Por The New York Times | Nicholas Kulish, Rebecca R. Ruiz y David Gelles
Bill Gates y Melinda French Gates estaban confinados en casa.
Cuando la pandemia comenzó el pasado mes de marzo, la pareja se refugió en su casa de 6132 metros cuadrados a orillas del lago Washington; salían con poca frecuencia para minimizar su posible exposición al virus. Desde las oficinas de su casa siguieron dirigiendo la influyente fundación que lleva su nombre, conversando por video con líderes mundiales con el fin de asegurar compromisos financieros para la distribución de vacunas y hablando sobre la salud de la democracia estadounidense con su hija menor, que estaba terminando su último año de bachillerato a distancia.
Para una pareja que había pasado gran parte de las últimas tres décadas viajando por el mundo, tanto tiempo juntos en casa fue un cambio brusco de ritmo. “Trabajar desde casa fue una parte para la que creo que no nos habíamos preparado individualmente”, le dijo ella a The New York Times en octubre.
En un pódcast de noviembre, Bill Gates también habló de la adaptación a la vida en casa después de décadas de viaje. “Mi vida ha cambiado totalmente”, comentó. “Es muy anormal”.
Ahora, la vida también ha cambiado en otro sentido.
La noticia del lunes acerca de que la poderosa pareja va a separarse provocó una gran conmoción en el sector de la filantropía mundial. Para aquellos que, a diferencia de los Gates, nunca habían pensado en las vacunas de ARNm antes de la llegada de la COVID-19, la pandemia puso de manifiesto de la forma más clara posible la influencia de su fundación en el campo de la salud pública mundial. Y el anuncio del divorcio, y los reflectores posteriores, han dejado claro lo dependiente que es una organización tan esencial de sus adinerados fundadores.
Los miembros del personal de la Fundación se vieron sorprendidos por el anuncio. Bill Gates, de 65 años, y Melinda French Gates, de 56, son líderes prácticos, y gran parte del poder de la fundación reside no solo en los miles de millones de dólares que le han aportado, sino también en su prestigio público y sus conexiones.
Sin embargo, durante años la pareja ya había estado construyendo mundos estrechamente conectados pero diferentes, alimentando sus respectivos —y a veces coincidentes— intereses a través de canales independientes. Ella había dedicado más tiempo a apoyar cuestiones relacionadas con la mujer, mientras que él se había dedicado a proyectos de energía limpia. Dentro de la fundación, cada uno tenía sus propias áreas de interés.
“Institucionalmente, la fundación ya había asimilado la separación”, señaló Benjamin Soskis, experto en filantropía e investigador asociado del Urban Institute. “Cada uno tiene sus propias áreas de interés. No es como si se tratara de una entidad unitaria que de repente se hace añicos”.
Compartir un escenario global
La fundación ha hecho declaraciones tranquilizadoras de que nada cambiará. Seguirá con su dotación de 50.000 millones de dólares y su importante gama de temas. Sin embargo, como cada cofundador tiene un proyecto separado —Gates Ventures para él, Pivotal Ventures para ella—, existe la ansiedad dentro de la fundación de que esta quizá no sea el centro dinámico de su trabajo.
“Si estás en las empresas, piensas que la fundación es lenta, que no lo entiende, que está enfrascada en la palabrería del desarrollo”, dijo un exmiembro del personal de la fundación que ha trabajado con ambos Gates y que pidió mantener su anonimato para hablar de las rivalidades internas. “En cambio, si estás en la fundación, tu teoría es: ‘Nosotros hacemos el verdadero trabajo y estas personas se precipitan en el último minuto exigiendo cambiar las cosas, exigiendo justificarlas’”.
Sobrevolando todo está la cuestión de qué causó su ruptura y cuán profunda es la brecha entre ellos. Por qué anunciaron el divorcio cuando lo hicieron es un misterio.
Con su hija menor a punto de graduarse del bachillerato, varios observadores en su círculo señalaron que suele ser un momento de reevaluación para las parejas y un momento en el que las parejas toman senderos aparte. Además, el anuncio se produjo pocos días después de que Warren Buffett, amigo íntimo y tercer patrono de la fundación, celebrara su reunión anual, lo que puede no haber sido una coincidencia. “Le evitaron a Warren tener que lidiar con ello y esperaron hasta después de su reunión anual”, comentó un asociado.
El ejemplo reciente de MacKenzie Scott, que se divorció del fundador de Amazon, Jeff Bezos, y pasó a tener un perfil más alto como filántropa en solitario del que tuvo en el matrimonio, no puede habérsele escapado a Melinda French Gates. De hecho, ambas mujeres trabajaron juntas en un proyecto sobre las mujeres y el poder llamado Equality Can’t Wait Challenge.
En los últimos años hubo pocas señales evidentes de que los Gates se estuvieran distanciando, al menos de cara al público. Melinda French Gates siguió apareciendo en los actos de Microsoft junto a Bill Gates, incluida la cena anual para directores ejecutivos y otros líderes empresariales que la pareja organizaba en su casa cada primavera.
Sin embargo, Melinda French Gates había insinuado que a veces se había sentido ignorada cuando compartía escenario con su marido. Escribió con franqueza sobre esos sentimientos en su libro, “No hay vuelta atrás”, que se publicó en 2019. “He estado tratando de encontrar mi voz mientras hablaba al lado de Bill y eso puede hacer que sea difícil ser escuchada”, escribió.
Una persona que la conoce bien, pero que habló sobre un asunto familiar tan privado bajo la condición de mantener el anonimato, dijo que cualquiera que observara su lenguaje corporal en los eventos del Giving Pledge —a través del cual los multimillonarios prometen regalar al menos la mitad de sus fortunas— y en otros compromisos públicos habría podido ver que estaba descontenta.
Para muchos que solo vieron a la pareja en el entorno profesional de la fundación, fue más sorprendente. “La gente parecía sorprendida”, dijo un exejecutivo que estuvo mucho tiempo en la fundación. “Se quedaron sin palabras. Están realmente sorprendidos. Después de un año tan difícil en el que la gente ha trabajado tan duro, parece un latigazo más”. La pregunta que todos se hacen ahora es cómo afectará a la fundación en el futuro. “Ya existen estas divisiones, ¿cómo no se van a reforzar más?”.
’Esto podría acabar con el matrimonio’
En la carta anual para la Fundación Bill y Melinda Gates, Bill Gates se acostumbró a recapitular el año pasado y a establecer la agenda para el siguiente. A finales de 2012, tras unos viajes especialmente formativos y una conferencia mundial sobre planificación familiar, su mujer le pidió escribir ese comunicado con él.
“Pensé que nos íbamos a matar”, escribió en su libro Melinda French Gates, como ahora prefiere que la conozcan, incorporando su nombre de soltera. “Pensé: ‘Bueno, esto podría acabar con el matrimonio aquí mismo’”.
La acalorada disputa allanó el camino para una asociación pública más completa, pero eso no llegó al instante: en enero de 2013, la firma de Bill Gates seguía sola y su consenso fue un breve artículo sobre anticonceptivos de Melinda French Gates que acompañaba su carta.
“Le dije que hay algunos temas en los que mi voz puede tener un impacto y, en esos casos, debería hablar, por separado o junto con él”, escribió. “La cosa se calentó. Los dos nos enfadamos. Fue una gran prueba para nosotros: no sobre cómo llegar a un acuerdo, sino sobre qué hacer cuando no se puede llegar a un acuerdo. Y tardamos mucho en ponernos de acuerdo”.
Tras su divorcio, la forma en que la pareja colaborará en proyectos conjuntos como su informe anual Goalkeepers, el Giving Pledge y las principales comunicaciones de la fundación es una cuestión sin resolver.
Cuando se creó formalmente la Fundación Bill y Melinda Gates hace más de dos décadas, Melinda French Gates asumió un papel más importante que su marido en la dirección, debido a las exigencias de su trabajo en Microsoft. A pesar de ello, al principio evitó desempeñar un papel público y le dejó a él los discursos y las apariciones. “Quería trabajar tras bambalinas”, escribió, al señalar que quería proteger su privacidad.
Pero eso cambió después de que Buffett hiciera su histórica donación en 2006. Anunció que donaría 31.000 millones de dólares a la fundación, lo que elevó a la ya enorme organización a un nuevo nivel, para entregar miles de millones de dólares cada año, equivalentes a las dotaciones completas de filantropías de gran tamaño.
En una comparecencia sobre la donación de Buffett en la Biblioteca Pública de Nueva York, Melinda French Gates participó en su primera conferencia de prensa en nombre de la fundación. Explicó sus planes de inversión en rendimientos agrícolas, microcréditos y lucha contra las enfermedades infecciosas, y lo hizo en términos personales que invocaban sus propios viajes. Ella ha calificado ese momento como un punto de inflexión, que la hizo querer asumir un papel público más destacado.
“Comenzó a hablar cuando empezó a observar algunas cosas en las que la fundación no se centraba y que ella consideraba realmente importantes, en torno a los elementos sociales y culturales, la importancia del cambio de comportamiento, la importancia de los sistemas, la importancia de un enfoque integrado”, explicó Gary Darmstadt, un médico que enseña en la Universidad de Stanford. Trabajó estrechamente con Melinda French Gates en la fundación, en la cual se dedicó a la salud materna y al acceso a los anticonceptivos.
“Ella se dio cuenta de eso, como si dijera: ‘De acuerdo, voy a tener que dar un paso hacia una posición de liderazgo global en este tema porque nadie más lo está haciendo realmente y yo tengo las herramientas necesarias’”, dijo Darmstadt, que se unió a la fundación en 2008 y viajó mucho con French Gates a lugares como India, Malawi y Tanzania. “Creo que le quedó claro que tenía que usar su voz en nombre de las mujeres”.
La creación de empresas paralelas
Fue también en 2008 cuando Bill Gates anunció que dejaba sus funciones a tiempo completo en Microsoft. Seguiría siendo presidente del consejo de administración y el mayor accionista de la compañía, pero dijo que se dedicaría a la fundación.
Sin embargo, ese mismo año constituyó discretamente una nueva empresa, llamada bgC3 LLC, en el estado de Washington, para proyectos predilectos que no estaban relacionados ni con Microsoft ni con la Fundación Gates. Allí incubó trabajos sobre el cambio climático y la energía limpia que se convirtieron en Breakthrough Energy, junto con proyectos de educación y salud separados de la fundación, especialmente proyectos sobre el alzhéimer. (Cambió el nombre de la organización a Gates Ventures en 2018).
En 2015, Melinda French Gates creó un mundo paralelo propio, iniciando Pivotal Ventures, una empresa centrada en la igualdad de género y el progreso social. Al hacerlo, pudo explorar más a fondo intereses que habían tenido poco protagonismo en los primeros años de la fundación.
“Pensé: ‘Quiero tener una empresa que tenga todas las herramientas para trabajar en cuestiones sociales para las mujeres y las minorías, incluso además de nuestro trabajo de educación que ya estábamos haciendo en la fundación’”, dijo al Times en octubre. “Lo que estoy haciendo con Pivotal Ventures es reunir a muchas otras personas a mi alrededor para tener grupos que trabajen en estos temas y luego también financiarlos a escala. No financiamos cosas para mujeres a escala. Y deberíamos hacerlo”. Una organización “llena de incertidumbre”
Personas anteriormente allegadas a la fundación señalaron otra fuerza que empujaba a los Gates hacia sus iniciativas separadas: las luchas en la fundación por los niveles de personal.
“Era un punto de tensión constante de la fundación”, dijo el exejecutivo. “Era Warren quien lo limitaba, pero el apetito de Bill es siempre el mismo: ‘Deberíamos hacer esto, deberíamos hacer lo otro’. Los equipos acaban con una enorme lista de cosas por hacer”.
Buffett reconoció en una entrevista con el Times el año pasado que se oponía a la expansión institucional. “Ese es el único consejo que no me callo, nunca, porque es la tendencia natural de toda organización”, afirmó.
Los empleados de la fundación a menudo tienen que ocupar varias funciones para estar a la altura de las exigencias. Por ejemplo, una de las empleadas, Anita Zaidi, desempeña la función altamente técnica de directora de desarrollo y vigilancia de vacunas, pero también es presidenta de igualdad de género. Incluso sin el divorcio, la fundación estaba en pleno proceso de cambio. Buffett, el tercer administrador, cumple 91 años este verano. El padre de Bill Gates, Bill Gates Sr., que era copresidente y una de las manos rectoras de la fundación, murió el pasado septiembre. Algunos observadores se han preguntado si los tres hijos de la pareja podrían participar pronto. Los dos mayores ya están en la universidad y en la facultad de medicina. Otros han planteado la posibilidad de que este sea el momento de soltar el control de la familia e instalar un consejo formado por profesionales ajenos al círculo íntimo.
“Es una fundación familiar”, dijo el exejecutivo de la fundación. “Los nombres de Bill y Melinda están en la puerta, lo que significa que cada vez que algo cambia se produce un efecto dominó. Si se pone esto en medio, parece que se crea aún más incertidumbre en una organización que siempre está llena de incertidumbre”.