El dos veces presidente Julio María Sanguinetti publicó esta mañana una nueva columna en el hebdomadario colorado Correo de los viernes.
En esta ocasión, el veterano político abordó el tema de las estrategias de regulación de las drogas y la incidencia de estas en la criminalidad.
“La adicción a las drogas ha pasado a ser uno de los fenómenos más devastadores en la salud mental, con un impacto transversal a todos los sectores sociales y aun a todas las edades. En el mundo entero aparece asociada al delito, sea por el impacto psicológico directo en las personas, por cambiar la naturaleza de la violencia y, obviamente, porque su demanda ha generado el flagelo del narcotráfico”, escribió.
Posteriormente, recordó la implementación de las estrategias de legalización del cannabis, mediante la regulación del autocultivo y los clubes, y la venta del producto en farmacias. Esto se llevó a cabo en “el gobierno de Mujica, quien dio ese paso como ‘experimento de vanguardia mundial’ para ‘arrebatarle el mercado a la clandestinidad’. Costó organizarlo, pero el Instituto de Regulación y Control del Cannabis hoy tiene registrado 69 mil consumidores en 38 farmacias y 12 mil miembros de los 345 clubes cannábicos”, enumeró.
“Ha pasado una década y está claro que el mercado clandestino de la marihuana sigue intacto, paralelamente al oficializado, al punto que este se ha visto obligado a competir con productos que ‘peguen’ más. Incluso se ha celebrado el ‘éxito’ de ganar clientes por esa mejoría de ‘calidad’ en la droga”, escribió.
“Nadie ignora que la posesión de esas drogas y su comercialización ha generado una batalla por el control de las ‘bocas’ que —además— proveen pasta base, cocaína y las famosas ‘pastillas’, de extrema peligrosidad en los conciertos masivos de música electrónica”, generalizó.
“El impacto social de la marihuana es incuestionable. En los jóvenes ha sustituido al cigarrillo, con parecido efecto de malignidad para la salud, pero, al incidir en la conducta, genera alteraciones de comportamiento”, opinó.
“Así como en nuestra adolescencia estudiantil ni idea teníamos de los efectos cancerígenos del cigarrillo, hoy los jóvenes no tienen la menor idea de su malignidad [de la marihuana] y, para peor, en los adultos se han generado falsas creencias sobre los efectos medicinales mágicos del cannabis, ya no como producto farmacéutico validado, sino como presuntos medicamentos caseros”, prosiguió.
Pese a lo antes expuesto, Sanguinetti considera que es necesario evitar “caer en el simplismo de establecer una correlación automática entre marihuana, drogas y delito, porque el tejido de impacto reconoce muchas líneas cruzadas y la incidencia de otros aspectos, como —entre otros— la baja educación, la pobreza o la precariedad familiar. Tampoco, a la inversa, en la ingenuidad académica, bastante común, de separarlos hasta el punto de que no existiría un vínculo, de que la marihuana no tiene nada que ver con las demás drogas o que los homicidios no se relacionan con el narcotráfico de modo relevante”, dijo.
“Los propósitos iniciales no se han logrado y el próximo gobierno tendrá que reenfocar el tema. ¿Retornar a la prohibición de la marihuana? No lo creemos. Probablemente sería peor que la enfermedad”, advirtió el líder colorado, quien entiende que se debe “lanzar, de verdad, una campaña global de información sobre los efectos de la marihuana en la concentración, en la memoria, en la esquizofrenia, en las depresiones (principal causa de suicidios) y en la banalización de los consumos que se adolece”.
“No son simplemente unos avisos en los medios. Es el sistema de salud en todas sus dimensiones, la institucionalidad de educación de arriba abajo, los medios de comunicación, los grupos sociales, el gobierno mismo. Como hizo el doctor [Tabaré] Vázquez con el tabaco, pero en versión mucho mayor, cuantitativa y cualitativa”, recomendó.
“Hay que llevar adelante un programa nacional de rehabilitación, como viene proponiendo Tabaré Viera en su campaña”, sostuvo. “Es imprescindible, porque la realidad hoy nos lo impone hasta moralmente. Al mismo tiempo, hay que realizar ese enorme esfuerzo de educación social para prevenir, bajar la demanda de sustancias psicoactivas, que se vienen sofisticando velozmente, con los riesgos consiguientes”, concluyó.