Por The New York Times | Steven Erlanger
(News Analysis)
La decisión de la Corte Suprema israelí de rechazar el control legislativo sobre el poder judicial pone fin por ahora a la iniciativa estancada del gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu para limitar los tribunales, que ya había desencadenado nueve meses de protestas que solo terminaron cuando Hamás atacó Israel el 7 de octubre.
Las protestas habían causado profundas divisiones en Israel, pero la guerra que vino después unió al país, e incluso pilotos y reservistas que habían prometido ignorar los ejercicios militares se presentaron de inmediato para combatir antes de ser llamados.
Si la decisión del tribunal del lunes arrancó esta cataplasma bélica, al dejar al descubierto otra vez la guerra cultural que yace en el corazón de la política israelí, Netanyahu y su gobierno respondieron con un nuevo llamado a la unidad bélica para intentar restar importancia a su derrota. Fue otra versión del argumento que Netanyahu esgrime contra casi todos los que critican su desempeño y sus políticas: que todos estos son temas que deben discutirse “después de la guerra“.
Y se espera que el fallo del tribunal, por importante que sea, tenga poco o ningún impacto en el desarrollo de la guerra en sí.
“No pienso que el fallo cambie algo”, afirmó Amit Segal, columnista político del periódico israelí Yedioth Ahronoth, quien informó sobre una filtración del fallo y es considerado cercano a Netanyahu. Incluso antes de la guerra, dijo: “Netanyahu no tenía suficiente artillería, por así decirlo, para avasallar a sus opositores”. Según Segal, a Netanyahu le ayuda que este fallo haya llegado durante la guerra, porque “puede justificar la ausencia de reacción y después de la guerra tendrá asuntos más apremiantes”, como su propia supervivencia política.
Sin embargo, la corte y la guerra están conectados hasta cierto punto, porque ambos son fundamentales para el futuro y la identidad futura de Israel, que considera la guerra como algo existencial: la mejor manera de restaurar su reputación en la región como invencible y como protector de los judíos de todo el mundo. La decisión del tribunal afecta de lleno al debate sobre si Israel seguirá siendo una democracia próspera, algo vital para su relación especial con Occidente.
Visto de manera sucinta, la corte dictó que el poder judicial debe ser capaz de constituir un contrapeso a la capacidad de una mayoría simple en el parlamento israelí, la Knéset, para cambiar las leyes fundamentales del país y alterar la naturaleza democrática del Estado. Dejó abierta la posibilidad de que haya cambios jurídicos fundamentales mediante una votación especial con una mayoría más amplia.
Netanyahu y sus aliados han argumentado que los tribunales tienen demasiado poder sobre la legislación de los parlamentarios elegidos, son demasiado liberales y se eligen de manera antidemocrática.
Los detractores de Netanyahu, cuyo propio juicio por corrupción está en curso, consideraron que el fallo del tribunal había salvado la naturaleza de una democracia equilibrada en un país sin Constitución ni Cámara de Senadores. Algunos, como el exfiscal general y exjuez de la Corte Suprema Menachem Mazuz, la calificaron de “la sentencia más importante desde la fundación del Estado”.
Hasta ahora, dijo Mazuz en una entrevista telefónica, “la Knéset tenía la sensación de que podía hacer lo que quisiera, determinar que hay dos soles durante el día y cuatro por la noche”. Pero el tribunal había dictaminado “que hay limitaciones a la autoridad de la Knéset, que es imposible dañar el carácter democrático o judío del Estado, que hay limitaciones”. Eso, dijo, podría permitir un acuerdo diferente y mejorado más adelante “entre los sistemas jurídico y político”.
Pero el dictamen también “ahonda en los problemas existentes de la guerra cultural en Israel”, afirmó Bernard Avishai, un analista estadounidense con doble nacionalidad israelí desde Jerusalén. “Cada vez hay más división entre la gente que piensa que la guerra se puede ganar y, como Netanyahu, que coincide en que el único objetivo de Israel es hacerse más fuerte e intimidar más, y los que piensan que no se puede ganar la guerra en esos términos, que necesitamos algún tipo de panorama diplomático, que no podemos seguir alejando al resto del mundo, a la región y a Estados Unidos, de donde obtenemos nuestras armas”, dijo.
El fallo de la Corte Suprema ”ha hecho más vívida esta tensión creciente entre los que quieren una solución diplomática factible y los que quieren volver al statu quo anterior a la guerra, que son los mismos que querían quitarle poder al tribunal”, dijo Avishai.
Agregó que Netanyahu y sus aliados están presionando para que haya un “Estado judío que gobierne toda la tierra de Israel”, incluida la anexión de amplias zonas de Cisjordania e incluso, como sugieren algunos ministros, el reasentamiento en la Franja de Gaza, mientras que “se consideraba que el tribunal intentaba liberalizar el país, lo que suponía un desafío al statu quo y a los partidarios de la anexión y de la ‘Tierra de Israel’”.
Para Dahlia Scheindlin, analista y encuestadora israelí, “hay un vínculo directo entre el resultado de esta guerra y la naturaleza de Israel, qué tipo de Estado será y si puede continuar afirmando que es democrático”.
En su opinión, la guerra “ha sido un gran acelerador de los designios de mayor alcance de un gobierno de extrema derecha, incluida la anexión, la posible expulsión y la soberanía judía completa y formal sobre toda la tierra y las personas que la habitan”.
Se espera que Netanyahu use el dictamen para seguir intentando apuntalar su escasa mayoría en el Parlamento, construida sobre su coalición con nacionalistas religiosos y la extrema derecha. Netanyahu ya se ha negado a condenar algunas de las declaraciones más duras de sus aliados sobre la anexión de Cisjordania y el reasentamiento de Gaza. Se ha presentado como el baluarte vital contra las críticas del resto del mundo, incluido Estados Unidos, y toda la idea, favorecida por el presidente Joe Biden, de una futura Gaza gobernada por una Autoridad Palestina “revitalizada”.
Netanyahu también ha dejado claro, el mismo sábado pasado en una conferencia de prensa, que no tiene planes de dimitir, ni siquiera después de la guerra, incluso si su partido, el Likud, se hunde en las encuestas de opinión. Una encuesta del Canal 13 sugirió que las elecciones de ahora asegurarían al Likud solo 16 escaños y, junto con sus actuales partidos de coalición, solo 45 escaños en la Knéset de 120 escaños, frente a los 38 escaños del rival de Netanyahu, Benny Gantz, y los 71 escaños de los partidos de la oposición.
Scheindlin afirmó que el llamado coordinado del Likud de unidad en tiempos de guerra después del dictamen de la corte fue inteligente en términos políticos, ya que ni siquiera a los seguidores del partido les importaba tanto la revisión judicial como otras cuestiones, entre ellas el resultado de la guerra. No obstante, Segal dijo que la sentencia podría ayudar a apuntalar el apoyo del Likud, porque muchos de los votantes del partido estarían enfadados por ello.
A pesar de todo, el llamado a la unidad y la acusación de que el fallo del tribunal perjudica el esfuerzo de guerra son “bastante cínicos”, dijo Scheindlin, “ya que fue el proyecto de reforma judicial el que realmente desgarró al país”.
El partido de Netanyahu, Likud, declaró que “el dictamen de la Corte Suprema contradice el deseo de unidad del pueblo, en especial en tiempos de guerra”, en tanto que el ministro de Seguridad Nacional, Ben Gvir, declaró: “En un momento en el cual nuestros soldados están dando la vida por el pueblo de Israel en Gaza todos los días, los magistrados del máximo tribunal decidieron debilitar su espíritu”.
El subtexto, dijo Scheindlin, es que “nada que no nos guste debe ocurrir hasta que la guerra termine, y la guerra nunca terminará”, al menos no por mucho tiempo.
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