lo sentimos como artista o ciudadanos, sino que está en los números. Cuando arrancamos el año pasado, antes del fenómeno del dólar que explotó de un día para el otro, antes de eso ya nos mostraron que empezábamos con un 30% menos que el año anterior. Y cuando explotó lo del dólar, bajó un 50%. Nos pasaban las cifras de cada fin de semana, y si nosotros sabíamos que se vendían -ponele- mil por fin de semana, había bajado a 500. Actuábamos y veíamos que la sala nunca estaba llena. Se sumó que estaban arreglando calle Corrientes, había obras y estaba todo roto. Eso te afecta, te pega en el ánimo ver que hay poca gente. Igual hay que darle. Y claro que no gané igual, te cambia la plata. Yo nunca pensé en dejar la obra, no me gusta eso, nunca fui así. Aparte la obra estaba buenísima y era un buen grupo humano, pero nos quedábamos pensando si seguiría haciendo o no.

-Este es un año electoral. ¿Tenés militancia por algún partido? ¿Tenés decidido tu voto, al menos?

-No tengo militancia por ningún partido. De más joven sabía a quién iba a votar de antemano, y ahora no lo tengo decidido. Si bien no estoy muy metido y no me gusta mucho la política... Yo entiendo que hay que tener un gobernante, alguien que dirija un país, pero me llama mucho la atención que alguien quiera ser presidente... por el poder que te da eso. ¡Ser presidente de un país! Que vos quieras ser presidente es como... ¡guau! Está bien lo de querer ayudar a que la gente viva mejor, pero también hay una cosa de decir "soy el que la tiene más grande".

"Me llama mucho la atención que alguien quiera ser presidente... ¡Ser presidente de un país! Es como... ¡guau! Está bien lo de querer ayudar a que la gente viva mejor, pero también hay una cosa de decir 'soy el que la tiene más grande'"

-La autoestima decís... Entiendo. Pero, ¿estás conforme con este gobierno?

-Allá en Argentina te preguntan y te dicen:"Qué lindo que es Uruguay, es hermoso". Pero el tema es que somos muy chiquitos, somos tres millones. Cuando le decís a alguno que no sabe que acá somos solo tres millones y medio, te recuerdan que en La Matanza hay tres millones. Somos del tamaño de una multinacional, no tendría que haber gente durmiendo en la calle, ni gente con hambre, ni cantegriles, ni gente sin laburo. Tendríamos que estar bien, tenemos todo para estar bien.

-¿Cómo nos ven desde afuera?

-Con la legalización de la marihuana me volvieron loco... Y a Pepe (Mujica) lo tienen allá arriba. "Qué grande Pepe, que no afanó como Cristina". Ellos nos adoran... Yo les he dicho que no es un amor correspondido. Y lo viví. Fijate que en el Mundial de Sudáfrica en 2010, a la hora del partido yo estaba en función de teatro o por empezar. Algunos partidos los vi en el teatro con los técnicos. Y cuando Argentina quedó afuera del Mundial, acá en Montevideo festejaon, tiraron cuetes porque Argentina había quedado afuera. Yo llegué al teatro y estaban todos de malhumor, me decían: "Quedamos afuera... ahora estamos con ustedes, vamos a alentarlos a ustedes los uruguayos", me decían todos. Y yo por dentro pensaba: "Pensar que allá están contentos que ustedes quedaron eliminados". Yo lo analicé bastante eso: es la clásica del hermano menor. Para nosotros el clásico nuestro es contra Argentina, no tanto contra Brasil. Para ellos el clásico es contra Brasil, no contra nosotros.

-¿Hay límites en el humor o porque es humor todo vale?

-No, hay límites, hay límites. Ahora hay más límites que antes, incluso. Los límites los pone uno definiendo el humor que quiere hacer. Yo veo a otros comediantes y pienso: "Pah, no digas eso, no hagas humor con eso", y la gente igual se mata de la risa. Ahora nomás te digo...

-Bueno, el británico Ricky Gervais dijo en su monólogo que los judíos "son los responsables de todas las guerras del mundo" y se rió de enfermos con síndrome de Down, el estadounidense Kevin Hart, que es negro, se ríe de los negros...

-Sí, es verdad. Pero en Argentina, ponele, no podés hacer humor con la guerra de Malvinas o con los desaparecidos, acá tampoco. Pero capaz que hay alguien que se anima, lo hace y estás ahí, al borde. La gente también te pone los límites. Porque si te zarpás y escuchás un silencio o un "uuh" o cuchicheo, te das cuenta arriba del escenario, y ese chiste no lo hacés más.

-Treinta años de carrera, un tercio de tu carrera haciendo stand up, vos solo frente a la gente. Atravesaste olímpicamente la moda del stand up y seguís haciendo humor con ese formato. ¿Te sentís cómodo vos solo en el escenario frente a un teatro repleto de gente?

-Sí, me gusta mucho. Conozco comediantes amigos que no les gusta, que se sienten incómodos. Pero yo no. Antes de estas funciones en el Movie camino por las paredes de la ansiedad y los nervios, camino y no paro de moverme, quiero que empiece ya. Después arranca y se me va todo, claro. Las primeras actuaciones, hace 10 años, eran cagazo, nervios, malestar, miedo, todo junto, hasta que llegó un momento que dije: "Ta, basta, ya estás jugado, ya está... no hay forma de echarse para atrás". Después, en el escenario pasan cosas.

-¿Te ha pasado de olvidarte de la letra?

-Sí, me ha pasado. En los monólogos la podés remar más, porque te olvidás de algo y podés echar mano a otra cosa. En una obra de teatro es más jodido, porque si yo me olvido, te mato a vos, mi compañero. Me pasó, recuerdo, en Stravaganza, era un monólogo donde si le errabas en una cosa, marchabas. Le erré y el cerebro no sabía cómo enganchar de vuelta. Un día fui a hacer la función y me avisaron que había ido Mirtha Legrand a ver el show. "Estaría bueno que la nombres en tu monólogo", me dijeron. Y precisamente, era un monólogo donde yo iba a hablando, contando cosas que me pasaban, e iba nombrando programas argentinos de todos los tiempos. Entonces, en un momento dado dije: "Fui a almorzar a lo de Mirtha Legrand... y aprovechamos que está acá para darle un fuerte aplauso", la gente la aplaudió, y cuando tenía que retomar el monólogo me quedé en blanco. ¡No sabía cómo seguir! ¿Dónde estoy? Desde la consola los pibes me gritaron algo y reenganché... Me sentí re mal. Después le dije al productor: "En este monólogo no puedo parar, no me pidan que pare a saludar a nadie". De hecho, otra vez fue Maradona, yo nombraba La Noche del Diez, pero no paré a saludarlo, porque sabía que la iba a embarrar.

-Fuiste padre en noviembre de 2001, en plena crisis económico-financiera cuando se derrumbaba Uruguay... ¿Cómo recordás tu primer año de paternidad, cuando tenías 26 años? ¿Te sentías maduro y preparado para semejante desafío como ser padre?

-Ni siquiera me daba para pensar que no me sentía capacitado para ser padre. Estaba todo bien, lo tomé natural. Me di cuenta de esa inconsciencia sana ya de grande, cuando hace dos años tuve a mi hijo (Santino). Cuando nació Cande nada podía fallar, era todo color de rosa. Fue un año con la crisis donde la pasé jodida, como todos los uruguayos. Nunca me pasó de verme no preparado para ser padre. Lo disfruté un montón, y en esa época nada me preocupaba para mal. Agarraba a Cande en brazos y me iba en bondi a Punta del Este.

-Precisamente Cande, de 17 años, mujer y millenial, además, ¿te señala qué tipo de humor mejor evitar porque no va a funcionar o puede llegar a molestar?

-Totalmente... Lo que tiene ella es que es millenial mujer, piensa como tal, pero entiende la comedia y el humor, entonces puedo probar cosas con ella y me dice: "No pará, pa... esto no", me aconseja, y yo le pido su opinión, como se la pido a mi viejo y mi vieja, que tienen otra cabeza. Pero es bastante madura y no es nada cerrada.

"Lo que tiene Cande es que es millenial y mujer, pero entiende la comedia, entonces puedo probar cosas con ella y me dice: 'No pará, pa... esto no', me aconseja, como también le pido opinión a mi viejo y mi vieja, que tienen otra cabeza"

-Ella hace dos años debutó en teatro y ahora debutará como conductora de radio en Universal. Vuelvo a preguntarte por el aprendizaje: ¿Qué te ha enseñado ella y qué te enseña tu hijo Santino?

-No sólo mis hijos, sino en general los niños. Me maravilla mucho la inocencia, la ingenuidad, que vamos perdiendo. Miro a mi hijo y pienso cómo después vamos creciendo y nos vamos pudriendo. El otro día tenía que entretener a mi hijo porque nos íbamos a tomar un avión y estábamos retrasados, y no sabía cómo entretenerlo. Y pensé: "Nunca vio una hormiga en su vida". Flashee... Busqué una hormiga y se la mostré: "Mirá Santi, esta es una hormiga" y fue un flash para él. Hasta el día de hoy. El otro día una chica se quedó a cuidar a Santi porque yo me iba al teatro, y me decía que él quería salir a la calle y ver hormigas y le decía: "¡Hormigas!" y quiere ver su comportamiento, ver cómo llevan las hojitas una atrás de otra. Esa ingenuidad me enseña un montón: el poder de asombro. Y mi hija Cande es muy dulce, me ha enseñado a abrirme un poco más -yo soy más hielito- y me sensibilizó. También el poder hablar, charlar. Si me enojo por algo me dice: "Pará, hablémoslo pa".

-¿Sos feliz?

-Sí, totalmente. Sería un atrevimiento decir que no, porque hay gente que la está pasando mal y no es feliz. Hay que darse cuenta de eso.