La crisis económica del 2002 llegaba a su fin cuando Gonzalo Martínez tenía nueve años. Ese día estaba en un supermercado con su familia. Se acuerda de que estaban pagando y de que uno de sus cinco hermanos quería que le compren algo más. Él sabía que su familia no podía afrontar ese gasto y le dijo: “No podemos porque hay que pagar la luz”.
De aquellos días se acuerda de ver a su padre “desesperado”, buscando todo tipo de trabajo: formal y no formal; “todas las changas posibles para parar la olla”. Se acuerda de que debían el alquiler, de estar endeudados, de cenar un vaso de leche y pan con manteca.
Quizá sea por eso que a sus 12 años aceptó la invitación de su padre: la de militar políticamente. Esa decisión lo llevó a que ahora, en 2024, a sus 34 años, haya dedicado más de la mitad de su vida a la actividad política partidaria y sindical. De sus cinco hermanos, es el único que tomó ese rumbo.
Martínez —fundador de la Asamblea Popular, estudiante de profesorado del IPA, columnista en La Juventud y presidenciable de la Unidad Popular-Frente de los Trabajadores— es, también, el más joven de todos los candidatos que podrán ser electos como presidente el próximo domingo 27 de octubre.
De Salinas a Montevideo
Martínez dice que nació en un “Uruguay que era otro”, así como también su Salinas natal, donde vivió hasta los nueve años, cuando sus padres se separaron. “Todavía estaba la lógica de las casas de verano para mucha gente de Montevideo. Por lo tanto, los que vivíamos ahí nos conocíamos todos, y teníamos la libertad y tranquilidad de poder andar por todos lados sabiendo que no nos iba a pasar nada”, expresa a Montevideo Portal.
En su caso, iban en “banda”. “De pique éramos cinco hermanos, más los amigos del barrio y de la escuela. Eso nos permitió tener muy buena actividad social infantil”, recuerda.
En el balneario canario también había un “elemento catalizador”: la canchita de fútbol. Martínez fue arquero del Club Social de Salinas y de la selección de la Costa de Oro.
Sin embargo, a sus 12 años —instalado en el Buceo junto con su padre, sus hermanas y su sobrino— aparecería una actividad que dejaría a un lado el deporte y lo acompañaría durante su vida adulta.
El niño militante
La política, entonces, fue parte de su esencia. En su casa sonaba la radio CX36, del 26 de marzo, y así comenzó a forjar su ideología de izquierda. La primera vez que concurrió a una reunión sindical fue cuando su padre lo invitó. Él aceptó, y nunca se fue.
“De forma muy temprana tuve un aprendizaje familiar en torno a la lucha del compromiso social y también a la militancia partidaria, porque cuando uno se incorpora ya empieza a recibir una formación teórica y práctica de militante”, señala.
El hogar de los Martínez era político. Su padre, Walter, fue integrante del Partido Comunista y preso político durante la dictadura. Fue, también, militante del movimiento 26 de marzo —uno de los fundadores del Frente Amplio— y sindicalista.
A sus diez años, Martínez vio “la transición de un padre orgullosamente comunista” que, después de “pasar por un proceso de reflexión profunda”, siguió sus ideas y dejó ese lugar. También, recordó “cómo encontró otra herramienta para seguir peleando por las mismas ideas”. Dice que su padre “no claudicó”, que “no se fue para su casa”, que “no abandonó”, sino que “siguió acumulando y estando organizado en la lucha, [pero] en otra herramienta”.
Las vivencias de su casa también coincidieron con una clase de liceo politizada, marcada por compañeros que venían de familias de izquierda y frenteamplistas, y algunos también hijos de presos políticos durante la dictadura.
Por eso también su interés en la política: el de “saber qué pasó”. “Cuando a un joven le plantean que en nuestro país pasaron cosas terribles a estudiantes como nosotros, genera un despertar, una intriga, y se dio una primera charla muy importante, justamente, en la puerta de ese liceo”, dice.
Esa charla fue en la puerta del liceo Dámaso Antonio Larrañaga, donde junto con compañeros más grandes, reivindicaron, un 14 de agosto, el Día de los Mártires estudiantiles.
Desde ese momento, se incorporó al 26 de marzo junto con su padre. Además, su casa sobre la avenida Ramón Anador, en el Buceo, que de forma permanente estaba embanderada del Frente Amplio, fue un espacio de “referencia barrial”, donde se realizaban actos. De algún modo, podría decirse que Martínez heredó las ideas de izquierda, y las hizo propias.
De izquierda y punto
Hace casi cinco años, cuando cumplió 30, el candidato de la Unidad Popular-Frente de los Trabajadores, se dio cuenta de que tenía la mitad de su vida “en torno a la militancia”.
Para ese entonces, a sus 25 años, ya había ingresado al Parlamento como diputado suplente de Enrique Rubio y había sido un militante que acompañó la transición con la que su sector se alejó del Frente Amplio.
Es que para Martínez hubo momentos claves que determinaron que el 26 de marzo “no podía seguir” dentro de la coalición de izquierdas, justamente, porque sentían que habían dejado atrás esa ideología. Por eso, muchos dicen que la Unidad Popular es “la izquierda de la izquierda”. Para Martínez, es simplemente izquierda.
Las rispideces con el Frente Amplio comenzaron a profundizarse cuando la fuerza política aún seguía siendo oficialista. En ese entonces, el 26 de marzo tenía debates en los que cuestionaba si seguir en la fuerza política o no. Por entonces, sentían que habían sido “derrotados” y entendían que era parte de su “responsabilidad” armar otro camino, que bifurcó en Asamblea Popular.
Pero esa decisión no era fácil de tomar, porque implicaba ser “los que rompían con la unidad del Frente Amplio”, y dejar “el poder” cuando aún era gobierno. Y, también, empezar de cero.
De todos modos, no podían dejar aquello que habían sentido después de “señales claras”. Algunas de ellas cuando Martínez todavía era niño, como la incorporación del exnacionalista Rodolfo Nin Novoa, que ocupó un “lugar de conducción”. También apunta a cómo el Frente Amplio lidió con los tratados de libre comercio y con el Mercosur.
Sin embargo, para los integrantes del 26 de marzo hubo una “piedra fundamental” que rompió el vínculo: cuando Tabaré Vázquez designó a Danilo Astori como eventual ministro de Economía y Finanzas en 2004. Martínez dice que eso aseguró que el FA “sería una garantía de continuidad neoliberal”. Para el candidato a la Presidencia, el compromiso de Vázquez “fue cumplido” y, también, su “alerta fue correcta”.
Con el paso del tiempo, la visión del candidato sobre el Frente Amplio sigue siendo crítica. “Rechazan al plebiscito de la seguridad social; su futuro ministro también. Lo relativizó, pero, en realidad, había dicho que no estaba a favor de darle un aumento jubilatorio a los que más necesitan, que está de acuerdo con que los trabajadores sigan trabajando cinco años más y de la privatización de la seguridad social con las AFAP”, insiste Martínez, que fue parte de la campaña de recolección de firmas por el plebiscito y también redactó la papeleta del Sí, esas que abundan en la sede de alianza de la Unidad Popular y el Frente de Trabajadores.
Otra vez a contracorriente, el candidato de la Unidad Popular y el Frente de los Trabajadores cree que el plebiscito impulsado por el Pit-Cnt “se va a ganar”, pero “no por contar únicamente con gente de la izquierda, sino por el respaldo de la gente de pueblo que vota a otros partidos”, y aclara que hace referencia a los partidos fundacionales o al Frente Amplio.
Martínez también considera que desde los partidos con más intención de voto se generó una especie de “terrorismo verbal” en torno al plebiscito que propone eliminar las AFAP y bajar la edad de la jubilación 60 años —entre otras medidas—, e insiste en que, a pesar de los economistas que advierten que podría incluso ser un “caos”, debería implementarse.
Un alumno revoltoso
Después de terminar sus estudios de bachillerato, Martínez había pensado en dos opciones: el profesorado de Educación Física o el de Historia. Si bien prefería el primero, pensó que no estaría apto físicamente, entonces se volcó por las letras, por entender los hechos sociales del pasado y el presente.
Aún no culminó sus estudios; le quedan cuatro materias. Eligió esa carrera porque en su casa, donde la política era una temática recurrente, también se hacían referencias históricas. “Mi viejo, para hablarme de las políticas sociales o de la lucha sindical, también hacía referencia al batllismo, como la génesis de muchos de los derechos que hoy tenemos los trabajadores, y de todas esas peripecias que se vivieron con los distintos gobiernos para sostener algunos de esos derechos o mejorar y avanzar en otro plano”, dice.
Entonces, se metió en el IPA con la “avidez de conocer”, para “poder profundizar en los aspectos que uno entiende correctos y para cuestionar aquellos relatos históricos formales que no lo son”.
Martínez, una vez más, intentó ir contra el statu quo.
Su paso por el IPA lo ayudó a “reafirmar y profundizar sobre aquellos debates que entendía correctos”, así como también a “poner una firme base teórica”. El presidenciable discutió, habló de ideología, y fundamentó. En el instituto se encontró con profesores políticamente opuestos, e incluso fue parte de clases que se convirtieron en “un campo de batalla ideológico”.
Algunos de sus compañeros y profesores “alentaban” su contraposición; algunos “resistían”, otros “comulgaban”.
De todos modos, al visualizarse como docente dice que “deja afuera del aula la propuesta de cómo organizarse, en qué organización estar, o qué actividad hacer”. “Eso no quita que en las aulas haya discusión política, porque todo es político: cuando una potencia invade a otro pueblo, es una definición política y tiene consecuencias políticas; cuando se desarrolla o triunfa un conflicto social, tiene una base política”, dice. “Entonces, de política hay que hablar en todos los ámbitos de la vida. Lo que no se puede es partidizar”, agrega.
Ser de izquierda en un mundo material
Martínez dice que nunca cuestionó la izquierda, esa ideología a la que se adhirió cuando tenía 12 años. Dice, además, que, de forma frecuente, reflexiona sobre el camino por el que está “andando”. La conclusión es siempre la misma: que está en el “correcto”.
“Las injusticias que vive nuestro pueblo y el mundo se deben a una definición política, a un modelo político específico, que se aplica con medidas concretas. Entonces, a veces, uno puede perder de vista el marco teórico del capitalismo en esta cuestión de relativizar todo, donde te proponen elementos que te desvirtúan la realidad y donde también la discusión ideológica ha ido retrocediendo. Si vos, de repente, no tenés claridad sobre estos aspectos teóricos, los hechos concretos te tiran, te traen la luz que te falta”, explica.
De todos modos, es consciente de que vive en un mundo en el que prima el capitalismo, que su discurso va contracorriente, que no siempre se puede ser congruente, tanto en lo político partidario como en lo cotidiano.
Por ejemplo, cuando él y Rubio pidieron que el Estado le quitara el subsidio de US$ 3 millones a la cerveza y se lo diera al Hospital de Clínicas, pero solo consiguieron que se otorgara un tercio. “Podríamos haber muerto con la bandera en alto de los tres millones”, reflexiona.
Pero también en el día a día: Martínez sabe que tiene “decisiones muy claras”, pero entiende “que en algunos ámbitos eso puede generar rechazo, en vez de simpatía”.
“Hago un gran ejercicio de encontrar un punto intermedio entre la realidad y la transformación profunda. Ese punto intermedio es, justamente, eso: un avance, una superación del estado actual y un punto de camino para lograr la transformación profunda”, dice.
Y es que es parte del día a día, de su paternidad, de su transitar en el mundo, de su forma de consumir.
Menciona como ejemplo cuando compra café. El presidenciable sabe que en el Chuy (Brasil) el producto sale más barato, que en las góndolas de un supermercado montevideano el triple y que en la feria el doble. “Voy y lo compro en la feria, sabiendo que viene de Brasil. Porque no estoy de acuerdo, justamente, en los costos de vida de los productos básicos de la canasta, porque me opongo rotundamente a la usura de los precios, a esa negocieta que hacen la cadena para tener una superganancia a costo de los trabajadores”, dice.
Entonces, concluye que “resistir con el café brasileño, es una bandera de lucha”. Y también le pasa con la carne, porque si bien reivindica “la necesidad de una cadena de frigoríficos estatales para que desde el Estado se pueda intervenir en el mercado cárnico nacional que pueda regular el precio”, tampoco puede dejar a su hija Catalina, de cinco años, sin consumirla.
“Son esas contradicciones que vivimos de forma cotidiana todos los trabajadores”, afirma.
Es que la ideología atraviesa incluso su casa, en la que vive junto con su hija. “Tenemos esas discusiones ideológicas de qué consumir desde el punto de vista de la recreación: ella ha construido en su imaginario que hay distintas princesas; unas que están en el reino para gobernar y reproducir la lógica del reino, pero también tiene una idea de que hay princesas que pelean por el beneficio de sus súbditos”, dice.
Así, también le acerca otros arquetipos femeninos: referencias de mujeres que se involucran en luchas concretas, que son mucho más nobles que las que se pueden dar desde un reinado; mujeres guerrilleras, feministas, de culturas distintas.
Una nueva búsqueda Parlamentaria
En 2014, cuando surgió Asamblea Popular, logró llegar a Diputados. Sin embargo, en las últimas elecciones, perdió su banca.
En febrero de 2024, la Unidad Popular y el Frente de Trabajadores ya tenían claro quiénes integrarían su fórmula presidencial: Martínez y Andrea Revuelta, un binomio que definen como “potente”.
Dice Martínez que su “discurso es muy sólido”. “Por la contundencia, por la firmeza, por los argumentos, y también por la sensibilidad”, explica.
Es que el presidenciable asegura que “hablan con propiedad”. “Cuando hablamos de los trabajadores 25.000 pesistas, lo hablamos en carne propia, porque eso es lo que gano yo. Cuando hablamos de que los trabajadores tienen dificultades para acceder a la vivienda, lo hablamos en carne propia, porque los alquileres nos cuestan el salario entero; cuando hablamos de las dificultades de vida, es clarísimo: hablamos con propiedad y la sensibilidad que ponemos arriba de la mesa no es psicológica para manipular, sino que es una sensibilidad que surge de la experiencia, de los que nos tocó vivir”, afirma.
Y, al mismo tiempo, esa propiedad, esa forma de vivir, es también la que, de algún modo, trae “dificultades”, porque son una “fórmula de trabajadores”. Eso también implica que no siempre pueden asistir a los mismos eventos, que tienen que “encontrar mecanismos ágiles para cumplir con todo”.
Y así lo seguirán haciendo hasta el próximo 27 de octubre.