Tras el anuncio del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, de que el águila del Graf Spee será convertida en una paloma de paz, fueron varios los actores políticos tanto del oficialismo como de la oposición que señalaron su disconformidad con la decisión del Gobierno.
Entre ellos, el senador y líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, que en primer término recordó una propuesta que había hecho al exministro de Defensa Jorge Menéndez para que el águila hallada en 2006 fuera agregada al museo del Graf Spee ubicado en el museo existente en Sarandí del Yí, con el objetivo además de promover turísticamente esa localidad.
Este sábado a la noche el senador volvió a referirse al tema e informó que presentará un proyecto de ley para impedir que la pieza sea fundida y reconvertida.
“El patrimonio cultural debe cuidarse y no puede quedar a merced de la voluntad de un jerarca. Propondremos un proyecto de ley que impida la destrucción del águila del Graf Spee, y la creación de una Comisión integrada por especialistas para decidir sobre su destino. Esa Comisión deberá contar con integrantes de la Comisión del Patrimonio, del Museo Histórico Nacional, de la Universidad de la República y otras instituciones. También incluirá representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo”, adelantó el senador y excomandante en jefe del Ejército Nacional.
Por su parte, el diputado del Partido Colorado Ope Pasquet también volvió a manifestarse en contra de la iniciativa anunciada.
“No estoy de acuerdo con la idea de fundir el águila del Graf Spee y convertirla en paloma. Uruguay es dueño del águila, pero no de la terrible historia que ella simboliza. Habría que donársela a Alemania, para que sean los alemanes quienes ajusten cuentas con su pasado”, había escrito el colorado este sábado.
Este domingo, Pasquet cuestionó que el Poder Ejecutivo tenga la potestad de destruir el objeto histórico.
“Si un particular destruyera el águila del Graf Spee cometería el delito de daño (artículo 358 Código Penal). ¿Alguna ley autoriza al Poder Ejecutivo a disponer la destrucción de un objeto histórico propiedad del Estado uruguayo, no mediando razones de seguridad o higiene públicas?”, afirmó Pasquet en la red social Twitter.
El artículo 358 del Código Penal establece: "El que destruyere, deteriorare o de cualquier manera inutilizare en todo o en parte alguna cosa mueble o inmueble ajena, será castigado, a denuncia de parte, cuando el hecho no constituya delito más grave, con multa de cien a dos mil pesos".}
La postura de da Silveira
No obstante, también el ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, se expresó sobre la iniciativa e indicó que la propuesta realizada por el presidente tiene “precedentes en Uruguay”.
“Aquí no se trata de perder la memoria, ni de cancelar nada. Las huellas de la batalla del Río de la Plata están muy presentes entre nosotros: está el monumento en el puerto, el ancla en Maldonado, el museo en Sarandí del Yí. Y está bien que así sea. No se trata de una obra de arte ni de una pieza de valor histórico excepcional. La combinación de águila y esvástica, construida en diversos materiales, era muy común en la Alemania nazi. Sigue siendo posible encontrar muchas muestras. Esta pieza no tiene gran valor de unicidad”, expresó el jerarca.
Y agregó: “El riesgo de que la exposición del águila nos convierta en un destino de peregrinaciones neonazis no me parece menor. Por algo, cuando en 1987 Rudolf Hess murió en Spandau, los alemanes lo cremaron y tiraron las cenizas en un lugar desconocido. Lo que propone el presidente tiene precedentes en nuestro propio país. El monumento a la paz (mal llamado a la libertad) que está en la Plaza Cagancha o Libertad, arriba de la columna que marca el kilómetro cero, se hizo fundiendo cañones de nuestras guerras civiles. El Graf Spee era básicamente un arma de guerra. Y el capitán Langsdorff era efectivamente un hombre de honor. Creía que, si salía combatir a aguas abiertas, se iba a enfrentar a una gran flota británica (la inteligencia inglesa lo había engañado). Y quiso evitar una carnicería. Para proteger a sus hombres, desobedeció órdenes expresas de Berlín y hundió el barco sin combatir. Sabía que lo esperaba un consejo de guerra. Para evitar ese destino, y para cumplir la ley del mar hasta el final, se suicidó en Buenos Aires. Hans Langsdorff era un militar de carrera. En el momento de suicidarse, se envolvió en la bandera de guerra de Alemania, no en la bandera nazi con la esvástica”.