Por The New York Times | Valerie Hopkins

LEÓPOLIS, Ucrania — Cuatro días después de que Rusia comenzó a lanzar proyectiles de artillería sobre Kiev, Misha Katsiurin, un restaurantero ucraniano, se preguntaba por qué su padre, el custodio de una iglesia que vive en la ciudad rusa de Nizhni Nóvgorod, no le había llamado para ver cómo estaba.

“Hay una guerra, soy su hijo y simplemente no me llama”, comentó en una entrevista Katsiurin, de 33 años. Así que tomó el teléfono y le comunicó a su padre que Rusia estaba atacando Ucrania.

“Estoy intentando evacuar a mis hijos y esposa… todo es muy aterrador”, le dijo Katsiurin a su padre.

Katsiurin no obtuvo la respuesta que esperaba. Su padre, Andrei, no le creía.

Según Katsiurin, la respuesta inicial de su padre fue: “No, no, no, no, basta”.

“Me comenzó a decir lo que estaba pasando en mi país”, mencionó Katsiurin, quien convirtió sus restaurantes en centros de voluntarios y se está quedando de manera temporal cerca de Ternópil, una ciudad al oeste de Ucrania. “Empezó a gritarme y a decirme: ‘Mira, la cosa está así. Son nazis’”.

Mientras los ucranianos enfrentan la devastación de los ataques rusos en su país natal, muchos también se están topando con una reacción negativa, confusa y casi surreal de sus familiares en Rusia, quienes se niegan a creer que los soldados rusos sean capaces de bombardear a gente inocente o incluso que la guerra de verdad esté ocurriendo.

En esencia, estos parientes se han dejado convencer por la postura oficial del Kremlin: el ejército del presidente Vladimir Putin está llevando a cabo una “operación militar especial” limitada con la misión honorable de “desnazificar” Ucrania. Para justificar su invasión, Putin se ha referido al presidente ucraniano Volodímir Zelenski, un hablante nativo de ruso de ascendencia judía, como un “nazi confundido por las drogas”.

Esas narrativas están surgiendo en medio de una ola de desinformación que proviene del Estado ruso mientras el Kremlin se moviliza para reprimir las noticias independientes y al mismo tiempo diseña los mensajes que está recibiendo la mayoría de los rusos.

Un estimado de 11 millones de personas en Rusia tienen parientes ucranianos. Muchos ciudadanos ucranianos son de grupos étnicos rusos y en la mayor parte del sur y este del país el ruso es la lengua materna.

Los canales de la televisión rusa no muestran el bombardeo sobre Kiev, la capital de Ucrania, y sus suburbios, ni los ataques devastadores sobre Járkov, Mariupol, Chernígov y otras ciudades ucranianas. Tampoco muestran la evidente resistencia pacífica en lugares como Jersón, una ciudad importante al sur del país que fue conquistada por las tropas rusas hace varios días ni, claro está, las protestas en contra de la guerra que han brotado en toda Rusia.

En cambio, se centran en los éxitos del ejército ruso, sin hablar de las bajas entre los soldados rusos. Muchos corresponsales de la televisión del Estado fueron asignados al este de Ucrania y no en las ciudades que están bajo los ataques de misiles y morteros. En reportajes recientes, no se hizo ninguna mención del convoy ruso de 64 kilómetros de largo que está en una carretera al norte de Kiev.

El viernes, Rusia también prohibió Facebook y Twitter en un intento por detener la información descontrolada.

Según Katsiurin, todo esto explica por qué su padre le dijo: “Hay soldados rusos que están ayudando a la gente. Le dan ropa caliente y comida”.

La frustración no es exclusiva de Katsiurin. Cuando Valentyna V. Kremyr le escribió a su hermano y hermana en Rusia para contarles que su hijo había pasado días en un refugio antibombas en Bucha, un suburbio de Kiev, debido a la lucha intensa que se estaba viviendo ahí, también se topó con incredulidad.

“Creen que todo está en calma en Kiev, que nadie está bombardeando la ciudad”, comentó Kremyr en una entrevista telefónica en la que mencionó que sus hermanos creen que los rusos están atacando infraestructura militar “con precisión y eso es todo”. Anastasia Belomytseva y su marido, Vladimir Belomytsev, se han encontrado con el mismo problema. Son residentes de Járkov, una ciudad al norte de Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, que ha sido blanco de las bombas rusas. Sin embargo, en una entrevista comentaron que era más fácil explicarle la invasión a su hija de 7 años que a algunos de sus parientes.

“No entienden nada de lo que está pasando aquí; no comprenden que nos atacaron sin razón”, opinó Belomytseva. Su abuela y el padre de Belomytsev están en Rusia.

Cuando a Belomytseva se le preguntó si sus parientes creían que estaba ocurriendo un ataque, respondió: “¡NO!”.

Partes de Járkov han quedado reducidas a escombros y el ayuntamiento es un cascarón quemado. Belomytseva comentó que les enviaba videos de los bombardeos a sus parientes en Instagram, pero solo respondían con las afirmaciones que a menudo repite el Kremlin, que la invasión tan solo es una “operación militar especial” y que no se iba a atacar a ningún civil.

La realidad es que hasta la noche del sábado habían muerto más de 350 civiles, según Naciones Unidas. Es probable que la cifra verdadera sea mucho más alta.

Para Svetlana, una mujer de 60 años que vive en Cherkasy, lo más difícil de aceptar es el consejo que recibió de su hermana, quien vive en Bielorrusia, y sus primos en Tomsk, Rusia: que ni ella ni otros ucranianos deberían preocuparse de lo que está pasando.

“No es que no crean que en realidad está pasando, sino que creen que los políticos de alto nivel deben resolverlo”, comentó Svetlana, quien no se sintió cómoda dando su apellido.

“Les digo que también somos personas y que esto nos ha afectado”, mencionó. “Les pedí que no ignoren la realidad, les pedí a las madres que consideraran no enviar a sus hijos al ejército. La respuesta me dejó anonadada: los políticos son los culpables de todo”. Belomytseva mencionó que, aunque su esposo seguía haciendo el intento por comunicarse con su familia de Rusia, ella había cortado la relación con la mayoría de sus parientes hace ocho años, después de la anexión de Crimea y la invasión del este de Ucrania.

No obstante, Katsiurin, comentó que no podía sacar de su vida a sus familiares más cercanos.

“Son mis parientes, son las personas más cercanas que tengo y esto no está relacionado con ellos”, dijo. “No estoy enojado con mi padre, estoy enojado con el Kremlin. Estoy enojado con la propaganda rusa. No estoy enojado con estas personas. Comprendo que no puedo culparlos en esta situación”.

Katsiurin mencionó que pensó en cortar lazos con su padre, pero decidió que era la respuesta equivocada. “Lo más fácil sería decir: ‘Bueno, ya no tengo padre’”, comentó. “Pero creo que necesito hacer esto porque es mi padre”.

Katsiurin dijo que, si todo el mundo trabajaba para explicarles la verdad a sus familias, la narrativa podía cambiar. Después de que se hizo viral una publicación en Instagram en la que se quejaba de la incredulidad de su padre, Katsiurin lanzó un sitio web, papapover.com, que significa “Papá, cree”, con instrucciones para que los ucranianos sepan cómo hablarles a sus familiares sobre la guerra.

“Hay 11 millones de rusos que tienen parientes en Ucrania”, comentó. “Con 11 millones de personas, todo puede pasar: desde una revolución hasta al menos alguna resistencia”. Ucranianos escudriñan en los escombros después de que un edificio residencial recibió el impacto de misiles en la capital del país, Kiev, el 25 de febrero de 2022. (Lynsey Addario/The New York Times) La zona fronteriza en Medyka, Polonia, donde muchos de los refugiados de Ucrania están empezando sus viajes hacia occidente, el domingo 6 de marzo de 2022. (Maciek Nabrdalik/The New York Times)