Por The New York Times | Vivian Yee and Iyad Abuheweila
EL CAIRO — La gente susurraba que Nasser al-Astal se había desquiciado, aturdido por la pena. Semanas después del ataque aéreo israelí que, según él, había impactado en la casa de su familia, las palabras le brotaban como borbotones temblorosos en voz alta que salían disparados frenéticamente de un recuerdo a otro, de una pérdida a otra: su esposa, dos de sus hijos y cuatro de sus hijas… todos muertos.
Una nuera y un yerno, muertos. Su hermano mayor y su familia, muertos. Su primer nieto, muerto, mencionó; el segundo nunca nació: la esposa de su hijo mayor estaba embarazada.
“Cuando veo las fotografías de mi familia en el teléfono, lloro para mis adentros por la noche”, comentó Al-Astal en una entrevista telefónica unas semanas después de su pérdida. “Pero los hombres ocultan sus lágrimas, así que intento hacerlo lejos de la gente, a solas”.
Todos sus nombres estaban en blanco y negro en una lista de 6747 palestinos que, según las autoridades sanitarias de la Franja de Gaza, habían muerto a causa de los ataques israelíes en los primeros 19 días de la guerra. N° 14: su esposa, Marwa al-Astal, de 48 años. N° 84: su nieta, de 1 año, también llamada Marwa.
Las primeras 88 personas de la lista pertenecían a la extensa familia Al-Astal. Los siguientes 72 eran Hassouna. Los siguientes 65, Al-Najjar. Los siguientes 60, Al-Masry. Los siguientes 49, Al-Kurd.
Estas cifras captan como pocas la magnitud de la pérdida en Gaza: árboles genealógicos desmembrados, ramas enteras eliminadas.
Han pasado casi dos meses desde que se publicó la lista el 26 de octubre y el número de muertos que proporcionó el Ministerio de Salud de Gaza casi se ha triplicado y se acerca a los 20.000.
Un vocero del ministerio, Ashraf al-Qudra, declaró a principios del mes pasado que más de 100 personas de la familia Al-Astal habían sido asesinadas en ataques israelíes. De los 88 miembros de la familia en la lista del 26 de octubre, 39 fueron identificados como niños y 25, como mujeres.
La guerra de Israel en Gaza está segando la vida de mujeres y niños a un ritmo más rápido que el de casi cualquier otro conflicto en el mundo este siglo.
Algunos de los muertos de la familia estaban vinculados con Hamás, el grupo armado palestino que gobierna Gaza desde hace 16 años y que dirigió el ataque del 7 de octubre contra Israel en el que murieron unas 1200 personas, según autoridades israelíes.
Un familiar, Hamdan al-Astal, parece haber sido uno de los que atacaron Israel. No estaba en la lista del 26 de octubre, pero los medios de comunicación palestinos en Gaza informaron de su muerte al día siguiente del atentado y lo acusaron de haber participado.
Otro miembro de la familia que sobrevivió, Yunis al-Astal, es un antiguo legislador de Hamás y jeque instigador que ha comparado a los judíos con bacterias y simios y opinó que está justificado “borrarlos de la existencia”.
Diez días después de que se informó sobre la muerte de Hamdan al-Astal, sus familiares enterraron a Ramzi al-Astal, también identificado como combatiente de Hamás en los medios palestinos.
Los parientes y medios locales afirmaron que fue asesinado cuando un ataque aéreo israelí destruyó su casa, junto con su esposa y sus hijos Muhammad, de 17 años, y Karim, de 11. Uno de los hermanos de Ramzi y al menos cinco sobrinos, el menor, de 9 años, estaban en la lista.
Eran tan solo algunos de los miles de civiles que se han convertido en bajas de la campaña de Israel para erradicar a Hamás, según mencionaron sus familiares.
“Si quieren asesinarlo, asesínenlo solo”, comentó Sami al-Astal, un pariente lejano, para referirse a Ramzi al-Astal. “Si quieren asesinarlo, ¿por qué lo hicieron con sus hijos y su familia mientras estaban en la casa?”.
Sami al-Astal, decano de humanidades de la Universidad Al Aqsa de Jan Yunis, ciudad del sur de Gaza donde vive gran parte de su familia, dijo que algunos familiares apoyaban a Hamás, mientras otros apoyaban a otras facciones políticas palestinas o a ninguna. Algunos eran plomeros o médicos… ciudadanos de a pie.
Comentó que él estaba a favor de la paz y se oponía al asesinato de civiles.
Hamás está “insertando sus activos militares de forma ilegal en zonas civiles densamente pobladas, una muestra de desprecio flagrante por los civiles de Gaza al utilizarlos como escudos humanos”, declaró Nir Dinar, vocero del Ejército israelí.
Sin embargo, para defensores de los derechos humanos, muchos gobiernos y una cantidad creciente de expertos, Israel podría estar violando las leyes internacionales que prohíben exponer a los civiles a un riesgo “excesivo”, leyes que le exigen hacer todo lo posible por proteger a las personas que son no combatientes, por ejemplo, dando advertencias o esperando hasta que un objetivo salga de casa para atacar.
El aliado más cercano de Israel también le pide que haga más por proteger a los civiles. “Estados Unidos es inequívoco: el derecho internacional humanitario debe ser respetado”, comentó este mes la vicepresidenta Kamala Harris. “Han sido asesinados demasiados palestinos inocentes”.
Aunque Hamás utilice a civiles como escudos humanos, esos civiles tienen derecho a una protección total conforme al derecho internacional, a menos que participen de manera directa en los combates, afirmó Janina Dill, profesora de la Universidad de Oxford que estudia las leyes de la guerra. Los potenciales crímenes de guerra de Hamás no pueden justificar los potenciales crímenes de guerra de Israel, agregó Dill.
“Nadie es culpable por asociación según el derecho internacional”, comentó Dill. “Aunque una familia simpatice con Hamás, haya votado por ellos, haya hecho comentarios de apoyo... ninguna de ellas es un objetivo legítimo en ningún momento”.
En medio de una creciente indignación internacional por las víctimas, Israel ha insistido en que está tomando “todas las medidas viables” para proteger a los civiles, principalmente pidiéndoles que evacúen las zonas donde se libran los combates más intensos. No obstante, según los palestinos en Gaza, también están atacando los lugares donde huyen.
Según la probabilidad más pura, la guerra iba a impactar directamente en el clan Al-Astal. Los Al-Astal, una de las familias más grandes e influyentes del sur de Gaza, se cuentan en los miles, según Sami al-Astal, quien también funge como historiador familiar.
Los Al-Astal han trabajado como alcaldes, agricultores, médicos y exportadores de fruta. Otros han sido meseros y trabajadores de la construcción en Israel o se han distinguido como investigadores médicos en el extranjero, comentó.
Los ataques azotan Gaza con tal rapidez que Islam al-Astal, de 47 años y pariente lejana de Nasser y Sami, afirmó que apenas tuvo tiempo de contar a los familiares, antiguos compañeros de clase, amigos y vecinos que han sido asesinados y mucho menos de llorarlos.
“Necesitamos tiempo, tiempo para respirar, para llorar, para sentir la normalidad en medio de toda esta fealdad”, mencionó.
El 9 de octubre, los medios locales en Gaza informaron que un ataque aéreo israelí contra una casa que pertenecía a una rama de los Al-Astal había causado la muerte de al menos diez personas. Dos días después, el Centro Palestino de Derechos Humanos afirmó que Israel había atacado otra casa de los Al-Astal.
Desde entonces, al menos cuatro ataques más han cortado el árbol genealógico de la familia, según noticias de agencias palestinas. En total, la familia ha sido atacada al menos ocho veces en los últimos dos meses, según los familiares y las noticias.
El Ejército israelí declaró que no podía responder preguntas sobre ataques específicos contra los Al-Astal.
Nasser al-Astal —cuya esposa, algunos hijos, un nieto, así como su hermano mayor y familia fueron asesinados el 22 de octubre— comentó que estaba trabajando como guardia de seguridad en el Hospital Nasser de Jan Yunis alrededor de las tres de la madrugada cuando recibió la llamada.
Un pariente le dijo que un ataque aéreo israelí había aplastado la casa de tres pisos que él y su familia compartían con la familia de su hermano. Estaban llegando al hospital, vivos o muertos.
Corrió a la sala de urgencias descalzo, recordó. Sus colegas intentaron calmarlo mientras pasaba apresurado de una hija a otra, quienes habían pasado las últimas noches acurrucadas a su lado mientras dormían.
“¿Cuándo nos ayudarán?”, jadeó su hija mayor, Hafsa, de 24 años, antes de morir, recordó Al-Astal.
Horas más tarde, después de que los vecinos los sacaron de entre los escombros, llegaron más cuerpos de familiares. Para las tres de la tarde, los había bajado a todos al cementerio familiar.
Antes de la guerra, ahí había más de 100 tumbas vacías, comentó Sami al-Astal. Ahora, todas están llenas.
Nasser al-Astal comentó que enterró a las mujeres en una fosa común y a los hombres, en otra.