Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti
Matilde Antía —pequeño piercing en la nariz, remera colorida de los Rolling debajo de una camisa de jean— dice que la campaña sucia ha llevado a que el MPP hable con liviandad de que el Partido Nacional —el de su abuela, la anfitriona de reuniones clandestinas de Wilson; el de su tío Enrique, intendente de Maldonado— es el partido de “acomodados” y “pedófilos” y que eso “es ir al barro”, y “no da”. También dice que gane quien gane a fines de este año, ninguno llevará al país “al pasto”, dada la solidez democrática del Uruguay.
Antía, la gurisa que asumió la alcaldía del montevideano Municipio CH (Punta Carretas, Pocitos, Buceo, Parque Batlle, Villa Dolores y La Blanqueada) con apenas 22 años tras la trágica muerte de Andrés Abt tras contraer coronavirus, hoy tiene 25 y ya es una cara conocida en los barrios de su jurisdicción. Recorre ferias vecinales en el CH Móvil, le toca el timbre a la gente avisándoles que el servicio de poda pasará por su casa, destina el 50% de su presupuesto en el barrido y se excusa con vecinos iracundos porque a su municipio no le compete la limpieza de la basura desbordada de los contenedores. “Ojalá pudiera” encargarse de toda la limpieza de Montevideo, dice Matilde, y el comentario suena a guiño de sus aspiraciones futuras.
La estudiante de Escribanía que aclara en su cuenta de Twitter que en un futuro cercano tendrá el título universitario no sueña con formar una familia ni tener hijos. Más bien sueña con lo mismo con lo que soñaba Abt: ser intendente de Montevideo. Ella no lo dice expresamente, pero va dejando pistas como Hansel y Gretel dejaban miguitas. Dirá que en una década se imagina “trabajando por mejorar Montevideo” o que sea donde sea aspira a “generar un cambio en Montevideo”, entre otras.
“Quiero poder mirar para atrás y poder decir que estos años en el municipio no fueron en vano”, resumirá. Ella no lo dice en la nota, con la luz de REC prendida, pero este cronista estima que su anhelo político no está en ser diputada, senadora ni mucho menos presidenta de la República. Esta chica, que todavía sale a bailar los fines de semana con amigas “sin hacer estupideces” y juega al fútbol 7 con buen pie, quiere ser la primera intendenta de Montevideo de un partido de la coalición republicana.
“Las reuniones con Wilson eran en lo de mi abuela. De esa casa salieron grandes dirigentes, como Jorge Gandini, Pablo Iturralde, Javier García. Toda esa barrita de la Generación del 83 se formó en casa, y por suerte me tocó ver todas esas reuniones”
“Futura escribana de la Udelar”, dice una parte de tu bio en Twitter, luego de aclarar que sos alcaldesa del Municipio CH. ¿Por qué te pareció importante destacar que en algún momento serás escribana y, además, recibida en la Universidad de la República?
Porque es lo que hago. Lo primero que hago a las 8 de la mañana es ir a estudiar a 18 de Julio y Eduardo Acevedo, estoy dos horas ahí y después me vengo al municipio, a cumplir con mi laburo. Convengamos que el título es importante socialmente. Y sobre todo, cuando vos sos joven, te exigen eso, para validar que una persona joven esté en ese cargo. Me acuerdo cuando a Matías Terra lo designaron [director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior], la gente empezó a preguntar qué estudios tenía.
Y bueno, a mí me pasó algo similar: “Con 22 años, ¿qué sabe esta mujer?”. Bueno, “mujer” no dijeron: “¿Qué sabe esta pendeja?”. Me decían eso. Yo, por suerte, hice todo pipí cucú, hasta la época de la pandemia, cuando empecé a hacer voluntariado, y ahí dejé un poquito de lado la facultad. Y después de que asumí en el municipio se me hizo 10 veces más difícil, pero la sigo llevando…
Hay una vocación fuerte en la escribanía, en la que supongo tu mamá escribana tuvo mucho que ver, ¿no?
Sí, seguro. Con mamá somos muy parecidas. A mí, más que nada, siempre me interesó la materia Ciudadana, donde estudiás cómo es el Estado. Siempre me interesó lo vinculado a la política, al Estado, a todo lo administrativo de la gestión pública, las leyes… Todo eso siempre me tiró. Y obviamente, está vinculada a que mi madre es escribana, muy exitosa, por suerte. Y algo mamé.
¿Cuándo empezaste a soñar con ser una dirigente política?
La política siempre estuvo en mi vida, desde que yo nací. Cuando yo nací, mi tío estaba en campaña para ganar la Intendencia de Maldonado. Mi hermano mayor, Enrique, se metió en la política siendo joven, fue presidente de la Juventud Nacionalista de acá de Montevideo, y yo militaba con él, era la mascota de la lista. Militaba para Jorge Larrañaga. Y después, abrí caminos a los 17 años, y en una elección de jóvenes —mirá qué importantes que son las elecciones de jóvenes para nuestro partido— ingresé yo. Me encantaba, siempre me gustó. Y me parece que fue algo que heredé y aprendí de mi abuela, una persona que me acompañó hasta que yo tenía 15 años, cuando falleció.
Tu abuela iba a las reuniones clandestinas con Wilson Ferreira en la dictadura, ¿no?
Ella no iba, ¡las reuniones eran en su casa! Así que recibía a todo el mundo. De esa casa salieron grandes dirigentes del partido, como Jorge Gandini, Pablo Iturralde, Javier García, toda esa barrita de la Generación del 83 se formó en casa. Y por suerte me tocó, hasta los 15 años, ver todas esas reuniones, y escuché todos los cuentos. Mis tíos y mis padres tuvieron la magnífica idea de hacer un libro dedicado a mi abuela que lo tengo ahí arriba, y se llama Consuelo de un destino (ella se llamaba Consuelo).
Lo curioso es que tus viejos no se dedicaron a la política…
No, siempre fueron militantes de a pie, pero no fueron dirigentes. Papá eligió el lado privado, empresarial; fue presidente de la Cámara de Industrias hace algunos años.
Sos sobrina del intendente de Maldonado, Enrique Antía y, como vemos, de cuna nacionalista. ¿Llegaste a pensar, en algún momento, apoyar a otro partido?
No, nunca me pasó, siempre estuve convencida de militar en el Partido Nacional. Lo que sí, como los jóvenes de hoy, tenemos ideas que por ahí chocan con los viejos dirigentes. Por ejemplo, cuando se dio la discusión por el matrimonio igualitario o la legalización del aborto, nosotros éramos adolescentes, y teníamos claro que teníamos que apoyarlo, pero el partido no acompañó. Pero eso es lo bueno del Partido Nacional: no tiene un solo discurso, como sí lo tiene el Frente Amplio. Cada uno opina lo que quiere, porque somos hombres y mujeres libres.
¿Qué te atrajo de las ideas del Partido Nacional, más allá del mandato familiar?
Primero y principal: la libertad, la defensa de la libertad. Ese nacionalismo. Me considero bastante nacionalista, bien uruguaya. Por otro lado, viene ligado a lo que me toca hoy en día: la descentralización del partido. Cuando uno estudia y empieza a estudiar la Revolución de 1904, ahí dije: “Es por acá”. Nació el partido por una buena causa, transcurrió por una buena causa, y lo sigue haciendo.
Te tocó asumir la alcaldía del Municipio CH en marzo de 2021 por un motivo trágico, la muerte de Andrés Abt de coronavirus. Debe haber sido raro asumir por ese motivo, con solo 22 años y poca preparación, ¿no?
Casi nula, te diría. Mi preparación era la de la militancia y recorrer el territorio por militar, pero preparación para ser alcaldesa no… Nunca lo pensé. Fueron momentos difíciles. A nivel personal me chocó. Cuando me comunican que murió Andrés, yo estaba con mis amigas y quedé como en shock. Hasta el día de hoy mis amigas me dicen que nunca me vieron con la mirada tan perdida como esa noche. Fue el shock de su muerte, sumado a que yo sabía que me iba a tocar asumir. Él me decía “alcaldesa”, y yo sabía que cuando él renunciara para ser candidato a intendente de Montevideo, yo quedaría como alcaldesa.
Pero eso sería recién en 2024 o 2025. Ahí iba a ser otra historia: yo tendría 26 años, iba a estar recibida seguramente… Era otra historia. Pero tocó a los 22 recién cumplidos, y ese fin de semana (y yo ya sabía que iba a tener que asumir) sufrí todo ese cambio internamente, con mis seres queridos. Cuando todo empezó a tomar connotación pública y se hizo público en su entierro, se dio la sensación extraña de la gente que venía a felicitarme. Y yo diciéndoles: “¡No, no me feliciten!”.
“Las cosas comunes que hace una chiquilina de mi edad no las voy a poder hacer ahora”, le dijiste a El País cuando asumiste. ¿Cuánto cambió tu vida? ¿Qué cosas de una joven de tu edad debiste dejar de hacer?
Yo tuve varias etapas. El primer año fue de adaptación y de entender que estaba expuesta públicamente, y que cualquier cosa que yo hiciera se podía saber y hasta me podrían “cancelar”. Si te cancelan públicamente estás en el horno; entonces, te tenés que cuidar. No es que te tenés que cuidar: sos una persona educada y normal, tenés que hacer lo que hacés. Solo no tenés que hacer estupideces. Los políticos se tienen que cuidar, como cualquier persona pública.
Pero, claro, estamos en un país donde la política está hecha para mayores de 40 años, y hasta el día de hoy me pasa que hablo con colegas o gente que ocupa cargos de gobierno y no pueden creer que un sábado a la noche yo voy con una amiga a un boliche. Pero es algo normal: ¡los jóvenes salimos a bailar! Lo que no podés hacer es papelones, no te podés exponer y hacer papelones. Tenés que ser… normal. Y los primeros meses eso me costó mucho, me sentía perseguida, observada. Tuve que adaptarme a un grupo de amigas muy grande, que son como hermanas: “Che, salimos el viernes, hacemos un asado, invitamos a Fulano y a Mengano”, y yo les decía: “No, esperá, tratemos de poner algunas condiciones”, así me empezaba a sentir más cómoda. Porque, si no, la pasaba mal, por las dudas de que pasara algo. Después, con terapia y con confianza en mí misma, lo pude manejar.
Hoy me pasa que estoy de licencia, haciendo uso de mis derechos laborales, ponele que me voy a Punta del Este a pasar unos días, y ha venido gente a decirme: “¿Qué hacés acá? Andá a laburar”. Pero bueno, tenés gente de todo…
Recuerdo que Abt pudo haber sido diputado, pero prefirió ser alcalde. Renunció a la banca en noviembre de 2020 para correr la carrera de la alcaldía. En su momento costó entender el por qué. Me imagino que lo hablaste con él: ¿por qué un diputado, con un cargo de mayor importancia representativa y mejor pago, dejaría su banca para ser alcalde?
Lo hablé con él, sí. Yo lo logro entender… Ser alcalde es distinto: estás más cerca de la gente, ejecutás cosas, podés darle una respuesta a la gente. Como diputado tenés un rol de articulador, pero la respuesta final se la va a dar otro. Vos acá en el municipio, te llama una señora y te dice: “Che, tengo tal problema, tengo el foco de luz apagado”. “Bueno, dale, ya te lo arreglo”. Son cosas más terrenales, son cosas de todos los días. Cuando hablamos, él me dijo que estaba enamorado de su trabajo en el municipio, porque a él le gustaba ejecutar. Yo lo entiendo, porque si a mí me agarrás en esa posición, capaz que hago lo mismo. Además, no olvidemos que Andrés tenía el sueño de ser intendente de Montevideo, y mostrando una buena gestión en un municipio estás más preparado para hacer una buena gestión en Montevideo.
“Los jóvenes salimos a bailar. Lo que no podés hacer es papelones, tenés que ser normal. Al principio me costó mucho, me sentía observada. La pasaba mal, por las dudas de que pasara algo. Con terapia y confianza en mí misma, lo pude manejar”
¿Qué balance hacés de tu gestión como alcaldesa, a un año y poco?
Un crecimiento brutal… Le hincamos el diente a los espacios públicos, con esto de la pandemia la gente valoró mucho más los espacios públicos, y hemos hecho obras en todos los barrios remodelando plazas que las tiramos abajo y las volvimos a hacer de nuevo. Plazas donde nunca se había hecho nunca una obra las remodelamos todas y la gente las redisfruta. Entonces, obras en los espacios públicos, accesibilidad en el territorio (invertimos lo que jamás se había invertido en rampas de accesibilidad) y eso la gente lo nota, sobre todo en un territorio chico y muy denso.
En limpieza hemos demostrado que estamos a la altura. Por primera vez en 15 años está cubierto todo el territorio con barrido, que es nuestra competencia (saco los contenedores, que le corresponde a la Intendencia): El 50% del presupuesto está destinado a eso, al barrido. Y después, algo que me propuse desde el primer día es mantener al municipio cerca de la gente. Vos no podés gobernar desde este escritorio. Y con eso agarramos lo que hizo Andrés en su gestión desde 2015 a 2020, y hemos aplicado nuevas políticas de descentralización como, por ejemplo, el CH Móvil: es mi oficina en la feria. Vamos a una feria vecinal y la gente se sorprende de que el alcalde le toque el timbre de su casa para escucharla, y le dice que al otro día le podarán la cuadra. Le dedicamos muchas horas a la poda.
Alguna vez te definiste como “fan del medio ambiente”. ¿Qué significa eso?
Mi incursión en la política y Andrés [Abt] se fijó en mí porque en el año 2019, cuando las internas, terminó la elección y nosotros dijimos: “Che, todos esos carteles políticos, ¿los vamos a dejar ahí, ensuciando la ciudad?”. Sobre todo nosotros, que estábamos en el grupo de los intendentes [N. de R.: que lideraba su tío, Enrique Antía] y perdimos las internas con Luis [Lacalle Pou] y era al santo botón dejar los carteles. Los empezamos a retirar con una movida de reciclaje que se llamó “Reciclá tu campaña”. Logramos hacerlo en todas las elecciones que vinieron después, en octubre, noviembre y en mayo. Contagiamos a la gente de la juventud, del interior y también a gente de otros partidos, y empezamos a descolgar. Descolgamos todo y lo donamos a escuelas rurales.
Para las elecciones departamentales le dije a Andrés que quería empezar a trabajar en territorio, que me gustaría ser concejal. Y me dijo: “Buenazo, estuvo muy bien lo de ‘Reciclá tu campaña’, tenés buenas ideas”, empezamos a trabajar en eso… y ahí arrancamos.
¿Y qué te queda en el debe? ¿Qué te falta por hacer?
De todo. Tenemos varios proyectos que todavía no hemos podido desarrollar ni plantear, por un tema de presupuesto o de tiempo, porque algunos son de costo cero, pero llevan pila de tiempo. Entiendo que estamos en un debe con el tema de áreas verdes (hablo estrictamente de la poda), porque presupuestalmente no podemos abarcar todas las solicitudes que tenemos. Es algo que, si tuviera más tiempo, buscaría la forma de cambiar todo el sistema para poder atenderlo mejor, porque es un grave problema que tenemos hoy.
Y me estaría faltando mayor conocimiento del municipio en la gente. Esto es un grave problema que tiene Montevideo y la IM, en parte, no nos da bola. El Municipio CH es el más conocido en Montevideo, y lo conoce un 60%. O sea, hay un 40% de habitantes del territorio que no conoce que existe un municipio y que es el CH. Hay números mucho peores en los municipios A, F o el municipio C. Queremos subir el conocimiento del municipio, porque tenemos 120 personas destinadas a trabajar para esa gente y un alcalde que trabaja para eso. Y después en otros aspectos como turismo o emprendedurismo tenemos muchas ideas en la cabeza que, si tuviéramos 5 años más, las haríamos.
¿Sos conocida en los barrios del CH? Digo: vos salís a la calle, estás entre los vecinos, ¿y te reconocen?
Ahora más que antes, lo hemos notado. Empecé a ir a la feria hace nueve meses y te dicen que me vieron en la tele o me escucharon en algún lado. Me lo hacen notar mis compañeros eso, yo no he estado muy atenta.
¿Y qué te piden?
Reclamos puntuales. Más de la mitad: limpieza. Sobre todo, me señalan contenedores desbordados, pero ahí les decimos que lamentablemente no podemos hacer nada, eso es competencia de la IM.
“Entiendo que estamos en un debe con el tema de áreas verdes (hablo estrictamente de la poda), porque presupuestalmente no podemos abarcar todas las solicitudes que tenemos”
¿En qué consiste el plan para limpiar grafitis “Borrón y cuenta nueva” del Municipio CH, donde la institución aporta poniendo la mano de obra?
Eso es otra cosa que nos pedían, porque nos pasan vandalizando los espacios públicos. Y propiedades privadas, como vimos, también. Ahí quisimos salir de la caja y pensar propuestas nuevas. Es la primera vez que se presenta algo concreto para eliminar y prevenir grafitis en Montevideo. Hasta ahora, nadie había hecho nada o miraba para el costado.
La propuesta es: nosotros como municipio le proponemos al vecino una coparticipación, que si tenés tu casa vandalizada, vos pagues el costo de la pintura y nosotros ponemos la mano de obra. Nosotros vamos a recibir a mediados de mayo a los Jornales Solidarios, beneficiarios de ese plan que paga el gobierno nacional. Al CH le toca una equis cantidad de trabajadores y vamos a armar dos cuadrillas: una para este plan, y otra para los espacios públicos que son de nuestra competencia.
¿Los grafitis y el vandalismo es un problema en tu jurisdicción?
Sí, sí… En espacios públicos lo vemos siempre: es ir, pintar un espacio, lo dejamos precioso, y no pasa una semana que ya te lo grafitean. Y después, en casas particulares, hay mucha gente que nos lo dice y nos reclaman que les pintaron la casa. Y no había ninguna solución. Si vamos, pintamos y queda lindo, eso mejora el barrio.
“Con ‘Borrón y cuenta nueva’ nosotros como municipio le proponemos al vecino una coparticipación, que si tenés tu casa vandalizada, vos pagues el costo de la pintura y nosotros ponemos la mano de obra”
¿Cómo estás viendo la campaña política? ¿Imaginás una campaña sucia?
Bueno, seguramente sea la campaña de las fake news, ¿no? Hay varias fake news en la vuelta.
¿Cómo cuáles?
Y bueno, siempre hablan mal del presidente, o le inventan cosas al presidente… O mismo esos pasacalles que dicen “el gobierno fracasó”. Se está intentando instalar ese relato, esa frase, para que le entre en la cabeza a la gente. Y nosotros nos preguntamos en qué fracasamos cuando hicimos tanto por los uruguayos. Bajamos los impuestos, metimos obras —los frentistas de Montevideo no lo ven, porque no salen al interior y no ven todas las obras que hemos hecho—, los hospitales que hicimos: el Hospital Filtro que se inauguró hace dos semanas, el Hospital del Cerro que prometieron todos los políticos, y lo hicimos nosotros. Se está instalando como que fuera algo blanco o negro.
Me llamaron muchísimo la atención unos pasacalles de la 609 que habla de “acomodo, pedófilos”... Me parece que el nivel de la campaña se está yendo muy al barro, y no da. Uruguay es un país muy democrático y nos llevamos entre todos relativamente bien, y podemos hacer una campaña presentable.
Hablando de “sucia”, los carteles colgados y muros pintados suelen quedar mucho tiempo después de las elecciones. ¿Qué habría que hacer?
Hay un edil nuestro [del Espacio 40], Fabián Bravetti, que presentó en la Junta Departamental un proyecto para eliminar los carteles políticos. Es un proyecto para prohibir carteles políticos. Y está bien, porque la política va por otro lado ahora. Los carteles no votan.
Pero te llaman a votar.
¿Te llaman a votar los carteles? La política ahora pasa por las redes sociales, la publicidad, el spot que hagas. Nosotros, con nuestro grupo de jóvenes estamos haciendo un streaming todos los miércoles a las 20 horas por Twitch, y nos juntamos a hablar de la actualidad. Si te comprometieras a sacarlos, golazo, pero generalmente eso no pasa. La IM multó al Partido Nacional por unos cuantos miles de dólares, al Partido Colorado también. Nosotros llegamos a sacar 7.000 carteles la campaña pasada, y no nos dio. ¡Imaginate! En el año 2024 tenés otras herramientas para militar tu sector y tu lista, alternativas que evitan para ensuciar tu ciudad. Porque después son los mismos candidatos a intendente que te dicen que quieren una ciudad limpia. Demos el ejemplo y no pongamos carteles.
Apoyás a Álvaro Delgado. ¿Por qué a él?
Me parece el más preparado. Obvio que tiene toda la carrera del excelente gobierno que está haciendo Luis, estuvo a su lado y sabe lo que es estar en esos lugares de presión. Ser presidente del Uruguay debe ser algo magnífico, pero súper estresante. Y Álvaro fue el dos durante cuatro años, le tocó encarar los momentos más difíciles. Y le tocó encarar de cerca el peor momento del país en muchísimos años, que fue la pandemia. Para nosotros, es un muy buen capitán.
Después, hay un aspecto personal: tengo una muy buena relación con Álvaro y con Leti, su mujer. Me gusta hablar de los políticos a nivel personal, porque así se los humaniza. Álvaro es un tipo con el que te comés un asado y te habla de par a par, y eso me parece que es muy bueno.
¿Vas a ir por una banca de diputada en las próximas elecciones?
No está definido (dice y se sonríe). No está charlado, ni siquiera.
Pero a vos te gustaría…
Me gustaría seguir en el ruedo, no importa cuál sea el camino. Me gusta la política, me gusta estar en lugares donde pueda generar un cambio. Si puede haber algo en el camino intermedio [a mayo], en octubre, golazo. Y si no se puede en octubre ni en mayo, voy a seguir militando en el Partido Nacional y en la calle.
“Me llamaron muchísimo la atención unos pasacalles de la 609 que hablan de ‘acomodo, pedófilos’... Me parece que el nivel de la campaña se está yendo muy al barro, y no da. Uruguay es un país muy democrático, podemos hacer una campaña presentable”
Hace poco denunciaste en Twitter que mucha gente de izquierda te atacó porque le reclamaste a Fiscalía que le pusiera “límites a los grafiteros”. “Muy progre todo”, ironizaste. Y en una nota en Primera mañana de El Espectador, le contestabas a “la gente de izquierda”. ¿Vos te sentís de derecha?
No. Yo de derecha no soy.
Pero los “otros”, los de enfrente, son de izquierda…
Eso no quiere decir que yo sea de derecha. Hay un centro también, ¿no? Yo también hablo de “otros” respecto a los de derecha. Lo que pasa es que hoy si sos de derecha, “sos facho”.
¿Sos de las que cree que quedó perimida esa distinción entre izquierda y derecha?
Sí… como que se está polarizando la política uruguaya. Como que tenés dos polos: “o sos esto o sos lo otro”. Y que si sos blanca, sos de derecha. ¿Por qué? ¿Por qué me tengo que definir entre izquierda o derecha? A ver, cómo te lo puedo explicar (piensa)... Entiendo que hay grandes políticos en Uruguay, tipo Luis [Lacalle Pou] o algunos del Partido Colorado, que son más de centro que otra cosa.
Por suerte, Uruguay es un país muy estable y gobierne quien gobierne no va a ser un desastre. Pueden cambiar algunos aspectos, sí, pero no va a ser un desastre. No va a ser lo que vemos en otros países. Igualmente, en el discurso social: “si sos del Frente, sos de izquierda; sos del Partido Nacional, sos de derecha, y si sos de Cabildo, sos un facho”. Esas son cosas que se dicen en la calle. Pero entiendo que, con cualquier precandidato, ninguno va a llevar a Uruguay al pasto, porque somos un país muy estable y tenemos una democracia envidiable. Tenemos un rumbo, que puede tener cambios, según quien gobierne.
¿Seguís jugando al fútbol con amigas?
¡Sí! Juego en Cuervos, es un campeonato de fútbol femenino en Carrasco Norte (MGC se llama), de fútbol 7. Jugamos los sábados y practicamos martes y jueves. Es bastante seria la cosa…
¿De qué jugás?
De 5. Soy más armadora que raspadora.
¿Cómo te imaginás dentro de 10 años?
Espero que trabajando por mejorar Montevideo, es un objetivo que tengo. Espero estar recibida (¡por Dios!), me imagino siguiendo en política de a pie, trabajando para Montevideo, por Montevideo, no específicamente en un cargo, no me importa. Pero sí aspiro a generar un cambio en Montevideo. Quiero poder mirar para atrás y poder decir que estos años en el municipio no fueron en vano. Lo primero que pensé cuando me tocó asumir —aunque asumí por una desgracia— es que mis años de gestión no pasen desapercibidos.
¿Y casada y con hijos, o nada que ver?
Por ahora, no me imagino. Los jóvenes no pensamos en eso a esta altura de la vida.
¿Sos feliz?
Mmmm…. En aspectos generales, sí.