La marcha del Orgullo Gay de Sao Paulo, una de las mayores del mundo, ha desbordado este domingo el centro de la mayor ciudad brasileña con cientos de miles de participantes congregados para protestar contra la invisibilidad del colectivo en las políticas sociales.
Los participantes de la “Parada”, que ya estuvo en el Libro Guinness de los Récords cuando en 2006 concentró 2,5 millones de personas, dio este año un carpetazo a lo que los organizadores llaman la “gestión desastrosa” del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022).
Paulistanos y visitantes de todo Brasil envueltos en banderas arcoíris se concentraron por la mañana en la Avenida Paulista al calor de batucadas y 19 grandes camiones de sonido “capitaneados” por drag queens y cantantes icónicas del colectivo, como Pabllo Vittar y Daniela Mercury.
Uno de los primeros en acudir al lugar de la cita, Eduardo Valentino, activista gay y educador social de 35 años, llegó en autobús desde Franca, una ciudad conservadora del interior del estado de Sao Paulo, con un grupo de unas 200 personas para festejar el dejar atrás "cuatro años de violencia, discurso de odio y noticias falsas”.
“La derrota de Bolsonaro no fue una simple derrota, fue una derrota contra la homofobia y los prejuicios, pero todavía quedan algunas de las semillas que plantó, como un Congreso extremista”, asegura Valentino, vestido con una camiseta multicolor, en referencia a la poderosa representación evangélica en el Legislativo.
El activista citó que “en los últimos seis meses, esos parlamentarios presentaron en torno a 40 proyectos de ley contra la población LGBT”.
Después de que en 2022 la marcha tuviera como objetivo principal movilizar el voto contra la ultraderecha en las elecciones presidenciales de octubre, la vigésima séptima edición ha celebrado la vuelta de la izquierda al poder, con Luiz Inácio Lula da Silva como presidente, sin por ello abandonar su carácter reivindicativo.
Bajo el lema “Políticas sociales para LGBT+: las queremos completas y no por la mitad”, el manifiesto de la marcha avisa de que todavía queda mucho por hacer y reclama, entre otras cosas, que los programas de vivienda social contengan cuotas para personas LGBT de bajos recursos.
Activista de Madres en Resistencia, un movimiento que reúne a 500 mujeres con hijos LGBT, la profesora jubilada Leila d’Arc de Souza, de 59 años, participó en el desfile para luchar por una escuela "más inclusiva" y pedir que la ley educativa de Brasil incluya una obligación explícita de combatir la discriminación por orientación sexual.
El hijo de D’Arc de Souza se suicidó hace dos años, después de haber sufrido bullying en la escuela pública de Brasilia a la que asistía y que terminó por abandonar a los 16 debido a la presión.
Hasta ese momento, los profesores de la escuela a menudo llamaban la atención a D'Arc de Souza porque el niño “abrazaba” a sus compañeros o se aplicaba polvos en el rostro para disfrazar su acné, y una vez le llegaron a recomendar que lo apuntara a "deportes masculinos".
Superviviente de esos mismos prejuicios, la travesti conocida artísticamente como Tania Leona del Escándalo, de 55 años y disfrazada con capa verde de heroína, recuerda haber sufrido una decena de ataques físicos desde que lanzó su carrera a principios de los años 90.
Tania afirma que, después de esos sacrificios, las generaciones jóvenes de la comunidad LGBT tienen "la sartén por el mango" para hacer que las cosas cambien.
En Brasil, el país donde más transexuales son asesinados en el mundo, un 20 % de las personas LGBT dice sufrir hostilidad o prejuicios en el ambiente familiar, y otro 59 % afirma sentirse inseguro en la calle, según una encuesta reciente del Instituto Datafolha.
EFE