A seis días de las elecciones de Estados Unidos (EE. UU.), la candidata demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump recorren los siete estados bisagra que decidirán el resultado de los comicios.

Este miércoles ambos viajarán a Wisconsin, un estado de la región de los Grandes Lagos situado a más de 1.200 km de Carolina del Norte.

Para su acto en Green Bay, Donald Trump estará acompañado en el escenario por Brett Favre, antigua estrella del equipo local de fútbol americano.

Kamala Harris, en tanto, hablará en la gran ciudad universitaria de Madison, antes de tomar de nuevo el avión rumbo a Pensilvania, considerado el premio gordo de los estados clave para ganar los comicios.

Los candidatos no escatiman esfuerzos para convencer a los votantes aún indecisos sobre estas elecciones, una de las más reñidas de la historia de Estados Unidos.

Las gradas para la ceremonia de investidura ya están listas frente a la Casa Blanca, pero es imposible vaticinar cuál de los dos —si la vicepresidenta demócrata o el expresidente republicano— será quien asuma.

Es bien sabido que las encuestas no son infalibles, pero esta vez no dan ni siquiera una pista. Ambos candidatos llevan semanas en empate técnico y la diferencia siempre ha sido mínima.

En cualquier caso, de estas elecciones saldrá el primer presidente de Estados Unidos con una condena penal a sus espaldas o la primera mujer en el cargo.

Recuerdos del Capitolio

En la noche del pasado martes, la vicepresidenta estadounidense reivindicó que ese país necesita un “nuevo liderazgo”. En un acto cerca de la Casa Blanca, precisamente donde Trump se dirigió en 2021 a la turba de seguidores que minutos después asaltó el Capitolio para frenar la transición de poderes, Harris pidió a los ciudadanos “pasar página” de lo que representa su rival republicano.

“Me comprometo a ser una presidenta para todos los estadounidenses, a poner siempre al país por encima del partido y por encima de mí misma”, declaró aclamada por una multitud que se extendía hasta los pies del obelisco dedicado a George Washington. “Es hora de pasar página al drama y el conflicto, el miedo y la división. Es hora de una nueva generación de liderazgo en Estados Unidos. Estoy preparada para ofrecer ese liderazgo”, afirmó.

El objetivo del evento era remarcar un contraste total entre Harris y Trump, quien el 6 de enero de 2021 animó a sus simpatizantes desde ese mismo lugar a marchar hacia el Capitolio mientras el Congreso certificaba la victoria de Joe Biden, unos resultados que el republicano sigue sin aceptar.

Trump, quien llama “héroes” a los condenados por ese ataque, está imputado ante el tribunal federal del Distrito de Columbia por haber presuntamente instigado el asalto, en el que murieron cinco personas.

Mientras el republicano quiere volver a la Casa Blanca con una “lista de enemigos”, Harris afirmó que ella pretende llegar a la presidencia con una “lista de cosas por hacer” para mejorar la vida de los estadounidenses.

Narrativa antimigrante

Por su parte, el republicano prometió traer prosperidad económica a los latinos en Estados Unidos a la vez que estigmatizó como “criminales” a los migrantes recién llegados al país.

Trump dio un acto en Allentown, Pensilvania (uno de los estados en disputa y donde el voto de los hispanos será decisivo), a unos 270 kilómetros de Washington D. C.

Allí, en una ciudad de mayoría hispana con una importante presencia puertorriqueña, el expresidente dijo que la “toda la comunidad hispana estará muy agradecida con él” si vuelve a ser mandatario. “Les traeré el mejor futuro a los puertoriqueños y a los hispanoestadounidenses […] cuidaré de sus familias, defenderé la religión y traeré de vuelta puestos de trabajo, riqueza y fábricas”, prometió Trump a sus seguidores.

Durante más de una hora de discurso en Allentown, Trump repitió su narrativa antimigrante, asegurando que EE. UU. se ha convertido en un “basurero” por la llegada de migrantes en la frontera sur.

La disputa

El próximo martes 5 de noviembre Estados Unidos no elige solamente a su futuro presidente: está en juego la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, algo de cuyo resultado dependerá que el nuevo inquilino en la Casa Blanca tenga un poder sin obstáculos o vea frenadas sus iniciativas.

En las elecciones de medio mandato de noviembre de 2022 los demócratas perdieron el control de la Cámara Baja y mantuvieron el Senado. Así, los republicanos tienen ahora en la primera 220 de sus 435 escaños y la formación de Joe Biden goza de la mayoría en el Senado con 47 de sus 100 asientos y el apoyo de cuatro independientes de tendencia progresista.

La división de este 118 Congreso, en el que hay 61 miembros de origen latino o hispano, un récord respecto a anteriores legislaturas, se ha materializado en un bloqueo constante de medidas en uno u otro hemiciclo.

“Cualquier capacidad del presidente para llevar a cabo iniciativas importantes requiere la cooperación del Congreso. Que su partido también controle el Congreso es clave para poder convertir sus ideas en políticas reales”, recalcó a EFE Grant Reeher, director del Instituto Campbell de Asuntos Públicos y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Siracusa.

En épocas menos polarizadas que la actual era más probable que un votante optara por el candidato de una formación para la presidencia y el de otra para alguna de las dos cámaras, pero la votación ahora, según resume, ya no está tan abierta.

La media de sondeos de la web FiveThirtyEight refleja la brecha en el país: aunque un 46,5% de ciudadanos asegura que votará demócrata en las papeletas del Congreso, ese porcentaje solo supone una ventaja de 0,6 puntos respecto a quienes prevén decantarse por los republicanos.

Los demócratas llevan también la delantera en materia de movilización y recaudación de fondos: según datos de la revista Forbes de mediados de octubre, los dos principales comités nacionales que recabaron dinero para elegir a los demócratas para la Cámara de Representantes y el Senado han logrado 548,5 millones de dólares en este ciclo, frente a los 489 de los republicanos.

Encuestas recientes, no obstante, apuntan a un desenlace nunca visto en unos 230 años: un cambio de color en ambas cámaras, de forma que la Cámara Baja vuelva a los demócratas y el Senado pase a los republicanos.

“El día a día se puede esperar que sea el mismo, pero con nuevas caras en el liderazgo”, señala Jackson Barlow, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Juniata College, de Pensilvania.

Las siguientes elecciones al Congreso tendrán lugar en los comicios de medio mandato de noviembre de 2026, donde de nuevo estarán en juego los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, ya que los cargos en esta última cámara son de seis años.

Con información de AFP y EFE