Por The New York Times | Ruth Graham
Cuando el papa Francisco habló de “una actitud reaccionaria muy fuerte y organizada” que se le opone dentro de la Iglesia católica romana en Estados Unidos y, en comentarios que se hicieron públicos esta semana, desaconsejó permitir que “las ideologías suplanten a la fe”, algunos católicos estadounidenses reconocieron a su Iglesia de inmediato.
“Tiene toda la razón”, comentó el reverendo James Martin, sacerdote jesuita y comentarista a quien se le considera aliado de Francisco. Martin afirmó que la oposición actual a Francisco dentro de la Iglesia estadounidense “supera por mucho la ferocidad de la oposición a san Juan Pablo II y al papa Benedicto”, los dos papas anteriores.
Según Martin, cuando visita Roma estos días, la primera pregunta que le hace mucha gente es: “¿Qué está pasando en Estados Unidos?”.
En esencia es la misma pregunta que provocó los comentarios claramente críticos del papa, realizados de forma espontánea el mes pasado y publicados esta semana en la revista jesuita aprobada por el Vaticano, La Civiltà Cattolica.
En una reunión privada con católicos portugueses en Lisboa, Portugal, un sacerdote le comentó a Francisco que, en un año sabático reciente en Estados Unidos, había observado que había una hostilidad abierta entre muchos católicos, e incluso obispos, hacia el liderazgo del papa.
“Es evidente que en Estados Unidos la situación no es fácil: hay una actitud reaccionaria muy fuerte”, respondió el papa. “Está organizada y moldea la forma de ser de la gente, incluso a nivel emocional”.
Hay católicos conservadores en todo el mundo que enfatizan las enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual y la obediencia, y que prefieren las formas tradicionales de adoración. Sin embargo, tienen una prominencia e influencia especial en Estados Unidos, donde Francisco enfrenta una jerarquía eclesiástica que tiene una hostilidad única hacia su papado, está liderada por varios obispos estridentes y recibe el respaldo de un ecosistema de derecha bien financiado con sitios web católicos, programas de radio, pódcasts y conferencias que le han dado forma al panorama del catolicismo estadounidense y a la política a nivel más general.
“El papa tan solo ha estado seis días en Estados Unidos en los últimos diez años, así que en verdad es difícil comprender cómo entiende a los católicos de Estados Unidos”, opinó C. Preston Noell III, enlace público de la Sociedad Estadounidense en Defensa de la Tradición, la Familia y la Propiedad, una organización católica de derecha que se describe a sí misma como “en el frente de la guerra cultural”.
“Lo único que intentamos hacer es defender las enseñanzas tradicionales de la Iglesia”, agregó Noell, señalando la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la anticoncepción artificial.
Los comentarios más recientes e inusualmente mordaces de Francisco sobre la Iglesia estadounidense llegaron en un momento delicado, casi un mes antes de una importante reunión en Roma que ha provocado un nerviosismo e indignación creciente entre algunos miembros del clero y comentaristas de Estados Unidos. La reunión, una asamblea del sínodo de los obispos, será la primera en que mujeres y laicos podrán votar y se espera que produzca un debate generalizado sobre las enseñanzas de la Iglesia y su futuro. Francisco, el primer papa del sur global, ha puesto énfasis en que la Iglesia que él dirige sea más amplia e inclusiva, en contraste con la Iglesia más pequeña y homogénea a nivel ideológico que algunos conservadores preferirían. Los devotos de la misa tridentina, una forma tradicional de culto en latín, resienten con vehemencia que Francisco haya reducido su libertad para celebrar el rito, el cual en buena medida comenzó a eliminarse en la década de 1960.
Francisco ha mostrado una afición por hacer comentarios que parecen improvisados y retan a las prioridades conservadoras. Su respuesta a una pregunta en 2013 sobre los sacerdotes homosexuales —“¿Quién soy yo para juzgar?”— tal vez sea el momento más memorable de su papado, uno que han citado de forma generalizada tanto seguidores como detractores.
Ha trabajado para consolidar su legado al nombrar a hombres en edad para votar que comparten sus prioridades en escaños del Colegio Cardenalicio, cuyos integrantes elegirán al próximo papa. Hasta ahora, él ha designado a una gran mayoría del grupo.
Entre los conservadores de Estados Unidos, los comentarios recientes del papa se sintieron como algo personal. Un titular en el sitio web conservador First Things cuestionó: “¿Por qué le caigo mal al papa?”.
Parte de la peculiaridad de la oposición estadounidense hacia la agenda de Francisco es que una resistencia directa proviene no solo de comentaristas, sino también de miembros de alto rango del clero.
Hace poco, un grupo de clérigos estridentes avivó la especulación de que el sínodo podría socavar la doctrina católica fundamental sobre la eucaristía, la salvación y la ética sexual. En una carta publicada en agosto, el obispo Joseph Strickland de Tyler, Texas, advirtió que muchas “verdades básicas” de la enseñanza católica iban a ser cuestionadas en el sínodo y que después la Iglesia podía dividirse de modo irrevocable.
El cardenal Raymond Burke, exarzobispo estadounidense y voz destacada entre los católicos conservadores, escribió en el prólogo de un libro publicado el mes pasado que el proceso de colaboración del sínodo estaba infligiendo un “daño evidente y grave” a la Iglesia.
La organización de Noell publicó una traducción del libro “The Synodal Process Is a Pandora's Box” y hace poco envió ejemplares por correo a todos los cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos y hermanos religiosos de Estados Unidos, unos 41.000 en total.
Al igual que otros cristianos conservadores, algunos católicos de Estados Unidos se consideran asediados, pues los rodea una cultura hostil hacia la doctrina y las prácticas católicas.
Los católicos representan alrededor del 20 por ciento de los adultos en Estados Unidos, pero la asistencia a misa ha disminuido en las últimas décadas y se redujo de forma drástica durante la pandemia.
En conjunto, los católicos de Estados Unidos son un grupo políticamente diverso, pero quienes siguen asistiendo a misa con más frecuencia también tienden a ser más conservadores. Y en las encuestas se ha encontrado de forma sistemática que los jóvenes que entran al sacerdocio en Estados Unidos son cada vez más conservadores.
Martin señaló que, en muchos lugares, los católicos que apoyan la visión del papa “no se sienten cómodos en sus parroquias, porque los desanima la forma en que la visión de la Iglesia de Francisco es ignorada o minimizada”, y agregó: “La oposición a Francisco es tan fuerte que domina la conversación”.
Kevin Ahern, profesor de estudios religiosos en el Manhattan College, afirmó que muchos estudiantes, católicos o no, llegan a sus salones de clase con un desconocimiento total de las enseñanzas católicas sobre justicia social, una corriente históricamente sólida del catolicismo que ha desempeñado un papel en los movimientos obreros y en los debates sobre la inmigración y la pena de muerte.
Comentó que los estudiantes que han estado expuestos a la Iglesia solo a través de sus voces más prominentes en la cultura general “se sorprenden de saber que la Iglesia católica no coincide con los puntos de conversación republicanos”.
Dio la impresión de que al propio Francisco no le perturbó la reacción de sus detractores en Estados Unidos a sus comentarios más recientes. “Sí, se enojaron”, les comentó a periodistas el jueves mientras volaba a Mongolia para una visita formal. “Pero a otra cosa, a otra cosa”.