Por César Bianchi
@Chechobianchi
Fotos: Javier Noceti
@javier.noceti
Es coqueta, no le gusta revelar su edad. Valeria Lynch puede permitirse esa vanidad. En su profusa carrera hay de todo: comenzó cantando rock en el under porteño -¿quién no se la imagina con su timbre cantando Cry Baby de Janis Joplin?-. fue descubierta por Alejandro Romay, fue ascendiendo a base de garganta y pulmones y llegó al estrellato con baladas imborrables para el imaginario colectivo rioplatense.
Pero no quedó ahí. Sólo en 1984 realizó 358 shows, casi un concierto por día, dada la explosión de su disco Cada día más. Un año después, cuando en Uruguay retornaba la democracia, Valeria (María Cristina de nacimiento) convocó a 97.000 espectadores en 53 funciones en el teatro Astros, para presentar su disco Para cantarle a la vida. Ganó el festival Yamaha de Tokio destronando a la que los organizadores habían elegido como ganadora antes del certamen, LaToya Jackson, la hermana de Michael. Agotó entradas en Nueva York, en Las Vegas y en Miami, también en Latinoamérica toda. Y se hizo fuerte en México, Puerto Rico y República Dominicana.
En Italia fue ninguneada por el brasileño Toquinho y vengada por su amigo Diego Armando Maradona, ese que uno recuerda en la película Héroes a pura gambeta contra los ingleses mientras va in crescendo el estribillo: “¡Más… me das cada día más! ¡Aleluya por el modo que tienes de amar!” Hasta que Diego elude al último inglés, define ante Peter Shilton y Víctor Hugo se pregunta de qué planeta vino.
Como dice León Gieco en “Los Orozco”: Valeria tocó con todos, con Ray Charles, Rod Stewart, Tina Turner, Sandro, Gloria Estefan, Julio Iglesias (el de los memes, millenials), Mercedes Sosa, Plácido Domingo, Vicente Fernández, Emmanuel, Ana Belén, Celia Cruz, Tony Bennett, Raphael y Alberto Cortez, entre otros.
De regreso a Uruguay, donde tiene casa, Valeria Lynch cantará este sábado 24 junto a su pareja, el roquero Mariano Martínez (de Attaque 77), en Montevideo Music Box, y luego saldrá de gira por todo el interior del país. Hacen sus grandes éxitos, versionados por Martínez, y temas de Attaque en la voz única de la Lynch, con algunas confesiones mezcladas. “Sobre todo van a ver buena onda arriba del escenario, tenemos mucho humor. Se van a divertir. ¡Contamos intimidades que nos pasaron durante la pandemia, que después se convirtieron en anécdotas!”
En esta charla, Valeria no sólo repasó los mojones principales de su carrera artística. También contó que no comulga con el peronismo, pero le tiene una gran admiración a Eva Duarte de Perón (a quien interpretó). Recuerda a Carlos Menem como un tipo simpático y entrador. La ilusionó algo un discurso del presidente argentino Alberto Fernández en plena pandemia, hasta que los hechos hicieron trizas esa esperanza.
La pandemia le permitió un “parate” de introspección: “Yo me replantee un montón de cosas, no meterme en el vértigo, bajar los decibeles, mirar para adentro, y encontrarse con uno mismo, que es bastante difícil. Y esto me dio la oportunidad de ver quién soy, y pensar: ¿estoy yendo por el camino que quiero?”
-¿En qué momento de tu vida te diste cuenta que querías ser cantante y dedicarte laboralmente a la música?
-Siempre, desde que tengo uso de razón. Siempre supe que iba a ser artista, porque mis viejos me apoyaban. Yo quería estudiar canto y ellos siempre estaban ahí conmigo al pie del cañón. A los 17 años acompañé a un amigo a una audición a La Botica del Ángel con (el actor y modisto Eduardo) Bergara Leumann. Fue un hacedor de artistas, un visionario. Yo lo acompañé a mi amigo y me preguntó: “¿y vos cantás?” “Sí, sí, yo canto”, le dije. “Bueno, cantate algo”. Canté y me tomó a mí también. “Desde mañana vos también formás parte del elenco nuevo”.
Así empecé. Estuve nueve meses en La Botica del Ángel, que era como un café concert. Una noche me vio Alejandro Romay y me llevó a hacer Hair. Fue un musical que marcó mucho en mi vida, fue todo un acontecimiento. Yo fui toda producida, peinada, toda arreglada, uñas prolijas, y cuando llegué a audicionar me encontré con un hall del Teatro Argentino lleno de hippies tirado en el piso, y yo dije: “¿Dónde estoy? ¿Qué hago acá?” Me tomaron la audición y me dijeron que no era el physique du rol que estaban buscando. Me estoy yendo, triste porque no había quedado, y me dice Alejandro Romay: “Volvé en dos semanas, pero con un jean, toda despeinada y sin maquillaje. Buscate un nombre artístico”, y ahí me tomaron.
-¿Cuándo dejaste de ser María Cristina Lancelloti para ser Valeria Lynch? ¿Y por qué Valeria Lynch?
-¡Ahí fue! Yo a los 14 años veía una tira con Dora Baret, artista uruguaya, que se llamaba Los Hermanos. Su personaje se llamaba Valeria. Entonces, cuando a los 17 años debuto en La Botica me puse Valeria, por ese personaje. Paralelamente a Hair, que fue dos años después, yo empecé a cantar en canal 9 con Alejandro Romay en Sábados de la Bondad. Yo cantaba como Valeria, a secas. Y un productor me dijo: “¿Solo Valeria? ¿No tenés apellido?” “Soy Lancelotti”, le dije. “No, es muy largo”. Agarró la guía telefónica, abrió al azar, y me propuso: “Lynch ¿te gusta?” “Sí, le dije, es cortito”. Y ahí quedé.
-Alejandro Romay no solo te sugirió tener un seudónimo, sino también te recomendó que te operaras la nariz, cosa que tú hiciste. ¿Fue clave en tus inicios?
-No por la sugerencia de la
operación, pero sí fue clave, porque me dio una oportunidad única. Me abrió las
puertas de su canal. Fue un tipo de esos que no quedan muchos, que les daba
mucha importancia a sus artistas, los escuchaba, los entendía. Y me abría
puertas todo el tiempo. Para mí fue un mi padrino artístico, lo recuerdo con
muchísimo cariño. Qué distinta hubiera sido mi carrera, sin él.
"Yo cantaba en canal 9 como Valeria, a secas. Y un productor me dijo: '¿Solo Valeria? ¿No tenés apellido?' 'Soy Lancelotti', le dije. 'No, es muy largo'. Agarró la guía telefónica, abrió al azar, y me propuso: 'Lynch ¿te gusta?' 'Sí, le dije, es cortito'. Y ahí quedé"
-Héctor Cavallero, tu primer representante (y luego tu primer marido), te descubrió cantando rock en el under. ¿Cómo pasaste del rock a canciones románticas?
-Yo hacía rock en la década del 70, era un género muy marginal, porque el rock estaba prohibido. Fue una época muy nefasta en Argentina…
-Acá también.
-Sí, claro. Entonces, era muy difícil manifestarse musicalmente. Al conocer a Héctor, él me dijo: “Tenés que hacer un género mucho más internacional, que sea algo que se consuma más, si vos querés ser alguien conocida”. Y yo quería ser más conocida. Empecé a cantar baladas, a viajar mucho, fui muy conocida en México, en toda Latinoamérica, en Puerto Rico, en Santo Domingo, en Miami, en Nueva York. Ahora parece fácil, porque…
-Porque ahora la pegás con un jingle en Tik-Tok y ya está…
-¡Claro! Y además, ahora te escuchan en el momento. En aquella época, era a tracción a sangre. Si vos querías ser una artista conocida tenías que poner el lomo, viajar mucho, estar presente. A mí las baladas me encantaban, pero siempre guardé un pedacito de rock en mi corazón.
-Tu despegue internacional se da en los 80. ¿Me equivoco si digo que protagonizar la ópera rock Evita, en México, fue tu primera gran actuación internacional?
-Fue la primera y fue el puntapié inicial para que se me conociera en muchos lugares del mundo. México en esa época y durante mucho tiempo fue la puerta de entrada hacia los Estados Unidos y hacia Europa, porque la televisión de ahí era muy masiva y llegaba a muchos lugares. Había un programa ómnibus que se llamaba Siempre en domingo, con un periodista muy conocido allá, y todo el mundo quería ir porque era una puerta de entrada al mundo entero. Y así fue. Viví en México dos años, protagonicé Evita y eso me dio una apertura internacional muy importante.
-¿Y quién fue Evita para vos?
-Yo no comulgo mucho con las ideas políticas del peronismo. Pero Evita fue una mujer que dio mucho de sí para ayudar a otras mujeres, sobre todo. Sin ser la presidenta -porque nunca llegó a serlo-, tenía un carisma muy especial… Yo la admiré siempre, fue muy valiente, y estuvo al lado de un hombre al que para mí guio en todo.
-Quiéreme (1982) fue tu primer gran disco, con el hit “Mentira”. Cada día más fue tu segundo gran disco, que incluía los hits "Qué ganas de no verte nunca más" y "Me das cada día más". ¿Qué es lo que más recordás de esa época? ¿Qué te asombró de la repercusión de aquel disco?
-Con “Mentira” yo iba por la calle y sonaba en las disquerías, tomaba un taxi y la radio estaba pasando mi tema… Es un tema que todavía canto, y me dio muchas satisfacciones. Cada día más vino después, en el 84. Lo que pasaba en esa época es que yo pasé a ser -sin querer y sin darme cuenta- como representante de la mujer latinoamericana, que no tenía tantos derechos como ahora, no se animaba tanto como ahora, no salía a pelearla a la calle como ahora. El feminismo no existía, y si existía estaba muy tapado. Entonces, de repente me convertí en una artista contestataria, una artista que se atreve, que canta las 40, sin proponérmelo. Empecé a ser modelo para un montón de mujeres que no se animaban a muchas cosas. Eso estuvo bueno. Empecé a gustarle mucho a las mujeres y también a hombres, a mucha gente que a lo mejor no tenía la posibilidad de decir cosas.
-"Me das cada día más" te unió para siempre con Diego Maradona, ya que fue la canción elegida por la película Héroes que narra el Mundial de 1986 con un Maradona excelso...
-La recuerdan cada vez que hay un
evento deportivo grande, y la asocian con Maradona. Ahí vuelve el tema y
resurge la canción. Yo lo conocí mucho a Diego, él se autoproclamó padrino de
mi hijo más chico, Santiago.
"Me convertí en una artista contestataria, una artista que se atreve, sin proponérmelo. Empecé a ser modelo para un montón de mujeres que no se animaban a muchas cosas. Empecé a gustarle mucho a las mujeres, a mucha gente que no tenía la posibilidad de decir cosas"
-Hay una anécdota en el festival de San Remo, Italia, en 1990, con Maradona y el músico brasileño Toquinho. ¿Qué pasó con ellos?
-Yo fui invitada a San Remo, Diego estaba en su mejor momento en el Nápoli. Estaba Toquinho también, y yo fui a saludarlo porque lo admiraba mucho. Entonces fui a saludarlo y me echó flit, me ninguneó mal. Volví al camarín, pero quedé triste, entonces llegó Diego con toda su comitiva. Estaba en mi camarín, con Diego, y golpean la puerta. “¿Quién es?”, pregunto. “Toquinho, vengo a saludar a Diego”, dijo él, que era fanático del fútbol. Ahí le conté a Diego: “Es Toquinho… No sabés lo mal que me trató”. “¿Cómo que te trató mal?”. “Sí”, entonces le conté, que no me había dado bola cuando lo fui a saludar. Y Diego dice: “¿Ah sí? No lo atiendo”. “¿Cómo no lo vas a atender?” “No. ¡Díganle que se vaya, que no lo voy a atender!”. Y Toquinho se fue. Ese era Diego.
-Con la canción "Rompecabezas" ganaste el Festival de la Canción Popular Yamaha, en Tokio (Japón), dejando por el camino, por ejemplo, a LaToya Jackson, hermana de Michael Jackson. ¿Qué hizo que una argentina, desconocida en tierras asiáticas, ganara en Japón y tuviera que cantar ante miles de personas?
-El jurado. Porque estaba puesta LaToya Jackson para ganar, porque Michael Jackson todavía no había ido a Japón y los japoneses querían que fuera. Entonces dijeron: “Hacemos concursar a la hermana, la hacemos ganar, y después viene Michael”. Cuando el jurado vio todo lo que se estaba tramando, se dio vuelta. Dijo que no, que ellos querían votar libremente y sin presiones, si no, se retiraban del certamen. ¡Festival Yamaha, sabés lo que es! Y ahí gané, gané el premio a la mejor intérprete, y gané el premio máximo por la canción, que era mía también.
-En el 88 te presentaste dos noches seguidas con localidades agotadas en el Carnegie Hall de Nueva York, y The New York Times dijo que la tuya era "una de las mejores cinco voces del mundo". Pavada de elogio... ¿Cómo hacías para mantener los pies en la tierra?
-Yo siempre mantuve los pies en la tierra, siempre, porque tengo esa esencia de no creérmela, de mantener la humildad, de pisar fuerte, pero saber que a lo mejor el día de mañana estoy luchando por un primer lugar. Te confieso que me da vergüenza cada vez que me recuerdan que el New York Times dijo que la mía era una de las mejores cinco voces del mundo… Lo que pasa que el Carnegie Hall es como el Colón, como el Solís. El periodista no sabía quién era yo cuando fue. Fue a verme, le gustó y dijo eso. Pero no me la creo, no me la creo.
-Los 90 no empezaron muy tranquilos tampoco: en el 91 hiciste 16 Teatro Opera, superando el récord que tenía Julio Iglesias allí, y convocaste 100.000 personas en un concierto en la 9 de Julio....
-Es verdad, es verdad.
Después de los 16 Opera, hice 9 Gran Rex y dos Luna Park, cuando el Luna Park
era de 11.000 personas. Es que se iban agotando las fechas y como el Opera no
tenía más fechas me cambié para el Gran Rex, y cuando el Gran Rex no tenía más
fechas me cambié al Luna Park. Fue una época tremenda esa. El Gran Rex, que es
el teatro más importante para los artistas, me decían que eso lo lograron Les
Luthiers y yo.
"Te confieso que me da vergüenza cada vez que me recuerdan que el New York Times dijo que la mía era una de las mejores cinco voces del mundo…El periodista no sabía quién era yo. Fue a verme, le gustó y dijo eso. Pero no me la creo, no me la creo"
-En los 90 gobernaba Carlos Saúl Menem. Doy por sentado que lo conociste. ¿Qué recuerdos tenés de él?
-Lo conocí cuando estaba haciendo campaña para ser presidente por primera vez. Era muy simpático, muy entrador, muy carismático. Mirá, yo estaba en Mar del Plata con mi mamá, nos encontramos y se acercó a saludarla. Mi mamá se llamaba Antonia y le decían Tony. Al tiempo, ya siendo presidente, me lo volví a encontrar y me preguntó: “¿Y Tony?” Se acordaba del nombre de mi mamá, y ella súper agrandada que el presidente se acordaba de ella.
-Has incursionado en distintos géneros musicales: rock en tus comienzos, pop, baladas, tango. ¿Cómo podrías definir tu música?
-Mi música esencialmente es la balada, me considero una baladista pop. El rock fue la música que yo palpé en mis comienzos, en toda mi adolescencia. Eso me marcó muchísimo. El hecho de volver ahora a hacer bastantes cosas de rock es como cerrar el círculo. Es como volver a eso con lo que empecé. También me animé al tango y me convertí en la mayor vendedora de discos de tangos del país. El púbico de tango es re cerrado, sobre todo siendo mujer. Una cantante femenina de tango no estaba muy bien aceptada. Ahora hay más apertura, pero antes no estaba tan bien visto.
-Sos intérprete. ¿Has compuesto canciones propias?
-Sí, un montón. En el festival Yamaha de Japón gané con una canción mía, “Rompecorazones”. “La extraña dama” es mía también, compartida con otro músico. Tengo un montón de canciones mías.
-A mediados de 2015 hiciste dos shows "Valeria Sinfónica" con la Sinfónica de Buenos Aires, con lleno total. Vi un video, donde tras el concierto, y tras haberse retirado todos los funcionarios del teatro, la gente no dejaba de pedir que volvieras a salir y tuviste que hacer "Quiéreme" a cappella, para que la gente, por fin, se fuera... Tú te emocionás, parece haber sido un momento muy emotivo.
-Me emocioné, no lo podía creer… Lo que pasó fue que yo ya estaba en el camarín, ya estaba aprontándome para ir (los músicos se habían retirado, los funcionarios del teatro también), y viene el presentador y me dice: “Tenés que salir ya, ¡la gente no se va!”. Siete pisos, tremendo… Salí, no había músicos, no había sonidista, no había iluminación (solo las luces prendidas de la sala), y la gente no se iba. Entonces pedí silencio y canté a cappella un pedacito de canción. Es de esos momentos que atesorás para siempre.
-¿Cómo ves a la Argentina hoy?
-Dificil… Lo veo difícil, sobre todo atravesado por la pandemia, por la crisis económica, por todo lo que conlleva la pandemia. Pero yo sigo siendo aún de los argentinos esperanzados, creo que tenemos un país hermoso, con todo para salir adelante. Tenemos que tener buenos gobernantes, que ayuden al pueblo y que se fijen en el pueblo…
-¿Y los tienen hoy?
"Tenemos que tener buenos gobernantes, que ayuden al pueblo y que se fijen en el pueblo…¿Hoy? No sé qué decirte. El año pasado la primera vez que el presidente (Alberto Fernández) dio un discurso en pandemia dije: 'Qué bien habla, eh', me dio una ilusión… Pero ahora no, ahora no"
-Es muy difícil decirlo… es un momento muy especial. No sé qué decirte. Por momentos pienso que sí, el año pasado la primera vez que el presidente (Alberto Fernández) dio un discurso en el medio de la pandemia dije: “Qué bien habla, eh”, me dio una ilusión… Pero ahora no. Ahora no. Pero, de verdad, espero que salgamos adelante. Es una época muy incierta.
-¿Qué aprendizajes sacaste de la pandemia?
-Un montón, un montón. No todo fue malo. No todo fue encerrarse y nada más. Nosotros tuvimos la suerte con Mariano (su pareja) de estar juntos, y empezamos a convivir por la pandemia. Fue un momento de reflexión, de parar. Fue una parate obligatorio, pero fue un parate que nos hizo mirar para adentro: ¿qué estoy haciendo? ¿Para dónde voy? ¿Qué es lo que pasa? Yo me replantee un montón de cosas, más que nada no meterme en el vértigo, sino bajar los decibeles, mirar para adentro, encontrarse con uno mismo, que es bastante difícil. Y esto nos dio la oportunidad de ver quién sos, y pensar: ¿estoy yendo por el camino que quiero?
Nosotros hicimos muchos cambios radicales, como la alimentación, por ejemplo. Empezamos a alimentarnos de forma más sana, más orgánica, cuidar nuestro sistema inmunológico… Fijate que ante una situación límite pasan estas cosas, y tendríamos que hacer esta revisión a diario o más seguido. Hablo del cuidado de uno mismo, mental y físico.
-Empezaste como artista siendo muy jovencita. ¿Qué atributos o habilidades ganaste con el tiempo?
-Constancia, confianza, paciencia,
templanza, y… Te iba a decir no transar, pero te diría: estar segura de quién
soy.
"Mariano (Martínez, de Attaque 77) vino a despertar lo que estaba en mí, y no hizo más que mostrármelo y decirme: '¿Ves que podés hacer esto?' Yo creo que siempre tuve rock adentro mío. Ni él es tan rockero, ni yo soy tan baladista, entonces congeniamos mucho"
-¿Y qué perdiste, al perder la juventud?
-Yo interiormente me siento muy joven. Lo que perdí es, a lo mejor, eso de la privacidad. Tanto lo decimos los artistas y es cierto. Ojo, depende de uno también. Hay que hacer concesiones, pero mantener un equilibrio. Yo no me muero por salir en una tapa de revista, no tengo esa cosa del exitismo y la prensa amarilla. Me resguardo mucho de eso. Siempre lo hice. Por eso creo que depende de uno también, eso de mantenerse al margen de un montón de situaciones. Lo que se pierde es privacidad.
-¿Cómo influye tu pareja, Mariano Martínez, líder de Attaque 77 (una banda de rock), en tu arte? ¿Cómo se complementan?
-(Lo mira, él se sonríe). Mariano vino a despertar lo que estaba en mí, y no hizo más que mostrármelo y decirme: “¿Ves que podés hacer esto?” El primer disco que hicimos juntos fue Extraña dama del rock, que fue íntegramente rock: temas clásicos, populares, del rock nacional versionados por Mariano y cantados por mí. Canté de otra manera, canté diferente, volví a buscar modismos para cantar rock, que es muy distinto a cantar baladas. Me encontré con esa adolescente, otra vez. Me devolvió la esencia más pura de ese momento.
Y el segundo disco que hicimos fueron mis canciones versionadas, pero ya nosotros decimos que no le queremos rotularlo y ponerle “rock”. Yo creo que siempre tuve rock adentro mío. Ni él es tan rockero, ni yo soy tan baladista, entonces congeniamos mucho. Y musicalmente tenemos un rumbo marcado que está buenísimo. Pero no somos un dúo, eh. Esto pasa en este momento, por la situación.
-¿Sos feliz?
-Sí. Se puede decir que la felicidad
son momentos. Llegué hasta acá siendo quien quiero ser.
Por César Bianchi
@Chechobianchi
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